LECCION PARA EL DOMINGO 30 DE JUNIO DE 2013
MATEO 27: 32-44
SALMO 22:7-8
INTRODUCCION:
Tres eventos
históricos —“muerte-resurrección-ascensión” de Jesús— constituyen el núcleo, la
médula del evangelio, como se ve en la predicación apostólica. La importancia
de estos eventos se ve también, en parte por lo menos, en el hecho de que los
cuatro Evangelios se unen para describirlos. Esta sección se divide
naturalmente en cuatro acontecimientos: 1.- la “Vía Dolorosa”;
2.- las tres primeras
horas en la cruz; 3.- las tres últimas horas en la cruz y; 4.- los
fenómenos sobrenaturales que acompañaron la muerte de Jesús.
DESARROLLO:
La historia
de la crucifixión
no necesita comentario;
todo su poder
reside sencillamente en contarla. Lo único que podemos hacer es
pintar su trasfondo para que el cuadro aparezca lo más claro posible.
Cuando se
había condenado a un criminal, se le conducía a la muerte por un camino lo más
largo posible para que pudieran verle y escarmentar en él los más posibles.
Jesús ya
había pasado los terribles azotes; después, había soportado las burlas de los
soldados; antes de todo eso, le habían estado interrogando casi toda la noche;
estaba, por tanto, físicamente agotado, y vacilaba bajo el peso de la Cruz. Por
favor pensemos en ello: Considérese
lo que ya había aguantado en las últimas quince horas: la tensa atmósfera del
Aposento Alto, la traición de Judas, las agonías de Getsemaní, la deserción de
los discípulos, la tortura de un juicio completamente hipócrita ante el
Sanedrín, la burla en el palacio de Caifás, la negación de su discípulo más
prominente, el juicio ante un juez injusto, el terrible suplicio del azote, la pronunciación
de una sentencia de muerte sobre él, y el séxtuple abuso a que fue sometido por
los soldados en el pretorio. Humanamente hablando, ¿no es una maravilla que
haya podido llevar la cruz siquiera una corta distancia? Los
soldados romanos sabían muy bien lo que podían hacer en tales circunstancias.
La “Vía Dolorosa”, 27:32–34. Jesús, debilitado por los seis juicios, una
noche sin dormir, el azote con látigo y sin alimento, se caía bajo el peso de
su cruz. Los soldados obligaron a un tal Simón de Cirene, que pasaba de camino
a la ciudad, a llevar la cruz. Lo habrá hecho de mala gana, pero los soldados
romanos tenían el derecho de exigir servicio a cualquiera que estuviera a su
alcance, sobre todo a un extranjero.
Marcos,
Lucas y Juan se refieren al lugar de la cruz como el lugar llamado Gólgota (Mar.
15:22; Luc. 23:33; Juan 19:17), lo cual parece indicar un lugar muy conocido.
Juan agrega que había un huerto en el lugar donde Jesús fue crucificado (Juan
19:41). Gólgota (v. 33), un término arameo, significa “calavera”, o “cráneo”.
El término “calvario” se deriva de la palabra Calavera (v. 33b). El
término griego que Mateo usa para traducir Gólgota (v. 33) es kraníon
, del cual viene “cráneo” Lo más
probable es que se refiere a un pequeño monte, o cerro, que tenía la forma de
un cráneo. En el extremo norte del cerro del templo hay una formación que tiene
la apariencia de un cráneo y algunos han pensado que podría ser el lugar de la
cruz, pero aun así, quedan las dudas. La incertidumbre en cuanto al lugar de
la crucifixión, sin embargo, no afecta la certidumbre en cuanto al hecho histórico
en sí.
Las tres primeras horas en la cruz,
27:35–44. Al llegar a este punto en el relato del evangelio, uno
piensa que debiera encontrar una descripción en detalle del sufrimiento físico
de Jesús. A pesar de la realidad innegable del sufrimiento inhumano e
indescriptible de Jesús, los evangelistas no querían distraer la atención del
propósito redentor de la muerte de Jesús. El sufrimiento más penoso fue cuando
se sintió separado del Padre por el pecado del mundo que llevaba sobre su
cuerpo.
Los
soldados tenían derecho a apropiarse de los vestidos de los que eran
crucificados. La ropa que repartieron consistía de cinco piezas: zapatos,
turbante, faja o cinto, ropa interior y manto. Normalmente, cuatro soldados
clavaban al preso a la cruz. A cada soldado le tocaba una prenda de más o menos
igual valor, pero el dueño del manto se decidía echando suertes, (piedrecitas
o palitos; comp. Juan 19:23 s.). Comenzamos a ver el cumplimiento de varios
detalles del Salmo 22, quizá el más mesiánico de todos (comp. Sal. 22:18). Pilato mandó colocar la causa judicial de
Jesús, esto es, el motivo de su crucifixión: Este es Jesús, el Rey de los
Judíos (v. 37). Los cuatro Evangelios mencionan este hecho, aunque es Mateo
que a través de su Evangelio hace hincapié en Jesús como Rey. Juan agrega
algunos detalles más de interés. La cruz estaba en un lugar sobresaliente, pues
muchos judíos leyeron la causa escrita. El letrero estaba escrito en hebreo
(para judíos), latín (para romanos) y griego (para el resto de la humanidad).
Los sumos sacerdotes protestaron por el texto del título, pidiendo un cambio.
Pilato, sin embargo, no estuvo dispuesto a hacer más concesiones (Juan
19:20–22).
Conclusión:
La tentación en la cruz fue muy pesada,
pero a la vez puso a prueba el gran amor de Cristo por los pecadores. Los hombres
ponen en duda su poder, su cualidad de ser Hijo de Dios y sus hechos de
salvación hacia otros, incluso su confianza en Dios. Si tuviese poder, decían
ellos, tendría que mostrarlo en ese preciso momento y emplearlo para sí mismo.
Pero el poder de Jesús se muestra justamente cuando Él desiste usarlo para sí
mismo, y sufrir voluntariamente lo que nosotros teníamos que sufrir: el
abandono de parte del Padre. ¡No existe amor más grande que el de Jesús!
Una única cruz
Muchas
personas usan hoy una cruz sobre su pecho como adorno. En la época de
Jesucristo la cruz era un símbolo de vergüenza. De todas las cruces que nosotros
queramos mencionar, ya sea las de los cementerios, las de las iglesias, las de
uso personal, la cruz de Cristo es única por cuanto:
·
Señala que en ella Dios colocó el único
medio para salvar a los hombres.
Cristo, al morir en nuestro lugar, pagó nuestras deudas para con Dios. Tomó
los pecados de los hombres y los clavó en la cruz con el fin de que nosotros no
tengamos que ser condenados.
·
Señala que sobre ella Dios ya no tiene
necesidad de algún otro sacrificio.
La muerte de Cristo en la cruz es más que suficiente, y ya no se repetirá
en la historia una muerte como ésta para pagar los pecados que han sido
borrados y perdonados (ver Heb. 7:27).
·
Señala que en ella está la única
oportunidad de salvación.
Esto es posible si la persona cree en Jesucristo como el Hijo de Dios y lo
confiesa.
Aceptar por fe la obra de la cruz, muerte y resurrección es aceptar la
ocasión que
Dios pone al alcance de los hombres para que sean salvos (ver Rom. 10:9,
10).
La cruz de
Cristo es única por cuanto en ella ha muerto el Hijo de Dios, el único ser que
mostró real amor y bondad.
Pero esta cruz también indica el
medio que salva a los hombres de una condenación segura. Mediante un solo
sacrificio sobre esta cruz, los hombres que creen pueden ser salvos con solo
confesar que aceptan la obra redentora de Dios.