jueves, 23 de mayo de 2013

La triple negación de Pedro

LECCION PARA EL DOMINGO 26 DE MAYO DEL 2013


MATEO 26: 69 – 75
2 TIMOTEO 2: 12

INTRODUCCION:
                               No se puede leer este pasaje sin sentirse impresionado por la sorprendente sinceridad del Nuevo Testamento. Si hubo alguna vez un incidente que uno habría esperado que se silenciara, sería este; y sin embargo se nos cuenta aquí con todo su vergonzoso realismo.

DESARROLLO:
                               Lejos de suprimir esta historia, Pedro la incluía como una parte esencial del Evangelio; y lo hacía por las mejores razones. Cada vez que contara la historia, diría: «Así es como perdona  Jesús. Él me perdonó a mí cuando Le fallé en la hora de Su máxima amargura. Eso es lo que Jesús es capaz de hacer. Me tomó a mí, el cobarde de Pedro, -y hasta a mí me usó.» No, debemos leer nunca esta historia sin recordar que fue el mismo Pedro el que tuvo un interés especial en que nos llegara la vergüenza de su pecado para que todos conozcamos la gloria del amor perdonador  y  el poder purificador de Jesucristo.
Y, sin embargo, sería un error mirar a Pedro con nada más que una condenación inflexible. El hecho luminoso es que el desastre que le sucedió a Pedro es el que solamente le podía suceder a una persona que tuviera el coraje  más heroico. Todos los otros discípulos huyeron; Pedro fue el único que no huyó. En Palestina, las casas de la  gente bien estaban construidas en forma de cuadrado hueco alrededor de un patio al que daban las habitaciones.  Para Pedro, el entrar en el patio que estaba en el centro de la casa del sumo sacerdote era meterse en la boca del lobo; y sin embargo lo hizo. Cualquiera que fuera el final de esta historia, empezó con Pedro como un hombre de valor.
La primera negación tuvo lugar en el patio. Después de que le reconocieron, cualquiera habría supuesto que Pedro habría salido huyendo; un cobarde se habría perdido en la oscuridad de la noche lo más pronto  posible;  pero Pedro no; sólo se retiró al porche. Estaba desgarrado entre dos sentimientos: tenía en el corazón un miedo que le hacía querer huir; pero tenía también en el corazón un amor que le mantenía allí. De nuevo, alguien le reconoció en el porche; y esta vez juró que no conocía a Jesús. Y todavía no se fue. Aquí tenemos una muestra del coraje más persistente.
Pero la tercera  negación de Pedro le delató. Por su acento se le había notado que era galileo. Los galileos  hablaban con un acento  especial; los puristas lo consideraban tan inaceptable que a ningún galileo se le permitía pronunciar la bendición en el culto de la sinagoga. Una vez más, Pedro fue acusado de ser seguidor de Jesús. Pedro llegó más lejos esta vez: no solamente juró que no conocía a Jesús, sino que llegó hasta a maldecir Su nombre. Pero con todo y con eso aún está claro que Pedro no tenía intención de marcharse del patio. Y entonces cantó el gallo.
Por Lucas. 22:61 sabemos que en el momento mismo en que el gallo cantaba, o por lo menos muy cerca de ese momento, alguien está mirando directamente a los ojos de Pedro. Es Jesús, con su rostro muy probablemente aún cubierto con los salivazos, ennegrecido y amoratado por los golpes recibidos. Parece que el Maestro, terminado el juicio, está siendo llevado a través del patio hacia la celda, desde la cual, dentro de pocas horas, será conducido una vez más ante el Sanedrín.
Cuando Pedro oye el canto del gallo y ve a Jesús mirándolo con ojos tan llenos de dolor, pero también llenos de perdón, se le despierta repentinamente el recuerdo de la predicción y advertencia de Cristo (v. 34). Y salió fuera y lloró amargamente. No se dice como fue que al fin Pedro pudo salir del palacio, pero como quiera que sea, Pedro sale y llora como solamente Pedro puede llorar: amarga, profusa, significativamente, lleno su corazón con un genuino pesar por lo que ha hecho.
CONCLUSION:
                               Lo que sucedió con Pedro después de esto no lo sabemos, porque la historia evangélica corre un amable velo sobre la agonía de su vergüenza. Pero antes de condenarle debemos reconocer que pocos de nosotros habríamos tenido el coraje de permanecer en aquel patio. Y hay otra cosa que debemos decir: fue el amor lo que le dio a Pedro aquel coraje; fue el amor lo que le clavó allí a pesar del hecho de que le habían reconocido tres veces; y fue el amor lo que le hizo recordar las palabras de Jesús; y fue el amor lo que le echó  afuera para llorar; y es el amor lo que cubre multitud de pecados. La impresión que nos deja esta historia no es la de la cobardía de Pedro, sino la de su amor.

UNA VERDAD PRÁCTICA:
Existen circunstancias de la vida en que se exige la lealtad de las lealtades. Uno debe permanecer firme en la adversidad aunque le caiga el infierno encima. Tal fue el caso del soldado de Pompeya que permaneció firme en su puesto cuando el volcán le sorprendió con la lava y lo convirtió en una estatua de piedra pómez.
Se dice que en la prosperidad "tus amigos te conocen pero en la adversidad conoces a tus amigos". Jesucristo ya conocía a Pedro y a pesar de haberle negado siguió siendo su amigo.
En la vida cristiana hay muchos Pedros que niegan y caen. No es bueno hablar de cuantas veces lo hicieron, sino de cuántas veces se levantaron.

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