miércoles, 31 de julio de 2013

DOMINGO: UN DÍA DE GLORIA

LECCION PARA EL DOMINGO 04 DE AGOSTO DE 2013

MATEO 28: 1-10
1 CORINTIOS 15. 3-4

INTRODUCCION:
                               En lo capítulos anteriores, vimos al Capitán de nuestra salvación en conflicto con los poderes de las tinieblas; la victoria pareció inclinarse del lado de sus enemigos. Pero cuando el príncipe de nuestra paz salió del sepulcro se mostró como Campeón y Vencedor absoluto. Ahora bien,  al ser la resurrección de Cristo uno de los principales fundamentos de nuestra fe, era necesario que tuviéramos pruebas infalibles de ella. En este capítulo tenemos las siguientes:
·         El testimonio del ángel acerca de la resurrección de Cristo. Vv 1-8
·         La aparición del mismo Cristo a las mujeres. Vv  9-10.
·         La confesión de los propios enemigos que hacían guardia en el sepulcro. Vv  11-15.
·         La aparición de Cristo a los discípulos en Galilea y la comisión que les dio. Vv 16-20.
DESARROLLO:
                               En los versículos de esta lección, 1-10, tenemos como pruebas de la resurrección de Cristo, el testimonio del ángel y del mismo Cristo.
Llegamos al segundo de los tres eventos que constituyen la médula del evangelio: crucifixión-resurrección-ascensión. Sería difícil exagerar la importancia de este evento, dado que el evangelio es eficaz o no, según el concepto que uno tiene en cuanto al “levantamiento” de Jesús de la tumba (1 Cor. 15:12–19). La importancia se ve, en parte por lo menos, por el énfasis que recibe a través del NT.
La resurrección de Jesús se produjo por el Padre por medio del poder del Espíritu Santo (Hech. 2:32; 3:13; 4:10; Gal. 1:1; Heb. 13:20). El Sanedrín, órgano oficial del judaísmo, había “desaprobado” a Jesús como el Mesías de Dios. Dios, en cambio, “desaprobó” ese fallo y “aprobó” a Jesús como su Hijo y como el Mesías (Hech. 4:8–11). Por la resurrección de Jesús, el Padre dijo en efecto: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. A él oíd (17:5).
Por la resurrección, el Padre declaró, o dio a conocer, a Jesús como Hijo de Dios con poder (Rom. 1:4). Por la resurrección, el Padre lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que es sobre todo nombre (Fil. 2:9). La resurrección significó la hora de gloria para Jesús (Juan 7:39; Hech. 3:13). Según el apóstol Pedro, Dios mediante la resurrección de Jesucristo, nos salva (1 Ped. 3:21). Por la identificación del creyente con Cristo en su muerte y resurrección, logra una vida victoriosa (Rom. 6).
Aunque era todavía oscuro cuando las mujeres salieron, el sol ya había salido para cuando llegaron al sepulcro.
Repentinamente se produjo un violento terremoto, pues un ángel del Señor bajó del cielo, se acercó, removió la piedra y se sentó sobre ella.
La causa del temblor fue el descenso desde el cielo del mensajero especial de Dios, un ángel. Él se acercó y debe haber sacado completamente la piedra de su deslizadero y haberla puesto sobre un costado. Resultado: el pesado bloque quedó tendido en tierra y el ángel estaba sentado sobre él para simbolizar el triunfo de Cristo. Las mujeres no observaron este suceso. Ellas sólo vieron el resultado.
Mientras salían llenas de tristeza por la puerta de Jerusalén, les preocupaba la enorme piedra (Mr. 16:3) que había sido colocada a la entrada del sepulcro. Pero de repente vieron—probablemente en una vuelta del sendero—que la pesada pieza ya había sido corrida; no, no sólo corrida sino de hecho quitada (sacada de su canal), de forma que estaba en el suelo, ¡cuán larga era!
En ninguna parte se afirma que se hubiera removido la losa para que Jesús pudiera salir del sepulcro. Que el cuerpo resurrecto del Señor era tal que podía salir del sepulcro aunque la losa siguiera en su sitio, parece estar claramente implícito en 20:26; véase sobre ese versículo. Sin embargo, tenía que removerse la piedra. Era necesario por dos razones:
1. A fin de indicar que la tumba había sido derrotada, que se había conseguido el triunfo.
2. A fin de que Pedro y Juan pudieran entrar (véase sobre 20:6, 8), y que todos pudieran ver que el sepulcro estaba vacío.
Por medio de la resurrección de Cristo del sepulcro y el fuerte terremoto que apropiadamente la acompañó, “el Padre de nuestro Señor Jesucristo” no solo se rió en las caras de los conspiradores que habían demandado esta guardia; también sonrió benignamente sobre todos sus queridos hijos, pues lo que en realidad estaba diciendo era esto: “He aceptado el sacrificio de mi Hijo como un rescate completo por los pecados de todos los que busquen refugio en él”. Véase Ro. 4:25. ¿Y los vigilantes? No por voluntad de ellos y a pesar de las maquinaciones de aquellos que los habían requerido, vinieron a ser herramientas en las manos de Dios para la confirmación de su verdad.
La resurrección de Cristo fue la obra del Dios Trino. El Padre le levantó de los muertos (Ro. 6:4; Gá. 1:1; 1 P. 1:3). También lo hizo el Espíritu (Ro. 8:11). Y el Hijo tomó otra vez la vida que había puesto (Jn. 10:18; cf. 2:19, 21; 11:25). Para el consuelo de los creyentes, estos tres son y serán siempre uno.
5, 6. El ángel, respondiendo, dijo a las mujeres, no temáis vosotras, pues yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado.
¿Por qué no debían temer estas mujeres? ¿Por qué debían contener su llanto y en lugar de ello regocijarse? “No está aquí, pues ha sido resucitado, tal como dijo. Venid, ved el lugar donde yacía. Según Mr. 16:5, en este momento las mujeres ya estaban dentro del sepulcro. Pero el ángel les invita a acercarse aún más para que puedan ver todo lo que está a la vista; no sólo el sepulcro vacío—“no está aquí”—sino además, “los lienzos puestos allí, y el sudario puesto no con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte” (Jn. 20:7).
CONCLUSION:
                               Creer que Jesús se levantó de los muertos es hermoso para la iglesia, pero no es suficiente. Debe considerarse también qué clase de Salvador fue el que se levantó de los muertos. ¿Es aún el mismo Redentor amoroso que antes de morir sanó al enfermo, limpió al leproso, resucitó al muerto, consoló al afligido, perdonó y murió por el pecador que le acepta con fe viva? Un estudio cuidadoso del relato de la resurrección responde a esta pregunta con un sí atronador. La resurrección de Jesús es la irrupción del reino de Dios en un mundo lleno de tumbas. A través de la resurrección de Cristo, Dios mostró que ha aceptado la obra de su Hijo. Toda esta obra había sido hecha según el plan de Dios para restaurar la vida de este mundo.
En los primeros 10 versículos vemos para quiénes Dios destina el gozo de la resurrección. Para los guardias es motivo de gran temor. El ángel no se dirige a ellos con palabras de consuelo, sino a las mujeres. Ellas sí reciben las palabras del ángel, pues entre ellas y Jesús existe un profundo vínculo de amistad. El gozo de la resurrección no es sólo para las mujeres, también lo es para sus discípulos, a los cuales nuestro Señor llama "hermanos". Aunque ellos no lo habían ayudado, el Señor sabe que reina el amor hacia Él en sus corazones.

Para gozarnos, entonces, en las promesas de Dios, necesitamos amor y fe en Jesús. Sin amor y fe en el evangelio, nuestro corazón no puede sentir satisfacción alguna.

miércoles, 24 de julio de 2013

UNA TAREA IMPOSIBLE

LECCION ESCUELA DOMINICAL 28 DE JULIO DE 2013

MATEO 27: 62-66
LUCAS 9: 22

INTRODUCCION:
                        Aquí comienza el relato acerca de la guardia (27:62–66). Continúa en 28:2–4 y termina en 28:11–15.
DESARROLLO:
                            Este pasaje empieza de una manera muy curiosa. Dice que los principales sacerdotes y los fariseos se dirigieron a Pilato al día siguiente, que era el día después de la Preparación. Ahora bien: Jesús fue crucificado el viernes. El sábado era el día de descanso de los judíos. Las horas desde las 3 hasta las 6 de la tarde del viernes se llamaban la víspera o la preparación. Ya hemos visto que, según la manera judía de contar, el nuevo día empezaba a las 6 de la tarde. Por tanto, el sábado empezaba a las 6 de la tarde del viernes, y las últimas horas del viernes eran la preparación. Si esto es exacto, solo puede querer decir una cosa: que  los principales sacerdotes y los fariseos se dirigieron de hecho a Pilato con su petición el sábado. Si fue eso lo  que hicieron, está claro que quebrantaron la ley del sábado. Si esto es exacto, no hay ningún otro incidente en  la  historia evangélica que muestre más claramente que este, lo desesperadamente ansiosas que estaban las autoridades judías en eliminar a Jesús. A fin de asegurarse de que estaba definitivamente fuera de su camino, estaban dispuestos a quebrantar hasta sus leyes más sagradas.
También es notable que en esta ocasión—a diferencia del día anterior—nada se diga de alguna vacilación de parte de ellos de entrar al pretorio. Puesto que los principales sacerdotes y los fariseos estaban unidos en su odio contra Jesús, realmente no es sorprendente que estos dos grupos cooperasen en la expresión de su preocupación ante el gobernador referente a la promesa de Cristo de que al tercer día resucitaría de entre los muertos, aunque los principales sacerdotes, siendo saduceos, no creían en la resurrección.
Los dirigentes judíos desean que Pilato dé una orden para que los soldados que están a su cargo monten guardia ante el sepulcro hasta el tercer día. Por una parte, esta fue una acción muy astuta. Estos hombres no están muy seguros de su propia capacidad de impedir que los discípulos roben el cuerpo de Jesús y luego propaguen el rumor de que ha resucitado de entre los muertos; pero están seguros que no será desafiada la autoridad del gobernador puesto por Roma. Pero, por otra parte, fue una acción estúpida. Fue estúpida en primer lugar, porque lo que menos pensaban los discípulos era en la serie de predicciones de Cristo acerca de una resurrección.
Su  Maestro … se fue. Su amigo—¡y qué amigo!—partió. Sus planes … desbaratados. Sus esperanzas … derrumbadas. Están perplejos, frustrados. Se desesperan. Como hombres cuyo barco no demasiado sólido se encuentra paralizado en medio de una helada ártica, con sólo páramos fríos y desérticos por centenares de kilómetros. Hielo, lamentos, crujidos, rechinidos.
Véase Jn. 20:19, “estando las puertas cerradas … por miedo de los judíos”. Jesús de Nazaret … Crucificado … ¡ese era el adiós a la esperanza! Ninguno de los Once esperaba que Jesús resucitara del sepulcro. Ese pensamiento era el más alejado de su mente. Jesús estaba muerto. ¡Se había ido! Nunca volverían estos días felices de comunión íntima y asociación estrecha con el Gran Profeta de Nazaret.
La acción de estos líderes era aun más estúpida porque podían saber y debieran haber sabido que ninguna fuerza en el mundo podría impedir el cumplimiento de las predicciones de Cristo.
"Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro,  sellando la piedra y poniendo la guardia." (Mateo 27:66) ¿Cuál era este sello? ¿Cuál era la importancia de ese sello? ¿Por qué se decidió sellar la tumba? Todos estos detalles los entregan los libros de Josh McDowell. En su libro "Evidencia que exige un veredicto" nos explica que el sellado de la tumba consistía en una cuerda o soga que era atada cruzando la piedra que tapaba la entrada al sepulcro. La cuerda era adherida en los extremos de la roca por medio de un sello de arcilla (tal como en el foso de los leones, en Daniel 6:17). Estos sellos eran puestos en la presencia de los guardias romanos que testificaban de alguna manera el sellado y luego eran dejados a cargo de la vigilancia de la tumba.
La importancia de este sello radica en que representaba el poder del Imperio Romano, la ley romana. Así como para abrir testamentos en el siglo I era necesario romper el sello imperial, así también era necesario romper el sello romano para abrir el sepulcro de Jesús. No había manera de mover la piedra sin romper el sello, por lo que éste tenía la función de prevenir el robo del cuerpo de Jesús, tal como lo pensaban los líderes judíos. Por esta razón se decidió a usar este sello. El castigo por romperlo era brutal. En su libro "El Cristianismo: ¿Historia o Farsa?" se nos dice que una vez que el sello era roto, se llamaba al FBI del Imperio Romano para que entrara en acción. Ellos se preocupaban de buscar a los responsables de tal delito. Si eran capturados, el castigo era la crucifixión inmediata con la cabeza hacia abajo para que las entrañas bajaran hacia la garganta e hiciera el castigo más tortuoso. De esta manera la gente temía al rompimiento del sello, y mucho más los discípulos, quienes estaba escondidos por miedo a los judíos (Juan 20:19).
CONCLUSION:
                        Aunque reina todavía la muerte, ningún poder puede detener el triunfo de Dios sobre la muerte. Para Jesús la muerte fue el colmo de su humillación, no obstante, el Señor recibió un entierro como Rey. Los suyos, al poner tanta atención en el entierro, mostraban su carencia de fe sobre las palabras de Jesús acerca de su resurrección. ¡Los únicos que las recuerdan son sus adversarios! Ellos, con todo su esfuerzo, quieren dejar a Jesús en la tumba. Pero ¿qué poder puede detener a Jesús en su resurrección? Si nos cuesta a nosotros creer en la resurrección de nuestro propio cuerpo, recordemos entonces este maravilloso suceso acaecido en la historia.


viernes, 19 de julio de 2013

EL HIJO DE DIOS MUERE COMO SUSTITUTO POR SU PUEBLO

LECCION PARA EL DOMINGO 21 DE JULIO DE 2013
MATEO 27: 57-61
ISAIAS 53: 9


INTRODUCCION:
                               Lamentablemente, muchas personas se desvían  pues no entienden la importancia de la cruz.  Sabemos que Dios nos ama a todos por igual,  pero esta maravillosa verdad ha sido tergiversada  para decir que Él nunca limitaría su gracia  declarando que Jesucristo es el único camino para  ser salvos. Es por ello que tantas personas creen  erróneamente que si son buenas, creen en Dios y  le piden perdón, seguro irán al cielo. Este mensaje  suena alentador, pero la bondad humana nunca  será suficiente. Si usted desea saber lo que ha  dicho Dios acerca de la salvación, solo tiene que  examinar su Palabra. Ésta explica claramente  quién es Cristo, por qué tuvo que morir, y por qué  debemos aceptarlo como Salvador para poder ser  reconciliados con Dios.
DESARROLLO:
                               Comenzaremos esta lección con algunas respuestas a la pregunta, ¿Por qué tuvo que morir el Señor Jesucristo?
v  Su muerte fue esencial para el plan  divino de salvación.
v  Su muerte fue esencial para cumplir los deseos de Dios.
v  Su muerte fue esencial para satisfacer la justicia divina.
v  Debido a que el Señor es justo, Él debe hacer lo correcto.
v  Su muerte fue esencial para nuestra justificación.
v  Su muerte fue esencial para nuestro perdón.
v  Su muerte fue esencial para nuestra sustitución.
v  Solo con su muerte, “consumado es”.
Como ya se ha indicado, Jesús murió a las tres de la tarde. Según la antigua forma hebrea de hablar, había “dos tardes”. La primera tarde comenzaba a las tres de la tarde y la segunda a las seis de la tarde. Probablemente algo de esto se refleje en la frase “al atardecer”, porque no nos podemos imaginar que José de Arimatea, un judío, iba a acercarse a Pilato el viernes a las seis de la tarde a pedir el cuerpo cuando estaba comenzando el sábado. Tiene que haber comenzado los preparativos mucho antes que eso. Era contra la ley dejar un cuerpo muerto en el madero durante la noche (Dt. 21:23). Esto era aún más reprensible si, al dejarlo, el cuerpo muerto iba a estar colgado de la cruz o del madero en el día de reposo. Además, éste era el reposo de la semana de la Pascua. ¡Ese día de reposo era ciertamente importante! (Jn. 19:31). Además de todo esto, como se ha señalado anteriormente (véase sobre Mt. 9:23, 24), era costumbre sepultar a una persona muy pronto luego de ocurrida su muerte. Por todas estas razones, es claro que si el cuerpo de Jesús iba a ser sepultado, tenía que ser ahora mismo, es decir, algún tiempo antes de las 6 de la tarde.
Pero, ¿quién se iba a encargar de esto? Téngase presente que los discípulos habían huido (Mt. 26:56). Es cierto que Juan había vuelto sobre sus pasos y había estado entre los espectadores en el Calvario, pero no por mucho rato (Jn. 19:27).
Es en este punto que entra en el escenario José de Arimatea. ¿Qué clase de hombre era?
Era rico. Así que, cuando provee una sepultura para Jesús,  se cumple la profecía de Is. 53:9. También era un hombre bueno y justo que, aunque era miembro del Sanedrín (Lc. 23:51; cf. Mr. 15:43), no había consentido con el veredicto pronunciado por ese cuerpo en contra de Jesús.
Había sido discípulo de Jesús sólo en forma secreta (Jn. 19:38). Puede ser que haya tenido miedo de que si hacía algo en favor de Jesús se le expulsara no solamente del Sanedrín sino también de la sinagoga. Pero ahora, como fruto del amor de Jesús por él, este hombre repentinamente había adquirido mucho valor. De su parte fue un acto muy osado pedir el cuerpo de Jesús (Mr. 15:43), porque con toda probabilidad no era un pariente de Jesús; y además, sus colegas del Sanedrín ahora iban a descubrir la naturaleza de su lealtad.
José contó con la cooperación voluntaria de Nicodemo. En cuanto a Nicodemo véase también sobre Juan 3:1–21 y en 7:50–52. En tanto que José proveyó los lienzos y su propio sepulcro nuevo (Mt. 27:60), Nicodemo proveyó las especias aromáticas. Trajo una mezcla de mirra y áloes. La mirra probablemente se extraía de un pequeño árbol de madera olorosa, a saber, el balsamodendron de Arabia; los áloes de un árbol grande, el agalocha, cuya madera contiene resina y proporciona perfume en polvo. Nicodemo había traído una mezcla de los dos, en cantidad no menor a las cien libras. Cien libras de aquellas equivalían a unos treinta y dos kilogramos nuestros, contribución en nada insignificante.
El cuerpo de Jesús fue llevado a un sepulcro. Como este sepulcro ocupa un lugar destacado en el relato de la resurrección, debe prestársele atención más que pasajera.
1.- Su ubicación. El sepulcro estaba ubicado en la cercanía inmediata del Calvario: “En el lugar donde fue crucificado había un huerto”. Como no sabemos dónde estaba el Calvario, tampoco sabemos dónde estaba este sepulcro. La amable providencia proveyó un sepulcro próximo. Era el día judío de la Preparación. En otras palabras, era viernes. Se acercaba la puesta del sol. En consecuencia, a fin de que todo pudiera concluirse antes del sábado, no se podía perder  tiempo. No se podía enterrar el cuerpo de Jesús en un sepulcro alejado. El tiempo no lo permitiría.
2.- Su novedad. Este sepulcro era nuevo.  Era nuevo en el sentido de que no se había usado antes. Nunca habían entrado en él el deterioro y la descomposición. Era un lugar adecuado para que descansara en él el cuerpo del Señor. Cf. Sal 16:10.
3.- Su propietario. Según Mt. 27:60 era el sepulcro del propio José. Y José era rico. En consecuencia, Is. 53:9 viene enseguida a la mente “Con los ricos fue en su muerte”.
4.- Su aspecto general. Este sepulcro no era una cueva natural. Había sido labrado de piedra sólida (Mr. 15:46). Después de depositar el cuerpo de Jesús, José (con la ayuda de otros, naturalmente) colocó una gran piedra frente a la entrada del sepulcro (Mt. 27:60). Esta piedra era muy pesada (o muy grande) (Mr. 16:4). La entrada al sepulcro era baja, como se deduce del hecho de que María tuvo que inclinarse para mirar en su interior (Juan 20:11). Lo mismo tuvo que hacer Pedro (Juan 20:5; Lc. 24:12). En ambos extremos del lugar en el que se colocaba el cuerpo se había dejado la roca lo suficientemente gruesa como para formar una especie de asiento (Juan 20:12).
CONCLUSION:
                               El Hijo de Dios muere como sustituto por su pueblo.
El entierro de Jesús fue un elemento necesario en su humillación. Por medio de ello santificó la tumba para todos sus seguidores. En la sepultura se cumplió la profecía. Los principales protagonistas fueron José de Arimatea y Nicodemo, cuya valentía debe admirarse. El sepulcro estaba situado en el huerto de José, muy próximo a la cruz. No se puede indicar hoy día el lugar exacto. Por esto podemos dar gracias a Dios. De haberse conocido este lugar, probablemente habría recibido más honra que Cristo mismo. (Algo de esta mentalidad de hecho, prevalece incluso hoy día, en relación con los lugares que se dicen ser auténticos).

Si bien la sepultura es un elemento en la humillación de Cristo, sin embargo proporciona un destello anticipado de su exaltación: es un sepulcro nuevo. Nunca había habido en el mismo ningún deterioro. El cuerpo de Jesús no sufrió corrupción. Dios se ocupó de ello. El sepulcro pertenecía a un hombre rico. Era un sepulcro digno de un rey. Todo apunta hacia la exaltación.

jueves, 11 de julio de 2013

LA REVELACIÓN DESLUMBRANTE

LECCION PARA EL DOMINGO 14 DE JULIO DE 2013

Mateo 27:51-56
 Hebreos 10:19-20
INTRODUCCION:
                        La oscuridad se disipó (27:45). La muerte substitutiva de Jesús trae luz (salvación) a un mundo perdido en pecado, es decir, a todos los que le aceptan por medio de una fe viva. Hubo también otras señales, las que se mencionan claramente aquí.
·         El velo roto
·         El terremoto, piedras se parten, sepulcros se abren
·         Santos resucitados
DESARROLLO:
                        Mateo ofrece más detalles que Marcos y Lucas en cuanto a tres fenómenos  sobrenaturales que sucedieron después de las tres de la tarde en el día de la crucifixión: el velo roto, un terremoto y muertos resucitados. Además, Mateo cita la confesión del centurión y la compañía de las mujeres seguidoras de Jesús.
El mismo verbo en griego, scidzo , se emplea para referirse al velo que se rasgó y a las rocas que se partieron. De este verbo viene nuestro término “esquizofrenia” que significa “personalidad dividida”. El velo separaba el lugar santo del lugar santísimo. Este recinto abrigaba antiguamente el arca, sobre la cual estaba una chapa metálica llamada el propiciatorio y sobre esa chapa, dos querubines, entre los cuales Jehová  moraba. El sumo sacerdote entraba una vez al año, en el día de la expiación, y rociaba sangre sobre el propiciatorio. El velo se describe como de unos 10 a 15 mm. de espesor, 18 m. de largo y 9 m. de ancho. El peso era enorme.
El rompimiento del velo, de arriba abajo (v. 51), simboliza la abolición del sistema sacerdotal oficial que servía de mediador entre Dios y los hombres, y daba acceso directo a la presencia de Dios para todo creyente. El oficio del sacerdocio pasaría a todos los creyentes (Heb. 6:19 s.; 9:1–14; 10:19–22; 1 Ped. 2:9).
El segundo fenómeno sobrenatural, o tercero contando el de la oscuridad, consistió de un fuerte temblor de la tierra, o un terremoto, que logró partir piedras. El verbo griego seío  quiere decir “agitar” o “sacudir”, del cual viene el término “sismo”. El texto dice que partió las piedras y parece decir que abrió los sepulcros, que estaban labrados en montes rocosos (comp. 27:61).
El tercer fenómeno sobrenatural en esta sección es el de la “resucitación” de muchos cuerpos de hombres santos (v. 52) y la aparición de ellos en Jerusalén después de la resurrección de Jesús (v. 53). ¿Quiénes eran los hombres santos? Algunos opinan que se refieren a creyentes en Cristo que habían muerto y fueron enterrados cerca de Jerusalén,  aunque otros opinan que se trató de “santos del viejo Israel”.
            Todo parece señalar hacia el hecho de que estos santos no volvieron a morir. Debe ser que, después de haber aparecido a muchos por algún breve período, Dios los haya llevado ahora cuerpo y alma para estar con él en el cielo, donde sus almas habían estado anteriormente.
Finalmente, esta señal, como las descritas en los vv. 51, 52a, es profética. Muestra que la muerte de Cristo garantiza nuestra resurrección gloriosa en la segunda venida de Cristo.
Resumiendo la importancia de estas señales, se puede decir que indican el significado de la muerte de Cristo para los hijos de Dios en todo clima y nación: acceso libre al trono de Dios y a su santuario celestial por medio de la muerte de Cristo; la herencia de un universo maravillosamente renovado; y una gloriosa resurrección a una vida que no verá jamás la muerte. Luego, todas estas señales también enfatizan la majestad de la persona que dio su vida en rescate por muchos. Particularmente pone énfasis en la rica significación de su muerte.
54. Ahora bien, cuando el centurión y los que con él estaban vigilando a Jesús vieron el terremoto y las cosas que estaban ocurriendo, se atemorizaron y dijeron: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios”. La naturaleza parece generalmente indiferente al sufrimiento humano. Pero aquí, como el centurión lo ve, aun la naturaleza respondió a lo que le ocurrió a Jesús. Se menciona específicamente el terremoto. Pero se añade “y las cosas que estaban ocurriendo” o “y lo que ocurrió”. Sin duda la referencia es a los efectos del terremoto que eran visibles desde el Calvario; es decir, las rocas partidas y los sepulcros abiertos.
También se podría incluir la densa oscuridad y su disipación a las tres de la tarde. Cuando el hombre vio todo esto se vio notoriamente afectado al punto de “temer  grandemente”, esto es, de estar atemorizado. El jamás había visto nada como esto.
Mateo nos informa que no solamente el centurión sino aun los soldados que estaban bajo su mando se vieron igualmente afectados. Aquí nuevamente no hay contradicción. Es verdad que los soldados que habían crucificado a Jesús podrían ciertamente haber cambiado su modo de pensar. ¿No se había burlado al principio uno de los ladrones y luego se arrepintió? Según Lc. 23:48 aun la multitud en general finalmente quedó profundamente impresionada y “se volvían golpeándose el pecho”.
CONCLUSION:
                        Después de la muerte de Jesús, en seguida se hacen visibles las consecuencias de ella. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo, indicándonos que desde ahora hay un nuevo camino hacia la comunión más íntima con Dios (cp. Hebreos 10 , 19 ).
La tierra tembló y los sepulcros se abrieron, mientras que muchos de los santos resucitaron después de la resurrección de Jesús. Un día la tierra devolverá todos los muertos que murieron en el Señor. La victoria de Jesús en la cruz es la garantía de que tal evento acontecerá.

Por último, un centurión confesó su fe; cualquiera que fuera la calidad de esta fe, el centurión es un nuevo testigo de la inocencia de Jesús y la promesa de una cosecha inmensa de nuevos creyentes.

miércoles, 3 de julio de 2013

TRES HORAS DE TINIEBLAS

LECCION PARA EL DOMINGO 07 DE JULIO DE 2013

MATEO 27: 45-50
SALMO 69: 21

INTRODUCCION:
                        Las tres últimas horas de la vida terrenal de Jesús fueron dramáticas en grado máximo. Mateo describe cuatro cosas que sucedieron en este período:
1.- Una oscuridad sobrenatural,
2.- El clamor de desolación de Jesús,
3.- Las actitudes de los soldados y
4.- La muerte de Jesús.
La oscuridad que se extendió sobre toda la tierra (v. 45) fue una manifestación sobrenatural. Toda la tierra se referiría probablemente a Judea, o a Palestina.
Fue un evento concreto, objetivo y a la vez simbólico de la hora solemne cuando las fuerzas de “tinieblas espirituales” reinaban aparentemente sin límites. Mateo dice con precisión que la oscuridad se extendió desde la sexta hora... hasta la hora novena (v. 45), desde las 12 a las tres de la tarde. Es la primera referencia en Mateo a la hora del día, lo cual da aun mayor garantía de historicidad al evento.
DESARROLLO:
                        Desde las nueve de la mañana hasta el mediodía el Calvario había sido un lugar de mucha actividad. Los soldados habían realizado sus diversas tareas, como se mostró en los vv. 33–38. Los transeúntes habían blasfemado. Los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos se habían mofado. Los ladrones lo habían insultado, aunque uno de ellos se había arrepentido, Jesús ya había pronunciado sus primeras tres palabras. Entonces a las doce ocurre algo de un carácter muy dramático. Repentinamente la tierra se oscurece. Cf. Amos  8:9. El solo hecho de que se mencione esta oscuridad muestra que ella debe haber sido intensa e inolvidable. Además, ocurrió cuando menos se esperaba, al mediodía, y duró tres horas.
¿Tenía algún significado? Sí, tuvo un significado muy importante. La oscuridad significaba juicio, el juicio de Dios sobre nuestros pecados, su ira como si estuviera ardiendo en el corazón mismo de Jesús, de tal modo que él como nuestro Substituto sufrió la más intensa agonía, un dolor indescriptible, un aislamiento y abandono terrible. Aquel día el infierno vino al Calvario y el Salvador descendió a él y llevó sus horrores en nuestro lugar, por nosotros. ¿Cómo sabemos que esta respuesta es la correcta? Nótese lo siguiente:
a. En las Escrituras la oscuridad muchas veces es un símbolo de juicio. Véase Is. 5:30; 60:2; Jl. 2:30, 31; Am. 5:18–20; Sof. 1:14–18; Mt. 24:29, 30; Hch. 2:20; 2 P. 2:17; Ap. 6:12– 17.
b. Con miras a su muerte inminente el Salvador había declarado que daría y estaba por dar su vida en “rescate por muchos” (Mt. 20:28; 26:28; Mr. 10:45).
c. La agonía sufrida por nuestro Señor durante estas tres horas era tal que finalmente pronunció las palabras explicativas del v. 46, las cuales entramos a considerar ahora:
Poco antes de las tres de la tarde, o sea, la hora novena (v. 46), Jesús emitió un clamor de desolación que llega a nosotros con tremendo impacto después de dos mil años. Sólo Marcos y Mateo registran esta cuarta palabra que Jesús pronunció desde la cruz. Estaba citando otra vez el salmo mesiánico (22:1). El salmo describe a uno que sufre en soledad, pero mantiene su fe en Dios y termina en una nota de victoria. Describe con alta precisión lo que Jesús experimentó en el rechazo, juicio, crucifixión y resurrección. Es un modelo y ejemplo para todos los creyentes que sufren soledad y aflicción.
Por un lado, Jesús era plenamente hombre, agudamente sensible a los dolores físicos, pero su sufrimiento principal fue la soledad total en el momento de llevar los pecados de la humanidad sobre su cuerpo en la cruz. El clamor no expresa duda en la mente de Jesús, sino más bien plena confianza en su Padre Celestial. Su fe en Dios fue afirmada en el mismo clamor de soledad. El hecho de repetir Dios mío, Dios mío... (v. 46) revela su confianza en el Padre. ¡Que bendito Salvador!
El único gesto de misericordia hacia Jesús durante su agonía en la cruz fue de un soldado romano. Reconociendo que tenía sed, preparó una esponja empapada de vinagre (v. 48), o vino agrio, la bebida que tomaban los soldados romanos, y se lo daba de beber. Según el relato de Juan, parece ser que lo que motivó al soldado a darle de beber el vino agrio fue la quinta palabra: Sed tengo (Juan 19:28). Unos, probablemente judíos, objetaron esta manifestación de misericordia. Su único interés era el de satisfacer una curiosidad morbosa y pensaban que la bebida demoraría la supuesta aparición y socorro de parte de Elías. En sucesión rápida, Jesús pronunció la sexta y séptima palabras: ¡Consumado es! (Juan 19:30) y ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Luc. 23:46; comp. Sal. 31:5; Hech. 7:59).
CONCLUSION:
                        Entregó el espíritu (v. 50) es una expresión que indica una acción voluntaria de parte de Jesús. Fue Agustín quien dijo: Jesús “entregó su vida porque lo quiso, cuando lo quiso, y como lo quiso”. El texto de Mateo dice literalmente que Jesús despidió su espíritu, como si dijera “adiós”. Marcos emplea otro verbo en griego que significa que “exhaló su vida”, o expiró (Mar. 15:37). Juan, en cambio, dice sencillamente que entregó el espíritu (Juan 19:30), término que se usaba cuando uno ofrecía un sacrificio.

LAS SIETE PALABRAS DE CRISTO EN LA CRUZ

1.- Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. (Lucas 23:34) Nosotros también debemos perdonar como Cristo perdonó.
2.- De cierto te digo; hoy estarás conmigo en el paraíso. (Lucas 23:43) Las palabras del Señor dan esperanza a aquel crucificado arrepentido.
3.- Mujer he aquí tu hijo… he aquí tu madre. (Juan 19:26-27). La responsabilidad de hijo a madre continua latente en el corazón de Jesús.
4.- Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado? (Mateo 27:47). Su sufrimiento fue sin la ayuda de su naturaleza divina o la intervención del Padre. Jesús quedó solo literalmente.
5.- Tengo sed. (Juan 19:28) Jesús tuvo sed por nosotros, para que tú y yo pudiéramos beber del agua de la vida. (Juan 4:10, Apo. 7:17; 21:6; 22:1, 17).
6.- Consumado es. (Juan 19:30).  En el calvario caducó el antiguo pacto de la ley, y un nuevo pacto entra en vigor. (Pacto de La gracia).

7.- Padre en tus manos encomiendo mi espíritu. (Lucas 23:46). Sin su muerte la expiación jamás se hubiera llevado a cabo.