jueves, 13 de junio de 2013

JESUS SENTENCIADO A MUERTE

LECCION PARA EL DOMINGO 16 DE JUNIO DE 2013

MATEO  27: 15-26
JUAN 19: 6


INTRODUCCION:
                        Al enterarse Pilato de que Jesús era de Galilea (Luc. 23:6), territorio bajo el control de Herodes Antipas, lo despachó a él para ser juzgado. Herodes no tardó en devolverlo a Pilato, sin haber encontrado motivo para condenarlo a muerte (Luc. 23:15). Pilato intentó otra vez librarse de la responsabilidad de sentenciar a muerte a un hombre inocente. Propuso una alternativa a la multitud: Barrabas o Jesús.

DESARROLLO:
                        Aquí comienza la lección que estamos estudiando hoy, “Jesús sentenciado a muerte”
Habiendo examinado a Jesús acerca de lo que lo acusaban los líderes religiosos, Pilato da un veredicto de “inocente”.
Sin embargo, la respuesta de los judíos es: “Alborota a la multitud y enseña a través de toda Judea, desde Galilea hasta este lugar” (Lc. 23:5). La mención de Galilea es música a los oídos de Pilato, porque para él significa que puede remitir el caso al tetrarca Herodes Antipas que ahora está en Jerusalén (Lc. 23:6–12). Cuando esto no produce el resultado que Pilato  esperaba, trató de eludir esta difícil situación proponiendo al Sanedrín un paso intermedio, esto es, que Jesús sea azotado y luego dejado en libertad (Lc. 23:13–16). Cuando se rechaza también esta proposición, el procurador trata de librarse de este problema haciendo un uso muy peculiar y completamente injustificado de su costumbre de permitir que en la festividad eligieran un prisionero de su nacionalidad para ser dejado en libertad.
Vv. 16, 17. En aquel tiempo había un preso famoso llamado
Barrabás.  Así que, cuando estaban reunidos, Pilato les preguntó: ¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús que es llamado el Cristo? Esto también fue sufrimiento para Jesús, El, que era completamente sin pecado, ser tratado como si estuviera en la misma categoría que Barrabás, que era un ladrón y sedicioso (Jn. 18:40), un hombre que había cometido homicidio en medio de una insurrección (Mr. 15:7; cf. Lc. 23:19).
Parece completamente probable que Pilato esperaba que la multitud eligiera a Jesús. Después de todo, los ecos de sus hosannas en honor al profeta de Galilea apenas acababan de apagarse. Si cinco días antes “todo el mundo” lo aplaudía y Pilato no estaba ignorante de ello; cf. 27:18; Mr. 15:9, 10 ¿se volvería en su contra el pueblo ahora? ¿No había  algunos que lo llamaban “Cristo”? Aun los patriotas más ardientes entre ellos, ¿iban a preferir un hombre violento antes que a Jesús, un hombre en quien Pilato no pudo hallar evidencias de delito alguno?  Pilato comprende que está poniendo en juego al pueblo contra sus líderes. Además, el gobernador se sentiría feliz de triunfar sobre estos líderes, y más aún en este caso en particular, Porque él sabía que por envidia le habían entregado a Jesús. V 18. La envidia es el disgusto suscitado al ver que alguien tiene algo que uno no quiere que tenga. Así, por ejemplo, los líderes tenían envidia de Jesús por su fama y sus seguidores, por su capacidad de hacer milagros, etc.
Así que, cuando el gobernador les preguntó: ¿Cuál de los dos queréis que os suelte?, ellos dijeron: a Barrabás v 21. El procurador habría estado muy confiado de que la gente respondería: “Jesús”. Pero a una voz gritaron: “Barrabás”.
Pilato les dijo: Entonces, ¿Qué haré con Jesús, que es llamado el Cristo? V 22.  Pilato estaba desesperado. No quería sentenciar a muerte a Jesús. Sin embargo, se le estaba haciendo cada vez más claro que esto ahora había llegado a ser el deseo de la multitud.
Cuando el profeta de Galilea estaba aún sanando a los enfermos, resucitando a muertos, limpiando a leprosos y dejando atónitas a las multitudes con sus maravillosos discursos, era popular.
Cuando entró cabalgando en Jerusalén fue aplaudido. Pero ahora que está aparentemente indefenso y que los líderes han usado sus argumentos más fuertes para persuadir a la multitud a que pidan su crucifixión, le vuelven las espaldas. En cuanto a Pilato, cuando preguntó: “Entonces, ¿qué haré con Jesús?” su respuesta inmediata debió ser: “Lo declararé inocente y por lo tanto daré orden para que sea inmediatamente puesto en libertad”. De hecho, el juez no debiera de ningún modo haber hecho la pregunta. El sabía la respuesta.
Una consideración que pesaba sobre Pilato era la de evitar, a todo costo, una reacción tumultuosa del pueblo. Había agotado todos los recursos disponibles para librar a Jesús y a la vez apaciguar al pueblo. Finalmente, se dio cuenta de que no se lograba nada (v. 24) y que la multitud se ponía cada vez más impaciente y exigente. El hecho de lavarse las manos delante de la multitud (v. 24b; comp. Deut. 21:6–9; Sal. 26:6) y declararse inocente de la sangre de éste (v. 24c) jamás podría librarle de su responsabilidad como procurador romano
CONCLUSION:
                       Antes de entregar a Jesús para ser crucificado, Pilato mandó azotarle según la costumbre romana para los sentenciados a esta clase de muerte (comp. Isa. 53:3 ss.). El azote romano consistía en un corto mango de madera al que estaban atadas varias correas con los extremos provistos con trozos de plomo o bronce y pedazos de hueso muy aguzados. Los azotes se dejaban caer especialmente sobre la espalda de la víctima, que estaba desnuda y encorvada. Generalmente se empleaban dos hombres para administrar este castigo, uno azotando desde un lado, otro desde el lado opuesto, con el resultado de que a veces la carne era lacerada a tal punto que quedaban a la vista venas y arterias interiores y a veces aun las entrañas y los órganos internos aparecían por entre las cortaduras.
Uno puede imaginarse a Jesús después del flagelo, cubierto con horribles heridas y laceraciones, con hinchazones y verdugones. No es sorprendente que Simón de Cirene fuera compelido a llevar la cruz después que Jesús la hubo llevado una corta distancia (27:32; Lc.
23:26; Jn. 19:16, 17). Ser azotado era una tortura horrible. Sin embargo, hay que recordar que los sufrimientos del varón de dolores no fueron solamente intensos, sino también substitutos:

“Herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados (Is. 53:5; 1 P. 2:24).

No hay comentarios:

Publicar un comentario