miércoles, 6 de noviembre de 2013

Jesús, el agua de vida

JUAN 4. 1 – 9
HECHOS 10: 34

INTRODUCCION:
                               Toda esta sección es particular a Juan, dando también evidencia de un testigo ocular. Además, Juan presenta una nueva dimensión de la amplitud del reino; no se excluye absolutamente a nadie, excepto por su propio rechazo de la oferta de Dios en Jesús. Sólo Lucas (9:52; 17:16) de entre los Sinópticos, el autor del “evangelio universal”, menciona un intercambio de Jesús con los samaritanos.
DESARROLLO.
                               Juan fue encarcelado hacia diciembre del año 27 (cf. Mr. 6:17–20). Los líderes religiosos de Jerusalén que, en los días de la gran popularidad de Juan, habían estado llenos de celos, ahora se regocijaban. ¿Cuáles fueron las causas de su enemistad con él? (Véase 1:19.) Pero su alegría duró poco, pues otras noticias llegaron hasta los fariseos: a saber, que las multitudes que rodeaban a Jesús—los discípulos que ganaba y bautizaba—eran más numerosas que las que habían seguido al heraldo. En realidad, ya antes del encarcelamiento de Juan, Jesús le había aventajado con respecto al favor de la opinión pública (3:22–26). En consecuencia, desde el punto de vista de los miembros del Sanedrín, las cosas estaban empeorando en lugar de mejorar.
Aparentemente, los fariseos no sintieron gran alarma por lo que Juan hacía, pues él había negado ser el Mesías y no realizaba milagros. Sin embargo, se supone que ellos tomaron ofensa por el ministerio de Jesús porque ya daba evidencias de ser el Mesías. Su autoridad, su desafío a las instituciones religiosas establecidas y los milagros que realizaba corroboraron esa sospecha. Con razón los fariseos comenzaban a mirarle con sospecha y alguien informó a Jesús de esta situación.
4:2 (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos), Se han sugerido tres conjeturas para explicar el hecho de que Jesús mismo no bautizaba:
1.-Porque bautizar en agua era un acto propio de un ministro y no del Señor;
2.-Porque Jesús quería evitar las consecuencias violentas que podrían recaer sobre personas tan íntimamente identificadas con él;
3.-porque quería dejar en claro que el bautismo no salva y que el valor del bautismo no depende del agente que lo administra

Vv 4ss.
                Esta sección introduce el segundo discurso de Jesús realizado en un territorio hostil al judaísmo, con una sola persona y en una situación inesperada, con resultados dramáticos. El encuentro de Jesús con la mujer samaritana constituye el modelo por excelencia de cómo realizar la obra personal o la evangelización, y es la ocasión de la enseñanza más explícita en el NT, de parte de Jesús, sobre la adoración que agrada a Dios. Nótese el agudo contraste entre Nicodemo, con el cual Jesús tuvo el primer discurso, un líder respetado de los fariseos, la secta más estricta en su práctica del judaísmo ortodoxo; y la mujer samaritana, el polo opuesto en todo sentido, excepto que ambos tenían inquietudes espirituales.
Entonces Jesús, cansado del camino, estaba sentado (es decir, estaba cansado, polvoriento y sediento) junto al pozo. El cuarto Evangelio no hace resaltar sólo la naturaleza divina de Jesús, sino también la humana; cf. sobre 1:14.
La mujer ve a un forastero junto al pozo de Jacob. Es Jesús, que, en obediencia a la voluntad del Padre, y en perfecta armonía con sus propios deseos internos (4:34), va a dirigir todos sus esfuerzos para manifestar su gloria en el país de los samaritanos, recogiendo fruto para vida eterna. (4:36). El Señor se propone alcanzar a los vecinos por medio de esta mujer. Demostrará que es el Salvador no sólo de sus elegidos en Judea sino también de los de Samaria.
El contraste entre el capítulo tres de Juan (la obra de Cristo en Judea) y el capítulo cuatro (su obra en Samaria) es muy sorprendente. En el primero vemos a Jesús frente a un hombre (Nicodemo); aquí frente a una mujer; allí con un judío, aquí con una samaritana; allí con una persona de elevada moralidad, aquí con una de baja reputación. Sin embargo el Señor demuestra que es capaz de salvar a ambos.
La mujer era de la provincia de Samaria, pero no de la ciudad de ese nombre. Normalmente, las mujeres salían de los pueblos para cargar agua temprano en la mañana o al atardecer, evitando así el calor del mediodía.
Por lo tanto, el venir al mediodía era una práctica muy poco común. Quizás la explicación es que esta mujer haya querido más evitar los insultos de los conciudadanos por su malvivir que evitar el calor del mediodía.
Pocos son los que sugieren que Juan seguía aquí la hora romana, la cual se marcaba a la medianoche y al mediodía, quizá estableciendo este evento a la salida o a la puesta del sol. Y Jesús le dijo: “Dame de beber”.
Detrás de esta solicitud hay dos consideraciones: Jesús realmente tenía sed y aparentemente no tenía un utensilio para sacar el agua. A la vez, “él no ignoraba el hecho de que la manera para ganar a una persona es, a menudo, el pedirle un servicio”.            
CONCLUSION:
                                Sólo Jesús satisface la sed espiritual que tiene todo ser humano. La única satisfacción es el don del Espíritu Santo, quien derrama el amor de Dios en nuestro corazón (Romanos 5,5) y nos da gozo y alegría (Hechos 13,52). Si hemos recibido este don, entonces la paz se encuentra en nuestro interior. No es necesario buscarla en lo exterior, en cualquier otra cosa. Sepamos que el Espíritu de Dios puede recuperar para nosotros el gozo de la salvación.Muy a menudo, no estamos conscientes de nuestras necesidades espirituales. Por ende, Jesús también a través de su Espíritu debe detectar esta necesidad convenciéndonos de nuestros pecados. Lo hace de una manera profunda, pero a la vez muy tierna; Él tocó con pocas palabras el pecado de la mujer samaritana, sin el ánimo de moralizar ni avergonzar. Él, pues, es el sumo sacerdote quien quitará en la cruz la culpa de todos sus hijos.

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