jueves, 29 de agosto de 2013

EL TESTIMONIO DE JUAN EL BAUTISTA

LECCION ESCUELA DOMINCAL DOMINGO 01-08-22013

JUAN 1: 19-28
ISAIAS 40: 3
INTRODUCCION:
                               Juan empieza la parte narrativa de su evangelio con este pasaje. Ya nos ha presentado en el prólogo lo que se propone hacer: está escribiendo su evangelio para demostrar que Jesús es la Mente, la Razón, la Palabra de Dios Que ha venido a este mundo como una Persona humana. Una vez que ha expuesto su idea central, ahora empieza la historia de la vida de Jesús.
Juan es el evangelista que más cuidado pone en los detalles del tiempo. Empezando en este pasaje y prosiguiendo hasta 2:11 nos cuenta paso a paso la historia de la primera semana clave de la vida pública de Jesús. Los sucesos del primer día se encuentran en 1:19-28; la historia del segundo día, en 1:29-34; el tercer día se desarrolla en 1:35-39; los tres versículos 1:40-42 nos cuentan la historia del cuarto día; los acontecimientos del quinto día se relatan en 1:43-51; el sexto día queda en blanco, y los acontecimientos del último día de la semana se encuentran en 2:1-11.
En esta misma sección de 1:19 a 2:11, el Cuarto Evangelio nos da tres clases diferentes de testimonio de la grandeza y unicidad de Jesús.
1.- Está el testimonio de Juan el Bautista (1:19-34).
2.- Está el testimonio de los que aceptaron a Jesús como Maestro y se enrolaron como Sus discípulos (1:41-51):
3.- Está el testimonio de los poderes maravillosos de Jesús (2:1-11).
Juan nos está presentando a Jesús en tres contextos diferentes, y en cada uno de ellos nos muestra la suprema maravilla de Su Persona.
DESARROLLO:
                               No cabe duda alguna, Juan el Bautista fue único. Vistió en forma rara, se alimentó con cosas extrañas y presentó un mensaje poco usual a los habitantes de Judea que salieron a su encuentro en regiones desoladas.
Sin embargo, Juan no intentaba buscar provecho personal con su peculiaridad. En cambio, se propuso obedecer. Sabía que tenía un papel específico que cumplir en el mundo: anunciar la venida del Salvador, y puso todas sus energías para cumplir esta tarea. Lucas nos dice que Juan estuvo en el desierto cuando recibió la palabra de Dios. Juan estaba listo y esperaba. El ángel que anunció su nacimiento a Zacarías dejó en claro que este niño sería nazareo, uno apartado para el servicio de Dios. Juan se mantuvo fiel a esa descripción.
Este hombre de aspecto salvaje no tenía poder ni posición en el sistema político judío, pero habló con una autoridad casi irresistible. La gente se conmovía con sus palabras porque decía la verdad, los desafiaba a dejar el pecado y a bautizarse en señal de arrepentimiento. Respondieron por cientos. Aunque las multitudes lo rodeaban, no buscó ser el centro, nunca olvidó que su papel principal fue anunciar la venida del Salvador.
Las palabras de verdad que movieron a muchos al arrepentimiento aguijoneó a otros, motivando resistencia y enojo. Juan aun desafió al rey Herodes a que admitiera su pecado. Herodías, la mujer con la que Herodes se unió ilegalmente, decidió librarse de este predicador solitario. A pesar de que lo mató, no le fue posible detener su mensaje. Aquel al que Juan anunció ya estaba en acción. Juan cumplió con su misión.
Dios nos ha dado un propósito para vivir y podemos confiar que Él nos guiará. Juan no tenía la Biblia completa, como la tenemos hoy, sin embargo, centró su vida a la luz de lo que sabía de las Escrituras del Antiguo Testamento. Asimismo, nosotros podemos descubrir en la Palabra de Dios las verdades que Dios quiere que sepamos. Y a medida que estas verdades obren en nosotros, otros irán a Él. Dios puede usarlo a usted como a ningún otro. Dígale su disposición a seguirle hoy.
La representación que vino a entrevistar a Juan estaba formada por dos clases de personas. (a) Primeramente, había sacerdotes y levitas; su interés era muy natural, porque Juan era hijo de Zacarías, que era sacerdote (Lucas 1:5). En el judaísmo, la única cualificación necesaria para ser sacerdote era la ascendencia. Si uno no era descendiente de Aarón, no tenía posibilidad de ser sacerdote; pero, si lo era, nada se lo podía impedir, salvo ciertos defectos físicos que la Ley especificaba. Por tanto, para las autoridades Juan el Bautista era de hecho sacerdote, y era muy natural que los sacerdotes quisieran descubrir por qué se estaba comportando de una manera tan extraña. (b) En segundo lugar, había emisarios de los fariseos. Es muy posible que detrás de todo esto estuviera el Sanedrín. Juan era un predicador que atraía a las multitudes. Una de las funciones del Sanedrín era encargarse de cualquiera que fuera sospechoso de ser un falso profeta. El Sanedrín puede que se considerara obligado a comprobar si ese era el caso de Juan.

Juan no se ajustaba a la idea generalmente aceptada de un sacerdote. Ni tampoco de la de un predicador. Por tanto, las autoridades eclesiásticas del día  miraban con sospecha. La Iglesia siempre corre peligro de condenar cualquier cosa nueva simplemente por serlo. En cierto sentido, puede que no haya otra institución en el mundo que se, dé por ofendida con los cambios tanto como la Iglesia. A menudo rechaza a grandes predicadores y se niega a emprender muchas grandes aventuras sencillamente porque sospecha de todo lo nuevo.
CONCLUSION:
                               Le preguntaron a  Juan quién era, y su respuesta fue que no era nada más que una voz que llamaba al pueblo a preparar el camino para la venida del Rey.. La cita es de Isaías 40:3. Los cuatro evangelios la citan (Marcas 1:3; Mateo 3: 3; y Lucas 3:4).
La idea que encierra es la siguiente: Las carreteras del Oriente en aquellos tiempos no estaban pavimentadas; eran meros caminos. Cuando un rey tenía intención de visitar una provincia, o un conquistador quería recorrer sus dominios, las carreteras se allanaban y enderezaban y acondicionaban. Lo que Juan estaba diciendo era: « No importa quién sea yo, que no soy nadie; soy sólo una, voz que os dice que os preparéis para recibir al Rey, que viene de camino.» Juan era lo que debiera ser todo verdadero predicador y maestro: sólo una voz, un indicador que señala al Rey. Lo que menos le interesaba era que le miraran a él; quería que le olvidaran y que no vieran nada más que al Rey. La misión de Juan era solamente preparar el camino. La grandeza que le correspondiera procedía de la suprema grandeza de
Aquel Cuya venida anunciaba. Es el gran ejemplo de todos los que están dispuestos a pasar desapercibidos para que se vea a Jesucristo.

Juan no era más que un dedo señalando a Cristo. Que Dios nos dé gracia para olvidarnos de nosotros mismos y acordarnos sólo de Cristo. 

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