miércoles, 3 de octubre de 2012

QUIEN SIRVE, ES MAYOR


Lección para el domingo 07 de octubre de 2012

MATEO 20: 17 – 28
LUCAS 22: 25-26
INTRODUCCION:
                        Jesús predijo su muerte y resurrección por tercera vez (véanse 16.11 y 17.22, 23 donde aparecen las otras dos veces). Pero los discípulos no lo entendieron. Siguieron discutiendo acerca de la posición que ocuparían en el reino de Cristo (20.20–28).
La madre de Santiago y Juan fue a Jesús y «postrándose» le pidió un favor. Adoró a Dios, pero su verdadero motivo era pedirle algo a Él. Esto sucede muy a menudo en nuestras iglesias y en nuestras vidas. Jugamos juegos religiosos, esperando a cambio que Dios nos dé algo. La verdadera adoración, sin embargo, viene como consecuencia de lo que Él es y ha hecho.

DESARROLLO:
                        Había una extraña totalidad en el sufrimiento que Jesús  anticipaba; era un sufrimiento en el que no faltaría ningún dolor de corazón o mente o cuerpo.
1.-Había de ser entregado traidoramente a manos de los principales sacerdotes y los escribas; ahí vemos  el  sufrimiento  del  corazón  quebrantado  por  la  deslealtad  de  los  amigos.
2.- Había  de  ser condenado a muerte; ahí vemos el sufrimiento de la injusticia, que es tan difícil de soportar.
3.-Había de ser objeto de burlas para los romanos; ahí vemos el sufrimiento de la humillación y de los insultos deliberados.
4.-Había de ser azotado; pocas torturas ha habido en el mundo que se pudieran comparar con  el  látigo  romano,  y  aquí  vemos  el  sufrimiento  del  dolor  físico.
5.- Por  último,  había  de  ser crucificado; allí vemos el sufrimiento supremo de la muerte. Es como si Jesús hubiera de reunir en Sí mismo toda clase de sufrimiento físico, emocional y mental, que el mundo pudiera infligir.
Vv 20-28
Este es uno de los pasajes más reveladores del Nuevo Testamento. Arroja luz en tres direcciones.
Primero, ilumina a  los discípulos. 
Nos habla de su ambición. Todavía estaban pensando en términos de recompensas y de distinciones personales; y en el éxito personal sin el sacrificio personal. Todos tenemos que aprender que la verdadera grandeza reside, no en el dominio, sino en el servicio; y que en cualquier esfera, el precio de la grandeza ha de ser pagado. Debemos considerar, que,  no hay  incidente que muestre mejor que este, la invencible fe en Jesús de Sus discípulos. Consideremos cuándo se hizo esta petición. Se hizo después que Jesús anunciara repetidas veces que lo que tenía por delante era la inescapable Cruz; se hizo en un momento en que el aire estaba sobrecargado con la atmósfera de la tragedia y el sentido del presagio. Sin embargo; a pesar de eso, los discípulos estaban pensando en un Reino.
Todavía más: Aquí se demuestra la inquebrantable lealtad de los discípulos. Hasta cuando se les había dicho con toda claridad que lo que esperaba al final del camino era una copa amarga, nunca se les ocurrió volver la espalda; estaban decididos a beberla. Si conquistar con Cristo quiere decir sufrir con Cristo, estaban totalmente dispuestos a aguantar ese sufrimiento.
Es fácil condenar a los discípulos, pero la fe y la lealtad en que se apoyaba su ambición no deben olvidarse nunca.
Segundo, este pasaje arroja luz sobre la vida cristiana. Jesús dijo que los que quisieran compartir Su triunfo debían  beber Su copa. Sería equivocado pensar que para el cristiano la copa siempre quiere decir la lucha breve, aguda, amarga, agonizante del martirio; la copa puede muy bien ser la larga rutina de la vida cristiana, con todos sus sacrificios cotidianos, su lucha diaria y sus quebrantos y desilusiones y lágrimas. Una vez se encontró una moneda romana con la efigie de un buey; el buey estaba entre dos cosas: un altar y un arado; y la inscripción decía:  Dispuesto para cualquiera de los dos. El buey tenía que estar listo, ya fuera para el momento supremo del sacrificio en el altar, o para la larga labor del arado en la granja.
Tercero, este pasaje arroja luz sobre Jesús. Nos muestra Su amabilidad. Lo maravilloso de Jesús es que Él nunca perdió la paciencia ni Se alteró. A pesar de todo lo que había dicho, aquí estaban estos dos hombres y su madre todavía hablando de puestos de honor en un gobierno y un reino terrenal. Pero Jesús no Se indignó ante su ceguera, ni Se puso furioso con su necedad, ni desesperó por su incomprensión. Con amabilidad, con simpatía, con amor, nunca con una palabra impaciente, Él trata de conducirlos a la verdad.
Uno de los grandes hechos fundamentales a los que nos podemos aferrar es que, aunque nos aborrezcamos y despreciemos a nosotros mismos, Jesús siempre cree en nosotros. El cristiano es una persona en quien Cristo ha puesto Su confianza.
CONCLUSION:
                        Lo que Jesús requiere de Sus seguidores lo cumplió Él mismo. Él no vino para ser servido, sino para servir. No vino a ocupar un trono, sino una Cruz. Jesús lo dio todo para traer a la humanidad de vuelta a Dios; y nosotros debemos caminar en Sus pisadas,  siguiendo los pasos del que amó hasta lo último.

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