martes, 25 de junio de 2013

LA CRUCIFIXIÓN DE CRISTO


LECCION PARA EL DOMINGO 30 DE JUNIO DE 2013
MATEO 27: 32-44
SALMO  22:7-8
INTRODUCCION:
                             Tres eventos históricos —“muerte-resurrección-ascensión” de Jesús— constituyen el núcleo, la médula del evangelio, como se ve en la predicación apostólica. La importancia de estos eventos se ve también, en parte por lo menos, en el hecho de que los cuatro Evangelios se unen para describirlos. Esta sección se divide naturalmente en cuatro acontecimientos: 1.- la “Vía Dolorosa”;
2.- las tres primeras horas en la cruz; 3.- las tres últimas horas en la cruz y; 4.- los fenómenos sobrenaturales que acompañaron la muerte de Jesús.
DESARROLLO:
                               La  historia  de  la  crucifixión  no  necesita  comentario;  todo  su  poder  reside  sencillamente  en contarla. Lo único que podemos hacer es pintar su trasfondo para que el cuadro aparezca lo más claro posible.
Cuando se había condenado a un criminal, se le conducía a la muerte por un camino lo más largo posible para que pudieran verle y escarmentar en él los más posibles.
Jesús ya había pasado los terribles azotes; después, había soportado las burlas de los soldados; antes de todo eso, le habían estado interrogando casi toda la noche; estaba, por tanto, físicamente agotado, y vacilaba bajo el peso de la Cruz. Por favor pensemos en ello: Considérese lo que ya había aguantado en las últimas quince horas: la tensa atmósfera del Aposento Alto, la traición de Judas, las agonías de Getsemaní, la deserción de los discípulos, la tortura de un juicio completamente hipócrita ante el Sanedrín, la burla en el palacio de Caifás, la negación de su discípulo más prominente, el juicio ante un juez injusto, el terrible suplicio del azote, la pronunciación de una sentencia de muerte sobre él, y el séxtuple abuso a que fue sometido por los soldados en el pretorio. Humanamente hablando, ¿no es una maravilla que haya podido llevar la cruz siquiera una corta distancia? Los soldados romanos sabían muy bien lo que podían hacer en tales circunstancias.
La “Vía Dolorosa”, 27:32–34.  Jesús, debilitado por los seis juicios, una noche sin dormir, el azote con látigo y sin alimento, se caía bajo el peso de su cruz. Los soldados obligaron a un tal Simón de Cirene, que pasaba de camino a la ciudad, a llevar la cruz. Lo habrá hecho de mala gana, pero los soldados romanos tenían el derecho de exigir servicio a cualquiera que estuviera a su alcance, sobre todo a un extranjero.
Marcos, Lucas y Juan se refieren al lugar de la cruz como el lugar llamado Gólgota (Mar. 15:22; Luc. 23:33; Juan 19:17), lo cual parece indicar un lugar muy conocido. Juan agrega que había un huerto en el lugar donde Jesús fue crucificado (Juan 19:41). Gólgota (v. 33), un término  arameo, significa “calavera”, o “cráneo”. El término “calvario” se deriva de la palabra Calavera (v. 33b). El término griego que Mateo usa para traducir Gólgota (v. 33) es kraníon , del cual viene “cráneo”  Lo más probable es que se refiere a un pequeño monte, o cerro, que tenía la forma de un cráneo. En el extremo norte del cerro del templo hay una formación que tiene la apariencia de un cráneo y algunos han pensado que podría ser el lugar de la cruz, pero aun así, quedan las dudas. La incertidumbre en cuanto al lugar de la crucifixión, sin embargo, no afecta la certidumbre en cuanto al hecho histórico en sí.                              
Las tres primeras horas en la cruz, 27:35–44. Al llegar a este punto en el relato del evangelio, uno piensa que debiera encontrar una descripción en detalle del sufrimiento físico de Jesús. A pesar de la realidad innegable del sufrimiento inhumano e indescriptible de Jesús, los evangelistas no querían distraer la atención del propósito redentor de la muerte de Jesús. El sufrimiento más penoso fue cuando se sintió separado del Padre por el pecado del mundo que llevaba sobre su cuerpo.
Los soldados tenían derecho a apropiarse de los vestidos de los que eran crucificados. La ropa que repartieron consistía de cinco piezas: zapatos, turbante, faja o cinto, ropa interior y manto. Normalmente, cuatro soldados clavaban al preso a la cruz. A cada soldado le tocaba una prenda de más o menos igual valor, pero el dueño del manto se decidía echando suertes, (piedrecitas o palitos; comp. Juan 19:23 s.). Comenzamos a ver el cumplimiento de varios detalles del Salmo 22, quizá el más mesiánico de todos (comp. Sal. 22:18).  Pilato mandó colocar la causa judicial de Jesús, esto es, el motivo de su crucifixión: Este es Jesús, el Rey de los Judíos (v. 37). Los cuatro Evangelios mencionan este hecho, aunque es Mateo que a través de su Evangelio hace hincapié en Jesús como Rey. Juan agrega algunos detalles más de interés. La cruz estaba en un lugar sobresaliente, pues muchos judíos leyeron la causa escrita. El letrero estaba escrito en hebreo (para judíos), latín (para romanos) y griego (para el resto de la humanidad). Los sumos sacerdotes protestaron por el texto del título, pidiendo un cambio. Pilato, sin embargo, no estuvo dispuesto a hacer más concesiones (Juan 19:20–22).
Conclusión:
 La tentación en la cruz fue muy pesada, pero a la vez puso a prueba el gran amor de Cristo por los pecadores. Los hombres ponen en duda su poder, su cualidad de ser Hijo de Dios y sus hechos de salvación hacia otros, incluso su confianza en Dios. Si tuviese poder, decían ellos, tendría que mostrarlo en ese preciso momento y emplearlo para sí mismo. Pero el poder de Jesús se muestra justamente cuando Él desiste usarlo para sí mismo, y sufrir voluntariamente lo que nosotros teníamos que sufrir: el abandono de parte del Padre. ¡No existe amor más grande que el de Jesús!
Una única cruz

 Muchas personas usan hoy una cruz sobre su pecho como adorno. En la época de Jesucristo la cruz era un símbolo de vergüenza. De todas las cruces que nosotros queramos mencionar, ya sea las de los cementerios, las de las iglesias, las de uso personal, la cruz de Cristo es única por cuanto:
·        Señala que en ella Dios colocó el único medio para salvar a los hombres.
Cristo, al morir en nuestro lugar, pagó nuestras deudas para con Dios. Tomó los pecados de los hombres y los clavó en la cruz con el fin de que nosotros no tengamos que ser condenados.
·        Señala que sobre ella Dios ya no tiene necesidad de algún otro sacrificio.
La muerte de Cristo en la cruz es más que suficiente, y ya no se repetirá en la historia una muerte como ésta para pagar los pecados que han sido borrados y perdonados (ver Heb. 7:27).
·        Señala que en ella está la única oportunidad de salvación.
Esto es posible si la persona cree en Jesucristo como el Hijo de Dios y lo confiesa.
Aceptar por fe la obra de la cruz, muerte y resurrección es aceptar la ocasión que
Dios pone al alcance de los hombres para que sean salvos (ver Rom. 10:9, 10).
 La cruz de Cristo es única por cuanto en ella ha muerto el Hijo de Dios, el único ser que mostró real amor y bondad.

 Pero esta cruz también indica el medio que salva a los hombres de una condenación segura. Mediante un solo sacrificio sobre esta cruz, los hombres que creen pueden ser salvos con solo confesar que aceptan la obra redentora de Dios.

jueves, 20 de junio de 2013

LAS BURLAS DE LOS SOLDADOS


LECCION PARA EL DOMINGO 23 DE JUNIO DE 2013


MATEO 27: 27-31
ISAIAS 50: 6


INTRODUCCION:
                               La terrible rutina de la crucifixión había comenzado. La última sección acababa diciéndonos que Pilato mandó que azotaran a Jesús. Eso era una terrible tortura romana. Desnudaban a la víctima; le ataban  las  manos  a  la  espalda,   y   le  ataban  a  una  columna  con  la  espalda  doblada  y convenientemente expuesta al látigo. El látigo era una  tira larga de cuero en la que se ponían incrustados trozos de huesos agudos y piezas de plomo. Tal tortura solía preceder a la crucifixión, y «reducía el cuerpo desnudo del reo a tiras de carne cruda, y a sangrantes y ardientes verdugones.» Muchos morían en la tortura, y otros perdían la razón, y pocos se mantenían conscientes hasta el fin.

DESARROLLO:
                               Para un punto de vista correcto sobre este escarnecimiento es necesario que lo consideremos no sólo en sus partes por separado sino también como un todo. Mateo menciona siete puntos, algunos de los cuales se pueden encontrar también en Marcos o en Juan o en ambos. Los soldados, habiendo llevado a Jesús adentro:
                              

le desnudaron

le pusieron un manto

le coronaron

le pusieron cetro

le adoraron

le escupieron

le golpearon

Mateo
27:28ª

27:28b

27:29ª

27:29b

27:29c

27:30ª

27:30b
Marcos


15:17ª

15:17b



15:18

15:19b

15:19a
Juan


19:2b

19:2ª



19:3ª



19:3b
Las burlas en general y particularmente los dos últimos puntos deben compararse a lo que Jesús ya había soportado en casa de Caifás unas pocas horas antes. Véanse Mt. 26:67,68; Mr. 14:65; Lc. 22:63–65.

Leer Vv 28-30.
Y ahora los puntos por separado:
a. Le desnudaron
Esto lo habían hecho una vez antes cuando le azotaron. Cuán terriblemente debe haberle dolido cuando le pusieron el manto sobre su cuerpo azotado. Y ahora nuevamente lo desnudan de sus ropas exteriores a fin de dar el paso siguiente en franca mofa:
b. Le pusieron un manto
Arrojaban sobre Jesús lo que probablemente era un manto de soldado ya desechado y desteñido de tinte escarlata que representaba la púrpura real.  Nuevamente, ¡cuánto debe haberle dolido al Salvador azotado el hecho de que le arrojaran este manto encima!
c. Le coronaron
En algún lugar en el vecindario del pretorio los soldados encontraron algunas ramas con espinas. No se sabe si la planta de la que sacaron las ramas era la Spina Christi o Arbusto Palinro, como algunos piensan. Los botánicos han señalado que pocos países de las dimensiones de Palestina tienen tantas variedades de plantas espinosas. Es de poca importancia la identidad de las especies. Mucho más significativo es el hecho de que los cardos y las espinas se mencionan en Gn. 3:18 en relación con la caída de  Adán. Aquí en Mt. 27:29a y sus paralelos, Jesús se presenta cargando con la maldición que hay sobre la naturaleza a fin de liberar a la naturaleza y a nosotros de ella. Con crueldad infernal, habiendo hecho los soldados una “corona” con las ramas espinosas la clavan en la cabeza de Cristo. Representaba no una guirnalda imperial sino una corona que se consideraría adecuada para un “rey de los judíos”. Los que se estaban divirtiendo en esta manera querían burlarse de Jesús. También querían torturarlo. La corona de espinas satisfacía ambos propósitos. Riachuelos de sangre habrían comenzado a correr por su rostro, cuello y otras partes de su cuerpo. ¿Comprendían los que le molestaban que estaban haciéndole esto al que es “Rey de reyes y Señor de señores”?
d. Le pusieron cetro
Habiendo obligado a Jesús a sentarse ahora le pusieron una caña en la mano derecha, porque un rey debe tener un cetro. Mateo es el único evangelista que relata este incidente.
e. Le adoraron
Por cierto, esto era una burla cruel. Un soldado se caía de rodillas frente a Jesús y le decía: “Salve, rey de los judíos”. Luego otro soldado tomaba su turno, y otro más hasta que todos hubieron participado en esta diversión.
f. Le escupieron
Descienden a un nivel más bajo que las bestias. Alegremente porque se están divirtiendo cada soldado, cuando le llega el turno, después de levantarse de sus rodillas, ¡escupe en el rostro del unigénito y amado Hijo de Dios!
g. Le golpearon
Es claro que todos estos elementos que corresponden al escarnecimiento van juntos. Esto es especialmente verdadero con respecto a los puntos. Antes de dejar su lugar frente a Jesús, cada burlador toma la caña que tiene en la mano y le golpea la cabeza con ella, como si se dijera: “¡Qué clase de rey eres! Uno que recibe golpes en la cabeza con su propio cetro”. Y cada vez que el malvado golpea a Jesús las espinas se le incrustan más y más en su carne.
Una mirada a cualquier planta que represente alguna de las especies de lo que todavía se conoce como “corona de espinas”, no sólo las que se encuentran en Israel sino también en otros países del mundo, profundizará la impresión de la sádica brutalidad que aquí estaba ocurriendo. Y aun esto no fue todo porque como Jn. 19:3b nos informa, los escarnecedores no solamente usaron repetidas veces la caña para golpear a Jesús sino que también lo  abofetearon con sus manos. ¡Esto lo hicieron a quien ya había sido azotado!
CONCLUSION:

                                Jesús, el Rey, padece todo por el bienestar eterno de sus súbditos. Él soporta las burlas y la corona de espinas de los soldados romanos. No se resiste ni protesta contra tal crueldad y el escarnio.

jueves, 13 de junio de 2013

JESUS SENTENCIADO A MUERTE

LECCION PARA EL DOMINGO 16 DE JUNIO DE 2013

MATEO  27: 15-26
JUAN 19: 6


INTRODUCCION:
                        Al enterarse Pilato de que Jesús era de Galilea (Luc. 23:6), territorio bajo el control de Herodes Antipas, lo despachó a él para ser juzgado. Herodes no tardó en devolverlo a Pilato, sin haber encontrado motivo para condenarlo a muerte (Luc. 23:15). Pilato intentó otra vez librarse de la responsabilidad de sentenciar a muerte a un hombre inocente. Propuso una alternativa a la multitud: Barrabas o Jesús.

DESARROLLO:
                        Aquí comienza la lección que estamos estudiando hoy, “Jesús sentenciado a muerte”
Habiendo examinado a Jesús acerca de lo que lo acusaban los líderes religiosos, Pilato da un veredicto de “inocente”.
Sin embargo, la respuesta de los judíos es: “Alborota a la multitud y enseña a través de toda Judea, desde Galilea hasta este lugar” (Lc. 23:5). La mención de Galilea es música a los oídos de Pilato, porque para él significa que puede remitir el caso al tetrarca Herodes Antipas que ahora está en Jerusalén (Lc. 23:6–12). Cuando esto no produce el resultado que Pilato  esperaba, trató de eludir esta difícil situación proponiendo al Sanedrín un paso intermedio, esto es, que Jesús sea azotado y luego dejado en libertad (Lc. 23:13–16). Cuando se rechaza también esta proposición, el procurador trata de librarse de este problema haciendo un uso muy peculiar y completamente injustificado de su costumbre de permitir que en la festividad eligieran un prisionero de su nacionalidad para ser dejado en libertad.
Vv. 16, 17. En aquel tiempo había un preso famoso llamado
Barrabás.  Así que, cuando estaban reunidos, Pilato les preguntó: ¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús que es llamado el Cristo? Esto también fue sufrimiento para Jesús, El, que era completamente sin pecado, ser tratado como si estuviera en la misma categoría que Barrabás, que era un ladrón y sedicioso (Jn. 18:40), un hombre que había cometido homicidio en medio de una insurrección (Mr. 15:7; cf. Lc. 23:19).
Parece completamente probable que Pilato esperaba que la multitud eligiera a Jesús. Después de todo, los ecos de sus hosannas en honor al profeta de Galilea apenas acababan de apagarse. Si cinco días antes “todo el mundo” lo aplaudía y Pilato no estaba ignorante de ello; cf. 27:18; Mr. 15:9, 10 ¿se volvería en su contra el pueblo ahora? ¿No había  algunos que lo llamaban “Cristo”? Aun los patriotas más ardientes entre ellos, ¿iban a preferir un hombre violento antes que a Jesús, un hombre en quien Pilato no pudo hallar evidencias de delito alguno?  Pilato comprende que está poniendo en juego al pueblo contra sus líderes. Además, el gobernador se sentiría feliz de triunfar sobre estos líderes, y más aún en este caso en particular, Porque él sabía que por envidia le habían entregado a Jesús. V 18. La envidia es el disgusto suscitado al ver que alguien tiene algo que uno no quiere que tenga. Así, por ejemplo, los líderes tenían envidia de Jesús por su fama y sus seguidores, por su capacidad de hacer milagros, etc.
Así que, cuando el gobernador les preguntó: ¿Cuál de los dos queréis que os suelte?, ellos dijeron: a Barrabás v 21. El procurador habría estado muy confiado de que la gente respondería: “Jesús”. Pero a una voz gritaron: “Barrabás”.
Pilato les dijo: Entonces, ¿Qué haré con Jesús, que es llamado el Cristo? V 22.  Pilato estaba desesperado. No quería sentenciar a muerte a Jesús. Sin embargo, se le estaba haciendo cada vez más claro que esto ahora había llegado a ser el deseo de la multitud.
Cuando el profeta de Galilea estaba aún sanando a los enfermos, resucitando a muertos, limpiando a leprosos y dejando atónitas a las multitudes con sus maravillosos discursos, era popular.
Cuando entró cabalgando en Jerusalén fue aplaudido. Pero ahora que está aparentemente indefenso y que los líderes han usado sus argumentos más fuertes para persuadir a la multitud a que pidan su crucifixión, le vuelven las espaldas. En cuanto a Pilato, cuando preguntó: “Entonces, ¿qué haré con Jesús?” su respuesta inmediata debió ser: “Lo declararé inocente y por lo tanto daré orden para que sea inmediatamente puesto en libertad”. De hecho, el juez no debiera de ningún modo haber hecho la pregunta. El sabía la respuesta.
Una consideración que pesaba sobre Pilato era la de evitar, a todo costo, una reacción tumultuosa del pueblo. Había agotado todos los recursos disponibles para librar a Jesús y a la vez apaciguar al pueblo. Finalmente, se dio cuenta de que no se lograba nada (v. 24) y que la multitud se ponía cada vez más impaciente y exigente. El hecho de lavarse las manos delante de la multitud (v. 24b; comp. Deut. 21:6–9; Sal. 26:6) y declararse inocente de la sangre de éste (v. 24c) jamás podría librarle de su responsabilidad como procurador romano
CONCLUSION:
                       Antes de entregar a Jesús para ser crucificado, Pilato mandó azotarle según la costumbre romana para los sentenciados a esta clase de muerte (comp. Isa. 53:3 ss.). El azote romano consistía en un corto mango de madera al que estaban atadas varias correas con los extremos provistos con trozos de plomo o bronce y pedazos de hueso muy aguzados. Los azotes se dejaban caer especialmente sobre la espalda de la víctima, que estaba desnuda y encorvada. Generalmente se empleaban dos hombres para administrar este castigo, uno azotando desde un lado, otro desde el lado opuesto, con el resultado de que a veces la carne era lacerada a tal punto que quedaban a la vista venas y arterias interiores y a veces aun las entrañas y los órganos internos aparecían por entre las cortaduras.
Uno puede imaginarse a Jesús después del flagelo, cubierto con horribles heridas y laceraciones, con hinchazones y verdugones. No es sorprendente que Simón de Cirene fuera compelido a llevar la cruz después que Jesús la hubo llevado una corta distancia (27:32; Lc.
23:26; Jn. 19:16, 17). Ser azotado era una tortura horrible. Sin embargo, hay que recordar que los sufrimientos del varón de dolores no fueron solamente intensos, sino también substitutos:

“Herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados (Is. 53:5; 1 P. 2:24).

jueves, 6 de junio de 2013

JESUS JUZGADO POR PILATO

LECCION PARA EL DOMINGO 09 DE JUNIO DE 2013

MATEO 27: 11-14
ISAIAS 53: 7

INTRODUCCION:
                               La pregunta de Pilato (v. 11) indica que la táctica de los líderes religiosos era la de acusar a Jesús por pretender ser rey de los judíos. Lucas menciona específicamente tres acusaciones: Agita a nuestra nación, prohíbe dar tributo al César y dice que él es el Cristo, un rey (Luc. 23:2). Las tres acusaciones eran falsas, mentiras deliberadas. Por ejemplo, Jesús había mandado explícitamente dar tributo a César (22:21). La tercera también era falsa, pues implica que pretendía ser un rey político. En una palabra, los líderes religiosos astutamente habían fabricado tres acusaciones que tenían sabor a traición contra Roma. César no permitiría actos de insurrección en sus dominios, mucho menos que alguien pretendiera ser rey. Los líderes religiosos sabían esto y buscaban una acusación que justificara ante la ley romana la sentencia de muerte.
DESARROLLO:
                               Tú lo dices (v. 11) significa que Jesús aceptó el título, sin repetirlo. Sin embargo, el título no significaba para él lo que significaba para Pilato, ni para el César. Aparentemente Pilato entendía que Jesús no pretendía el poder político, pues no insistió sobre el punto.
Había otras acusaciones que los líderes religiosos lanzaron contra Jesús (v. 13), pero éste guardó silencio. Aun Pilato se sorprendió de esta actitud no usual. Normalmente los acusados procuraban defenderse. Pilato sabía que Jesús era inocente, pero su silencio podría señalar su culpabilidad. Probablemente Pilato hasta se molestó con la actitud de Jesús, porque quería librarlo y Jesús no cooperaba. Con todo, el silencio en este caso era elocuente. Indicaba que Jesús tenía control de sus emociones; sabía que era inútil defenderse ante personas cuyas mentes estaban cerradas. Además, ya había aceptado la voluntad del Padre de entregarse a la muerte.
Combinando los relatos de los Evangelios uno recibe la impresión que desde el principio hasta casi el final Pilato hizo todo lo posible para librarse del caso. No amaba a los judíos. Le disgustaba agradarlos y concederles sus peticiones con respecto a Jesús. Sin embargo, por otra parte, en lo profundo de su corazón les tenía miedo, especialmente de la posibilidad de que pudieran usar la influencia que tenían para causarle daño. Hasta cierto punto está dispuesto a hacer lo que la justicia exige, pero sólo hasta cierto punto. Cuando ve amenazada su posición, se rinde.
Como se ha indicado, desde el principio mismo quiso evitar la necesidad de hacer una decisión definida acerca de Jesús. Por esto, al principio trata de devolver al prisionero al Sanedrín: “Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley”, dice (Jn. 18:29–31). Cuando los miembros de ese cuerpo dejan en claro a Pilato que no desean nada menos que la muerte del prisionero y cuando se les da a entender que para lograr su objetivo tienen que presentar cargos definidos en contra de Jesús, idean estas tres acusaciones falsas. (Ver introducción).
Todo este pasaje nos da la impresión de que Pilato estaba peleando una batalla perdida. Está claro que  no quería condenar a Jesús.
 A Pilato le impresionó vivamente Jesús. Está claro que no tomó muy en serio que pretendiera ser el Rey de los judíos. Reconocía a un revolucionario a primera vista, y Jesús no lo era. Su silencio digno hizo que el gobernador sintiera que no era Jesús el que estaba en tela de juicio, sino él mismo. Pilato fue un hombre que sintió el poder de  Jesús y tuvo miedo de someterse a El. Hay todavía personas que tienen miedo de ser tan cristianos como saben que deben serlo.

CONCLUSION:
                               Hay algo de lo que una persona no puede librarse nunca y es la responsabilidad. No es nunca posible  ni  para  Pilato  ni  para  ninguna  otra  persona  el  decir:  «  Me  lavo  las  manos  de  toda responsabilidad.» Porque eso es algo que nadie ni nada puede borrar.
Esta imagen de Pilato inspira en nuestras mentes más bien piedad que condenación; porque aquí tenemos a un  hombre tan inmerso en su pasado y tan incapacitado por él que fue incapaz de mantenerse firme en su debida posición. Pilato es una figura de tragedia más que de villanía.

Usted debe leer todos los relatos de los Evangelios para ver la intranquilidad e indecisión del gobernante romano. Una vez tras otra salió a la multitud, luego entró para interrogar a Jesús, todo esto mientras buscaba alguna manera de evitar tener que tomar una decisión. Pero ¡ningún hombre puede evitar tomar una decisión respecto a Cristo! A Pilato le advirtió su esposa y su propia conciencia y, sin embargo, con toda intención entregó a Cristo para que lo crucificaran. Es cierto que este era el plan de Dios (Hch 2.23), pero Pilato no puede ser considerado exento de culpa. Hechos 3.13 pone mucha de la culpa sobre los judíos mismos. El eterno plan de Dios nunca le niega al hombre la libertad de elección ni de la culpa subsecuente.