LECCION PARA EL DOMINGO 21 DE JULIO DE 2013
MATEO 27: 57-61
ISAIAS 53: 9
INTRODUCCION:
Lamentablemente,
muchas personas se desvían pues no
entienden la importancia de la cruz.
Sabemos que Dios nos ama a todos por igual, pero esta maravillosa verdad ha sido
tergiversada para decir que Él nunca
limitaría su gracia declarando que
Jesucristo es el único camino para ser
salvos. Es por ello que tantas personas creen
erróneamente que si son buenas, creen en Dios y le piden perdón, seguro irán al cielo. Este
mensaje suena alentador, pero la bondad
humana nunca será suficiente. Si usted
desea saber lo que ha dicho Dios acerca
de la salvación, solo tiene que examinar
su Palabra. Ésta explica claramente
quién es Cristo, por qué tuvo que morir, y por qué debemos aceptarlo como Salvador para poder
ser reconciliados con Dios.
DESARROLLO:
Comenzaremos esta
lección con algunas respuestas a la pregunta, ¿Por qué tuvo que morir el Señor
Jesucristo?
v Su muerte fue esencial para el plan divino de salvación.
v Su muerte fue esencial para cumplir los
deseos de Dios.
v Su muerte fue esencial para satisfacer la
justicia divina.
v Debido a que el Señor es justo, Él debe hacer
lo correcto.
v Su muerte fue esencial para nuestra
justificación.
v Su muerte fue esencial para nuestro perdón.
v Su muerte fue esencial para nuestra
sustitución.
v Solo con su muerte, “consumado es”.
Como ya se ha
indicado, Jesús murió a las tres de la tarde. Según la antigua forma hebrea de
hablar, había “dos tardes”. La
primera tarde comenzaba a las tres de la tarde y la segunda a las seis de la
tarde. Probablemente algo de esto se refleje en la frase “al atardecer”, porque
no nos podemos imaginar que José de Arimatea, un judío, iba a acercarse a
Pilato el viernes a las seis de la tarde a pedir el cuerpo cuando estaba
comenzando el sábado. Tiene que haber comenzado los preparativos mucho antes
que eso. Era contra la ley dejar un cuerpo muerto en el madero durante la noche
(Dt. 21:23). Esto era aún más reprensible si, al dejarlo, el cuerpo muerto iba
a estar colgado de la cruz o del madero en el día de reposo. Además, éste era
el reposo de la semana de la Pascua. ¡Ese día de reposo era ciertamente importante!
(Jn. 19:31). Además de todo esto, como se ha señalado anteriormente (véase sobre
Mt. 9:23, 24), era costumbre sepultar a una persona muy pronto luego de
ocurrida su muerte. Por todas estas razones, es claro que si el cuerpo de Jesús
iba a ser sepultado, tenía que ser ahora mismo, es decir, algún tiempo antes de
las 6 de la tarde.
Pero, ¿quién se iba a encargar de esto?
Téngase presente que los discípulos habían huido (Mt. 26:56). Es cierto que
Juan había vuelto sobre sus pasos y había estado entre los espectadores en el
Calvario, pero no por mucho rato (Jn. 19:27).
Es en este punto que entra en el
escenario José de Arimatea. ¿Qué clase de hombre era?
Era rico. Así que, cuando provee
una sepultura para Jesús, se cumple
la profecía de Is. 53:9. También era un hombre bueno y justo que, aunque era
miembro del Sanedrín (Lc. 23:51; cf. Mr. 15:43), no había consentido con el
veredicto pronunciado por ese cuerpo en contra de Jesús.
Había sido discípulo de Jesús sólo en
forma secreta (Jn. 19:38). Puede ser que haya tenido miedo de que si
hacía algo en favor de Jesús se le expulsara no solamente del Sanedrín sino también
de la sinagoga. Pero ahora, como fruto del amor de Jesús por él, este hombre
repentinamente había adquirido mucho valor. De su parte fue un acto muy osado
pedir el cuerpo de Jesús (Mr. 15:43), porque con toda probabilidad no era un
pariente de Jesús; y además, sus colegas del Sanedrín ahora iban a descubrir la
naturaleza de su lealtad.
José contó con la cooperación voluntaria
de Nicodemo. En cuanto a Nicodemo véase también sobre Juan 3:1–21 y en 7:50–52. En tanto que José
proveyó los lienzos y su propio sepulcro nuevo (Mt. 27:60), Nicodemo proveyó
las especias aromáticas. Trajo una mezcla de mirra y áloes. La mirra probablemente se extraía de un pequeño
árbol de madera olorosa, a saber, el balsamodendron de Arabia; los áloes de un árbol grande, el agalocha, cuya madera contiene resina y
proporciona perfume en polvo. Nicodemo había traído una mezcla de los dos, en
cantidad no menor a las cien libras. Cien libras de aquellas equivalían a
unos treinta y dos kilogramos nuestros, contribución en nada insignificante.
El cuerpo de Jesús fue llevado a un
sepulcro. Como este sepulcro ocupa un lugar destacado en el relato de la resurrección,
debe prestársele atención más que pasajera.
1.-
Su ubicación. El sepulcro estaba ubicado en la cercanía inmediata del
Calvario: “En el lugar donde fue crucificado había un huerto”. Como no sabemos
dónde estaba el Calvario, tampoco sabemos dónde estaba este sepulcro. La amable
providencia proveyó un sepulcro próximo. Era el día judío de la Preparación. En
otras palabras, era viernes. Se acercaba la puesta del sol. En consecuencia, a
fin de que todo pudiera concluirse antes del sábado, no se podía perder tiempo. No se podía enterrar el cuerpo de
Jesús en un sepulcro alejado. El tiempo no lo permitiría.
2.- Su novedad. Este sepulcro era nuevo. Era nuevo en el sentido de que no se
había usado antes. Nunca habían entrado en él el deterioro y la descomposición.
Era un lugar adecuado para que descansara en él el cuerpo del Señor.
Cf. Sal 16:10.
3.- Su
propietario. Según
Mt. 27:60 era el sepulcro del propio José. Y José era rico. En consecuencia,
Is. 53:9 viene enseguida a la mente “Con los ricos fue en su muerte”.
4.- Su aspecto
general. Este sepulcro no era una cueva natural.
Había sido labrado de piedra sólida (Mr. 15:46). Después de depositar el cuerpo
de Jesús, José (con la ayuda de otros, naturalmente) colocó una gran piedra
frente a la entrada del sepulcro (Mt. 27:60). Esta piedra era muy pesada (o muy grande) (Mr. 16:4). La entrada al sepulcro era baja, como se
deduce del hecho de que María tuvo que inclinarse para mirar en su interior (Juan 20:11). Lo mismo tuvo que hacer Pedro (Juan 20:5; Lc. 24:12). En ambos extremos del
lugar en el que se colocaba el cuerpo se había dejado la roca lo
suficientemente gruesa como para formar una especie de asiento (Juan 20:12).
CONCLUSION:
El
Hijo de Dios muere como sustituto por su pueblo.
El entierro de Jesús fue un elemento
necesario en su humillación. Por medio de ello santificó la tumba para todos
sus seguidores. En la sepultura se cumplió la profecía. Los principales
protagonistas fueron José de Arimatea y Nicodemo, cuya valentía debe admirarse.
El sepulcro estaba situado en el huerto de José, muy próximo a la cruz. No se
puede indicar hoy día el lugar exacto. Por esto podemos dar gracias a Dios. De haberse
conocido este lugar, probablemente habría recibido más honra
que Cristo mismo. (Algo de esta mentalidad de hecho,
prevalece incluso hoy día, en relación con los lugares que se dicen ser
auténticos).
Si bien la sepultura es un elemento en la
humillación de Cristo, sin embargo proporciona un destello anticipado de su
exaltación: es un sepulcro nuevo. Nunca había habido en el mismo ningún
deterioro. El cuerpo de Jesús no sufrió corrupción. Dios se ocupó de ello. El sepulcro
pertenecía a un hombre rico. Era un sepulcro digno de un rey. Todo apunta hacia
la exaltación.
uwu
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