miércoles, 24 de julio de 2013

UNA TAREA IMPOSIBLE

LECCION ESCUELA DOMINICAL 28 DE JULIO DE 2013

MATEO 27: 62-66
LUCAS 9: 22

INTRODUCCION:
                        Aquí comienza el relato acerca de la guardia (27:62–66). Continúa en 28:2–4 y termina en 28:11–15.
DESARROLLO:
                            Este pasaje empieza de una manera muy curiosa. Dice que los principales sacerdotes y los fariseos se dirigieron a Pilato al día siguiente, que era el día después de la Preparación. Ahora bien: Jesús fue crucificado el viernes. El sábado era el día de descanso de los judíos. Las horas desde las 3 hasta las 6 de la tarde del viernes se llamaban la víspera o la preparación. Ya hemos visto que, según la manera judía de contar, el nuevo día empezaba a las 6 de la tarde. Por tanto, el sábado empezaba a las 6 de la tarde del viernes, y las últimas horas del viernes eran la preparación. Si esto es exacto, solo puede querer decir una cosa: que  los principales sacerdotes y los fariseos se dirigieron de hecho a Pilato con su petición el sábado. Si fue eso lo  que hicieron, está claro que quebrantaron la ley del sábado. Si esto es exacto, no hay ningún otro incidente en  la  historia evangélica que muestre más claramente que este, lo desesperadamente ansiosas que estaban las autoridades judías en eliminar a Jesús. A fin de asegurarse de que estaba definitivamente fuera de su camino, estaban dispuestos a quebrantar hasta sus leyes más sagradas.
También es notable que en esta ocasión—a diferencia del día anterior—nada se diga de alguna vacilación de parte de ellos de entrar al pretorio. Puesto que los principales sacerdotes y los fariseos estaban unidos en su odio contra Jesús, realmente no es sorprendente que estos dos grupos cooperasen en la expresión de su preocupación ante el gobernador referente a la promesa de Cristo de que al tercer día resucitaría de entre los muertos, aunque los principales sacerdotes, siendo saduceos, no creían en la resurrección.
Los dirigentes judíos desean que Pilato dé una orden para que los soldados que están a su cargo monten guardia ante el sepulcro hasta el tercer día. Por una parte, esta fue una acción muy astuta. Estos hombres no están muy seguros de su propia capacidad de impedir que los discípulos roben el cuerpo de Jesús y luego propaguen el rumor de que ha resucitado de entre los muertos; pero están seguros que no será desafiada la autoridad del gobernador puesto por Roma. Pero, por otra parte, fue una acción estúpida. Fue estúpida en primer lugar, porque lo que menos pensaban los discípulos era en la serie de predicciones de Cristo acerca de una resurrección.
Su  Maestro … se fue. Su amigo—¡y qué amigo!—partió. Sus planes … desbaratados. Sus esperanzas … derrumbadas. Están perplejos, frustrados. Se desesperan. Como hombres cuyo barco no demasiado sólido se encuentra paralizado en medio de una helada ártica, con sólo páramos fríos y desérticos por centenares de kilómetros. Hielo, lamentos, crujidos, rechinidos.
Véase Jn. 20:19, “estando las puertas cerradas … por miedo de los judíos”. Jesús de Nazaret … Crucificado … ¡ese era el adiós a la esperanza! Ninguno de los Once esperaba que Jesús resucitara del sepulcro. Ese pensamiento era el más alejado de su mente. Jesús estaba muerto. ¡Se había ido! Nunca volverían estos días felices de comunión íntima y asociación estrecha con el Gran Profeta de Nazaret.
La acción de estos líderes era aun más estúpida porque podían saber y debieran haber sabido que ninguna fuerza en el mundo podría impedir el cumplimiento de las predicciones de Cristo.
"Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro,  sellando la piedra y poniendo la guardia." (Mateo 27:66) ¿Cuál era este sello? ¿Cuál era la importancia de ese sello? ¿Por qué se decidió sellar la tumba? Todos estos detalles los entregan los libros de Josh McDowell. En su libro "Evidencia que exige un veredicto" nos explica que el sellado de la tumba consistía en una cuerda o soga que era atada cruzando la piedra que tapaba la entrada al sepulcro. La cuerda era adherida en los extremos de la roca por medio de un sello de arcilla (tal como en el foso de los leones, en Daniel 6:17). Estos sellos eran puestos en la presencia de los guardias romanos que testificaban de alguna manera el sellado y luego eran dejados a cargo de la vigilancia de la tumba.
La importancia de este sello radica en que representaba el poder del Imperio Romano, la ley romana. Así como para abrir testamentos en el siglo I era necesario romper el sello imperial, así también era necesario romper el sello romano para abrir el sepulcro de Jesús. No había manera de mover la piedra sin romper el sello, por lo que éste tenía la función de prevenir el robo del cuerpo de Jesús, tal como lo pensaban los líderes judíos. Por esta razón se decidió a usar este sello. El castigo por romperlo era brutal. En su libro "El Cristianismo: ¿Historia o Farsa?" se nos dice que una vez que el sello era roto, se llamaba al FBI del Imperio Romano para que entrara en acción. Ellos se preocupaban de buscar a los responsables de tal delito. Si eran capturados, el castigo era la crucifixión inmediata con la cabeza hacia abajo para que las entrañas bajaran hacia la garganta e hiciera el castigo más tortuoso. De esta manera la gente temía al rompimiento del sello, y mucho más los discípulos, quienes estaba escondidos por miedo a los judíos (Juan 20:19).
CONCLUSION:
                        Aunque reina todavía la muerte, ningún poder puede detener el triunfo de Dios sobre la muerte. Para Jesús la muerte fue el colmo de su humillación, no obstante, el Señor recibió un entierro como Rey. Los suyos, al poner tanta atención en el entierro, mostraban su carencia de fe sobre las palabras de Jesús acerca de su resurrección. ¡Los únicos que las recuerdan son sus adversarios! Ellos, con todo su esfuerzo, quieren dejar a Jesús en la tumba. Pero ¿qué poder puede detener a Jesús en su resurrección? Si nos cuesta a nosotros creer en la resurrección de nuestro propio cuerpo, recordemos entonces este maravilloso suceso acaecido en la historia.


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