viernes, 19 de julio de 2013

EL HIJO DE DIOS MUERE COMO SUSTITUTO POR SU PUEBLO

LECCION PARA EL DOMINGO 21 DE JULIO DE 2013
MATEO 27: 57-61
ISAIAS 53: 9


INTRODUCCION:
                               Lamentablemente, muchas personas se desvían  pues no entienden la importancia de la cruz.  Sabemos que Dios nos ama a todos por igual,  pero esta maravillosa verdad ha sido tergiversada  para decir que Él nunca limitaría su gracia  declarando que Jesucristo es el único camino para  ser salvos. Es por ello que tantas personas creen  erróneamente que si son buenas, creen en Dios y  le piden perdón, seguro irán al cielo. Este mensaje  suena alentador, pero la bondad humana nunca  será suficiente. Si usted desea saber lo que ha  dicho Dios acerca de la salvación, solo tiene que  examinar su Palabra. Ésta explica claramente  quién es Cristo, por qué tuvo que morir, y por qué  debemos aceptarlo como Salvador para poder ser  reconciliados con Dios.
DESARROLLO:
                               Comenzaremos esta lección con algunas respuestas a la pregunta, ¿Por qué tuvo que morir el Señor Jesucristo?
v  Su muerte fue esencial para el plan  divino de salvación.
v  Su muerte fue esencial para cumplir los deseos de Dios.
v  Su muerte fue esencial para satisfacer la justicia divina.
v  Debido a que el Señor es justo, Él debe hacer lo correcto.
v  Su muerte fue esencial para nuestra justificación.
v  Su muerte fue esencial para nuestro perdón.
v  Su muerte fue esencial para nuestra sustitución.
v  Solo con su muerte, “consumado es”.
Como ya se ha indicado, Jesús murió a las tres de la tarde. Según la antigua forma hebrea de hablar, había “dos tardes”. La primera tarde comenzaba a las tres de la tarde y la segunda a las seis de la tarde. Probablemente algo de esto se refleje en la frase “al atardecer”, porque no nos podemos imaginar que José de Arimatea, un judío, iba a acercarse a Pilato el viernes a las seis de la tarde a pedir el cuerpo cuando estaba comenzando el sábado. Tiene que haber comenzado los preparativos mucho antes que eso. Era contra la ley dejar un cuerpo muerto en el madero durante la noche (Dt. 21:23). Esto era aún más reprensible si, al dejarlo, el cuerpo muerto iba a estar colgado de la cruz o del madero en el día de reposo. Además, éste era el reposo de la semana de la Pascua. ¡Ese día de reposo era ciertamente importante! (Jn. 19:31). Además de todo esto, como se ha señalado anteriormente (véase sobre Mt. 9:23, 24), era costumbre sepultar a una persona muy pronto luego de ocurrida su muerte. Por todas estas razones, es claro que si el cuerpo de Jesús iba a ser sepultado, tenía que ser ahora mismo, es decir, algún tiempo antes de las 6 de la tarde.
Pero, ¿quién se iba a encargar de esto? Téngase presente que los discípulos habían huido (Mt. 26:56). Es cierto que Juan había vuelto sobre sus pasos y había estado entre los espectadores en el Calvario, pero no por mucho rato (Jn. 19:27).
Es en este punto que entra en el escenario José de Arimatea. ¿Qué clase de hombre era?
Era rico. Así que, cuando provee una sepultura para Jesús,  se cumple la profecía de Is. 53:9. También era un hombre bueno y justo que, aunque era miembro del Sanedrín (Lc. 23:51; cf. Mr. 15:43), no había consentido con el veredicto pronunciado por ese cuerpo en contra de Jesús.
Había sido discípulo de Jesús sólo en forma secreta (Jn. 19:38). Puede ser que haya tenido miedo de que si hacía algo en favor de Jesús se le expulsara no solamente del Sanedrín sino también de la sinagoga. Pero ahora, como fruto del amor de Jesús por él, este hombre repentinamente había adquirido mucho valor. De su parte fue un acto muy osado pedir el cuerpo de Jesús (Mr. 15:43), porque con toda probabilidad no era un pariente de Jesús; y además, sus colegas del Sanedrín ahora iban a descubrir la naturaleza de su lealtad.
José contó con la cooperación voluntaria de Nicodemo. En cuanto a Nicodemo véase también sobre Juan 3:1–21 y en 7:50–52. En tanto que José proveyó los lienzos y su propio sepulcro nuevo (Mt. 27:60), Nicodemo proveyó las especias aromáticas. Trajo una mezcla de mirra y áloes. La mirra probablemente se extraía de un pequeño árbol de madera olorosa, a saber, el balsamodendron de Arabia; los áloes de un árbol grande, el agalocha, cuya madera contiene resina y proporciona perfume en polvo. Nicodemo había traído una mezcla de los dos, en cantidad no menor a las cien libras. Cien libras de aquellas equivalían a unos treinta y dos kilogramos nuestros, contribución en nada insignificante.
El cuerpo de Jesús fue llevado a un sepulcro. Como este sepulcro ocupa un lugar destacado en el relato de la resurrección, debe prestársele atención más que pasajera.
1.- Su ubicación. El sepulcro estaba ubicado en la cercanía inmediata del Calvario: “En el lugar donde fue crucificado había un huerto”. Como no sabemos dónde estaba el Calvario, tampoco sabemos dónde estaba este sepulcro. La amable providencia proveyó un sepulcro próximo. Era el día judío de la Preparación. En otras palabras, era viernes. Se acercaba la puesta del sol. En consecuencia, a fin de que todo pudiera concluirse antes del sábado, no se podía perder  tiempo. No se podía enterrar el cuerpo de Jesús en un sepulcro alejado. El tiempo no lo permitiría.
2.- Su novedad. Este sepulcro era nuevo.  Era nuevo en el sentido de que no se había usado antes. Nunca habían entrado en él el deterioro y la descomposición. Era un lugar adecuado para que descansara en él el cuerpo del Señor. Cf. Sal 16:10.
3.- Su propietario. Según Mt. 27:60 era el sepulcro del propio José. Y José era rico. En consecuencia, Is. 53:9 viene enseguida a la mente “Con los ricos fue en su muerte”.
4.- Su aspecto general. Este sepulcro no era una cueva natural. Había sido labrado de piedra sólida (Mr. 15:46). Después de depositar el cuerpo de Jesús, José (con la ayuda de otros, naturalmente) colocó una gran piedra frente a la entrada del sepulcro (Mt. 27:60). Esta piedra era muy pesada (o muy grande) (Mr. 16:4). La entrada al sepulcro era baja, como se deduce del hecho de que María tuvo que inclinarse para mirar en su interior (Juan 20:11). Lo mismo tuvo que hacer Pedro (Juan 20:5; Lc. 24:12). En ambos extremos del lugar en el que se colocaba el cuerpo se había dejado la roca lo suficientemente gruesa como para formar una especie de asiento (Juan 20:12).
CONCLUSION:
                               El Hijo de Dios muere como sustituto por su pueblo.
El entierro de Jesús fue un elemento necesario en su humillación. Por medio de ello santificó la tumba para todos sus seguidores. En la sepultura se cumplió la profecía. Los principales protagonistas fueron José de Arimatea y Nicodemo, cuya valentía debe admirarse. El sepulcro estaba situado en el huerto de José, muy próximo a la cruz. No se puede indicar hoy día el lugar exacto. Por esto podemos dar gracias a Dios. De haberse conocido este lugar, probablemente habría recibido más honra que Cristo mismo. (Algo de esta mentalidad de hecho, prevalece incluso hoy día, en relación con los lugares que se dicen ser auténticos).

Si bien la sepultura es un elemento en la humillación de Cristo, sin embargo proporciona un destello anticipado de su exaltación: es un sepulcro nuevo. Nunca había habido en el mismo ningún deterioro. El cuerpo de Jesús no sufrió corrupción. Dios se ocupó de ello. El sepulcro pertenecía a un hombre rico. Era un sepulcro digno de un rey. Todo apunta hacia la exaltación.

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