LECCION ESCUELA DOMINICAL 28 DE JULIO DE 2013
MATEO 27:
62-66
LUCAS 9: 22
INTRODUCCION:
Aquí comienza el relato
acerca de la guardia (27:62–66). Continúa en 28:2–4 y termina en 28:11–15.
DESARROLLO:
Este
pasaje empieza de una manera muy curiosa. Dice que los principales sacerdotes y
los fariseos se dirigieron a Pilato al día siguiente, que era el día después de
la Preparación. Ahora bien: Jesús fue crucificado el viernes. El sábado era el
día de descanso de los judíos. Las horas desde las 3 hasta las 6 de la tarde
del viernes se llamaban la víspera o la preparación. Ya hemos visto que, según
la manera judía de contar, el nuevo día empezaba a las 6 de la tarde. Por
tanto, el sábado empezaba a las 6 de la tarde del viernes, y las últimas horas
del viernes eran la preparación. Si esto es exacto, solo puede querer decir una
cosa: que los principales sacerdotes y
los fariseos se dirigieron de hecho a Pilato con su petición el sábado. Si fue
eso lo que hicieron, está claro que
quebrantaron la ley del sábado. Si esto es exacto, no hay ningún otro incidente
en la
historia evangélica que muestre más claramente que este, lo
desesperadamente ansiosas que estaban las autoridades judías en eliminar a
Jesús. A fin de asegurarse de que estaba definitivamente fuera de su camino,
estaban dispuestos a quebrantar hasta sus leyes más sagradas.
También es notable que
en esta ocasión—a diferencia del día anterior—nada se diga de alguna vacilación
de parte de ellos de entrar al pretorio. Puesto que los principales sacerdotes
y los fariseos estaban unidos en su odio contra Jesús, realmente no es
sorprendente que estos dos grupos cooperasen en la expresión de su preocupación
ante el gobernador referente a la promesa de Cristo de que al tercer día resucitaría
de entre los muertos, aunque los principales sacerdotes, siendo saduceos, no
creían en la resurrección.
Los dirigentes judíos
desean que Pilato dé una orden para que los soldados que están a su cargo
monten guardia ante el sepulcro hasta el tercer día. Por una parte, esta fue
una acción muy astuta. Estos hombres no están muy seguros de su propia
capacidad de impedir que los discípulos roben el cuerpo de Jesús y luego
propaguen el rumor de que ha resucitado de entre los muertos; pero están
seguros que no será desafiada la autoridad del gobernador puesto por Roma.
Pero, por otra parte, fue una acción estúpida. Fue estúpida en primer lugar,
porque lo que menos pensaban los discípulos era en la serie de predicciones de
Cristo acerca de una resurrección.
Su Maestro … se fue. Su amigo—¡y qué
amigo!—partió. Sus planes … desbaratados. Sus esperanzas … derrumbadas. Están
perplejos, frustrados. Se desesperan. Como hombres cuyo barco no demasiado
sólido se encuentra paralizado en medio de una helada ártica, con sólo páramos
fríos y desérticos por centenares de kilómetros. Hielo, lamentos, crujidos,
rechinidos.
Véase Jn. 20:19,
“estando las puertas cerradas … por miedo de los judíos”. Jesús de Nazaret …
Crucificado … ¡ese era el adiós a la esperanza! Ninguno de los Once esperaba
que Jesús resucitara del sepulcro. Ese pensamiento era el más alejado de su
mente. Jesús estaba muerto. ¡Se había ido! Nunca volverían estos
días felices de comunión íntima y asociación estrecha con el Gran Profeta de
Nazaret.
La acción de estos
líderes era aun más estúpida porque podían saber y debieran haber sabido que
ninguna fuerza en el mundo podría impedir el cumplimiento de las predicciones
de Cristo.
"Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro,
sellando la piedra y poniendo la guardia." (Mateo 27:66) ¿Cuál era este sello? ¿Cuál era la
importancia de ese sello? ¿Por qué se decidió sellar la tumba? Todos estos
detalles los entregan los libros de Josh McDowell. En su libro "Evidencia
que exige un veredicto" nos explica que el sellado de la tumba consistía
en una cuerda o soga que era atada cruzando la piedra que tapaba la entrada al
sepulcro. La cuerda era adherida en los extremos de la roca por medio de un
sello de arcilla (tal como en el foso de los leones, en Daniel 6:17). Estos
sellos eran puestos en la presencia de los guardias romanos que testificaban de
alguna manera el sellado y luego eran dejados a cargo de la vigilancia de la
tumba.
La importancia de este
sello radica en que representaba el poder del Imperio Romano, la ley romana.
Así como para abrir testamentos en el siglo I era necesario romper el sello
imperial, así también era necesario romper el sello romano para abrir el
sepulcro de Jesús. No había manera de mover la piedra sin romper el sello, por
lo que éste tenía la función de prevenir el robo del cuerpo de Jesús, tal como lo
pensaban los líderes judíos. Por esta razón se decidió a usar este sello. El
castigo por romperlo era brutal. En su libro "El Cristianismo: ¿Historia o
Farsa?" se nos dice que una vez que el sello era roto, se llamaba al FBI
del Imperio Romano para que entrara en acción. Ellos se preocupaban de buscar a
los responsables de tal delito. Si eran capturados, el castigo era la
crucifixión inmediata con la cabeza hacia abajo para que las entrañas bajaran
hacia la garganta e hiciera el castigo más tortuoso. De esta manera la gente
temía al rompimiento del sello, y mucho más los discípulos, quienes estaba
escondidos por miedo a los judíos (Juan 20:19).
CONCLUSION:
Aunque reina todavía
la muerte, ningún poder puede detener el triunfo de Dios sobre la muerte. Para
Jesús la muerte fue el colmo de su humillación, no obstante, el Señor recibió
un entierro como Rey. Los suyos, al poner tanta atención en el entierro,
mostraban su carencia de fe sobre las palabras de Jesús acerca de su
resurrección. ¡Los únicos que las recuerdan son sus adversarios! Ellos, con
todo su esfuerzo, quieren dejar a Jesús en la tumba. Pero ¿qué poder puede
detener a Jesús en su resurrección? Si nos cuesta a nosotros creer en la
resurrección de nuestro propio cuerpo, recordemos entonces este maravilloso
suceso acaecido en la historia.
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