miércoles, 2 de octubre de 2013

LA INDIGNACIÓN DE JESÚS

LECCION ESCUELA DOMINICAL DOMINGO 06 DE OCTUBRE


JUAN 2: 13 – 25
ISAIAS 56: 7

INTRODUCCION:
                               Entramos ahora en el segundo evento del ministerio público de Jesús, cuando él desafió por primera vez a las autoridades del judaísmo. Las fiestas religiosas de los judíos eran importantes para Juan y sirven como puntos clave en el desarrollo del Evangelio: Pascua, 2:13; Pascua o Purim, 5:1; Pascua, 6:4; Tabernáculos, 7:2; Dedicación, 10:22; Pascua, 11:55. El número de las Pascuas celebradas durante el ministerio público de Jesús sirve también para determinar su duración. Fueron tres o cuatro Pascuas, dependiendo de la clasificación de la fiesta mencionada en 5:1.
DESARROLLO:
                               El templo era un lugar muy concurrido durante la Pascua con miles de visitantes de todas partes. Los líderes religiosos permitían que se congestionara mucho más al dejar entrar a los cambistas y mercaderes para establecer sus puestos en el atrio de los gentiles. Aceptaron esta práctica como una manera de ayudar a los adoradores y una forma de obtener dinero para el mantenimiento del templo. Pero los líderes religiosos parecían no dar importancia al hecho de que el atrio de los gentiles estaba lleno de mercaderes y los extranjeros tenían dificultad para adorar. Y el motivo principal de visitar el templo era la adoración. ¡Con razón Jesús se puso molesto!
Los impuestos del templo tenían que pagarse con moneda local, de manera que los extranjeros tenían que cambiar su dinero con los cambistas, los que a menudo eran deshonestos e imponían tarifas altas. A la gente también se le demandaba ofrecer sacrificios por el pecado. Debido a los viajes tan largos, muchos no llevaban sus animales. Muchas veces, los animales que llevaban se los rechazaban por imperfectos. Los vendedores de animales tenían un negocio floreciente en el patio del templo. El precio de los animales para el sacrificio en el templo era más alto que en cualquier otro lugar. Jesús se molestó por la deshonestidad y voracidad practicada por cambistas y mercaderes. No debían trabajar en el templo mismo. Su presencia denigraba el templo, el lugar de adoración a Dios.
SINTESIS: Hacia fines de febrero o principios de marzo del año 27 de nuestra era, Jesús, en compañía de su madre, hermanos y discípulos, descendió a Capernaúm, la ciudad de Juan y Santiago. Tras una breve estadía allí, subió a Jerusalén para asistir a la Pascua, una fiesta religiosa y a la vez de la cosecha, que duraba siete días. Al entrar en la casa de su Padre observó el terrible comercio que se llevaba a cabo en el patio de afuera, los abusos en la venta de animales y en el cambio del dinero, y haciendo un azote expulsó del templo a todos aquellos ladrones con sus animales. A continuación volcó las mesitas de los cambistas esparciendo por el suelo las monedas. A los que vendían palomas dijo: “¡Sacad todo esto de aquí! Dejad de hacer de la casa de mi Padre una casa de mercado”. Los discípulos vieron en esto un cumplimiento del Sal. 69:9. Los judíos no comprendieron en absoluto que lo que Jesús acababa de hacer era el cumplimiento de Mal. 3:1–3 y por tanto una prueba de su autoridad mesiánica; ellos pidieron entonces que vindicara su acción por medio de una señal. Jesús, en respuesta,  pronunció el profundo mashal: “Destruid este templo y en tres días lo levantaré”. Los judíos que tenían la mente oscurecida por la incredulidad, se asombraron de que Jesús sugiriera que levantaría tan sólo en tres días un edificio que hacía cuarenta y seis años que estaba en construcción y aún no se había terminado. Pero el Señor se refería en realidad al santuario de su cuerpo, que tenía su tipo en el templo terrenal. El hecho de que Jesús resucitara al tercer día sirvió para abrir las mentes de los discípulos de modo que entonces comprendieron aquellas palabras veladas sobre la reedificación del santuario en tres días.
Por medio de la purificación del templo Jesús:
(1) atacó el espíritu mundano de los judíos. Las cosas santas no se deben corromper; (2) denunció el robo y la codicia; (3) condenó el espíritu antimisionero: el patio de los gentiles se había construido como una invitación para que éstos adoraran al Dios de Israel (cf. Mr. 11:17); pero Anás y sus hijos estaban usando para sus ambiciosos propósitos, lo que se había diseñado para bendición de las naciones; y (4) cumplió la profecía mesiánica (Sal. 69 y Mal. 3).
CONCLUSION:
En cualquier milagro hay tres cosas: la maravilla que deja a las personas alucinadas, sorprendidas y atemorizadas; el poder efectivo que puede remediar un cuerpo quebrantado, una mente desquiciada, un corazón herido, y la señal que nos habla del amor que hay en el corazón del Dios Que hace esas cosas.

(2:13-17)
El énfasis de la divinidad de Jesús que hace Juan en su Evangelio, no anula su humanidad. Es céntrico al propósito de Dios. Jesús es “verdaderamente hombre y verdaderamente Dios”, como afirmaron los primeros concilios de la iglesia.
Jesús es presentado por Juan como un hombre en acción que revela su carácter como hijo obediente a su Padre. Jesús se relaciona con las personas, y las señales/milagros que él hace, con la excepción de andar sobre el agua, resultan de su compasión por las personas.
Aunque en el Evangelio de Juan encontramos el conflicto creciente entre
Jesús y sus oponentes, hallamos también muchas actividades que demuestran y afirman su humanidad. Un dato interesante son dos comidas muy familiares y gozosas que Juan ha puesto al principio y al final de su
Evangelio. En la boda en Caná encontramos una actividad muy humana y familiar; podemos ver a Jesús y sus discípulos gozándose de la fiesta donde toda una comunidad celebraba y festejaba al nuevo matrimonio.
En el desayuno que Jesús prepara para sus discípulos, podemos imaginar la alegría de éstos al estar con su Maestro de nuevo. Habían perdido la esperanza pero ahora podían renovar su relación con Jesús, quien hizo una cosa muy humana al prepararles y compartir la comida para ellos.
En adición, vemos ejemplos de la humanidad de Jesús en lo siguiente:
El enojo de Jesús contra las actividades comerciales e injustas en el templo
(2:13–17); su cansancio mencionado en 4:6; su sensibilidad hacia la mujer sorprendida en adulterio frente a la voracidad de sus acusadores (8:1–11); sus lágrimas frente al dolor de María y Marta ante la muerte de su hermano Lázaro (11:1–44); su comprensión del amor de María que  ungió sus pies (12:1–8); el sufrimiento de su pasión (caps. 18 y 19).
El autor de Hebreos afirma la humanidad de Jesús cuando dice: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no puede compadecerse de nuestras debilidades, pues él fue tentado en todo igual que nosotros, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia para que alcancemos misericordia y hallemos gracia para el oportuno socorro”

(Heb. 4:15, 16).

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