miércoles, 26 de septiembre de 2012

EL DUEÑO BUSCA OBREROS


Lección para el domingo 30 de septiembre de 2012

MATEO 20: 1 – 16
APOCALIPSIS 22: 12
INTRODUCCION:
                                   Esta parábola y los subsiguientes acontecimientos surgieron de la reunión con el joven rico en 19.16–30. La parábola es la explicación que Cristo da respecto a su declaración paradójica de los primeros y postreros (19.30 y 20.16).
El joven rico se negó a abandonar sus posesiones y seguir a Cristo, y el Señor les advirtió a sus discípulos respecto a los peligros de las riquezas. Pedro se jactó de que él y sus amigos habían dejado todo para seguirle, y audazmente preguntó: « ¿Qué, pues, tendremos?» (19.27). Su pregunta reveló un motivo equivocado: estaba sirviendo a Cristo por lo que podría conseguir y no por lealtad y amor. Cristo les advirtió que algunos que eran «primeros» a ojos de los hombres serían «postreros» cuando llegue el reconocimiento final, y que algunos de quienes los discípulos pensaban como los «postreros» serían más bien primeros.

DESARROLLO:
                        Jesús clarificó con amplitud las reglas de membresía del reino de los cielos: solo se ingresa en él por la gracia de Dios. En esta parábola, Dios es el dueño de la finca y los creyentes son los obreros. Esta parábola estuvo dirigida a los que se sentían superiores por alcurnia o posición económica, a los que se sentían superiores porque habían invertido mucho tiempo con Cristo, y a los nuevos creyentes como reafirmación de la gracia de Dios.
Esta parábola no tiene que ver con recompensas sino con la salvación. Enfatiza la gracia, la generosidad de Dios. No debemos envidiar a los que se vuelven a Dios en los momentos finales de la vida porque al fin y al cabo nadie merece vida eterna. Mucha gente que no esperamos ver en el Reino puede estar allí. El ladrón que se arrepintió mientras agonizaba (Lucas 23.40–43) estará allí junto con la persona que creyó y sirvió a Dios por muchos años. ¿Se siente usted resentido por la gracia que Dios manifiesta al aceptar a los despreciados, repudiados y pecadores que se han vuelto a Dios en busca de perdón? ¿Está celoso de lo que Dios le ha dado a otra persona? En lugar de hacerlo, piense en los beneficios de la gracia de Dios que le alcanzaron a usted y esté agradecido por lo que tiene.
Esta parábola contiene verdades que penetran  hasta el mismo corazón del Evangelio:
·         Es una advertencia a los discípulos. Es como si Jesús les dijera: «Habéis tenido el gran privilegio de entrar en la comunidad del Reino muy temprano, en su mismo principio. Otros entrarán después. No debéis reclamar un honor ni un lugar especial por haber sido cristianos desde  antes  que  ellos. Hay personas que creen que, porque son miembros de una iglesia desde hace mucho, la iglesia les pertenece y ellos pueden dictar su política. A tales personas les molesta lo que les parece una intromisión de la nueva sangre o  el  surgimiento de una nueva generación con planes y métodos diferentes.
·         Contiene una advertencia igualmente definida a los judíos. Ellos sabían que eran el pueblo escogido, y por nada del mundo lo olvidarían. En consecuencia, miraban a los gentiles por encima del hombro. Bien puede ser que los que somos cristianos desde hace mucho tengamos mucho que aprender de las iglesias jóvenes que han ingresado mucho después en la comunidad de la fe.
Estas son las lecciones originales de esta parábola, pero tiene mucho más que decirnos.
En ella se encuentra el consuelo de Dios. Quiere decir que no importa cuándo haya entrado una persona en el Reino, si más tarde o más temprano, si en el primer hervor de la juventud, o en el vigor del mediodía, o cuando se alargan las sombras; se es igualmente querido para Dios.
Hay otra lección aún más grande: Todo lo que Dios da es pura gracia. Nunca podríamos ganar lo que  Dios  nos da; no podemos merecerlo; Dios nos lo da movido por la bondad de Su corazón. Lo que Dios da no es paga, sino regalo; no es un salario, sino una gracia.

CONCLUSION:
                                   Muchas personas que han obtenido grandes galardones en este mundo tendrán un lugar poco importante en el Reino si en lo único en que pensaban era en las recompensas.  Muchos que, según lo valora el mundo,  son  pobres,  serán  grandes  en  el  Reino,  porque  nunca  pensaron  en   términos  de compensaciones, sino trabajaron por la ilusión de trabajar y por la alegría de servir. Es la paradoja de la vida cristiana que el que trabaja por la recompensa, la pierde; y el que olvida la recompensa, la encuentra.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Estudio bíblico domingo 23de septiembre

MATEO 19: 23 – 30
FILIPENSES 3: 8
INTRODUCCION:
                                   El caso del Joven Rico arrojaba una luz clara y trágica sobre el peligro de la riqueza; ahí estaba un hombre que había  hecho la gran negativa porque tenía muchas posesiones. Jesús ahora pasa a hacer hincapié en este peligro. «Es difícil, les dijo, para un rico entrar en el Reino del Cielo.»
Para ilustrar lo difícil que era, puso una metáfora gráfica. Dijo que le era tan difícil a un rico entrar en el Reino del Cielo como le sería a un camello pasar por el ojo de una aguja. Se han propuesto diversas explicaciones a la imagen que Jesús trazó, pero lo más probable es que Jesús utilizara la metáfora literalmente, y que de hecho dijera que le era tan difícil a un rico entrar en el Reino del Cielo como a un camello pasar por el ojo de una aguja.
DESARROLLO:
                                   ¿Por qué esa extrema dificultad? Las riquezas tienen tres efectos principales en la actitud de una persona:
·         La riqueza produce una falsa independencia. Si uno tiene una buena provisión de bienes de este mundo, puede que se crea capaz de resolver cualquier situación que se le pueda presentar. Hay un ejemplo claro de esto en la carta a la Iglesia de Laodicea en Apocalipsis. Laodicea era la ciudad más rica de Asia Menor.  El Cristo Resucitado oyó decir a Laodicea: « Yo soy rica, he prosperado, y no me hace falta nada» (Apocalipsis 3:17). Un hombre rico, se figura que todo tiene un precio, y si quiere algo, no tiene más que comprarlo. Pero siempre existe  el peligro de que las muchas posesiones produzcan la falsa independencia que considera -hasta que se entera de lo contrario- que ha eliminado la necesidad de Dios.
·         La riqueza encadena al hombre a este mundo.< Donde esté vuestro tesoro -dijo Jesús-, allí estará también vuestro corazón» (Mateo 6:21). Si todo lo que una persona desea se encuentra en este mundo, si todos sus intereses están aquí, no piensa nunca en el otro mundo ni en el más allá. Si una persona tiene un interés demasiado grande en la Tierra, puede llegar a olvidarse de que hay un Cielo. Es perfectamente posible que un  hombre  esté  tan  interesado  en  cosas  terrenales  que  olvide  las  celestiales,  que  esté  tan involucrado en las cosas que se ven que olvide las cosas que no se ven y ahí está la tragedia, porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
·         La riqueza tiende a hacer a la persona egoísta. Por mucho que tenga una persona, es humano desear tener todavía más; porque, como se ha dicho epigramáticamente: «Suficiente es siempre un poco más de lo que se tiene.» Además, una vez que uno ha disfrutado de comodidad y lujo, siempre tiende a temer el día en que los pueda perder. La vida se convierte en una pelea preocupada y tensa para retener lo que se tiene. El resultado es que, cuando uno se  hace rico, en vez de tener el impulso de dar, a menudo tiene el de retener. Su instinto es amasar más y más cosas, porque cree que le darán la seguridad. El peligro de la riqueza es que tiende a hacer que uno se olvide de que pierde lo que guarda, y gana lo que da.
Vv  27-30
Habría sido natural, humanamente hablando, no hacer caso de la pregunta de Pedro, y hasta darse por ofendido. En cierto sentido, era una pregunta de lo más impertinente. Para decirlo claro, Pedro estaba preguntando:
« ¿Qué vamos a sacar por seguirte?» Jesús podría muy bien haber dicho que los que Le siguieran con esa actitud no tenían ni la menor idea de lo que era seguirle. Y sin embargo, era una pregunta natural. Aceptó su pregunta, y de ella dedujo tres grandes leyes de la vida cristiana.
1.      Siempre es verdad que el que comparte la campaña de Cristo compartirá la victoria de Cristo. En las campañas humanas, muchas veces resulta que los soldados que pelearon en la batallas son olvidados en cuanto termina la guerra y se ha ganado la victoria, porque ya no se necesitan para nada. Eso no pasa con Jesucristo. El que comparte la campaña de Cristo, compartirá el triunfo de Cristo; y el que lleva la Cruz, llevará la corona.
2.      Es siempre cierto que el cristiano recibirá mucho más de lo que haya tenido que dejar; pero lo que reciba no serán posesiones materiales, sino una nueva compañía, humana y divina. Cuando uno se hace cristiano, entra en una nueva comunidad humana. Mientras exista una iglesia cristiana, un cristiano no debe tener falta de amigos. Simplemente por el hecho de ser cristiano ha entrado a formar parte de una compañía que se extiende hasta los últimos confines de la Tierra.
3.                  Por último, Jesús establece que habrá sorpresas en las asignaciones finales. Hay un nuevo mundo en el que han de desaparecer  los insultos; hay una eternidad para rectificar los malentendidos del tiempo. Y puede que los que fueron humildes en la Tierra sean grandes en el Cielo, y que los que fueron grandes en este mundo sean humildes en el mundo por venir.
CONCLUSION:
                                   Jesús invirtió el orden de los valores mundanos. Piense en las personas más poderosas y conocidas en nuestro mundo. ¿Cuántas de ellas lograron su posición por ser dóciles, bondadosos, intachables? ¡No muchos! Pero en la vida venidera, el último será primero, si está en el último lugar por haber escogido seguir a Cristo. No pierda premios eternos por beneficios temporales. Predispóngase a hacer sacrificios ahora para obtener recompensas mayores más tarde. Esté dispuesto a aceptar la censura del hombre por obtener la aprobación de Dios.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Estudio bíblico domingo 16 de septiembre
MATEO 19: 13-22
DEUTERONOMIO 5: 10
JESUS, LOS NIÑOS, RIQUEZAS Y SALVACION
INTRODUCCION:
Los discípulos debieron haber olvidado lo que Jesús dijo acerca de los niños (18.4–6). Jesús quería que los niños se le acercaran porque los ama y porque tienen la actitud que uno necesita para acercarse a Dios. Jesús no quiso decir que el cielo es sólo para los niños, sino que la gente requiere actitudes semejantes a las de un niño para confiar en Dios.
Este hombre quería tener la seguridad de que poseía vida eterna. Jesús le mostró que no podía salvarse por medio de las buenas obras que no están basadas en el amor a Dios. Este hombre necesitaba un nuevo punto de partida. En vez de buscar un nuevo mandamiento que cumplir o una buena obra que realizar, este joven necesitaba someterse humildemente al señorío de Cristo.
DESARROLLO:
                                   Hay algo encantador en Jesucristo que todo el mundo puede ver. Es fácil creer que estas madres de Palestina  creían  que el toque de un Hombre así en las cabezas de sus niños les traería una bendición, aunque ellas no comprendieran cómo.
Era la clase de Persona que aman los niños. George Macdonald solía decir que nadie puede ser seguidor de Cristo si a los niños les da miedo jugar a su puerta.
Él no estaba nunca demasiado cansado u ocupado para darse totalmente a cualquier persona que Le necesitara.
El camino a Su presencia siempre estaba abierto para la persona más humilde y el chiquillo más pequeño.
Jesús decía de ellos que estaban más cerca de Dios que nadie más. La sencillez del niño está, desde luego, más próxima a Dios que ninguna otra cosa. La tragedia de la vida es que, a medida que nos hacemos mayores, nos vamos alejando de Dios en lugar de irnos acercando a Él.
VV 16 – 22
                        Este pasaje constituye un estudio en contrastes. Habiendo visto que el reino de los cielos pertenece a los niños, veremos ahora lo difícil que es para los adultos entrar en el.
Esta historia enseña una de las lecciones más profundas, porque contiene la base total de la diferencia entre la idea correcta y la equivocada de lo que es la religión.
El hombre que vino a Jesús estaba buscando lo que él llamaba la vida eterna. Estaba buscando la felicidad, la satisfacción, la paz con Dios. Pero la misma manera de hacer la pregunta le delató. Él preguntó: ¿Qué debo yo hacer? Estaba pensando en términos de obras. Era como los fariseos: pensaba en términos de reglas y normas. Estaba pensando en engrosar su balance de crédito con Dios cumpliendo las obras de la Ley. Está claro que no sabía nada de una religión de gracia, así que Jesús trató de conducirle al punto de vista correcto.
En respuesta a la pregunta del joven de cómo tener vida eterna, Jesús le dijo que debía guardar los Diez Mandamientos. Luego Jesús hizo referencia a seis de ellos, todos relacionados con el trato con otros. Cuando el joven replicó que los había guardado, Jesús le dijo que le faltaba algo más: vender todo y dar el dinero a los pobres. Esto inmediatamente puso de relieve la debilidad del hombre. En realidad, su riqueza era su dios, su ídolo, y no lo iba a rechazar. Estaba violando el primero y gran mandamiento (Éxodo 20.3; Mateo 22.36–40).
La gran verdad de esta historia radica en la manera en que ilumina el sentido de la vida eterna. La vida eterna es la vida de Dios. La palabra eterno es aiómos, que no quiere decir lo que dura para siempre, sino algo que corresponde a Dios, o que pertenece a Dios, o que es una característica de Dios. La gran característica de Dios es que Él, de tal manera amó, que dió. Por tanto, la esencia de la vida eterna no es una observancia calculada cuidadosamente de los mandamientos y las reglas y las normas; la vida eterna se basa en una actitud de amor y generosidad sacrificial para con nuestros prójimos. Si quisiéramos encontrar la vida eterna, la felicidad, el gozo, la paz de la mente y la serenidad  del  corazón,  no  sería  amontonando  una  balanza  de  crédito  con  Dios,  guardando mandamientos y observando leyes y normas; sería reproduciendo la actitud del amor y del cuidado de Dios para con nuestros semejantes. Seguir  a Cristo y en gracia y generosidad servir a las personas por las cuales Cristo murió, es la misma cosa.

CONCLUSION:
¿Deben los creyentes vender todo lo que poseen? No. Tenemos la responsabilidad de mantener a nuestros familiares y a nosotros mismos, de manera que no seamos carga para otros. Debemos, sin embargo, estar dispuestos a dejar lo que Dios nos pida. Esta clase de actitud nos permite evitar que lo material se interponga entre Dios y nosotros, y nos libra de usar en forma egoísta lo que Dios nos da.

jueves, 6 de septiembre de 2012


Estudio Biblico Domingo 09 de Septiembre



MATEO 19: 1 – 12
GENESIS 5: 2

EL MATRIMONIO; IDEA DE DIOS

INTRODUCCION:
                                   Aquí estaba tratando Jesús de una cuestión que era un problema de ardiente actualidad en Su tiempo, como lo es en el nuestro. El divorcio era algo sobre lo que no había unanimidad entre los judíos; y los fariseos Le hicieron aquella pregunta con la intención de involucrarle en la controversia.
DESARROLLO:
                                      Ninguna  nación  ha  tenido  nunca  un  concepto  más  alto  del  matrimonio  que  los  judíos.  El matrimonio era un deber sagrado. El quedarse soltero un hombre pasados los veinte años, salvo si era para concentrarse en el estudio de la Ley, era quebrantar el mandamiento positivo de < llevar fruto y multiplicarse.» El que no tenía hijos «mataba su propia posteridad,» y < limitaba la imagen de Dios en la Tierra.> «Cuando marido y mujer son como es debido, la gloria del Señor está con ellos.» Las leyes judías del matrimonio y de la pureza colocaban el listón muy alto- En principio se aborrecía el divorcio. Dios había dicho: « Yo aborrezco el divorcio» (Malaquías 2:16). Se decía que el mismo altar derramaba lágrimas cuando un hombre se divorciaba de la esposa de su juventud.

¿Qué es el matrimonio?

En primer lugar, en contra de gran parte del pensamiento y la enseñanza contemporánea, el matrimonio no es un arreglo de conveniencia humana. No fue dise­ñado o planeado por el hombre, algo que ocurrió en el curso de la historia humana, como una for­ma conveniente de separar nuestras responsabili­dades respecto a los hijos, etc. En vez de ello, Dios nos dice que Él mismo estableció, instituyó y or­denó el matrimonio al principio de la historia hu­mana (Génesis 2, 3).
Dios diseñó el matrimonio como el elemento fundacional de toda la sociedad humana. Antes de que existieran la Iglesia, la escuela, los nego­cios (hablando formalmente), Dios instituyó for­malmente el matrimonio, al declarar: «Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y se harán una sola carne.»  Es importante enseñar esto a los jóvenes.
En segundo lugar, el matrimonio es una insti­tución fundacional. Hemos visto que fue la prime­ra en ser instituida formalmente como una esfera de la sociedad humana. La sociedad misma en todas sus formas depende del matrimonio. El ata­que al matrimonio que contemplamos hoy es, en realidad, un ataque a la sociedad (y a Dios, que edificó la sociedad sobre el matrimonio). El ma­trimonio es, además, el fundamento sobre el cual descansa la Iglesia, como sociedad especial de Dios. Esta comunidad pactada es debilitada cuan­do la «casa» u «hogar» es debilitado. (El concepto de «casa» en las Escrituras es de la unidad más pequeña de la sociedad. Es un grupo de personas que viven bajo el mismo techo, bajo una cabeza humana, y es una unidad separada que toma de­cisiones.) Por tanto, el ataque contra el matrimonio (alrededor del cual se forma «la casa») es un ata­que a la sub-unidad básica de la Iglesia.
Por todas estas razones, un ataque a la familia no es una cosa insignificante, ya que constituye un ata­que al orden de Dios en el mundo y a su Iglesia.
En tercer lugar, un matrimonio no es lo que la teología católico-romana y muchos protestantes (equivocadamente) han pensado: una institución designada para la propagación de la raza huma­na. Si bien Dios ha ordenado («Creced y multipli­caos»), y sólo dentro del matrimonio,  la procrea­ción no es el rasgo fundamental del matrimonio.
Entonces, la respuesta del mismo Dios a la pregunta, ¿Qué es el matrimonio?, se halla en Génesis 2:18: «No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.»
            En otras palabras, la razón del matrimonio es el resolver el problema de la soledad.
            El matrimonio fue establecido porque Adán estaba solo, y esto no era bueno. El compañeris­mo, la compañía, es pues la esencia del matrimo­nio.
El matrimonio es, una promesa de pacto para cubrir el uno las necesidades  de compañía del otro.

CONCLUSION:
                        Como la descripción del matrimonio se centra sobre la compañía por pacto, es evidente que es necesario cultivar el compañerismo. Un matri­monio en el cual no hay compañerismo está abo­cado a la miseria. Todo lo que pone en peligro el compañerismo ha de ser evitado; todo lo que lo fomenta debe ser cultivado.

martes, 4 de septiembre de 2012

Estudio Biblico Domingo 02 de Septiembre



MATEO 18: 23-35
MATEO 6: 14-15

DOMINGO, SEPTIEMBRE 02 DEL 20112

INTRODUCCION:
                        En la lección anterior, Pedro creía que llegaba demasiado lejos, porque tomaba las tres veces de los rabinos, las multiplicaba por  dos y les añadía una de propina, y sugería, convencido de su generosidad, que sería suficiente si perdonara siete veces. Pedro esperaba que se le alabara; pero la respuesta de Jesús fue que el cristiano debe perdonar setenta veces siete. En otras palabras: que el perdón no tiene un límite computable.
Jesús entonces, cuenta en esta lección la historia del siervo al que se había perdonado una gran deuda, y que, tan pronto como se vio libre, trató despiadadamente a un consiervo que le debía una deuda que era una fracción microscópica de lo que él le  debía a su amo, y que fue totalmente condenado sin remedio por su actitud. Esta parábola enseña ciertas lecciones que Jesús no se cansaba nunca de enseñar.
DESARROLLO:
                        Jesús muestra, por medio de la parábola del rey que quiso saldar cuentas con los siervos que administraban lo suyo, lo que le había dicho a Pedro: el perdón no tiene límites. El primer siervo tiene que pagar 10.000 talentos, (es parecido a un sueldo para 300.000 trabajadores durante un año). Aparentemente, este siervo administraba los impuestos del rey en una región muy grande. No pudiendo pagar, el rey ordena confiscar todas las posesiones del siervo y le excluye de su reino. El siervo le pide un plazo, con el fin de que su deuda sea transformada en un préstamo. A causa de que él administra sobre una gran región, piensa que al subir los impuestos puede devolver lo adeudado. Pero lo que hace el rey es increíble: perdona la deuda. Aparentemente sólo el Rey celestial puede hacer una cosa como ésta, de quien el rey de esta parábola es una figura. Mas lo que hace este siervo perdonado es realmente inconcebible, ya que olvidándose de la misericordia que usó el rey para con él, actúa de manera tirana con uno que le debía poco dinero, quien a la vez era su colega. La persona que no tenía cuidado en las cosas del rey, es implacable acerca de sus propias cosas. No ha aprendido nada de la misericordia del Rey. Ese fue su gran pecado.
La lección principal y única de la parábola es esta:
Motivado por la gratitud, el pecador perdonado siempre debe tener el anhelo de perdonar a quienquiera que haya pecado contra él, y debe hacer todo lo que esté en su poder a fin de producir una reconciliación completa.

Hay varias lecciones secundarias que quedan contenidas, como las siguientes:
·         Estamos todos endeudados con Dios (v. 23; cf. Ro. 3:23).

·         Ninguno de nosotros puede pagar ni la deuda propia ni la deuda de su hermano (v. 25; cf. Sal. 49:7; Ro. 3:20).

·         Sin embargo, esta deuda debe ser pagada (vv. 23, 24; cf. Gn. 2:17; Ro. 3:19; 5:18).

·         Por medio del sacrificio expiatorio de Cristo la deuda ha sido cancelada en favor de todo aquel que cree en él (v. 27; cf. 20:28; Ro. 3:24; 2 Co. 5:21).

·         Los hombres pueden estar seguros que sus deudas han sido canceladas solamente cuando ellos mismos perdonan las deudas de quienes les deben a ellos; esto es, pueden experimentar la seguridad del perdón solamente cuando se muestran deseosos de perdonarlos pecados que han sido  cometidos en contra de ellos (v. 35; cf. 6:12, 14, 15; Ef. 4:32).

·         Por parte de quienes han sido perdonados, no debiera ser demasiado difícil perdonar puesto que lo que ellos deben a Dios es infinitamente más que lo que los hombres les deben a ellos (vv. 32, 33; cf. 2 Co. 9:15).

·         La persona que no perdona está destinada al castigo eterno (vv. 34, 35; cf. Ro. 1:31, implacables, sin misericordia”).

·         Cuando se pregunta: “¿Quién debe dar el primer paso hacia la reconciliación, el que causó la ofensa, o el que sufrió la ofensa?”, la respuesta es: “Ambos” (v. 35; Mt. 5:23, 24; cf. Col. 3:12–14).

CONCLUSION:
                        El que realmente se sabe perdonado por Dios, actuará con misericordia para con los demás. La parábola de los dos deudores tiene su inicio en la pregunta de Pedro, de cuántas veces hay que perdonar al hermano que peca contra nosotros. Nos parece increíble constatar en esta parábola cómo a un hombre a quien se le ha perdonado una gran deuda, no puede perdonar a otro que le debe una cantidad ínfima. Pero, ¿no actuamos muchas veces igual que el hombre de esta parábola?, ¿estamos dispuestos a perdonar a otros, cualesquiera sean sus pecados en nuestra contra? ¿podemos igualar el pecado que alguien ha cometido en contra nuestra, con el que hemos cometido contra Dios y del cual hemos sido perdonados? Aunque es fuerte decirlo, pero quien rehúsa perdonar, ha menospreciado el perdón de Dios, o aún no lo conoce. Y quien menosprecia la misericordia de Dios, es inmisericorde con su prójimo, hallándose sólo en prisión de amargura. Aprendamos a perdonar por medio del único Rey misericordioso, quien perdonó nuestras culpas que son miles de veces más graves que las de nuestro prójimo hacia nosotros.

Estudio Biblico Domingo 26 de Agosto


MATEO 18: 15-22
MARCOS 11: 25
DOMINGO, AGOSTO 26 DEL 2012

INTRODUCCION:
                               Cristo está tratando con «asuntos familiares» y pasa ahora de los niños a la relación entre hermanos. Si todos los cristianos fueran perfectos, no habría necesidad de estas instrucciones, pero debido a que fracasamos y pecamos, necesitamos saber cómo conservar feliz y santa a la familia de la iglesia.
DESARROLLO
                               Estas son instrucciones de Jesús para enfrentarnos con los que pecan en contra nuestra. Tienen que ver con (1) cristianos, no con los que no lo son, (2) con pecados cometidos contra usted, no contra otros y (3) con la resolución de conflictos que surgen en el contexto de la iglesia, no en toda la comunidad. Las palabras de Jesús no son una licencia para un ataque frontal a cada persona que nos hiere o margina. No son una licencia para iniciar una campaña destructiva de chismes o pleito de iglesia. Tienen como objetivo reconciliar a los que están en desacuerdo, de modo que todos los cristianos puedan vivir en armonía.
 Cuando alguna persona nos ofende, con frecuencia optamos por lo opuesto de lo que Jesús recomendó. Respondemos con resentimiento u odio, buscamos venganza o chismeamos. Sin embargo, debiéramos ir a esa persona primero, por difícil que nos sea. Luego debemos perdonarla tantas veces como se necesite (18.21, 22).
El modelo es claro: primero una entrevista privada, luego traer dos o tres testigos, luego llevarlo a la iglesia. Nótese el propósito: «has ganado a tu hermano» (v. 15). El motivo para la disciplina en la Iglesia es el amor: procuramos ayudar al hermano que ha pecado. Puesto que Cristo está en medio de la Iglesia (v. 20), es también importante que la Iglesia sea obediente y pura. Nuestra actitud no debe ser la del policía que sale a arrestar a un criminal, sino más bien la del médico que procura curar una herida en el cuerpo de Cristo, una herida que si no se atiende, propagará enfermedad y muerte.
18:19-20
Aquí tenemos uno de esos dichos de Jesús cuyo sentido debemos investigar, porque si no nos quedaremos con el corazón deshecho y con una gran desilusión. Jesús dice que si dos se ponen de acuerdo  en  la  Tierra  sobre  cualquier  cosa  por  la  que  estén  orando,  la  recibirán  de  Dios.  Si hubiéramos  de  tomar  eso  literalmente,  y  sin  ninguna  limitación,  resultaría  claramente  incierto. Innumerables veces, dos personas se han puesto de acuerdo  para  orar por el bienestar físico o espiritual de alguien que les era querido y su oración no ha sido contestada en el  sentido literal. Innumerables veces, el pueblo de Dios se ha puesto de acuerdo para orar por la conversión de su propio país, o por la conversión de los incrédulos y la venida del Reino, y esa oración sigue todavía muy lejos de ser contestada plenamente. Hay personas que se ponen de acuerdo para orar y oran desesperadamente y no reciben lo  que piden. Pero cuando llegamos a comprender lo que quiere decir este dicho, descubrimos en él una preciosa oportunidad.
  • .       Lo primero y principal es que esto quiere decir que la oración nunca puede ser egoísta, y que una oración egoísta no puede recibir una respuesta satisfactoria. No se supone que hemos de pedir solamente por nuestras  propias  necesidades. La oración eficaz debe ser la oración en la que se está de acuerdo, de la que se ha suprimido el elemento de concentración egoísta en nuestras propias necesidades y nuestros propios deseos.
  • .       La oración que está totalmente limpia de egoísmo es siempre contestada. Pero aquí, como en todos  los  otros  casos,  debemos recordar  la  ley  fundamental de la  oración:  que  en  la  oración recibimos, no la respuesta que deseamos, sino la que Dios en Su sabiduría y en Su amor sabe que es lo mejor para nosotros.

Jesús pasa a decir que donde se reúnen dos o tres en Su nombre, Él está entre ellos. Los mismos judíos tenían un dicho: < Donde se sientan dos para ocuparse en el estudio de la Ley, la gloria de Dios está entre ellos.» Podemos tomar esta gran promesa de Jesús en dos esferas:
(a)          Podemos  aplicarla  a  la  esfera  de  la  iglesia.  Jesús  está  tan  presente  en  una  pequeña congregación como en una gran reunión de masas. Está tan presente en una reunión o en un círculo de estudio bíblico de un puñado de personas como en una catedral abarrotada. Él no es esclavo de los números. Está dondequiera se reúnan corazones fieles, aunque sean muy pocos, porque Él Se da totalmente a cada persona.
(b)          Podemos aplicarla a la esfera del hogar. Una de las primeras interpretaciones de este dicho de Jesús era que los dos o tres eran padre, madre e hijo, y eso quiere decir que Jesús es el Huésped invisible de cada hogar. Hay algunos que nunca se presentan lo mejor posible excepto en las que se consideran grandes ocasiones; pero para Jesucristo cada ocasión en la que, aunque solo sea dos o tres, se reúnen en Su nombre, es una gran ocasión.
18.22.  Los rabinos enseñaban que debían perdonar tres veces a un ofensor. Pedro, procurando ser generoso, preguntó si era suficiente perdonar siete veces, el número «perfecto». Pero Jesús le contestó: «Setenta veces siete». Con esto daba a entender que no debiéramos ni siquiera llevar la cuenta de las veces que perdonamos a alguien. Debiéramos perdonar siempre a los que se arrepienten de verdad, no importa las veces.

CONCLUSION:
                               Se nos  ha perdonado  una deuda  que  no  podríamos haber pagado jamás  -porque  nuestros pecados causaron la muerte del Hijo de Dios-; y por eso, debemos perdonar a los demás como Dios nos ha perdonado a nosotros, o no podremos esperar ser tratados con misericordia.