LECCION PARA EL DOMINGO 14 DE ABRIL DE 2013
MATEO 26: 14-25
SALMO 41: 9
INTRODUCCION:
¿Por qué decidió Judas
traicionar a Jesús? Judas, como los otros discípulos, esperaban que Jesús
iniciara una rebelión política y echara a los romanos. Como tesorero,
seguramente esperaba (como lo hicieron los otros discípulos; véase Marcos
10.35–37) que le sería dada una posición importante en el nuevo gobierno de
Jesús.
DESARROLLO:
Ya hemos visto que las
autoridades judías querían encontrar la manera de arrestar a Jesús sin provocar
disturbios, y ahora se les presentaba la oportunidad con la venida de Judas.
Solo puede haber tres razones
por las que
Judas traicionara a
Jesús. Todas las
otras sugerencias son variaciones de estas tres.
1)
Puede haber sido por avaricia. Según Mateo y Marcos, fue
inmediatamente después de la unción en Betania
cuando Judas cerró
el trato terrible;
y cuando Juan
nos cuenta ese acontecimiento, dice que Judas hizo su
protesta contra la unción porque era un ladrón y robaba del dinero que había en
la caja (Juan 12:6). La suma por la que acordó traicionar a Jesús fue de
treinta arguria. Un argurion era un siclo, que valía unas 33 pesetas. Por lo
tanto en moneda de hoy sería como 66 dólares, en pesos chilenos,
$ 31.020. En ese caso, Judas hizo el negocio más mezquino de
la Historia, es el ejemplo más terrible de la bajeza a la que puede llegar, el
amor al dinero.
2)
Puede que fuera por un odio terrible
basado en una desilusión fatal. Los judíos siempre habían tenido un sueño de poder; por
tanto, tenían sus nacionalistas extremos, que estaban preparados a cometer crímenes
y violencia para
echar a los
romanos de Palestina. Puede que Judas fuera uno de
ellos, y que ése fuera el origen de su seudónimo, Sicarius > Iscariote. Y
que se había adherido a Jesús creyéndole el dirigente divinamente inspirado que, con Su poder milagroso, podría dirigir la gran revolución. Puede que
hubiera notado que Jesús había tomado otro camino, que no conducía más que a la
Cruz. Puede que Judas llegara a odiar a Jesús tanto porque no era el Cristo que
él quería que fuera.
3)
Puede ser que Judas nunca pretendiera
que Jesús muriera.
Puede ser que, como ya hemos visto, viera en Jesús al Dirigente divino. Puede
que pensara que Jesús iba demasiado despacio; y puede que no deseara otra cosa
que obligarle a actuar. Puede que traicionara a Jesús con la intención
de obligarle a revelarse. Ese es de hecho el punto de vista que encaja mejor
con todos los datos. Y eso explicaría por qué Judas se suicidó cuando su plan
resultó un fracaso.
Lo miremos como lo miremos, la
tragedia de Judas consistió en que se negó a aceptar a Jesús como era, y trató
de hacerle como él quería que fuera. No somos nosotros los que podemos cambiar
a Jesús a nuestro gusto, sino Jesús el que ha de cambiarnos a nosotros a Su
imagen. No Le podemos usar nunca para que se realicen nuestras ideas; debemos
someternos a Él para que se realicen las Suyas. La tragedia de Judas fue la de
una persona que creyó que sabía más que Dios.
Vv. 20-25
Hay momentos en estas
últimas escenas de la historia evangélica en que Jesús y Judas parecen
encontrarse en un mundo aparte, en el que no hay nadie más. Una cosa es segura:
Judas tiene que haber estado planificando su horrible negocio con un secreto
total. Si el resto de los discípulos hubieran sabido lo que se traía entre
manos, no le habrían dejado salir con
vida de la habitación. Sin duda les había ocultado sus planes a sus
condiscípulos -pero no podía ocultárselos a Cristo. Eso es lo que pasa siempre:
una persona puede ocultarles sus pecados a sus semejantes, pero no los puede
ocultar nunca de los ojos de Cristo, que ve los secretos del corazón. Jesús
sabía, aunque nadie más lo supiera, lo que Judas se traía entre manos.
Y ahora
podemos ver el método de Jesús con el pecador. Podría haber usado Su poder para
aterrar a Judas, para paralizarle, hasta para matarle. Pero la única arma que
Jesús usará siempre es la de la invitación amorosa. Uno de los
grandes misterios de la vida es la manera que tiene Dios de respetar la
iniciativa humana. Dios no obliga nunca; solo invita.
Cuando
Jesús trata de hacer que una persona deje de pecar, hace dos cosas:
La primera, le pone cara a cara con su pecado.
Trata de hacerle que se detenga y piense en lo que está haciendo. Es como si le
dijera: «Mira lo que estás pensando hacer: ¿Puedes tú realmente hacer algo así?
Se ha dicho que nuestra mayor seguridad frente al pecado está en el horror que
nos causa. Y una y otra vez Jesús invita a cada persona a detenerse y mirar y
darse cuenta, para que el mismo horror de su pecado la haga volver a sus
cabales.
La segunda, le pone cara a cara consigo mismo,
con el mismo Cristo. Invita a la persona a que Le mire, como si dijera: « ¿Puedes
mirarme? ¿Puedes enfrentarte con Mis ojos y marcharte a hacer lo que te habías
propuesto?» Jesús trata de hacer que la persona se dé cuenta del horror de lo
que estaba a punto de hacer, y del amor que anhela impedírselo.
CONCLUSION:
Es precisamente aquí
donde vemos lo terrible que es el pecado, por su terrible libertad. A pesar de
la última llamada del amor, Judas siguió adelante. Aun cuando se encontró cara
a cara con su pecado y con el rostro de
Cristo, no quiso dar marcha atrás. Hay pecados y pecados. Existe el
pecado del corazón apasionado, de la persona que, en el impulso del momento, se
ve arrastrada a hacer lo que no debe. Que nadie tome a la ligera tal pecado;
sus consecuencias pueden ser muy terribles; pero mucho peor es el pecado
decidido, calculado, insensible, que sabe
lo que está haciendo a sangre fría, que se enfrenta con lo terrible de
la acción y con el amor de los ojos de Jesús, y sin embargo todavía sigue con
su plan. El corazón se nos revuelve contra el hijo o la hija que quebranta a
sangre fría el corazón paternal -que es lo que Judas hizo con Jesús-, y la
tragedia es que esto es lo que todos hacemos muchas veces.
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