LECCION PARA EL DOMINGO 09 DE JUNIO DE 2013
MATEO 27: 11-14
ISAIAS 53: 7
INTRODUCCION:
La
pregunta de Pilato (v. 11) indica que la táctica de los líderes religiosos era la
de acusar a Jesús por pretender ser rey de los judíos. Lucas menciona
específicamente tres acusaciones: Agita a nuestra nación,
prohíbe dar tributo al César y dice que él es el Cristo, un rey (Luc.
23:2). Las tres acusaciones eran falsas, mentiras deliberadas. Por
ejemplo, Jesús había mandado explícitamente dar tributo a César (22:21). La
tercera también era falsa, pues implica que pretendía ser un rey político. En
una palabra, los líderes religiosos astutamente habían fabricado tres
acusaciones que tenían sabor a traición contra Roma. César no permitiría actos
de insurrección en sus dominios, mucho menos que alguien pretendiera ser rey.
Los líderes religiosos sabían esto y buscaban una acusación que justificara ante
la ley romana la sentencia de muerte.
DESARROLLO:
Tú
lo dices (v. 11) significa que Jesús aceptó el título, sin repetirlo. Sin
embargo, el título no significaba para él lo que significaba para Pilato, ni
para el César. Aparentemente Pilato entendía que Jesús no pretendía el poder
político, pues no insistió sobre el punto.
Había otras acusaciones que los líderes religiosos lanzaron contra Jesús
(v. 13), pero éste guardó silencio. Aun Pilato se sorprendió de esta actitud no
usual. Normalmente los acusados procuraban defenderse. Pilato sabía que Jesús
era inocente, pero su silencio podría señalar su culpabilidad. Probablemente
Pilato hasta se molestó con la actitud de Jesús, porque quería librarlo y Jesús
no cooperaba. Con todo, el silencio en este caso era elocuente. Indicaba
que Jesús tenía control de sus emociones; sabía que era inútil defenderse ante
personas cuyas mentes estaban cerradas. Además, ya había aceptado la voluntad
del Padre de entregarse a la muerte.
Combinando los relatos de los Evangelios uno recibe la impresión que
desde el principio hasta casi el final Pilato hizo todo lo posible para
librarse del caso. No amaba a los judíos. Le disgustaba agradarlos y concederles
sus peticiones con respecto a Jesús. Sin embargo, por otra parte, en lo
profundo de su corazón les tenía miedo, especialmente de la posibilidad de que
pudieran usar la influencia que tenían para causarle daño. Hasta cierto punto
está dispuesto a hacer lo que la justicia exige, pero sólo hasta cierto punto.
Cuando ve amenazada su posición, se rinde.
Como se ha indicado, desde el principio mismo quiso evitar la necesidad
de hacer una decisión definida acerca de Jesús. Por esto, al principio trata de
devolver al prisionero al Sanedrín: “Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra
ley”, dice (Jn. 18:29–31). Cuando los miembros de ese cuerpo dejan en claro a
Pilato que no desean nada menos que la muerte del prisionero y cuando se
les da a entender que para lograr su objetivo tienen que presentar cargos
definidos en contra de Jesús, idean estas tres acusaciones falsas. (Ver
introducción).
Todo este pasaje nos da la impresión de que Pilato estaba peleando una
batalla perdida. Está claro que no
quería condenar a Jesús.
A Pilato le impresionó vivamente
Jesús. Está claro que no tomó muy en serio que pretendiera ser el Rey de los
judíos. Reconocía a un revolucionario a primera vista, y Jesús no lo era. Su
silencio digno hizo que el gobernador sintiera que no era Jesús el que estaba
en tela de juicio, sino él mismo. Pilato fue un hombre que sintió el poder
de Jesús y tuvo miedo de someterse a El.
Hay todavía personas que tienen miedo de ser tan cristianos como saben
que deben serlo.
CONCLUSION:
Hay
algo de lo que una persona no puede librarse nunca y es la responsabilidad. No
es nunca posible ni para
Pilato ni para
ninguna otra persona
el decir: «
Me lavo las
manos de toda responsabilidad.» Porque eso es algo que
nadie ni nada puede borrar.
Esta imagen de Pilato inspira en nuestras mentes más bien piedad que
condenación; porque aquí tenemos a un
hombre tan inmerso en su pasado y tan incapacitado por él que fue incapaz
de mantenerse firme en su debida posición. Pilato es una figura de tragedia más
que de villanía.
Usted debe leer todos los relatos de los Evangelios para ver la
intranquilidad e indecisión del gobernante romano. Una vez tras otra salió a la
multitud, luego entró para interrogar a Jesús, todo esto mientras buscaba
alguna manera de evitar tener que tomar una decisión. Pero ¡ningún hombre
puede evitar tomar una decisión respecto a Cristo! A Pilato le advirtió su
esposa y su propia conciencia y, sin embargo, con toda intención entregó a
Cristo para que lo crucificaran. Es cierto que este era el plan de Dios (Hch
2.23), pero Pilato no puede ser considerado exento de culpa. Hechos 3.13 pone
mucha de la culpa sobre los judíos mismos. El eterno plan de Dios nunca le
niega al hombre la libertad de elección ni de la culpa subsecuente.
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