JUAN 2: 1-12
JUAN 20: 30-31
INTRODUCCION:
Habiendo
llamado a sus primeros seis discípulos, Jesús ahora está pronto para iniciar su
ministerio público.
Esta sección, capítulos 2: 1 – 12: 50, abarcará unos tres años de eventos que
incluyen siete señales y siete discursos, llevándonos al cierre de su
ministerio público y al principio de la semana de la pasión.
El escenario cambia abruptamente de la zona de Betania, al otro lado
del Jordán, a Caná de Galilea, un pueblo situado a pocos kilómetros de Nazaret.
Se calcula que de Betania a Caná habría una distancia de unos 100 km, lo cual
demandaría por lo menos tres días caminando. La posición de esta señal es de
crucial importancia, no solo como la primera por número, sino porque funciona
como la cabecera o la clave de todas las que Juan registra.
DESARROLLO:
Al
tercer día marca el tiempo desde el último evento registrado cuando Jesús llamó
a Felipe y tuvo el encuentro con Natanael. Este sería el séptimo día de la
primera semana iniciada en la sección anterior. Jesús había prometido a
Natanael que vería “cosas mayores” y no demoró en comenzar a cumplir esa
promesa, y lo hizo en el mismo pueblo de donde era Natanael (21:2). Y estaba
allí la madre de Jesús, indicando la probabilidad de la cercanía de Caná a
Nazaret y de que fuera en la casa de parientes o de amigos íntimos.
En el presente relato esta verdad es ilustrada de forma sorprendente.
Obsérvese que todo lo demás queda relegado a un segundo plano. ¿Quién era el novio? No lo sabemos. ¿Quién
era la novia? No se nos dice. ¿Qué relación tenía María con la pareja? ¿Era,
tal vez, tía del novio o de la novia? Hay silencio otra vez. ¿Actuó
Natanael como “padrino” del novio? Tampoco aquí vemos nuestra curiosidad
satisfecha. Cristo aparece en todo
su esplendor.
Todo lo demás queda en
las sombras.
Cristo aparece en este pasaje como:
1.- El que honra el lazo matrimonial. No nos debe sorprender esto,
puesto que según la descripción de Juan (3:29; cf. Ap. 19:7) Cristo mismo es el
Esposo que, por medio de su encarnación, obra de redención y manifestación
final, se une a su Esposa (la iglesia).
¿Cómo, pues, no iba a honrar lo que era un símbolo de su propia
relación con su pueblo?
2.- El que derrama sus dones pródigamente, sin restricción.
Naturalmente, el que provee con tanta abundancia en el campo físico no será
menos generoso en el espiritual. Su generosidad no tiene límites. Y sus dones
son de la mejor calidad. Llega incluso a ayudarnos en nuestras situaciones
embarazosas.
3.- Aquel cuyo amor infinito se hace efectivo por medio de su poder
igualmente infinito.
4.- Aquel que, en consecuencia, es el Hijo de Dios, lleno de gracia y
de gloria.
TRES LECCIONES:
I. Las
lecciones dispensacionales:
El fracaso
de Israel.
Israel ignoró a
su propio Mesías. «En medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis»,
dijo Juan el Bautista en 1.26. Esta fiesta de bodas es un cuadro de la nación:
el vino se había acabado, la provisión para la gente se había agotado y sin
embargo su Mesías estaba allí para ayudarles. Las seis tinajas se usaban para la
purificación ceremonial (véase Mc 7.3ss), pero las ceremonias judías no
pudieron evitar la bancarrota espiritual de la nación. Estaba sin gozo y sin esperanza. La gente tenía ceremonias
externas, pero no tenía nada que los satisficiera por dentro.
II. Las
lecciones doctrinales
Cómo se salva el
pecador. Este primer milagro nos enseña que la salvación es por medio de la
Palabra de Dios. Nótense los símbolos aquí.
A. Una
multitud sedienta.
¿No es este un
cuadro del mundo perdido hoy? Saborean los placeres del mundo, pero no hallan
satisfacción personal y si encuentran alguna, con el correr del tiempo se
acaba. La Biblia invita a los pecadores sedientos a venir a Cristo para hallar
salvación y satisfacción (Jn 4.13–14; 7.37; Is 55.1; Ap 22.17).
B. Tinajas
vacías.
Representan al
corazón humano que está duro y vacío. La Palabra de Dios compara al ser humano
con una vasija (2 Co 4; 7; 2 Ti 2.20–21). La vida del pecador puede parecer
encantadora por fuera, pero Dios ve que está vacía e inútil a no ser que Él
pueda hacer un milagro divino.
C. Llenadas
con agua.
En la Biblia el
agua para lavarse es una imagen de la Palabra de Dios (véanse Ef 5.26; Jn
15.3). Todo lo que los sirvientes tuvieron que hacer fue llenar de agua las
tinajas vacías, que es igual al siervo de Dios que llena el corazón del
inconverso con la Palabra. No es nuestra tarea salvar almas, sino darle a la
gente la Palabra y dejar que Cristo realice el milagro de la salvación.
D. Agua en
vino.
Cuando el corazón
del pecador se ha llenado con la Palabra, Cristo puede realizar el milagro y
traer gozo.
E. El
principio de milagros.
La salvación es
el principio de milagros, porque después que la persona es salva Dios realiza
milagro tras milagro en ella; y los milagros que experimentamos dan la gloria a
Cristo.
III. Las
lecciones prácticas
A. Cómo
servir a Cristo
Todos los que
sirven a Cristo deberían escuchar las palabras de María: «Haced todo lo que os
dijere» (2.5). Debe haberles parecido necio a los sirvientes llenar esas
tinajas, pero Dios usa cosas necias para confundir a los poderosos
(1 Co 1.27). Si
queremos ver que los hombres se salven, debemos obedecer a Cristo y darles a
ellos la Palabra de Dios. No es entretenimiento ni recreación lo que salva a
las almas, sino la predicación y enseñanza de la Palabra. Si hacemos nuestra
parte, Cristo hará el resto.
Los sirvientes
sabían de dónde vino el vino, pero «la gente importante» de la fiesta no lo
sabían. Cuando una persona sirve a Cristo, aprende sus secretos (véase Am 3.7).
Nosotros somos los siervos de Cristo y sus amigos (3.29; 15.15), y Él nos dice
lo que está haciendo. Es mejor ser un siervo humilde de Cristo y hablar de sus
milagros, que sentarse a la cabecera de la mesa en algún gran banquete.
Debemos usar
cualquier oportunidad para servir a Cristo, «a tiempo y fuera de tiempo». Jesús
glorificó a Dios en una fiesta de bodas.
CONCLUSION:
El primer milagro muestra
una de las razones por la que Jesús vino: ofrecernos vida abundante. Esta abundancia se refiere a la
gracia de Dios. Lo que la ley no pudo alcanzar, lo efectúa Jesús: la
purificación una vez para siempre, en vez de una purificación constante. Por
medio de Jesucristo la gracia de Dios es copiosa: dando el sacrificio de su
vida, cubrió multitud de pecados. Él mismo es `el vino' del reino de Dios; es
decir, el gozo, la alegría y el perdón.