martes, 4 de septiembre de 2012

Estudio Biblico Domingo 26 de Agosto


MATEO 18: 15-22
MARCOS 11: 25
DOMINGO, AGOSTO 26 DEL 2012

INTRODUCCION:
                               Cristo está tratando con «asuntos familiares» y pasa ahora de los niños a la relación entre hermanos. Si todos los cristianos fueran perfectos, no habría necesidad de estas instrucciones, pero debido a que fracasamos y pecamos, necesitamos saber cómo conservar feliz y santa a la familia de la iglesia.
DESARROLLO
                               Estas son instrucciones de Jesús para enfrentarnos con los que pecan en contra nuestra. Tienen que ver con (1) cristianos, no con los que no lo son, (2) con pecados cometidos contra usted, no contra otros y (3) con la resolución de conflictos que surgen en el contexto de la iglesia, no en toda la comunidad. Las palabras de Jesús no son una licencia para un ataque frontal a cada persona que nos hiere o margina. No son una licencia para iniciar una campaña destructiva de chismes o pleito de iglesia. Tienen como objetivo reconciliar a los que están en desacuerdo, de modo que todos los cristianos puedan vivir en armonía.
 Cuando alguna persona nos ofende, con frecuencia optamos por lo opuesto de lo que Jesús recomendó. Respondemos con resentimiento u odio, buscamos venganza o chismeamos. Sin embargo, debiéramos ir a esa persona primero, por difícil que nos sea. Luego debemos perdonarla tantas veces como se necesite (18.21, 22).
El modelo es claro: primero una entrevista privada, luego traer dos o tres testigos, luego llevarlo a la iglesia. Nótese el propósito: «has ganado a tu hermano» (v. 15). El motivo para la disciplina en la Iglesia es el amor: procuramos ayudar al hermano que ha pecado. Puesto que Cristo está en medio de la Iglesia (v. 20), es también importante que la Iglesia sea obediente y pura. Nuestra actitud no debe ser la del policía que sale a arrestar a un criminal, sino más bien la del médico que procura curar una herida en el cuerpo de Cristo, una herida que si no se atiende, propagará enfermedad y muerte.
18:19-20
Aquí tenemos uno de esos dichos de Jesús cuyo sentido debemos investigar, porque si no nos quedaremos con el corazón deshecho y con una gran desilusión. Jesús dice que si dos se ponen de acuerdo  en  la  Tierra  sobre  cualquier  cosa  por  la  que  estén  orando,  la  recibirán  de  Dios.  Si hubiéramos  de  tomar  eso  literalmente,  y  sin  ninguna  limitación,  resultaría  claramente  incierto. Innumerables veces, dos personas se han puesto de acuerdo  para  orar por el bienestar físico o espiritual de alguien que les era querido y su oración no ha sido contestada en el  sentido literal. Innumerables veces, el pueblo de Dios se ha puesto de acuerdo para orar por la conversión de su propio país, o por la conversión de los incrédulos y la venida del Reino, y esa oración sigue todavía muy lejos de ser contestada plenamente. Hay personas que se ponen de acuerdo para orar y oran desesperadamente y no reciben lo  que piden. Pero cuando llegamos a comprender lo que quiere decir este dicho, descubrimos en él una preciosa oportunidad.
  • .       Lo primero y principal es que esto quiere decir que la oración nunca puede ser egoísta, y que una oración egoísta no puede recibir una respuesta satisfactoria. No se supone que hemos de pedir solamente por nuestras  propias  necesidades. La oración eficaz debe ser la oración en la que se está de acuerdo, de la que se ha suprimido el elemento de concentración egoísta en nuestras propias necesidades y nuestros propios deseos.
  • .       La oración que está totalmente limpia de egoísmo es siempre contestada. Pero aquí, como en todos  los  otros  casos,  debemos recordar  la  ley  fundamental de la  oración:  que  en  la  oración recibimos, no la respuesta que deseamos, sino la que Dios en Su sabiduría y en Su amor sabe que es lo mejor para nosotros.

Jesús pasa a decir que donde se reúnen dos o tres en Su nombre, Él está entre ellos. Los mismos judíos tenían un dicho: < Donde se sientan dos para ocuparse en el estudio de la Ley, la gloria de Dios está entre ellos.» Podemos tomar esta gran promesa de Jesús en dos esferas:
(a)          Podemos  aplicarla  a  la  esfera  de  la  iglesia.  Jesús  está  tan  presente  en  una  pequeña congregación como en una gran reunión de masas. Está tan presente en una reunión o en un círculo de estudio bíblico de un puñado de personas como en una catedral abarrotada. Él no es esclavo de los números. Está dondequiera se reúnan corazones fieles, aunque sean muy pocos, porque Él Se da totalmente a cada persona.
(b)          Podemos aplicarla a la esfera del hogar. Una de las primeras interpretaciones de este dicho de Jesús era que los dos o tres eran padre, madre e hijo, y eso quiere decir que Jesús es el Huésped invisible de cada hogar. Hay algunos que nunca se presentan lo mejor posible excepto en las que se consideran grandes ocasiones; pero para Jesucristo cada ocasión en la que, aunque solo sea dos o tres, se reúnen en Su nombre, es una gran ocasión.
18.22.  Los rabinos enseñaban que debían perdonar tres veces a un ofensor. Pedro, procurando ser generoso, preguntó si era suficiente perdonar siete veces, el número «perfecto». Pero Jesús le contestó: «Setenta veces siete». Con esto daba a entender que no debiéramos ni siquiera llevar la cuenta de las veces que perdonamos a alguien. Debiéramos perdonar siempre a los que se arrepienten de verdad, no importa las veces.

CONCLUSION:
                               Se nos  ha perdonado  una deuda  que  no  podríamos haber pagado jamás  -porque  nuestros pecados causaron la muerte del Hijo de Dios-; y por eso, debemos perdonar a los demás como Dios nos ha perdonado a nosotros, o no podremos esperar ser tratados con misericordia.

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