LECCION PARA EL DOMINGO 20 DE ENERO
MATEO 23: 34
– 39
LUCAS 11: 49
– 50
INTRODUCCION:
Ahora el discurso
prosigue hacia su culminación cuando Jesús pronuncia contra estos hombres
endurecidos en el pecado el juicio que ya no se puede evitar. Es como si el
Señor estuviera diciéndoles: “Puesto que os habéis endurecido contra todas las
advertencias, la responsabilidad ahora es enteramente vuestra. Debido a la
bajeza de vuestros corazones, el crimen que han estado planeando ya no puede
ser impedido. Así que llevadlo a cabo, y sufrid el castigo”.
DESARROLLO:
La acusación de Jesús es
que la historia de Israel está llena de asesinatos de hombres de Dios. Dice que
fueron asesinados hombres justos desde Abel hasta Zacarías. ¿Por qué elige a
esos dos precisamente? El asesinato de Abel por Caín es conocido de todos, pero
no así el de Zacarías. La historia nos cuenta en un pequeño hecho macabro en 2 Crónicas
24:20-22. Sucedió en los días de Joas. Zacarías reprendió a la nación por
su pecado, y Joas incitó a la gente para que le lapidara en el mismo recinto
del templo; y Zacarías murió exclamando:
¡Que el Señor lo vea y lo demande!
¿Por
qué se menciona precisamente a Zacarías? En la Biblia hebrea, Génesis es
el primer libro, como en la nuestra;
pero 2 Crónicas es el último libro de la Biblia hebrea. Podría decirse
que el asesinato de Abel fue el primero de la historia bíblica, y el de
Zacarías, el último. De principio a fin, la historia de Israel es el
rechazamiento, y aun el asesinato, de los hombres de Dios.
Jesús ve con toda
claridad que la mancha del asesinato permanece. Sabe que pronto va a morir,
y que
en días por
venir Sus mensajeros
serán perseguidos y
maltratados y rechazados
y asesinados.
Aquí tenemos una
tragedia; la nación que Dios escogió en Su amor se volvió contra El; y el día
de ajustar cuentas había de llegar.
Esto nos hace pensar.
Cuando la Historia nos juzgue, ¿será su veredicto que Le hemos sido una ayuda o
un obstáculo a Dios? Esa es una pregunta que cada persona y cada nación debe
hacerse.
Vv . 37-39
Aquí está toda la tragedia entrañable del amor rechazada. Aquí habla
Jesús, no como el Juez severo de toda la Tierra, sino como el Enamorado de
todos los seres humanos.
Este pasaje ilumina curiosamente la vida de Jesús de una manera que no
podemos pasar por alto. Según los
Evangelios Sinópticos, Jesús no estuvo nunca en Jerusalén desde que
empezó Su ministerio público hasta que llegó para esta última fiesta de la
Pascua. Podemos ver aquí cuánto no se incluye en la historia evangélica; porque
Jesús no podría haber dicho esto si no hubiera visitado Jerusalén repetidas
veces y dirigido a su pueblo insistentes llamadas. En los evangelios no tenemos
más que un boceto esquemático de la vida de Jesús.
Este pasaje nos muestra cuatro grandes verdades.
1.- Nos muestra la
paciencia de Dios. Jerusalén había matado a los profetas y
apedreado a los mensajeros de Dios; sin embargo Dios no la había rechazado; y,
por último, le envió a Su Hijo. Hay una paciencia ilimitada en el
amor de Dios que
soporta el pecado humano sin
rechazar a la humanidad.
2.- Nos presenta la
invitación de Jesús. Jesús habla como un Enamorado. No entra
nunca en ningún sitio por la fuerza; la única arma que puede usar es la
invitación del amor. Permanece con los brazos extendidos en invitación,
una invitación que los humanos tenemos
la responsabilidad de aceptar o rechazar.
3.- Nos muestra la
culpabilidad del pecado humano. Los hombres contemplaron a
Cristo en todo el esplendor de Su invitación y Le rechazaron. No hay manija por
fuera de la puerta del corazón humano. Tiene que abrirse desde dentro; y el
pecado es el consciente rechazamiento a ojos abiertos de la llamada de Dios en
Jesucristo.
4.- Nos muestra las
consecuencias de rechazar a Cristo. Sólo cuarenta años
habían de pasar hasta que el año 70 d.C. Jerusalén quedara convertida en un
montón de ruinas.
CONCLUSION:
El
rechazar persistentemente la misericordia de Dios trae terribles consecuencias. Es
el mismo Dios quien lamenta sobre su Jerusalen tan amada. Fueron innumerables
las veces que Él le hizo un llamamiento para que se arrepintiera y convirtiera
de corazón, pero la respuesta de una gran parte de ella fue negativa. Ahora que
tienen al Mesías delante de ellos no le reconocen, al contrario, le
menosprecian. Dios, sin duda alguna, es un Dios misericordioso que sin cesar
llama al hombre al arrepentimiento, pero su paciencia, en el actual orden del
plan de salvación, tiene un límite. Todo aquel que no reciba a Jesús tendrá que
atenerse a las consecuencias de su propia incredulidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario