viernes, 1 de noviembre de 2013

EL QUE VIENE DEL CIELO

LECCIÓN ESCUELA DOMINICAL DOMINGO 03 DE NOVIEMBRE

JUAN 3: 31 – 36
JUAN 17: 3

INTRODUCCION:
                               En la lección anterior, Juan expresa su satisfacción por el auge que experimenta el prestigio de Cristo. Y lo hace por medio de un símil bello y elegante, al comparar a Jesús con el novio de unas bodas. (V 29).
Entre los judíos, el padrino no era solamente un phílos numphíou = amigo del esposo, sino un numphagógos = el encargado de conducir al esposo a la cámara nupcial y quedarse a la puerta para escuchar el grito jubiloso del esposo al percatarse que le habían presentado una novia virgen. Así pues, para Juan, el colmo de su gozo era ver que las gentes le dejaban a él y se iban tras Jesús, pues eso demostraba  que Juan ofrecía a Cristo una novia virgen, en el sentido de que él no se había atribuido a sí mismo el papel ni la gloria de salvador del pueblo de Dios, privilegio que competía exclusivamente al Mesías.
Si cada uno de nosotros imitásemos este ejemplo del bautista, no se hallarían facciones ni partidos en las iglesias de Dios. (Leer 1 Corintios 1: 13-17).
DESARROLLO:
                               Ahora, en esta sección viene  un razonamiento para mostrar porque es menester que Cristo sobresalga sobre todos.

Primero, por la distintiva dignidad de la persona de Cristo. (V 31).- Jesús es el Verbo de Dios y habla desde arriba, porque nos declara lo que ha visto en el seno del padre, (1: 18). Juan es el eco, la voz que habla en el desierto, desde abajo. Está incluso sujeto a defectos como las dudas y perplejidades acerca de la identidad del Mesías. (Mateo 11: 2-3), en cambio Jesús, nunca fue vencido por la duda ni la tentación. Por lo tanto, solo el que viene de arriba estaba cualificado para mostrarnos la voluntad del cielo y el camino a al cielo. Siempre que hablemos del Señor Jesús, hemos de decir; EL ESTA POR ENCIMA DE TODOS. ¡Aleluya!

Segundo, por la singular excelencia y seguridad se Su doctrina. Juan, por ser de la tierra, hablaba cosas terrenales. Los profetas eran meros hombres; de si mismos no podían hablar sino de la tierra. Los pensamientos y palabras de Cristo, superaban a los de los profetas, tanto como sobrepasa el cielo a la tierra.
En esta sección se nos recomienda la doctrina de Cristo:
1.       Como infaliblemente segura y cierta; y así hay que recibirla. V 32. Cristo nos descubre de Dios, lo que ha visto y nos revela de la mente del Padre lo que El ha oído directamente, (Juan 15:15). El mensaje de Cristo, conforme lo tenemos en el evangelio, no es una opinión, sino una revelación de la mente Divina. El predicar de Cristo, se le llama aquí, testificar, para dar a entender:
a) Su evidencia contundente, no era un informe de oídas, sino como un informe de primera mano, dado ante un tribunal.
b) el afán amoroso que tenía de darlo a conocer.
2.       De la certeza evidente de la doctrina de Cristo, toma Juan ocasión para lamentarse de la obstinada incredulidad de la mayoría de los hombres, esto lo dice, no solo en tono de asombro, sino también de pena, V 32.
3.       También se nos recomienda la doctrina de Cristo como divina.- V 34. Es Jesús quien es señalado como el enviado del padre. Por eso, Él, mejor que ningún otro, habla las palabras de Dios.
Tercero, por el poder y la autoridad singulares de que fue investido. V 35.- los profetas eran fieles siervos de Dios pero Jesús es el Hijo. Este amor del Padre al Hijo, no solo no disminuyó en el estado de humillación del Hijo de Dios, sino que podemos decir, que, de alguna manera, se aumentó, sino en calidad, si en extensión por cobijar en el mismo amor a la naturaleza humana del Hijo de Dios, le amó todavía mas por su entera obediencia.
Cuarto, por ser objeto directo de aquella fe, que nos es demandada como condición indispensable para alcanzar la salvación. V 36.- En este versículo se halla el resumen y compendio de todo este asunto del presente capítulo y por tanto, del evangelio que debe ser predicado  a toda criatura, así el método de recibir se ajusta perfectamente al método de dar. Podemos repetir, al parodiar a Hamlet: CREER O NO CREER: ESA ES LA CUESTION.

CONCLUSION:
                               La frase final del v. 36 se inicia con una conjunción adversativa muy fuerte, estableciendo un agudo contraste con el que tiene vida eterna. El que se rebela contra el Hijo de Dios sufrirá dos consecuencias de incalculables dimensiones: se privará de la vida abundante y eterna, y tendrá una existencia miserable bajo la ira de Dios. La expresión ira de Dios no aparece otra vez en los Evangelios, pero, como alguien observa, es un complemento necesario del amor de Dios. Si Dios ama a los que creen en su Hijo, también debe haber ira para los que desobedecen (ver Mat. 3:7; Luc. 3:7; Rom. 1:18; 9:22; 12:19; 1 Jn. 3:14). Permanece es otro verbo del tiempo presente y connota continuidad. Como el que cree en el Hijo tiene vida eterna que permanece, así el que desobedece vive bajo la ira de Dios que permanece.
Los términos tales como “pecado”, “ira de Dios”, “condenación” e “infierno” chocan con los conceptos modernos de un Dios de amor, incapaz de enojarse y, mucho menos, de condenar a una persona, por más vil que sea, a un castigo eterno. Algunos teólogos y predicadores sencillamente hacen caso omiso de tales términos, otros procuran suavizarlos. Es cierto que algunos han pervertido estos conceptos con descripciones crudas de un Dios vengativo, lo cual rechazamos, pero son términos bíblicos y si los rechazamos, mutilamos la Biblia, distorsionamos el evangelio y creamos a un dios amoral.    

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