LECCION PARA EL DOMINGO 04 DE AGOSTO DE 2013
MATEO 28: 1-10
1 CORINTIOS 15. 3-4
INTRODUCCION:
En lo capítulos
anteriores, vimos al Capitán de nuestra salvación en conflicto con los poderes
de las tinieblas; la victoria pareció inclinarse del lado de sus enemigos. Pero
cuando el príncipe de nuestra paz salió del sepulcro se mostró como Campeón y
Vencedor absoluto. Ahora bien, al ser la
resurrección de Cristo uno de los principales fundamentos de nuestra fe, era
necesario que tuviéramos pruebas infalibles de ella. En este capítulo tenemos
las siguientes:
·
El testimonio del ángel acerca de la resurrección
de Cristo. Vv 1-8
·
La aparición del mismo Cristo a las mujeres. Vv
9-10.
·
La confesión de los propios enemigos que
hacían guardia en el sepulcro. Vv 11-15.
·
La aparición de Cristo a los discípulos en
Galilea y la comisión que les dio. Vv 16-20.
DESARROLLO:
En
los versículos de esta lección, 1-10, tenemos como pruebas de la resurrección
de Cristo, el testimonio del ángel y del mismo Cristo.
Llegamos
al segundo de los tres eventos que constituyen la médula del evangelio:
crucifixión-resurrección-ascensión. Sería difícil exagerar la importancia
de este evento, dado que el evangelio es eficaz o no, según el concepto que uno
tiene en cuanto al “levantamiento” de Jesús de la tumba (1 Cor.
15:12–19). La importancia se ve, en parte por lo menos, por el énfasis que
recibe a través del NT.
La
resurrección de Jesús se produjo por el Padre por medio del poder del Espíritu
Santo (Hech. 2:32; 3:13; 4:10; Gal. 1:1; Heb. 13:20). El Sanedrín, órgano
oficial del judaísmo, había “desaprobado” a Jesús como el Mesías de Dios. Dios,
en cambio, “desaprobó” ese fallo y “aprobó” a Jesús como su Hijo y como el
Mesías (Hech. 4:8–11). Por la resurrección de Jesús, el Padre dijo en efecto:
Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. A él oíd (17:5).
Por la
resurrección, el Padre declaró, o dio a conocer, a Jesús como Hijo de Dios con
poder (Rom. 1:4). Por la resurrección, el Padre lo exaltó hasta lo sumo y le
otorgó el nombre que es sobre todo nombre (Fil. 2:9). La resurrección significó
la hora de gloria para Jesús (Juan 7:39; Hech. 3:13). Según el apóstol Pedro,
Dios mediante la resurrección de Jesucristo, nos salva (1 Ped. 3:21). Por la
identificación del creyente con Cristo en su muerte y resurrección, logra una
vida victoriosa (Rom. 6).
Aunque era
todavía oscuro cuando las mujeres salieron, el sol ya había salido para cuando
llegaron al sepulcro.
Repentinamente
se produjo un violento terremoto, pues un ángel del Señor bajó del cielo, se
acercó, removió la piedra y se sentó sobre ella.
La causa
del temblor fue el descenso desde el cielo del mensajero especial de Dios, un ángel.
Él se acercó y debe haber sacado completamente la piedra de su deslizadero y
haberla puesto sobre un costado. Resultado: el pesado bloque quedó tendido en
tierra y el ángel estaba sentado sobre él para simbolizar el triunfo de Cristo.
Las mujeres no observaron este suceso. Ellas sólo vieron el resultado.
Mientras
salían llenas de tristeza por la puerta de Jerusalén, les preocupaba la enorme piedra
(Mr. 16:3) que había sido colocada a la entrada del sepulcro. Pero de repente
vieron—probablemente en una vuelta del sendero—que la pesada pieza ya había
sido corrida; no, no sólo corrida sino de hecho quitada (sacada de su canal), de
forma que estaba en el suelo, ¡cuán larga era!
En ninguna
parte se afirma que se hubiera removido la losa para que Jesús pudiera salir del
sepulcro. Que el cuerpo resurrecto del Señor era tal que podía salir del
sepulcro aunque la losa siguiera en su sitio, parece estar claramente implícito
en 20:26; véase sobre ese versículo. Sin embargo, tenía que removerse la
piedra. Era necesario por dos razones:
1. A fin
de indicar que la tumba había sido derrotada, que se había conseguido el
triunfo.
2. A fin de
que Pedro y Juan pudieran entrar (véase sobre 20:6, 8), y que todos pudieran
ver que el sepulcro estaba vacío.
Por medio
de la resurrección de Cristo del sepulcro y el fuerte terremoto que apropiadamente
la acompañó, “el Padre de nuestro Señor Jesucristo” no solo se rió en las caras
de los conspiradores que habían demandado esta guardia; también sonrió benignamente
sobre todos sus queridos hijos, pues lo que en realidad estaba diciendo era esto:
“He aceptado el sacrificio de mi Hijo como un rescate completo por los pecados
de todos los que busquen refugio en él”. Véase Ro. 4:25. ¿Y los vigilantes? No
por voluntad de ellos y a pesar de las maquinaciones de aquellos que los habían
requerido, vinieron a ser herramientas en las manos de Dios para la
confirmación de su verdad.
La
resurrección de Cristo fue la obra del Dios Trino. El Padre le levantó de los
muertos (Ro. 6:4; Gá. 1:1; 1 P. 1:3). También lo hizo el Espíritu (Ro. 8:11). Y
el Hijo tomó otra vez la vida que había puesto (Jn. 10:18; cf. 2:19, 21;
11:25). Para el consuelo de los creyentes, estos tres son y serán siempre uno.
5, 6. El
ángel, respondiendo, dijo a las mujeres, no temáis vosotras, pues yo sé que buscáis
a Jesús, el que fue crucificado.
¿Por qué no debían temer estas mujeres? ¿Por qué debían contener su
llanto y en lugar de ello regocijarse? “No está aquí, pues ha sido
resucitado, tal como dijo. Venid, ved el lugar donde yacía. Según Mr. 16:5,
en este momento las mujeres ya estaban dentro del sepulcro. Pero el ángel les invita
a acercarse aún más para que puedan ver todo lo que está a la vista; no sólo el
sepulcro vacío—“no está aquí”—sino además, “los lienzos puestos allí, y el
sudario puesto no con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte” (Jn.
20:7).
CONCLUSION:
Creer
que Jesús se levantó de los muertos es hermoso para la iglesia, pero no es suficiente.
Debe considerarse también qué clase de Salvador fue el que se levantó de los muertos.
¿Es aún el mismo Redentor amoroso que antes de morir sanó al enfermo, limpió al
leproso, resucitó al muerto, consoló al afligido, perdonó y murió por el
pecador que le acepta con fe viva? Un estudio cuidadoso del relato de la
resurrección responde a esta pregunta con un sí atronador. La resurrección de Jesús es la irrupción del reino de
Dios en un mundo lleno de tumbas. A través de la resurrección de Cristo, Dios mostró que ha aceptado
la obra de su Hijo. Toda esta obra había sido hecha según el plan de Dios para
restaurar la vida de este mundo.
En los primeros 10 versículos vemos para quiénes Dios
destina el gozo de la resurrección. Para los guardias es motivo de gran temor.
El ángel no se dirige a ellos con palabras de consuelo, sino a las mujeres.
Ellas sí reciben las palabras del ángel, pues entre ellas y Jesús existe un
profundo vínculo de amistad. El gozo de la resurrección no es sólo para las
mujeres, también lo es para sus discípulos, a los cuales nuestro Señor llama
"hermanos". Aunque ellos no lo habían ayudado, el Señor sabe que
reina el amor hacia Él en sus corazones.
Para gozarnos, entonces, en las promesas de Dios,
necesitamos amor y fe en Jesús. Sin amor y fe en el evangelio, nuestro corazón
no puede sentir satisfacción alguna.