domingo, 28 de junio de 2020

Solo por gracia

Lección: Gálatas 5:1-6
Texto: Gálatas 6:15
Domingo 28 de Junio

Introducción: Juan, en su evangelio relata que cuando un grupo no menor de judíos creyó en Jesús,  entonces fue cuando les dijo “si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31-32). Sin embargo, este grupo de judíos después de escuchar esas y otras argumentaciones de la verdad, no siguieron al maestro. Del mismo modo, la gente de Galacia conoció la verdad, que los hizo libres y estaban a punto de volver al yugo de esclavitud, siendo influenciados por judíos legalistas, que lo único que querían, era llevarlos a los ritos y ceremonias, que no tenían ninguna validez ante la verdad, de la salvación por gracia, es lo que Pablo nos presenta en esta lección.

Desarrollo:  En el último versículo de la lección anterior se describe la posición del creyente; “es libre”, pues bien, una vez que han sido justificados por la fe en el Señor Jesucristo (y no por las obras de la Ley), Pablo les exhorta a “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres” (v.1 a), pues creía que, aunque ellos se habían inclinado a abrazar el falso evangelio (1:6-7)  de la justificación “por la obras de la ley” (2:16), todavía podían estar firmes y rechazar esa falsa doctrina. “y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (v.1b). Estos gálatas en su mayoría de origen gentil habían dejado atrás su idolatría (rudimentos del mundo), y ahora vivían seducidos por estos judaizantes, cuanto más aquellos judíos que de allí salieron “volvían a tropezar con la misma piedra”.
“He aquí” (v.2a), es decir,  fijaos en lo que os digo; “yo Pablo” (v.2b), aunque ahora  ellos tienen en poco su autoridad, él sin embargo, da su nombre y autoridad como suficientes para refutar toda oposición de adversarios. “os digo que si os circuncidas” (v.2c), Pablo no tenía objeción alguna en contra de la circuncisión como tal (comparar con Hechos 16:1-3, Filipenses 3:5). A lo que se oponía el apóstol era, la noción de que tuviera algún beneficio o merito espiritual ante Dios, y que fuera un requisito previo o necesario de la salvación. “de nada os aprovechará Cristo” (v.2d). La  obra de Cristo, es solo eficaz para los que tienen fe en él, y no es de ningún provecho, para los que confían en la ley (ver v.4 comparar con 1:6; 2:21; 5:11).
 El apóstol, vivió bajo la ley en el pasado, por eso él les dice “Y otra vez testifico” (testimonio, asevero, certifico), “a todo hombre que se circuncide que está obligado a guardar toda la ley (v.3b). El legalismo requiere que los hombres han de guardar (practicar) toda la ley. Los que están bajo la Ley no pueden aceptar solo los mandamientos fáciles y rechazar los otros. Si alguien intenta complacer a Dios circuncidándose entonces queda bajo la obligación de guardar (practicar) toda la ley, Así la persona esta o del todo bajo la ley o del todo libre de la ley. Ahora si el hombre esta entero bajo la ley, Cristo deja de tener valor para él. EL Señor no es solo su Salvador completo, sino también es exclusivo. Sin duda, aquí el apóstol, no se refiere en este versículo a alguien que pueda haber sido circuncidado en el pasado, sino, solo a los que cumpliesen este rito como necesario para una completa justificación.
“De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído” (v.4).  El termino desligasteis (griego: atargueo) significa “separarse” o “cortarse de”, también “anular”  “dejar sin efecto”. La palabra caído o caer (griego: ekpipto) significa “ser sacado del curso”, “perder” (el agarre firme a  algo). Pablo, quiere dar a entender con claridad, que cualquier intento de justificar por la ley, equivale a rechazar la salvación solo por gracia y solo por fe. Quienes fueron alguna vez expuestos a la verdad gratuita del evangelio, y después dan la espalda a Cristo (Hebreos 6.4-6), con la intención de justificarse por guardar la ley, se separan de Cristo de forma irremediable, y pierden la oportunidad de ser salvos por la gracia de Dios. Su deserción de Cristo y el evangelio, solo prueba que su fe nunca fue genuina (comparar con  Lucas 8:13-14; 1 Juan 2:19).
“Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por la fe la esperanza de la justicia” (v.5). Pablo, muestra que la esperanza del  verdadero creyente es muy diferente de la del legalista. El cristiano espera “la esperanza de la justicia”, es decir aquel tiempo en que el Señor vendrá, cuando recibirá un cuerpo glorificado, entonces dejara de pecar. Miremos que no dice que el cristiano espera la justicia, ya tiene una posición de justicia delante de Dios por medio del Señor Jesucristo (2 Corintios 5:21). Pero, espera aquel momento en que será totalmente recto en sí mismo. No espera conseguir esto por nada que él pueda hacer, sino más bien, “por el Espíritu y a base de la fe”. El Espíritu Santo lo hará todo, y el creyente sencillamente espera a Dios en fe, para que él lo lleve a cabo. En cambio el legalista espera ganar La justicia por sus propias obras, la observancia de la ley o ceremonias religiosas. Es una vana esperanza,  porque la justicia no se puede alcanzar así. (Romanos 8:23; 1 Corintios 1:7)

Conclusión: Termina esta lección con algo muy relevante “porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión” (v.6a),  (ver 6:15). Nada  que  se haga en la carne, incluido todo tipo de ceremonias religiosas, hace diferencia en la relación personal con Dios. Todo lo externo carece de relevancia eterna, y es inválido mientras no sea el reflejo de una verdadera justicia interna  (comparar con Romanos 2:25-29). Lo que Dios busca en el verdadero creyente, “es la fe que obra por el amor” (v.6b). La fe del creyente debe manifestar amor, que es el verdadero cumplimiento de la ley. “el amor no hace mal al prójimo, así que el cumplimiento de la ley es el amor”.

viernes, 12 de junio de 2020

Cuidado con volver a esclavizarse.


Lección: Gálatas 4:8-20
Texto: Colosenses 2:16-17
Domingo 14 de Junio

Introducción: En la siguiente lección, vemos como el apóstol Pablo le trae a la memoria a los fieles de Galacia, la condición en que se hallaban antes de convertirse al Evangelio, a la vez, que les advierte, que por la forma en que se portan ahora, no muestran ser herederos  de Dios. Veamos los detalles.

Desarrollo:  En la presente lección, Pablo comienza con una exhortación a los Gálatas que querían volver a la esclavitud, y dice “Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses” (v.8), los creyentes de Galacia habían estado en el pasado bajo los rudimentos de los ídolos, el panteón grecorromano de deidades no existentes (“que por naturaleza no son dioses”), a quienes los Gálatas imaginaban que rendían culto antes de su conversión.  “Mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocido Por Dios” (v.9a), quiere decir que conocían a Dios, no solo mentalmente, sino con más cercanía al Dios verdadero, sin embargo, después de haber tenido esta experiencia del Dios verdadero, en la cual incluía la herencia, no solo de la promesa hecha a Abraham, sino de toda la obra de redención que les había libertado de la esclavitud de la ley (v.5) y la donación del Espíritu para tener conciencia de su filiación divina  (v.6), le pregunta Pablo: ¿Cómo es que os volvéis de nuevo a los “débiles” (sin poder espiritual), y  “pobres”, (no ofrecían riquezas inescrutables como las de Cristo), “rudimentos, a los cuales os queréis  volver a esclavizar?” (v.9b), es cierto que ahora no volvían a los ritos abominables de la idolatría al servicio de la imágenes, sino que volvían a los  rudimentos judaicos.
Pablo describe aquellos ritos en el versículo 10 “Guardáis los días (de reposo, el sábado o séptimo día. Ver Colosenses 2:16), los meses (luna nueva o plenilunios); Los  tiempos o estaciones (es decir, las fiestas correspondientes: Pascua, Pentecostés, Tabernáculos, Día de la Expiación) y los años (Sabáticos).
Pablo, temía que sus esfuerzos para establecer y edificar las iglesias de Galacia fueran improductivos, con la reincidencia de los creyentes en el legalismo (v.11). (comparar 3:4;  1 Tesalonicenses 3:5)
A continuación, el apóstol muestra una vez más la grandeza de su corazón en la  forma afectuosa con que se dirige a ellos. “Os ruego, hermanos, que os hagáis como yo” (v.12a). Pablo había sido un judío bajo la ley, por lo tanto, ellos debían hacerse como él, esto es, como alguien que, a pesar de ser judío de raza, no estaba ya bajo la esclavitud de la ley. Los cristianos gentiles nunca habían estado bajo la ley, y no estaban ahora bajo ella, “porque también yo me hice como vosotros”, por eso urgió a los Gálatas que siguieran su ejemplo y evitaran el legalismo de los judaizantes. “Ningún agravio me habéis hecho” (v.12b). Aunque en su primera estadía en Galacia, a Pablo lo persiguieron los judíos, sin embargo, los creyentes de esta región no le habían hecho daño al apóstol, sino que los recibieron con entusiasmo al escuchar su predicación (comparar con. Hechos 13:42-50; 14: 19).
En los versículos 13 y 14 les recuerda como llego a ellos “a causa de una enfermedad”, y esta no fue impedimento, ni para Pablo como predicador ni a los Gálatas como receptores del mensaje, y le agrega “no me despreciasteis ni desechasteis, por la prueba que tenía en mi cuerpo”.  ¿Recrudecimiento de la oftalmia crónica que padecía (marcas de amor que le dejo Cristo cuando se le apareció camino a Damasco), o, malaria, como piensan algunos biógrafos del apóstol?”. Antes bien, me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús” (v.14b). No lo rechazaron ni cuestionaron su apariencia física ni sus condiciones débiles por sus padecimientos, recibieron su mensaje con profundo  agradecimiento, como a un ángel de Dios, como a Cristo.
¿Qué había pasado? “¿Dónde, pues esta esa satisfacción que experimentabais?” (v.15 a). El apóstol señala que los Gálatas habían estado felices y contentos  con su predicación del evangelio  (comparar con Hechos 13:48), “Si hubieseis podido os hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos” (v.15b), puede aludir a una enfermedad ocular que le perturbaba su visión nítida  (En 6:11 dice Mirad con cuan grandes letras os escribo…). Es extraño que ahora se hubiesen puesto en su contra. ¿Qué explicaba su cambio de actitud hacia Pablo?, Si el mensaje de la verdad del evangelio era el mismo, ¿porque ese cambio? La respuesta está en los siguientes versículos.
“Tienen celos por vosotros, pero no para bien” (v.17) ¿quiénes?, los judaizantes, quienes usaban de halagos y palabras seductoras (comparar 3:1; 5:7-8) para atraer a su causa a los fieles de Galacia. El fin principal que perseguían era, sepáralos de Pablo presentando a este como un predicador “incompleto”, con lo que lo separaban en realidad, del verdadero Evangelio  (ver 1:6-9) y por lo tanto del propio Jesucristo. Si hubieran conseguido su propósito, los Gálatas habrían tenido que rendirles pleitesía para que les permitieran circuncidarse e ingresar a la nación judía. Parecían muy complacientes, pero lo único que querían era ejercer control sobre los gálatas para reducirlos a una condición de esclavitud y dependencia de ellos y de la ley.
“Hijitos míos por quien vuelvo a sufrir dolores de parto” (v.19a). Al llamarles hijitos, Pablo quería recordarles que era él quien los había engendrado en Cristo. Sufre de nuevo “dolores de parto” por ellos, esta vez no buscando la salvación de ellos, sino más bien para que “Cristo sea formado” (v.19b) en ellos. Termina esta lección diciéndoles “quisiera estar con vosotros ahora mismo y cambiar el tono, pues estoy perplejo en cuanto a vosotros” (v.20). Al apóstol no le gustaba ser severo con aquellos por los que se preocupaba, pero no sabía que más hacer en esta situación, ya que no podía estar físicamente siempre con ellos.

Conclusión: Como Dios ha reconciliado por completo a los creyentes por medio de Cristo Jesús, estos están libres de condenación y de las practicas que él exigió en el pasado al pueblo del pacto (Romanos 8:1). Contrariamente falsos enseñadores, judaizantes y legalistas, presionaban a los creyentes Gálatas para que guardaran las leyes alimentarias judías y los días santos. El que está en Cristo nueva criatura es. “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo todo lo cual es sombra de lo que ha de venir…” (Colosenses 2:16-17).
 






lunes, 25 de mayo de 2020

Objeto de la ley




Lección: Gálatas 3:19-29
Texto: Romanos 10:4
Domingo 31 de Mayo


Introducción: Aquí Pablo explica el objeto porque se dio la ley, a saber: el de despertar en el hombre el sentimiento de culpa y así conducirle a Cristo.

Desarrollo: V.19) “Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de la transgresiones”. Fue añadida como un apéndice temporal, al pacto de gracia establecido con Abraham, de cuyo pacto ya vimos. “Por causa de las transgresiones”, pues, tan dados al mal eran los judíos, que Dios, para refrenarles, hacerles reconocer sus culpas y despertar en ellos  el sentimiento de necesidad de expiación, les dio sus leyes y estatutos. “Yo no conocí el pecado sino por la ley” dice Pablo. Así que, aun cuando la ley no salva a nadie, es santa y buena, si de ella se hace buen uso. El objeto de la ley divina consiste en, preparar el camino hacia la salvación por Cristo, lo cual consta claramente en lo que sigue: “Hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa”. La simiente según el versículo 16 es Cristo. Así que, según esta expresión, las funciones de la ley, una vez venido el Cristo, perderían su importancia. Y cierto, la parte de los ritos quedó abolida y la parte moral destinada a ocupar en el Nuevo Pacto su lugar debido. La ley, “fue ordenada por medio de ángeles en manos de un mediador”. Resulta que el ministerio de los ángeles, en la entrega de la ley, debe de haber disminuido, más bien que añadido grandiosidad a la ocasión y valor positivo de la ley. La comunicación directa de Dios mismo, hubiera aumentado ciertamente la majestad y santidad de lo comunicado.
V.20) “Y el mediador no lo es de uno solo”. Este mediador, por supuesto, fue Moisés. Un mediador no es tal mediador de uno, es decir, de un partido, sino de dos. Un mediador pertenece forzosamente, respecto de su cumplimiento, a los dos contratantes. Tal era el caso al darse la ley por el mediador Moisés, la bendición consiguiente a ese arreglo dependía del cumplimiento de ambos: de Dios y del pueblo israelita. “Pero Dios es uno”, y al dar la promesa obró sin mediador e hizo el cumplimiento de su promesa independiente de obras humanas. En otra palabras, la ley, aunque es de Dios, nos viene, mediante ángeles, de un hombre mediador; pero la promesa nos viene directamente de Dios, no es cosa de dos partes como la ley, sino de uno solo: de Dios y, por lo tanto, firme e inviolable.
V.21) Pablo, usa la negación más fuerte en griego para descartar la idea de que la ley y la promesa cumplan propósitos opuestos. Dios fue quien dio ambas cosas y él no trabaja contra sí mismo, por eso la ley y la promesa operan en armonía: la ley revela la pecaminosidad del hombre  y la necesidad de aquella salvación que se ofrece de manera gratuita en la promesa. Si la ley hubiese podido proveer justicia y vida eterna, la promesa de gracia no existiría. Nunca la ley fue proclamada con el fin de justificar al hombre, su misión es mucho más humilde, si bien muy importante, que es llevar al hombre perdido a Cristo Jesús para ser justificado.
V.22) “Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado…”. Así la ley, tiene encerrados o presos a los hombres como a criminales y esclavos de su crimen; pero es incapaz de soltarlos. Toda la humanidad atrapada sin salida en el pecado. Que todos los seres humanos son pecadores es la enseñanza expresa de las Escrituras. “para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes”, es decir, el cumplimiento de la promesa que es el ser justificado, salvado por gracia mediante la fe, “fuese dado a los creyentes”, es decir, a los que ponen su fe y su confianza en Jesucristo. Así es que la justificación no se ofrece  a condición del cumplimiento de la ley, sino a condición de tener fe en el “prometido”. El fin de la promulgación de la ley fue, que ella misma obligara al hombre a desistir de confiar en su cumplimiento como medio de alcanzar la justificación y le llevase a acudir a la misericordia de Dios, confiando o teniendo fe en el sacrificio expiatorio de Cristo.
V.23) “Pero antes que viniese la fe”. La fe se usa en varios sentidos en las Escrituras, y como se ve, no significa aquí confianza, sino creencia, doctrina, sistema de fe, la totalidad de la doctrina del evangelio. (Judas 3: Hechos 6:7).
“Estábamos confinados bajo la ley…”, guardados bajo la custodia de la ley, condenados y presos por la misma, sin medio de escapar de su poder. Encerrados hasta el tiempo de una creencia que había de ser revelada. Este hecho histórico ilustra la experiencia del individuo bajo la jurisdicción de la ley. Esta le ilumina, le convence, le sentencia, le condena a prisión eterna, le custodia, le tiene encerrado; si procura librarse por el cumplimiento de alguno de sus preceptos, le coge en flagrante delito de transgresión, hasta el tiempo de revelársele la creencia del Evangelio.
V.24) El “ayo”, entre los griegos, era el encargado de los menores; criado u otro de experiencia llamado “paidagogos”. Uno que siempre tenía a los niños a la vista, vigilándolos, sujetándoles a disciplina, llevándoles a la escuela y luego devuelta a casa. La función del ayo para nosotros es para “llevarnos a Cristo”. Al maestro de los maestros, al que nos saca para decirlo así, de la mano del duro “paidagogos”, que es la ley para el objeto más glorioso: para que fuésemos justificados por la fe, es decir, declarados sin culpa mediante la confianza en los méritos del Maestro y Abogado, a quien nos ha conducido la ley o sea el viejo paidagogos.
V.25) “Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo”. Fe en sentido de sistema, el mensaje de la fe, la doctrina del evangelio. Esta, venida la fe, cambió la condición religiosa de los creyentes convertidos del judaísmo, de suerte que ya no estaban bajo el imperio de la ley, sino en libertad respecto al ayo. Cesando el paidagogos en sus funciones, no nos hecha en la anarquía, sino nos deja entregados al amo supremo y a la dirección de su Espíritu.
V.26) “Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús”. No todos los del linaje de Adam, son hijos de Dios, sino todos vosotros, los gálatas que habéis nacido de nuevo, “no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios”. No por haber guardado la ley, o por haberos esforzados, o procurado cumplirla, sino, por la fe o confianza en el Señor. Sólo aquellos que ponen su fe en Jesucristo, son los verdaderos hijos espirituales de Dios. Los incrédulos son hijos de Satanás.
V.27) “Porque todos los que habéis sido bautizado en Cristo…”. No se trata aquí del bautismo en agua, el cual no puede salvar. Pablo uso la palabra “bautizados” en un sentido metafórico para hablar de ser “sumergidos en” o “colocados dentro de” Cristo, por medio de su Espíritu. El Espíritu Santo nos bautiza, es decir nos coloca, nos posiciona, nos incorpora, nos une en el cuerpo de Cristo y ahí nos encontramos en el presente, esa es nuestra ubicación espiritual.
“De Cristo estáis revestidos”, es decir de su naturaleza, de su carácter, la total asunción de su naturaleza. Una apropiación responsable de todo lo que Jesucristo es.
V.28) “…sois uno en Cristo Jesús”. En Cristo sois todos hijos, todos libres, sin distinción de casta religiosa, sin distinción de categoría social, sin distinción de nacionalidad, aún sin distinción de sexo. “Sois uno”, en todos existe la misma vida, late el mismo corazón, predomina la misma mente, rige la misma cabeza. Igualdad espiritual ante Dios, condición bendita, que excluye jactancias.
V.29) “Y si vosotros sois de Cristo…”. Si pertenecéis a él como propiedad suya, entonces “Ciertamente linaje de Abraham sois”. No simiente o hijos en sentido material, sino, en sentido espiritual, somos hijos del padre de los creyentes “ y herederos según la promesa”. Herederos de la promesa hecha a Abraham: “serás bendito y serás bendición”. Así que las grandes bendiciones  prometidas al patriarca, no se heredan por descendencia natural, sino mediante la afiliación espiritual por fe en Jesucristo, fuente de toda bendición.

Conclusión: Que bendición más grande hemos alcanzados por la pura gracia de Cristo, de ser hechos hijos de Dios por la fe en Jesucristo, y que las promesas hechas a Abraham, las hemos heredado nosotros por nuestra identificación con Cristo, por haber sido colocados en el cuerpo de Cristo por su Espíritu. Esto debemos reflejarlo hacia nuestros semejantes mediante nuestras buenas obras.

martes, 19 de mayo de 2020

Firmeza del pacto de gracia

Lección: Gálatas 3:15-18
Texto: Hebreos 6:13-14
Domingo 24 de Mayo

Introducción: En este pasaje, el apóstol continúa su argumento probando que la justificación no se consigue por las obras, ya que la promesa hecha a Abraham, no puede haberse anulado por la ley, la cual se dio mucho tiempo después de haberse dado la promesa.

Desarrollo: V.15) Aquí Pablo llama a los gálatas “hermanos”, revelando así el amor compasivo de él hacia la iglesia de Galacia. Luego el apóstol va a usar una ilustración que toma del modo de proceder de los hombres cuando estos quieren confirmar un compromiso contraídos con otros. En otras palabras: aun cuando solo se trate de un pacto humano “una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade”, con tal que sea confirmado, nadie lo cancela, abroga, desecha o le añade algo, o le sujeta a otros términos, sino , que queda en pie, permanece firme y sagrado. Si esto sucede entre los hombres, cuanto más será firme y sagrado lo establecido por Dios.
V.16) “A Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente: No dice: y a las simientes, como si hablase  de muchos, sino como de uno: Y a tú simiente, la cual es Cristo”. Las Escrituras, en este caso, no mencionan pluralidad de simiente, como la carnal y la espiritual: hablan sólo de una simiente, de una línea de descendientes, a saber, la raza de los creyentes, que se asemejan al “padre de la fe”, a Abraham, ya sean judíos o gentiles. “Y a tu simiente”, la cual es Cristo: así que Cristo es la simiente de Abraham, que en sí reúne toda la raza de creyentes, formando en conjunto una línea de posteridad. Se ha dicho que toda la razón asistía a Pablo, al considerar todas las promesas como hechas a Cristo, por cuanto: Cristo era el principio de vida espiritual, tanto en Abraham como en todos cuantos a semejanza suya tienen fe; a Cristo, morando en los creyentes de edad en edad, fueron, pues, en realidad, hechas las promesas. La bendición de todas las naciones reside en Cristo y no en la descendencia carnal de Abraham.
V.17) Que el pacto establecido y hecho válido por Dios en orden a Cristo, “la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa”. La ley, que fue dada cuatrocientos treinta años después del pacto que Dios estableció con Abraham, en orden a cristo y a la justificación por sus méritos, esta ley, no puede abrogar el pacto, ni hacer nula o poner fin a la promesa. Los hombres no obran así, los pactos humanos legalmente establecidos, no se retractan ni se cambian así, mucho menos los pactos divinos. Sea cual fuere el designio de la ley, no puede haber tenido por objeto abrogar o modificar en términos nuevos, la promesa de la justificación por la fe en Cristo Jesús.
V.18) “La herencia”, a saber, las bendiciones espirituales prometidas a Abraham, si estas se adquieren por el cumplimiento de la ley, Dios se ha retractado, ha anulado la promesa, ha quebrantado el pacto. Absurdo. Si digo: “te regalo este campo sin condiciones”, y al cabo de cuatro meses te digo: “me pagarás ahora tanto por el campo”, ¿Qué me dirás? Que mi palabra no vale nada, que soy un fraude. ¿Cómo habría de obrar así el Inmutable? Dios no puede mentir (Tito 1:2; Hebreos 6:18; 1 Juan 2:25). Es cierto que, la herencia, la promesa, la bendición prometida, le vino como dádiva o donación, donación que incluye la justificación.

Conclusión: Pablo, deja establecido la absoluta firmeza del divino pacto de gracia, tan firme que la ley no lo anula. Dios es plenamente fiel y verdadero, él no muda sus promesas, por lo tanto, debemos tener plena certidumbre de que nuestra justificación por la fe en Cristo Jesús, jamás será revertida, porque descansa en su palabra y en su juramento.

miércoles, 13 de mayo de 2020

El pacto de Dios con Abraham

Lección: Gálatas 3:6-14
Texto: Romanos 4:13
Domingo 17 de Mayo

Introducción: Aquí Pablo apela a las Escrituras, para mostrar que el patriarca Abraham, dependió de la fe para justicia. Que nunca hubo otro camino de salvación, fuera de la gracia por la fe. Hasta el Antiguo Testamento enseña la justificación por la fe.

Desarrollo: V.6) “Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia”. Este hecho consta en el libro de Génesis, y que cita Pablo aquí, y también, en Romanos 4:3. Así que, según la explicación de Pablo, la fe de Abraham fue aceptada por Dios en lugar de las obras. Abraham fue declarado justo mediante la fe y no mediante las obras.
V.7) “…los que son de fe, éstos son hijos de Abraham”. Los creyentes que han puesto su fe y su confianza en Cristo Jesús, sean judíos o gentiles, son los verdaderos hijos espirituales de Abraham, porque siguen su ejemplo de fe. Contrario a la idea de los judaizantes, seguramente, que se jactaban de ser hijos de Abraham, por insistir en el cumplimiento del precepto de la circuncisión (Romanos 2:8; 3:26; 4:14; Juan 8:37).
V.8) “Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles…”. Aquí Pablo, personifica las Escrituras, atribuyéndole precisión divina, por cuanto la Escritura es la Palabra de Dios, al hablar ella, es Dios quien habla (compárese  Romanos 4:3 y Juan 7:38). La justificación de los gentiles por la fe es, por tanto, plan divino, previsto y establecido, plan que nadie debe intentar reformar, cambiar ni abolir. “Dio de antemano la buena nueva a Abraham”, anunció de antemano la buena nueva a Abraham (nuevo pacto) o predicó de antemano el evangelio a Abraham. “Diciendo: En ti serán benditas todas las naciones”. Esta promesa fue evangelio, antes de haber el evangelio. Esta bendita nueva se halla  en variada forma en Génesis 12:3 y 18:18 , como el tipo o padre de todos cuantos tienen fe. Abraham fue el primer ejemplo, y bien patente, de la justificación por la fe, el cual fue un ejemplo, de cómo Dios habría de justificar a los hombres en las edades futuras, así que, todos los que son de la fe de Abraham, son hijos espirituales de él.
V.9) “De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham”. Los verdaderos creyentes en Cristo, son benditos con el creyente Abraham: No en Abraham aquí, sino con Abraham, colocándoles en calidad de participantes de la bendición común. El Antiguo Testamento, predijo que los gentiles recibirían las bendiciones de la justificación por fe, tal como sucedió a Abraham. Esas bendiciones son derramadas sobre todo gracias a Cristo.
V.10) Aquí se usa la cita de Deuteronomio 27:26. Todos los que se apoyan en las obras de la ley; todos los que dependen o se acogen a las obras de la ley para obtener su justificación. Los judíos en general, y particularmente los fariseos, eran de las obras de la ley, como lo son los romanistas en general, y particularmente los beatos. “Están bajo de maldición”.
“Todo aquél” que se apoya en el cumplimiento de los mandamientos de la ley, sea judío o gentil, y que “no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas”, es decir, sin faltar en todos los detalles de la ley en todos sus variados asuntos, en todos sus párrafos, en todos sus preceptos, sin faltar, ya por comisión, ya por omisión, en lo más mínimo. Traspasar la ley en sólo un punto es pecado. “Porque cualquiera que hubiere guardado toda la ley y ofendiere en un punto, es hecho culpable de todos” (Santiago 2:10). Por tanto, todos los que confían en la observancia de los preceptos de la ley, cual medio de justificación, quedan justamente condenados por la misma ley, ya que no la han cumplido como se requiere, y por tanto ya “no hay hombre justo, ni aún uno”.
V.11) “Y que por la ley ningún hombre se justifica…, es evidente…”, es decir, puesto que ninguno se justifica, nadie absolutamente, ni judío, ni gentil puede ser declarado justo, es decir, sin culpa, inocente, delante de Dios a la vista de Dios, delante del tribunal de Dios, es imposible ya que el plan de Dios es que “El justo (justificado) por la fe vivirá”. El justificado por la fe o confianza en los méritos de Cristo, quien hizo posible su justificación mediante su muerte, éste vivirá; mientras que, al contrario, morirá quien procura ser justificado por las obras de la ley, rechazando la verdadera fuente de vida, que es Jesús, y el medio de conseguirla, es la fe.
V.12) “y la ley no es de fe…”, es decir, según Pablo, la fe no es la fuerza motriz de la ley, o sea la idea de que depende para ser eficaz, ni el principio sobre que descansa en sus procederes. Muy al contrario, la ley dice: “El que hiciere estas cosas vivirá por ellas”, es decir, el hombre que cumpliere los estatutos y preceptos de Moisés, vivirá en virtud de ellos. Así que la obediencia es la condición de la verdadera vida bajo la ley. Hacer y no creer, es la idea principal del sistema de la ley. Quién cumple los requisitos de la ley, vivirá en virtud de las obras que hace.
V.13) “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición…”. Literalmente nos compró desde dentro hacia fuera: desde dentro de la condenación o maldición de la ley quebrantada, que en su parte de código penal, además de multitud de penas, establece que “El alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:4; 20).
“Hecho por nosotros maldición”: Tal fue la manera de llevar a cabo la redención. Esto lo explica Pablo como sigue: “Al que no conoció pecado fue hecho pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). “Hecho pecado”, natural es que también fuese hecho maldición, como está escrito: “Maldito todo el que es colgado en un madero” (Deuteronomio 21:22-23). Dejar al ejecutado colgado en el madero a la vista pública, en el caso de los grandes criminales, era un hecho que aumentaba la ignominia y vergüenza de su castigo. Cristo, por tanto, sufrió la muerte más ignominiosa del modo prescrito para los peores criminales, y fue tratado de modo, que daba a entender que la maldición de Dios descansaba sobre él. No fue permitido que su cuerpo quedara por la noche, sino que se procedió a enterrarlo. No hubo otro modo de redimirnos, ni hay otro evangelio que éste para el pecador: o quedar bajo la maldición de Dios para siempre, o ver en Cristo su sustituto, hecho maldición por él.
V.14) “para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles…”. La bendición que Dios le prometió a Abraham y a todos los creyentes es esta: la justificación mediante la fe; pero nótese bien que esta bendición, jamás llegaría a hijo alguno de la raza de Adán, si no fuera por la redención llevada a cabo por Jesús, hecho maldición por nosotros; es decir, por su muerte expiatoria en la cruz. La bendición que obtuvo Abraham por la fe en el redentor venidero, no hubo de limitarse a los descendientes de Abraham, según el plan divino, sino hacerse extensiva a los demás descendientes de Adán, a los gentiles y esto es “en Cristo Jesús”, en virtud de Cristo, por medio de Cristo, cual representante de la raza humana entera, para que “recibiésemos la promesa del Espíritu”, es decir, recibir el cumplimiento de la promesa. Recibir la promesa del Espíritu, equivale a recibir el Espíritu prometido, y este Espíritu prometido es por supuesto el Espíritu Santo, que habrían de recibir los que fueran justificado por la fe, en la obra de nuestro Señor Jesucristo ( Isaías 32:15; 44:3; 59:19-21; Ezequiel 36:26-27; 37:14; 39:29; Joel 2:28-29; Lucas 11:13; 24:49; Juan 7:37-39; 14:16,26).

Conclusión: Ha quedado muy claro la imposibilidad de justificarse por la obediencia a la ley, porque la ley requiere obediencia absoluta, constante y perfecta. Porque nadie es capaz de prestar tal obediencia, que todos los seres humanos han resultados reos, que están bajo la maldición de la ley. El plan previsto por Dios, aún antes de promulgarse la ley mosaica, es la justificación por la fe en Jesucristo, es el único modo, por haber él sido hecho pecado y, por consiguiente, maldición por nosotros.