LECCION ESCUELA DOMINICAL DOMINGO 11 DE AGOSTO
MATEO 28: 11-20
ROMANOS 10: 14-15
INTRODUCCION:
En
la lección anterior, vimos la urgencia de las mujeres, en cumplir la misión que
se les había entregado: ANUNCIAR LA RESURRECCIÓN DE CRISTO, NUESTRO BENDITO
SALVADOR
La urgencia de la misión de las mujeres se nota en tres expresiones: de
prisa (v. 7), a toda prisa y corrieron (v. 8). Salieron del
lugar de la tumba, como disparadas por un cañón. Experimentaron dos emociones
opuestas: temor y gran gozo (v. 8; comp. Fil. 2:12). El temor se debe a
la manifestación del tremendo poder en la resurrección, al aspecto
impresionante del ángel y quizá a la gran responsabilidad de llevar el mensaje
a los discípulos. A pesar de la prohibición del ángel de no seguir con temor
(v. 5), sus corazones estaban palpitando a gran velocidad. Mezclado con la emoción
de temor estaba el sentimiento de gran gozo (v. 8). El gozo se debía al
hecho de la noticia increíblemente buena de la resurrección de Jesús, de saber
que sus esperanzas en él no habían terminado y que lo que había prometido eso había
cumplido al pie de la letra.
DESARROLLO:
En
esta lección tenemos el caso interesante de dos grupos distintos con el mismo
anuncio, yendo a informar a dos grupos distintos de personas, los cuales iban a
recibirlo en forma muy distinta. Mientras que las mujeres creyentes iban para
compartir el anuncio de la resurrección y aparición de Jesús a los discípulos,
lo cual para ellos sería muy “buenas nuevas”, algunos de los soldados iban a
los sumos sacerdotes para compartir el mismo anuncio, lo cual para ellos sería muy
“malas noticias”. Las mujeres iban con gran alegría, pero los soldados
probablemente con temor por las posibles consecuencias de haber fallado en su
misión. Se nota una relación estrecha entre la verdadera adoración y la
obediencia resultante: Ellas adoraron a Jesús, él les dio un mandato (vv. 9,
10), y ellas obedecieron gozosas (v. 11).
El relato de Mateo implica claramente que los soldados estaban
convencidos de que Jesús había resucitado. De otro modo, no hubiera sido
necesario ofrecerles dinero para mentir. La solución más fácil hubiera sido
convencerlos que habían imaginado los eventos. Sin embargo, la certeza de los
soldados cerraba esa posibilidad. El testimonio de los soldados produjo
sorpresa y alarma entre los líderes religiosos, pero no hay evidencia de una
reflexión, ni siquiera una consideración de que quizá se habían equivocado. No
hubo ninguna señal de arrepentimiento. Sus peores temores habían llegado a ser
realidad, pero no se daban por vencidos. Ellos habían dicho: ¡Qué descienda
ahora de la cruz, y creeremos en él! (27:42). La resurrección fue un
acto mucho más espectacular que descender de la cruz. A pesar de ello, ellos
persistían en su incredulidad.
Es interesante notar
los medios que usaron las autoridades judías en su intento desesperado de
eliminar a Jesús. Usaron la traición para apoderarse de Él: Usaron la
ilegalidad para juzgarle. Usaron la calumnia para acusarle ante Pilato. Y ahora
estaban usando el soborno para silenciar la verdad acerca de Él. Y todo les
falló. Magna est veritas et
praevalebit, decía el proverbio latino: Grande es la verdad,
y ella prevalecerá. El dictamen de la Historia es que todas las maquinaciones
malvadas de los hombres no pueden acabar por eliminar la verdad. El Evangelio
de la bondad es más poderoso que las conjuras de la maldad.
Lunes por la mañana, presumiblemente el día después que el rumor del
cuerpo robado había comenzado a divulgarse, supongamos que uno de estos
guardias es detenido por un amigo que le dice: “¿Qué hay de esto que estamos
oyendo acerca de que la tumba está vacía y el cuerpo desaparecido?” Respuesta: “Lo que en realidad sucedió fue
que sus discípulos vinieron de noche y le robaron mientras estábamos
durmiendo”.
Esta persona, después de mirar al guardián con completa incredulidad
por un largo rato, le dice, “¿Quisieras repetir eso? No sé si te entendí la
primera vez”. Muy lentamente el soldado repite: “Sus discípulos vinieron de
noche y lo robaron mientras estábamos durmiendo”. El hombre responde: “¿De
veras quieres hacerme creer eso? Dijiste que tú mismo y todos los otros hombres
que debían estar de guardia estaban durmiendo. Bien, si estabas durmiendo,
¿cómo sabéis lo que sucedió? Si estabais durmiendo, no visteis a nadie entrar
al jardín y llevarse el cuerpo. Simplemente estáis conjeturando. Además, daré
mi solución al problema de la tumba vacía. Es mucho más razonable que la
vuestra. Es ésta: LA TUMBA ESTÁ VACÍA PORQUE JESÚS SE LEVANTÓ EN FORMA TRIUNFANTE. EL
ES MI SALVADOR Y MI SEÑOR”.
Vv 16-20.
Aquí llegamos al
final de la historia evangélica, y escuchamos las últimas palabras que les dijo
Jesús a Sus hombres. Y en esta última reunión con ellos, Jesús hizo tres cosas.
.
1.- Les dio la seguridad de Su poder. No había absolutamente nada que estuviera fuera
del poder del Que
había muerto y
conquistado la muerte. Ahora
estaban al servicio de
un Señor Cuya autoridad en el
Cielo y en la Tierra era indiscutible.
2.- Les dio una comisión. Los envió a hacer al mundo entero Su
discípulo. Se ha sugerido, y se puede discutir
hasta la saciedad, que la
mención del bautismo puede que se
haya elaborado posteriormente. El
hecho indiscutible es que la comisión de Jesús es ganar a toda la humanidad
para Él.
3.- Les prometió una presencia. Tiene que haber sido una cosa alucinante para
aquellos once humildes galileos el
que Jesús los
mandara a la
conquista del mundo.
Aunque lo estaban escuchando, tiene que haberles fallado el corazón. Pero, tan pronto como se
les dio la orden, la promesa se hizo realidad. Fueron enviados y
nosotros también, a la más grande tarea de la Historia; pero con
ellos estaba la más grande Presencia del universo.
CONCLUSION:
El
triunfo de Cristo debe ser predicado por todo el mundo. Debido a su
gran obra, Jesús ha recibido de su Padre toda la autoridad en el cielo y en la
tierra. Todos los poderes deben someterse ante Él. La manera en la cual Jesús
vencerá es mediante la predicación del evangelio. Aquella predicación nunca
puede ser un anuncio de las buenas nuevas `sin compromiso'. Jesús tiene el
derecho sobre la vida de todos; por ende, los apóstoles y después de ellos, la
iglesia, tienen la misión de hacer discípulos a todas las naciones. Hacer
discípulo significa (mediante el poder del Espíritu Santo) dar vida a un pueblo
que cree en Jesús como su Señor y le obedece. En la práctica es un proceso
largo. Cuesta tiempo penetrar en las naciones y culturas con el evangelio. Hay
muchas barreras. La iglesia, sin embargo, puede apoyarse en la fuerza del
Espíritu y en la presencia continua de Jesús, "todos los días, hasta el
fin del mundo". Esta promesa, por supuesto, contiene un gran consuelo para
la vida personal, pero su primera aplicación es con referencia a la obra
misionera y evangelística de la iglesia. Apoyados en esta promesa podemos
seguir predicando el evangelio; hacer discípulos y enseñar los principios del
reino: el perdón y el amor abundante.
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