LECCION PARA EL DOMINGO 30 DE DICIEMBRE
MATEO 22: 41-46
SALMO 89: 3-4
INTRODUCCION:
Los fariseos,
herodianos y saduceos le habían presentado sus preguntas. Ahora Jesús invierte
los papeles y les formula una pregunta bien interesante: quién pensaban que era
el Mesías. Los fariseos sabían que el Mesías sería un descendiente de David
pero no que también sería Dios mismo. Jesús usó el Salmo 110.1 para mostrarles
que el Mesías era muy superior a David (Hebreos 1.13 emplea el mismo texto para
probar la identidad de Jesús). La pregunta más importante que hemos de
responder es qué creemos acerca de Cristo. Las demás preguntas espirituales son
irrelevantes hasta que creemos que Jesús es quien dijo que es.
DESARROLLO:
El
título más corriente del Mesías era Hijo de David. Detrás de él se
ocultaba la expectación de que algún día llegaría un gran Príncipe de la
dinastía de David que derrotaría a los
enemigos de Israel y conduciría
al pueblo a
la conquista de
todo el mundo.
Se pensaba en el Mesías corrientemente en términos de poder y
de gloria nacionalista, política y militar. Este es otro intento que hace Jesús
de alterar esa concepción.
Jesús les preguntó a los fariseos de quién entendían ellos que era
hijo el Mesías; y contestaron como Él esperaba: < Hijo de David.» Jesús entonces
les citó el Salmo 110:1: «El Señor dice a mi Señor: Siéntate a Mi
diestra.» Todos estaban de acuerdo en que ese texto se refería al Mesías. En
él, el primer Señor es Dios; y el
segundo Señor es el Mesías. Eso supone decir que David llama Señor
al Mesías. Pero, si el Mesías es hijo de
David, ¿cómo pudo llamar David a su propio hijo Señor?
¿Qué quería decir
Jesús? No podía querer decir más que una cosa: qué Su verdadera descripción es
Hijo de Dios. Hijo de David no es un título adecuado; Hijo de Dios sí lo
es. Y en ese caso, el mesiazgo no se ha de concebir en términos de conquistas davídicas; sino en
términos de amor divino y sacríficial.
Aquí, pues, Jesús
presenta Sus mayores
credenciales. En él
vino, no un conquistador terrenal que
repetiría los triunfos
militares de David,
sino el Hijo
de Dios que demostraría el amor de Dios sobre la
Cruz.
Como ya
hemos visto, Después de
silenciar a los herodianos, saduceos y fariseos, Cristo mismo hizo una pregunta
(Mt 22.41–42), ¡y nadie pudo contestarle! Se refirió al Salmo 110.1 donde David
le llama «Señor». Nótese que Cristo afirma que David escribió el Salmo, lo
escribió inspirado por el Espíritu (v. 43), y lo escribió respecto a Cristo, el
Hijo de David. Su pregunta fue: «Pues si David le llama Señor [que significa
que es Dios], ¿cómo es su hijo?» (v. 45). La respuesta se la da en Mateo 1–2:
el nacimiento virginal de Cristo. Como Dios eterno Cristo es el Señor de David,
pero como Dios-Hombre, que vino en carne, es el Hijo de David.
Si los escribas y
fariseos hubieran contestado a esta pregunta sincera y correctamente, hubieran
tenido que reconocer el mesiazgo de Cristo. Pero en la dureza de su corazón
rechazaron la verdad y acudieron a maneras más diabólicas para silenciar al
Señor. Eran hijos del diablo (Jn 8.44); habían tratado con mentiras y habían
fallado, ahora tratarían de matarlo.
Si usted lee todo
el Salmo 110 notará que se refiere tanto al sumo Sacerdocio de Jesucristo, como
a su conquista sobre sus enemigos. Pedro lo citó en Pentecostés (Hch 2.32–36)
para demostrar la resurrección de Cristo, y también Hebreos 10.13 lo cita.
Rechazado como Rey de los judíos, Cristo se volvió a los gentiles y llegó a ser
el sumo Sacerdote de todos los que confían en Él. Cuando Él regrese a la
tierra, hará de sus enemigos estrado de sus pies. Entretanto, pacientemente
está esperando (Heb 10.13) hasta ese día de juicio y triunfo.
CONCLUSION:
Jesús
mantiene su mesianidad y su ser Hijo de Dios teniendo como base la Escritura.
Desde muy antiguo, la iglesia se vio confrontada a grandes ataques doctrinales
que atentaban contra la deidad de nuestro Señor Jesucristo. Hoy, sectas como
los testigos de Jehová (por nombrar alguna), o la teología moderna son los
proponentes de un Jesús solamente humano o en el mejor de los casos un ser
inferior al Dios Padre. Es debido a todos estos ataques satánicos por lo que
debemos profundizar en nuestro conocimiento de las Escrituras, la cual nos
testimonia a viva voz la encarnación del Verbo eterno, Jesucristo.
Siete clases
diferentes de fariseos.
1.- Estaba el fariseo del
hombro. Era meticuloso en la observancia de la Ley, pero
llevaba sus buenas obras siempre
al hombro. Buscaba
una reputación de
pureza y bondad,
verdad que obedecía la Ley, pero
con la finalidad de que lo miraran y admiraran los demás.
2.- Estaba el fariseo
espera- un- poco. Era el fariseo que siempre podía presentar
una disculpa legalmente válida paro aplazar una buena obra. Profesaba el credo
de los fariseos más rigurosos, pero siempre tenía una disculpa para quedarse
atrás en la práctica. Hablaba mucho, pero obraba poco.
3. Estaba el fariseo
acardenalado y sangrante. El Talmud habla de la plaga
de fariseos auto fastidiantes. Recibieron estos nombres por la siguiente
razón. Las mujeres ocupaban el estrato más bajo en la escala social en
Palestina. Ningún rabino que se apreciara sería sorprendido hablando con una
mujer en público, aunque fuera su mujer
o su hermana. Estos fariseos llegaban todavía más lejos; no se
permitirían ni siquiera mirar a una mujer por la calle.
4.-Estaba el fariseo que se
describía diversamente como el fariseo del mortero con su mano, o el fariseo
de la joroba, o el fariseo tambaleante. Los tales andaban
con tal apariencia de humildad que iban torcidos como la mano del mortero en el
mortero, o como jorobados. Eran tan
humildes que ni siquiera levantaban los pies del suelo, lo que los
hacía tropezar en todos los obstáculos que se encontraran.
5.-Estaba el fariseo
siempre contabilizante o contador. Esta clase de fariseo
siempre estaba llevando la cuenta de sus buenas obras, haciendo el balance
entre sí mismo y Dios, y creía que a cada buena obra suya ponía a Dios un poco
más en deuda con él.
6.-Estaba el fariseo tímido o timorato.
Siempre tenía miedo del castigo divino. Por tanto, siempre estaba
limpiando lo de fuera del vaso y el plato, para parecer
siempre bueno. Veía la religión en términos de juicio, y la vida en términos de
una evasión aterrada de este juicio.
7.-Finalmente estaba el
fariseo temeroso de Dios. Era el fariseo que real y
verdaderamente amaba a Dios y se deleitaba en obedecer la Ley de Dios, por muy
difícil que fuera.