miércoles, 26 de septiembre de 2012

EL DUEÑO BUSCA OBREROS


Lección para el domingo 30 de septiembre de 2012

MATEO 20: 1 – 16
APOCALIPSIS 22: 12
INTRODUCCION:
                                   Esta parábola y los subsiguientes acontecimientos surgieron de la reunión con el joven rico en 19.16–30. La parábola es la explicación que Cristo da respecto a su declaración paradójica de los primeros y postreros (19.30 y 20.16).
El joven rico se negó a abandonar sus posesiones y seguir a Cristo, y el Señor les advirtió a sus discípulos respecto a los peligros de las riquezas. Pedro se jactó de que él y sus amigos habían dejado todo para seguirle, y audazmente preguntó: « ¿Qué, pues, tendremos?» (19.27). Su pregunta reveló un motivo equivocado: estaba sirviendo a Cristo por lo que podría conseguir y no por lealtad y amor. Cristo les advirtió que algunos que eran «primeros» a ojos de los hombres serían «postreros» cuando llegue el reconocimiento final, y que algunos de quienes los discípulos pensaban como los «postreros» serían más bien primeros.

DESARROLLO:
                        Jesús clarificó con amplitud las reglas de membresía del reino de los cielos: solo se ingresa en él por la gracia de Dios. En esta parábola, Dios es el dueño de la finca y los creyentes son los obreros. Esta parábola estuvo dirigida a los que se sentían superiores por alcurnia o posición económica, a los que se sentían superiores porque habían invertido mucho tiempo con Cristo, y a los nuevos creyentes como reafirmación de la gracia de Dios.
Esta parábola no tiene que ver con recompensas sino con la salvación. Enfatiza la gracia, la generosidad de Dios. No debemos envidiar a los que se vuelven a Dios en los momentos finales de la vida porque al fin y al cabo nadie merece vida eterna. Mucha gente que no esperamos ver en el Reino puede estar allí. El ladrón que se arrepintió mientras agonizaba (Lucas 23.40–43) estará allí junto con la persona que creyó y sirvió a Dios por muchos años. ¿Se siente usted resentido por la gracia que Dios manifiesta al aceptar a los despreciados, repudiados y pecadores que se han vuelto a Dios en busca de perdón? ¿Está celoso de lo que Dios le ha dado a otra persona? En lugar de hacerlo, piense en los beneficios de la gracia de Dios que le alcanzaron a usted y esté agradecido por lo que tiene.
Esta parábola contiene verdades que penetran  hasta el mismo corazón del Evangelio:
·         Es una advertencia a los discípulos. Es como si Jesús les dijera: «Habéis tenido el gran privilegio de entrar en la comunidad del Reino muy temprano, en su mismo principio. Otros entrarán después. No debéis reclamar un honor ni un lugar especial por haber sido cristianos desde  antes  que  ellos. Hay personas que creen que, porque son miembros de una iglesia desde hace mucho, la iglesia les pertenece y ellos pueden dictar su política. A tales personas les molesta lo que les parece una intromisión de la nueva sangre o  el  surgimiento de una nueva generación con planes y métodos diferentes.
·         Contiene una advertencia igualmente definida a los judíos. Ellos sabían que eran el pueblo escogido, y por nada del mundo lo olvidarían. En consecuencia, miraban a los gentiles por encima del hombro. Bien puede ser que los que somos cristianos desde hace mucho tengamos mucho que aprender de las iglesias jóvenes que han ingresado mucho después en la comunidad de la fe.
Estas son las lecciones originales de esta parábola, pero tiene mucho más que decirnos.
En ella se encuentra el consuelo de Dios. Quiere decir que no importa cuándo haya entrado una persona en el Reino, si más tarde o más temprano, si en el primer hervor de la juventud, o en el vigor del mediodía, o cuando se alargan las sombras; se es igualmente querido para Dios.
Hay otra lección aún más grande: Todo lo que Dios da es pura gracia. Nunca podríamos ganar lo que  Dios  nos da; no podemos merecerlo; Dios nos lo da movido por la bondad de Su corazón. Lo que Dios da no es paga, sino regalo; no es un salario, sino una gracia.

CONCLUSION:
                                   Muchas personas que han obtenido grandes galardones en este mundo tendrán un lugar poco importante en el Reino si en lo único en que pensaban era en las recompensas.  Muchos que, según lo valora el mundo,  son  pobres,  serán  grandes  en  el  Reino,  porque  nunca  pensaron  en   términos  de compensaciones, sino trabajaron por la ilusión de trabajar y por la alegría de servir. Es la paradoja de la vida cristiana que el que trabaja por la recompensa, la pierde; y el que olvida la recompensa, la encuentra.

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