miércoles, 25 de septiembre de 2013

LA PRIMERA SEÑAL: EL AGUA HECHA VINO

LECCION ESCUELA DOMINICAL DOMINGO 29 DE SEP

JUAN 2: 1-12
JUAN 20: 30-31

INTRODUCCION:
                               Habiendo llamado a sus primeros seis discípulos, Jesús ahora está pronto para iniciar su ministerio público.
Esta sección, capítulos 2: 1 – 12: 50,  abarcará unos tres años de eventos que incluyen siete señales y siete discursos, llevándonos al cierre de su ministerio público y al principio de la semana de la pasión.
El escenario cambia abruptamente de la zona de Betania, al otro lado del Jordán, a Caná de Galilea, un pueblo situado a pocos kilómetros de Nazaret. Se calcula que de Betania a Caná habría una distancia de unos 100 km, lo cual demandaría por lo menos tres días caminando. La posición de esta señal es de crucial importancia, no solo como la primera por número, sino porque funciona como la cabecera o la clave de todas las que Juan registra.
DESARROLLO:
                               Al tercer día marca el tiempo desde el último evento registrado cuando Jesús llamó a Felipe y tuvo el encuentro con Natanael. Este sería el séptimo día de la primera semana iniciada en la sección anterior. Jesús había prometido a Natanael que vería “cosas mayores” y no demoró en comenzar a cumplir esa promesa, y lo hizo en el mismo pueblo de donde era Natanael (21:2). Y estaba allí la madre de Jesús, indicando la probabilidad de la cercanía de Caná a Nazaret y de que fuera en la casa de parientes o de amigos íntimos.
En el presente relato esta verdad es ilustrada de forma sorprendente. Obsérvese que todo lo demás queda relegado a un segundo plano.  ¿Quién era el novio? No lo sabemos. ¿Quién era la novia? No se nos dice. ¿Qué relación tenía María con la pareja? ¿Era, tal vez, tía del novio o de la novia? Hay silencio otra vez. ¿Actuó Natanael como “padrino” del novio? Tampoco aquí vemos nuestra curiosidad satisfecha. Cristo aparece en todo su esplendor.
Todo lo demás queda en las sombras.
Cristo aparece en este pasaje como:
1.- El que honra el lazo matrimonial. No nos debe sorprender esto, puesto que según la descripción de Juan (3:29; cf. Ap. 19:7) Cristo mismo es el Esposo que, por medio de su encarnación, obra de redención y manifestación final, se une a su Esposa (la iglesia).
¿Cómo, pues, no iba a honrar lo que era un símbolo de su propia relación con su pueblo?
2.- El que derrama sus dones pródigamente, sin restricción. Naturalmente, el que provee con tanta abundancia en el campo físico no será menos generoso en el espiritual. Su generosidad no tiene límites. Y sus dones son de la mejor calidad. Llega incluso a ayudarnos en nuestras situaciones embarazosas.
3.- Aquel cuyo amor infinito se hace efectivo por medio de su poder igualmente infinito.
4.- Aquel que, en consecuencia, es el Hijo de Dios, lleno de gracia y de gloria.
TRES LECCIONES:

I. Las lecciones dispensacionales:
El fracaso de Israel.
Israel ignoró a su propio Mesías. «En medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis», dijo Juan el Bautista en 1.26. Esta fiesta de bodas es un cuadro de la nación: el vino se había acabado, la provisión para la gente se había agotado y sin embargo su Mesías estaba allí para ayudarles. Las seis tinajas se usaban para la purificación ceremonial (véase Mc 7.3ss), pero las ceremonias judías no pudieron evitar la bancarrota espiritual de la nación. Estaba sin gozo  y sin esperanza. La gente tenía ceremonias externas, pero no tenía nada que los satisficiera por dentro.
II. Las lecciones doctrinales
Cómo se salva el pecador. Este primer milagro nos enseña que la salvación es por medio de la Palabra de Dios. Nótense los símbolos aquí.
A. Una multitud sedienta.
¿No es este un cuadro del mundo perdido hoy? Saborean los placeres del mundo, pero no hallan satisfacción personal y si encuentran alguna, con el correr del tiempo se acaba. La Biblia invita a los pecadores sedientos a venir a Cristo para hallar salvación y satisfacción (Jn 4.13–14; 7.37; Is 55.1; Ap 22.17).
B. Tinajas vacías.
Representan al corazón humano que está duro y vacío. La Palabra de Dios compara al ser humano con una vasija (2 Co 4; 7; 2 Ti 2.20–21). La vida del pecador puede parecer encantadora por fuera, pero Dios ve que está vacía e inútil a no ser que Él pueda hacer un milagro divino.
C. Llenadas con agua.
En la Biblia el agua para lavarse es una imagen de la Palabra de Dios (véanse Ef 5.26; Jn 15.3). Todo lo que los sirvientes tuvieron que hacer fue llenar de agua las tinajas vacías, que es igual al siervo de Dios que llena el corazón del inconverso con la Palabra. No es nuestra tarea salvar almas, sino darle a la gente la Palabra y dejar que Cristo realice el milagro de la salvación.
D. Agua en vino.
Cuando el corazón del pecador se ha llenado con la Palabra, Cristo puede realizar el milagro y traer gozo.
E. El principio de milagros.
La salvación es el principio de milagros, porque después que la persona es salva Dios realiza milagro tras milagro en ella; y los milagros que experimentamos dan la gloria a Cristo.
III. Las lecciones prácticas
A. Cómo servir a Cristo
Todos los que sirven a Cristo deberían escuchar las palabras de María: «Haced todo lo que os dijere» (2.5). Debe haberles parecido necio a los sirvientes llenar esas tinajas, pero Dios usa cosas necias para confundir a los poderosos
(1 Co 1.27). Si queremos ver que los hombres se salven, debemos obedecer a Cristo y darles a ellos la Palabra de Dios. No es entretenimiento ni recreación lo que salva a las almas, sino la predicación y enseñanza de la Palabra. Si hacemos nuestra parte, Cristo hará el resto.
Los sirvientes sabían de dónde vino el vino, pero «la gente importante» de la fiesta no lo sabían. Cuando una persona sirve a Cristo, aprende sus secretos (véase Am 3.7). Nosotros somos los siervos de Cristo y sus amigos (3.29; 15.15), y Él nos dice lo que está haciendo. Es mejor ser un siervo humilde de Cristo y hablar de sus milagros, que sentarse a la cabecera de la mesa en algún gran banquete.
Debemos usar cualquier oportunidad para servir a Cristo, «a tiempo y fuera de tiempo». Jesús glorificó a Dios en una fiesta de bodas.
CONCLUSION:

El primer milagro muestra una de las razones por la que Jesús vino: ofrecernos vida abundante. Esta abundancia se refiere a la gracia de Dios. Lo que la ley no pudo alcanzar, lo efectúa Jesús: la purificación una vez para siempre, en vez de una purificación constante. Por medio de Jesucristo la gracia de Dios es copiosa: dando el sacrificio de su vida, cubrió multitud de pecados. Él mismo es `el vino' del reino de Dios; es decir, el gozo, la alegría y el perdón.

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