miércoles, 24 de abril de 2013

JESUS ADVIERTE A SUS DISCIPULOS


LECCION PARA EL DOMINGO 28 DE ABRIL DE 2013



MATEO 26: 31-35
MATEO 26: 73-74
INTRODUCCION:
                               A lo largo de todo Su ministerio terrenal, el Señor Jesús había advertido fielmente a Sus discípulos  tocante al camino que tenía por delante. Ahora  les dice que aquella noche todos le abandonarían. El temor se apoderaría de ellos cuando vieran desencadenarse la furia de la tempestad. Dejarían a Su Maestro para salvar sus vidas.
Pero El no los dejó sin esperanza. Aunque ellos se avergonzasen  de su asociación con Él, por Su parte Él nunca los abandonaría. Después de resucitar de entre los muertos, los encontraría en Galilea.
¡Que amigo más maravilloso, siempre fiel!
DESARROLLO:
                               Hay tres significativos “todo” en esta historia. Tomados en conjunto, y comprendidos en su profundidad y en relación a la actitud de Jesús hacia estos hombres, ellos revelan debilidad humana en contraste con fortaleza divina. Nótese:
Todos vosotros me seréis infieles” (v. 31)
Todos protestan que esto nunca ocurrirá (v.35).
Todos ellos le dejaron y huyeron” (v. 56).
Sin embargo, todos estos once fueron hombres salvados, considerados así por el Señor en su abundante bondad y amor perdonador (26:29; cf. Jn. 17:6, 14, 16). Ninguno de ellos se perdió (Jn. 17:12).
En este desliz momentáneo de los discípulos, la falta de mostrar su lealtad esta noche, Jesús ve el cumplimiento de la profecía de Zac. 13:7.
V 32. Pero después de que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. Otra revelación de amor es esta, porque aquí, aun antes de ser esparcidos, estos hombres ya reciben la seguridad de que se volverán a reunir. En un lenguaje claro y sin figuras Jesús les habla nuevamente de su resurrección de los muertos. Les asegura que una vez resucitado irá delante de ellos a Galilea, la misma región de sus hogares y lo que es más Importante donde originalmente el Señor los había llamado a ser sus seguidores.


                Leer V 33.
Toda promesa es una deuda. Hay quienes prometen para liberarse momentáneamente de un compromiso, pero con la intención de no cumplir. Estas personas son satánicas porque no les interesa cuántas personas o circunstancias importantes dependen del cumplimiento de lo prometido. Causa daños irreparables. Algunas prometen sin pensar en lo que prometen; éstas son inconscientes y también cometerán perjuicios. Pero están los que, prometiendo, motivados por un sentimiento de solidaridad o por propia nobleza, piensan que podrán cumplir pero ignoran que fuerzas ajenas o fortuitas intervendrán para hacer imposible que cumplan la promesa.
Esto es humano y es lo aceptable en un mundo siempre inseguro como el nuestro.
Es el mundo en que vivió el apóstol Pedro (ver 26:33). Satanás siempre lucha para hacer caer a los predicadores, los pastores, los líderes de las iglesias. Trabaja tenazmente para que esto suceda. Si cae un predicador, muchos no querrán oír el evangelio. Si cae un líder, muchos no querrán seguir a Cristo. Si cae un pastor, muchos ya no querrán creer en Dios.
Si podemos rescatar algo positivo de Pedro, diremos que su promesa de lealtad se debió a que no dudaba de sí mismo, no temía al fracaso, no esperaba ser vencido.
Confiaba totalmente en la fuerza de su Maestro. Lamentablemente desconocía qué fuerzas ocultas acechaban en las sombras (ver Luc. 22:31).

CONCLUSION:
                               En este pasaje se nos muestran algunas cualidades de Jesús.
1.-  Vemos el realismo de Jesús. Sabía lo que Le esperaba. Mateo ve la huida de los discípulos anunciada en el Antiguo Testamento, en Zacarías 13:7. Jesús no era  ningún optimista iluso que cerrara los ojos despreocupadamente ante los hechos. Preveía lo que era inevitable que sucediera, y seguía adelante.
2.-  Vemos la confianza de Jesús. < Cuando resucite -les dijo-, iré por delante de vosotros a Galilea.> Jesús siempre vio más allá de la Cruz. Estaba tan seguro de la gloria como del sacrificio.
3.-   Vemos  la  simpatía  de  Jesús.  Sabía  que  Sus  hombres  iban  a  huir  ante  el  peligro, abandonándole en el momento de Su mayor necesidad; pero no se lo echa en cara, ni los condena por ello, ni los abruma con acusaciones, ni los llama inútiles ni cobardes. Lejos de ello, les dice que cuando pase ese momento terrible Se encontrará- con ellos de nuevo. La grandeza de Jesús se ve en el hecho de que conocía a Sus hombres en su peor faceta, pero los seguía amando. Él conoce nuestra debilidad humana; sabe lo propensos que somos a cometer equivocaciones y a fallar en nuestra lealtad; pero ese conocimiento no convertía Su amor en resentimiento o desprecio. Jesús no tiene más que simpatía con la persona que sucumbe al pecado por debilidad.
Además, este pasaje nos muestra algo acerca de Pedro. No se puede discutir su falta: exceso de confianza en sí mismo. Sabía que amaba a Jesús -eso no se ponía nunca en duda-, y creía que tenía fuerzas para resistir cualquier situación que surgiera. Se creía más fuerte de lo que le creía Jesús. Solo estaremos a salvo, cuando sustituyamos la confianza que presume, por la humildad que reconoce su debilidad y que depende, no de sí mismo, sino de la ayuda de Cristo.
Los romanos y los judíos dividían la noche en cuatro vigilias: de 6 de la tarde a 9, de 9 a medianoche; de medianoche a 3, y de 3 a 6 de la mañana. Se suponía que el gallo cantaba entre las 3 y las 6 de la madrugada: Jesús quería decir que antes de la cuarta vigilia Pedro Le negaría tres veces.

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