miércoles, 25 de septiembre de 2013

LA PRIMERA SEÑAL: EL AGUA HECHA VINO

LECCION ESCUELA DOMINICAL DOMINGO 29 DE SEP

JUAN 2: 1-12
JUAN 20: 30-31

INTRODUCCION:
                               Habiendo llamado a sus primeros seis discípulos, Jesús ahora está pronto para iniciar su ministerio público.
Esta sección, capítulos 2: 1 – 12: 50,  abarcará unos tres años de eventos que incluyen siete señales y siete discursos, llevándonos al cierre de su ministerio público y al principio de la semana de la pasión.
El escenario cambia abruptamente de la zona de Betania, al otro lado del Jordán, a Caná de Galilea, un pueblo situado a pocos kilómetros de Nazaret. Se calcula que de Betania a Caná habría una distancia de unos 100 km, lo cual demandaría por lo menos tres días caminando. La posición de esta señal es de crucial importancia, no solo como la primera por número, sino porque funciona como la cabecera o la clave de todas las que Juan registra.
DESARROLLO:
                               Al tercer día marca el tiempo desde el último evento registrado cuando Jesús llamó a Felipe y tuvo el encuentro con Natanael. Este sería el séptimo día de la primera semana iniciada en la sección anterior. Jesús había prometido a Natanael que vería “cosas mayores” y no demoró en comenzar a cumplir esa promesa, y lo hizo en el mismo pueblo de donde era Natanael (21:2). Y estaba allí la madre de Jesús, indicando la probabilidad de la cercanía de Caná a Nazaret y de que fuera en la casa de parientes o de amigos íntimos.
En el presente relato esta verdad es ilustrada de forma sorprendente. Obsérvese que todo lo demás queda relegado a un segundo plano.  ¿Quién era el novio? No lo sabemos. ¿Quién era la novia? No se nos dice. ¿Qué relación tenía María con la pareja? ¿Era, tal vez, tía del novio o de la novia? Hay silencio otra vez. ¿Actuó Natanael como “padrino” del novio? Tampoco aquí vemos nuestra curiosidad satisfecha. Cristo aparece en todo su esplendor.
Todo lo demás queda en las sombras.
Cristo aparece en este pasaje como:
1.- El que honra el lazo matrimonial. No nos debe sorprender esto, puesto que según la descripción de Juan (3:29; cf. Ap. 19:7) Cristo mismo es el Esposo que, por medio de su encarnación, obra de redención y manifestación final, se une a su Esposa (la iglesia).
¿Cómo, pues, no iba a honrar lo que era un símbolo de su propia relación con su pueblo?
2.- El que derrama sus dones pródigamente, sin restricción. Naturalmente, el que provee con tanta abundancia en el campo físico no será menos generoso en el espiritual. Su generosidad no tiene límites. Y sus dones son de la mejor calidad. Llega incluso a ayudarnos en nuestras situaciones embarazosas.
3.- Aquel cuyo amor infinito se hace efectivo por medio de su poder igualmente infinito.
4.- Aquel que, en consecuencia, es el Hijo de Dios, lleno de gracia y de gloria.
TRES LECCIONES:

I. Las lecciones dispensacionales:
El fracaso de Israel.
Israel ignoró a su propio Mesías. «En medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis», dijo Juan el Bautista en 1.26. Esta fiesta de bodas es un cuadro de la nación: el vino se había acabado, la provisión para la gente se había agotado y sin embargo su Mesías estaba allí para ayudarles. Las seis tinajas se usaban para la purificación ceremonial (véase Mc 7.3ss), pero las ceremonias judías no pudieron evitar la bancarrota espiritual de la nación. Estaba sin gozo  y sin esperanza. La gente tenía ceremonias externas, pero no tenía nada que los satisficiera por dentro.
II. Las lecciones doctrinales
Cómo se salva el pecador. Este primer milagro nos enseña que la salvación es por medio de la Palabra de Dios. Nótense los símbolos aquí.
A. Una multitud sedienta.
¿No es este un cuadro del mundo perdido hoy? Saborean los placeres del mundo, pero no hallan satisfacción personal y si encuentran alguna, con el correr del tiempo se acaba. La Biblia invita a los pecadores sedientos a venir a Cristo para hallar salvación y satisfacción (Jn 4.13–14; 7.37; Is 55.1; Ap 22.17).
B. Tinajas vacías.
Representan al corazón humano que está duro y vacío. La Palabra de Dios compara al ser humano con una vasija (2 Co 4; 7; 2 Ti 2.20–21). La vida del pecador puede parecer encantadora por fuera, pero Dios ve que está vacía e inútil a no ser que Él pueda hacer un milagro divino.
C. Llenadas con agua.
En la Biblia el agua para lavarse es una imagen de la Palabra de Dios (véanse Ef 5.26; Jn 15.3). Todo lo que los sirvientes tuvieron que hacer fue llenar de agua las tinajas vacías, que es igual al siervo de Dios que llena el corazón del inconverso con la Palabra. No es nuestra tarea salvar almas, sino darle a la gente la Palabra y dejar que Cristo realice el milagro de la salvación.
D. Agua en vino.
Cuando el corazón del pecador se ha llenado con la Palabra, Cristo puede realizar el milagro y traer gozo.
E. El principio de milagros.
La salvación es el principio de milagros, porque después que la persona es salva Dios realiza milagro tras milagro en ella; y los milagros que experimentamos dan la gloria a Cristo.
III. Las lecciones prácticas
A. Cómo servir a Cristo
Todos los que sirven a Cristo deberían escuchar las palabras de María: «Haced todo lo que os dijere» (2.5). Debe haberles parecido necio a los sirvientes llenar esas tinajas, pero Dios usa cosas necias para confundir a los poderosos
(1 Co 1.27). Si queremos ver que los hombres se salven, debemos obedecer a Cristo y darles a ellos la Palabra de Dios. No es entretenimiento ni recreación lo que salva a las almas, sino la predicación y enseñanza de la Palabra. Si hacemos nuestra parte, Cristo hará el resto.
Los sirvientes sabían de dónde vino el vino, pero «la gente importante» de la fiesta no lo sabían. Cuando una persona sirve a Cristo, aprende sus secretos (véase Am 3.7). Nosotros somos los siervos de Cristo y sus amigos (3.29; 15.15), y Él nos dice lo que está haciendo. Es mejor ser un siervo humilde de Cristo y hablar de sus milagros, que sentarse a la cabecera de la mesa en algún gran banquete.
Debemos usar cualquier oportunidad para servir a Cristo, «a tiempo y fuera de tiempo». Jesús glorificó a Dios en una fiesta de bodas.
CONCLUSION:

El primer milagro muestra una de las razones por la que Jesús vino: ofrecernos vida abundante. Esta abundancia se refiere a la gracia de Dios. Lo que la ley no pudo alcanzar, lo efectúa Jesús: la purificación una vez para siempre, en vez de una purificación constante. Por medio de Jesucristo la gracia de Dios es copiosa: dando el sacrificio de su vida, cubrió multitud de pecados. Él mismo es `el vino' del reino de Dios; es decir, el gozo, la alegría y el perdón.

viernes, 20 de septiembre de 2013

COMPARTA LA GLORIA

LECCION ESCUELA DOMINICAL DOMINGO 22 DE SEPTIEMBRE
JUAN 1: 43 – 51
JUAN 10: 27

INTRODUCCION:
                               En este punto de la historia Jesús dejó el Sur y Se marchó a Galilea, al Norte de Palestina. Allí, tal vez en Caná, se encontró a Felipe, y le llamó. Felipe, como Andrés, no podía guardarse la Buena Noticia para él solo. Como dijo Godet: «Una antorcha encendida sirve para encender otras.» Así es que Felipe fue a buscar a su amigo Natanael, y le dijo que creía que había descubierto al largo tiempo esperado Mesías .en Jesús, el Hombre de Nazaret. Natanael reaccionó despectivamente. No había nada en el Antiguo Testamento que anunciara que el Escogido de Dios hubiera de proceder de Nazaret. Nazaret era un lugar corriente. Natanael mismo era de Caná, otro pueblo de Galilea, y es corriente que haya cierta rivalidad y celos entre los pueblos de la misma región. Natanael reaccionó diciendo que Nazaret no era la clase de pueblo del que se podía esperar nada bueno. Felipe fue prudente. No discutió, sino dijo sencillamente: « ¡Ven y ve!»
No serán muchos los que han sido conducidos a Cristo a base de discusiones. A menudo las discusiones hacen más daño que bien. La única manera de convencer a otro de la supremacía de Cristo es ponerle en contacto con Él. En general, es cierto lo que se dice de que no es la predicación razonada ni filosófica la que gana almas para Cristo, sino la presentación de la Persona de
Cristo y de la Cruz.
DESARROLLO:
                               Hay un relato que nos cuenta que, a finales del siglo XIX, el gran agnóstico Huxley asistía a una tertulia que se reunía en una granja campestre. Llegó el domingo, y la mayor parte de los miembros se prepararon para ir a la iglesia; pero, naturalmente, Huxley no tenía intención de ir. Se dirigió a uno que se sabía que tenía una fe cristiana sencilla y radiante, y le dijo simplemente: «Supongamos que usted no va hoy a la iglesia. Supongamos que se queda usted en casa y me dice sencillamente lo que significa para usted la fe cristiana y por qué es usted cristiano>> «Pero, contestó el hombre, usted podría deshacer mis razones en un momento. Yo no soy bastante listo para discutir con usted.» Huxley contestó cortésmente: « No quiero discutir con usted; sólo quiero que  me diga lo que quiere decir para usted la fe cristiana:» El hombre se quedó en casa y le expuso su fe a Huxley con toda sencillez. Cuando terminó, había lágrimas en los ojos del gran agnóstico. «Daría con gusto, dijo, mi  mano derecha    por tener una fe como la suya.»
No fue un razonamiento inteligente lo que conmovió al gran agnóstico. Él podría haber destrozado de manera devastadora cualquier argumento que pudiera proponer, el creyente sencillo; pero la simple presentación de Cristo le dejó sin argumentos.
La mejor presentación del Evangelio es decir: «Ven y ve.» No cabe duda que tenemos que conocer a Cristo personalmente antes de invitar a otros a venir a Él. El verdadero evangelista tiene que haber tenido un encuentro personal con Cristo en primer lugar para poder presentarle a otras personas.
Así que Natanael vino, y Jesús pudo ver lo que había en su corazón. «Aquí dijo Jesús  llega un verdadero israelita en el que no cabe la falsedad.» Ese era un tributo que apreciaría cualquier israelita.
Natanael se sorprendió de que se pudiera dar tal veredicto a primera vista, y Le preguntó a Jesús que de qué le conocía.
No fue tanto el que Jesús le hubiera visto cuando estaba debajo de la higuera lo que sorprendió a Natanael, sino el que Jesús hubiera leído los pensamientos de su corazón. Natanael se dijo: « ¡Aquí hay Alguien que comprende mis sueños, un Hombre que conoce mis oraciones! ¡Aquí hay Uno que ha contemplado los anhelos más íntimos y secretos que yo no sé ni expresar con palabras! ¡Aquí hay un Hombre que puede traducir los suspiros inarticulados del alma! ¡Este Hombre no puede ser más que el Ungido de Dios que Se nos había prometido y estábamos esperando!» Natanael capituló incondicionalmente ante el Hombre que le había leído, comprendido apaciguado y llenado el corazón.
CONCLUSION:
                                Para evangelizar no necesitamos tener un conocimiento acabado de Jesús, ello vendrá después. Es importante que la gente conozca en detalle la vida de Jesús, pero más importante que eso, en el plano evangelístico, es conducir a las personas hacia un encuentro personal con Él. Muchos hermanos alegan que no están preparados para comunicar el plan de salvación a otros, y éstos forman un gran porcentaje dentro de la hermandad. Sin embargo, no podemos hacer de esto una excusa, pues aunque el contenido del evangelio sea de una profundidad       inmensa, no obstante, posee una sencillez extraordinaria. El apóstol Pablo nos brinda una de las formas más detalladas y simplificadas del plan de salvación..."Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores" (1 Tim.1, 15).
                NOTAS FINALES
1.-Todo argumento para negar la divinidad de Jesucristo es falso. Existen sectas y pensamientos modernos, algunos provenientes de ciertas tendencias teológicas, que intentan negar la divinidad de Jesús, o tratan de minimizarla (como los Testigos de Jehová que dicen que Jesús era un "dios" y no Dios). Por el contexto del capítulo uno no cabe duda que Jesús es el Verbo que era con Dios y que es Dios. A Él se le atribuyen eternidad, deidad y omnipotencia. Además sólo en Él se halla la vida, es decir, una calidad de vida caracterizada por la comunión con Dios; sólo Él nos da luz para conocer el corazón de Dios; sólo Él triunfó sobre las tinieblas. Es por todo esto que Jesucristo es la única persona que puede satisfacer nuestras necesidades.
2.- Es muy extraño que quien participó en la creación fuera rechazado por sus propias criaturas. Incluso su propia casa (Israel) como nación no le reconoció ni recibió. Sin embargo, el Mesías no queda sin pueblo. Dios obra en sus elegidos para que reciban a Cristo, mientras que ellos, a su vez, reciben el alto privilegio de ser hijos de Dios. Aquí se ve claramente que no somos tanto nosotros quienes "hemos aceptado a Jesús como nuestro Salvador", sino que por el nuevo nacimiento, es decir, por la obra de Dios en nosotros le hemos recibido a Él.

3.- En su encarnación, Jesús reveló al Padre. ¡No existe un amor mayor que el de la encarnación! Juan nos muestra de inmediato la grandeza del plan sempiterno de Dios. Nadie más que el eterno Hijo de Dios, fue hecho carne y vivió en medio nuestro. Fue el principio del cumplimiento de la promesa del perenne morar de Dios en medio de su pueblo. Jesús es superior a Juan, porque Él trajo la realidad de la promesa anunciada por éste. En Él hay plenitud de gracia que nunca se detiene, inagotable como las olas del mar que siempre llegan nuevas a la orilla. También es superior a Moisés, quien nos dejó la ley, ya que Jesús cumplió la ley y nos dejó su gracia y perdón. Aquel que quiera conocer a Dios, a quien nunca podemos ver directamente, debe dirigirse a Jesús: Él nos hace conocer al santo Dios, lleno de amor por los suyos.

viernes, 13 de septiembre de 2013

LOS PRIMEROS DISCIPULOS

JUAN 1: 35-42
JUAN 12: 26

INTRODUCCION:
                               El siguiente día otra vez estaba Juan con dos de sus discípulos. Este es el tercer día de los cuatro comentados en 1:19–51. Como en los anteriores, el Bautista se encuentra en un lugar destacado cerca del Jordán, y sigue dando su testimonio acerca de Jesús. Sin embargo, mientras que ayer se había dirigido a una multitud de cantidad y carácter indeterminados, hoy está con dos de sus discípulos (Andrés y el mismo apóstol Juan).
DESARROLLO:
                               Es posible que no haya otro pasaje de la Escritura más lleno que este de pequeños detalles reveladores.
Una vez más vemos a Juan el Bautista señalando más allá de sí mismo. Tiene que haberse dado perfecta cuenta de que al hablar así a sus discípulos acerca de Jesús los estaba invitando a dejarle a él y transferir su lealtad a este nuevo y más excelente Maestro; y sin embargo lo hizo. No cabían los celos en su noble corazón. Había venido a poner al pueblo en contacto, no consigo mismo, sino con Cristo. No hay nada más difícil que ocupar el segundo puesto cuando se ha gozado del primero; pero tan pronto como surgió Jesús en la escena, Juan no tenía otro pensamiento que el de mandarle a Él a la gente.
Así es que los dos discípulos de Juan siguieron a Jesús. Puede que fueran demasiado tímidos para acercarse a Él directamente; el caso es que Le iban siguiendo a una distancia respetuosa. Entonces Jesús hizo algo muy característico: se volvió y les dirigió la palabra. Es decir: se encontró con ellos a mitad de camino. Les puso las cosas más fáciles. Les abrió la puerta para que pudieran entrar.
Aquí tenemos un símbolo de la iniciativa divina. Siempre es Dios el Que da el primer paso. Cuando la mente humana empieza a buscar, y el corazón humano empieza a anhelar, Dios, nos sale al encuentro mucho más que hasta la mitad del camino. Dios no nos deja buscar y buscar hasta que Le encontremos, sino que nos sale al encuentro. Como dijo Agustín, no podríamos ni haber empezado a buscar a Dios si El no nos hubiera encontrado ya. Cuando acudimos a Dios, no descubrimos que Se ha estado escondiendo para mantener la distancia; acudimos a Uno que Se detiene a esperarnos, y que hasta toma la iniciativa de salir a buscarnos al camino.
Jesús empezó por hacerles a aquellos dos la pregunta más fundamental de la vida: < ¿Qué buscáis?» Era muy pertinente hacer esa pregunta en Palestina en el tiempo de Jesús. ¿Serían legalistas que no buscaban más que conversaciones sutiles y rebuscadas sobre los detalles más diminutos de la Ley como los escribas y fariseos? ¿O serían ambiciosos oportunistas buscando la ocasión propicia o el poder como los saduceos? ¿O nacionalistas en busca de un político demagogo o un jefe militar que los guiara a sacudirse el yugo de los romanos como hacían los celotes? ¿O tal vez humildes hombres de oración buscando a Dios y Su voluntad como  los reposados de la tierra»? ¿O serían simplemente pecadores desorientados y confusos, buscando una luz en el camino de la vida y el perdón de Dios?
Sería bueno a veces que nos preguntáramos: < ¿Qué estoy yo buscando? ¿Cuáles son mi propósito y mi meta? ¿Qué es lo que quiero encontrar en la vida?>
Hay algunos que lo que buscan es seguridad. Les gustaría tener una posición segura, con suficiente dinero para cubrir las necesidades de la vida y reservar algo para los imprevistos que puedan surgir; es decir, una seguridad material que elimine las preocupaciones esenciales sobre las cosas materiales. No hay nada de malo en este deseo, pero no es muy elevado, ni tampoco adecuado para inspirar toda la vida; además, en último análisis, tampoco se puede estar a salvo de los azares y avatares de la vida.
Hay algunos que buscan lo que llamarían hacer carrera, algo que les proporcione poder, prominencia, prestigio, oportunidades para aplicar las habilidades y los talentos que creen poseer y realizar el trabajo para el que se consideran capacitados.
Si lo que inspira esta actitud son motivos de ambición personal, puede ser mala; pero si es el deseo de servir a los semejantes y a la sociedad puede considerarse incluso elevada. Pero no es suficiente, porque sus horizontes están limitados a este tiempo y a este mundo.
Hay algunos que lo que buscan es alguna clase de paz, algo que les permita vivir en paz consigo mismos, con sus semejantes y con Dios. En realidad lo que buscan esa Dios, y este objetivo sólo Jesucristo lo puede satisfacer.
Los discípulos de Juan le respondieron a Jesús que querían saber dónde paraba. Le llamaron Rabí, -palabra hebrea que quiere decir literalmente Mi grande. Era el título de respeto que daban los estudiantes y los buscadores del conocimiento a sus maestros y a los sabios. Juan, el evangelista, estaba escribiendo para los griegos. Suponía que no conocerían la palabra, y se la tradujo por el término griego didáskalos, maestro. No era sólo por curiosidad por lo que aquellos dos hicieron aquella pregunta.
Lo que querían decir era que querían hablar con Él, no sólo en el camino y de pasada, como meros conocidos ocasionales que pudieran cruzarse algunas palabras; querían detenerse con El lo suficiente para hablar de sus problemas y preocupaciones: La persona que quiera ser discípulo de Jesús no se dará, por satisfecha con una palabra de pasada, sino querrá tener un encuentro personal con El, no como conocida sino como amiga, en Su propia casa.
Jesús les contestó: < ¡Venid y ved!» Los rabinos judíos tenían la costumbre de usar esa expresión en su enseñanza. Decían a veces: «¿Quieres saber la respuesta a esa pregunta? ¿Quieres saber la solución a ese problema? Ven y ve, y lo razonaremos juntos.» Cuando Jesús les.  dijo « ¡Venid y ved!» los estaba invitando, no sólo a ir con Él para hablar, sino a ir a encontrar lo que sólo Él les podía descubrir.
CONCLUSION:
                               Quien ha experimentado el gozo del encuentro con el Señor Jesús, sentirá la necesidad de comunicar esto a otros. Esto es lo que aprendemos del primer encuentro que tuvo Andrés con Jesús. ¡Qué impactante fue para él conocer que Aquél que estaba con ellos no era otro que el mismo Mesías!; era esta razón más que suficiente para comunicar a otros tan buena noticia. Si realmente hemos tenido ese encuentro con el Salvador de nuestras vidas, entonces no podemos callar; tenemos que anunciarlo, y nuestra familia será la primera en enterarse de esto, no sólo por lo que decimos sino también por el cambio que verán en nosotros.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

EL CORDERO DE DIOS

LECCION ESCUELA DOMINICAL DOMINGO 08-09-2013

JUAN 1: 29 – 34
LUCAS 3: 21 – 22

INTRODUCCION:
                               Con esto llegamos al segundo día de aquella semana clave de la vida de Jesús. Ya entonces habrían tenido lugar el bautismo y las tentaciones de Jesús, Que estaría a punto de iniciar la labor para la que había venido al mundo. De nuevo nos introduce el Cuarto Evangelio a Juan presentando espontáneamente a Jesús al pueblo con el máximo respeto. Le da ese título sublime que se ha entretejido indeleblemente en el lenguaje de la devoción: El Cordero de Dios.

DESARROLLO:
                               ¿Qué tenía Juan en mente cuando pronunció ese título? Hay por lo menos cuatro figuras que han contribuido por lo menos en parte:

1.- Es probable que Juan estuviera pensando en el cordero pascual. La fiesta de la Pascua estaba bastante próxima (Juan 2:13). La antigua historia de la Pascua decía que fue la sangre de un cordero inmolado la que protegió las casas de los israelitas la noche que salieron huyendo de Egipto (Éxodo 12: I 1-13). Aquella noche, cuando el ángel de la muerte iba a pasar matando a los hijos mayores de los egipcios, los israelitas tuvieron que untar los lados de sus puertas con la sangre de un cordero inmolado para que, cuando la viera el ángel, pasara de largo. La sangre del cordero pascual los libró de la destrucción.
Hay una liberación que sólo Jesucristo puede ganar para nosotros.

2.- Juan era hijo de sacerdote, y conocería todo el ritual del templo y de los sacrificios. Todas las mañanas y todas las tardes se sacrificaba en el templo un cordero por los pecados del pueblo (Éxodo 29:38-42). Mientras el templo estuvo en pie se hicieron estos sacrificios. Aun cuando la gente se moría de hambre en la guerra y el asedio, nunca se omitieron esos sacrificios hasta que el templo fue destruido totalmente el año 70 d.C. Puede que Juan quisiera decir: « En el templo se ofrece un cordero todas las tardes y las mañanas por los pecados del pueblo; pero en este Jesús está el único Sacrificio que puede librar al mundo del pecado.»

3.- Hay dos grandes figuras del cordero en los profetas. Jeremías escribió: « Yo era como un cordero inocente que se lleva a degollar» (Jeremías 11:19). E Isaías nos presenta la gran escena profética de Uno «que fue llevado al matadero como un cordero» (Isaías 53:7). Ambos grandes profetas contemplaron proféticamente al Que, con Sus sufrimientos y Sacrificio soportados humilde y amorosamente, redimiría a Su pueblo. Tal vez Juan estaba pensando: «Nuestros profetas hablaron de Uno que había de amar y sufrir y morir por el pueblo; Ése es el Que ha venido.»

4.- Hay una cuarta escena que debía de ser muy familiar a los judíos, aunque a nosotros nos resulta muy extraña. Entre el Antiguo y el Nuevo Testamento transcurrieron los días de las luchas heroicas de los Macabeos. En aquellos días el cordero, y más especialmente el carnero con cuernos, era el símbolo de un gran conquistador. Así se describe simbólicamente a Judas Macabeo, como sucedió con Samuel, David y Salomón. El cordero, aunque nos parezca extraño, representaba al campeón conquistador de Dios. Esta no era una imagen de debilidad .e inocencia gentil, sino más bien de majestad y poder conquistador. Jesús era el Campeón de Dios que luchó con el pecado y lo venció en combate singular.
                Hay tesoros maravillosos en esta frase El Cordero de Dios. Vuelve a aparecer casi obsesivamente en el Apocalipsis, veintinueve veces. Se ha convertido en uno de los títulos más preciosos de Cristo. En una palabra resume el amor, el sacrificio, el sufrimiento y el triunfo de Cristo.
De nuevo Juan deja bien claro cuál era su única misión: señalar a Cristo. Juan no era nada, y Cristo lo era todo. Juan no pretendía ninguna grandeza ni ningún reconocimiento para él; era sólo el hombre que, como si dijéramos, descornó el telón y dejó a Jesús ocupar en solitario el centro de la escena.
Vv 32-34
Algo había sucedido en el bautismo de Jesús que le había convencido a Juan sin dejarle la menor duda de que Jesús era el Hijo de Dios. Como lo comprendieron los padres de la Iglesia hace muchos siglos, fue algo que sólo podía verse con los ojos del alma y de la mente. Pero Juan lo vio, y estaba convencido.
En Su bautismo, el Espíritu de Dios vino sobre Jesús de una manera diferente de la que había venido sobre otras personas. Muchos profetas tenían lo que podríamos llamar experiencias aisladas del Espíritu. Algunos tenían momentos deslumbrantes, de poder extraordinario, de valor sobrehumano; pero esos momentos aparecían y desaparecían. Dos veces (versículos 32 y 33) Juan anota específicamente que el Espíritu permaneció sobre Jesús. No se trataba de una inspiración momentánea, sino que el Espíritu residió en Jesús con carácter permanente.
Si recordamos la concepción judía del Espíritu podemos decir que cuando el Espíritu toma posesión de una persona suceden ciertas cosas:
1.- Su vida se ilumina. Viene a ella el conocimiento de Dios y de Su voluntad. Sabe cuál es el propósito de Dios, lo que quiere decir la vida y cuál es su deber. Algo de la sabiduría y de la luz de Dios ha venido a su vida.

2.- Su vida se fortalece. El conocimiento sin poder es algo desazonador y frustrante. Pero el Espíritu nos da, no sólo el conocimiento de lo que es la voluntad de Dios, sino también la fuerza y el poder para obedecerla. El Espíritu nos da una triunfante idoneidad para enfrentarnos con la vida.

3.-  Su vida se purifica. El bautismo de Jesús con el Espíritu había de ser un bautismo de fuego (Mateo 3:11; Lucas 3:16). La escoria de cosas malas, la aleación de cosas inferiores, la mezcla de impurezas se purifican en el crisol del bautismo del Espíritu Santo dejando a la persona limpia y pura.
A menudo nuestras oraciones sobre el Espíritu son una especie de formalidades litúrgicas y teológicas; pero cuando sabemos lo que estamos pidiendo esas oraciones se convierten en un clamor desesperado del corazón.                         
CONCLUSION:

Toda la humanidad comparte el mismo pecado, y es por eso que necesita con urgencia al único que la puede librar de la muerte. Todos los pecados tienen un mismo punto de partida: rechazar la autoridad de Dios sobre nuestras vidas. Es este un aspecto que vale la pena considerar a la hora de compartir nuestra fe, ya que la gente tiene un concepto totalmente errado de lo que es pecado, y sólo lo relaciona con asuntos de la moral, o de la injusticia social. Ahora bien, no decimos que por el simple hecho de dar a conocer el significado de lo que es pecado la gente se convertirá, sin embargo, esto nos ayudará a ser más claros en lo que queremos transmitir y recibir una respuesta más sincera de la gente.