JUAN 4. 1 – 9
HECHOS 10: 34
INTRODUCCION:
Toda
esta sección es particular a Juan, dando también evidencia de un testigo
ocular. Además, Juan presenta una nueva dimensión de la amplitud del reino; no
se excluye absolutamente a nadie, excepto por su propio rechazo de la oferta de
Dios en Jesús. Sólo Lucas (9:52; 17:16) de entre los Sinópticos, el autor del “evangelio
universal”, menciona un intercambio de Jesús con los samaritanos.
DESARROLLO.
Juan
fue encarcelado hacia diciembre del año 27 (cf. Mr. 6:17–20). Los líderes
religiosos de Jerusalén que, en los días de la gran popularidad de Juan, habían
estado llenos de celos, ahora se regocijaban. ¿Cuáles fueron las causas de su
enemistad con él? (Véase 1:19.) Pero su alegría duró poco, pues otras noticias
llegaron hasta los fariseos: a saber, que las multitudes que rodeaban a
Jesús—los discípulos que ganaba y bautizaba—eran más numerosas que las que
habían seguido al heraldo. En realidad, ya antes del encarcelamiento de Juan,
Jesús le había aventajado con respecto al favor de la opinión pública
(3:22–26). En consecuencia, desde el punto de vista de los miembros del
Sanedrín, las cosas estaban empeorando en lugar de mejorar.
Aparentemente, los fariseos no sintieron gran alarma por lo que Juan
hacía, pues él había negado ser el Mesías y no realizaba milagros. Sin embargo,
se supone que ellos tomaron ofensa por el ministerio de Jesús porque ya daba
evidencias de ser el Mesías. Su autoridad, su desafío a las instituciones
religiosas establecidas y los milagros que realizaba corroboraron esa sospecha.
Con razón los fariseos comenzaban a mirarle con sospecha y alguien informó a
Jesús de esta situación.
4:2 (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos), Se han
sugerido tres conjeturas para explicar el hecho de que Jesús mismo no
bautizaba:
1.-Porque bautizar en agua era un acto propio de un ministro y no del
Señor;
2.-Porque Jesús quería evitar las consecuencias violentas que podrían
recaer sobre personas tan íntimamente identificadas con él;
3.-porque quería dejar en claro que el bautismo no salva y que el
valor del bautismo no depende del agente que lo administra
Vv 4ss.
Esta sección
introduce el segundo discurso de Jesús realizado en un territorio hostil al
judaísmo, con una sola persona y en una situación inesperada, con resultados
dramáticos. El encuentro de Jesús con la mujer samaritana constituye el modelo
por excelencia de cómo realizar la obra personal o la evangelización, y es la
ocasión de la enseñanza más explícita en el NT, de parte de Jesús, sobre la
adoración que agrada a Dios. Nótese el agudo contraste entre Nicodemo, con el
cual Jesús tuvo el primer discurso, un líder respetado de los fariseos, la
secta más estricta en su práctica del judaísmo ortodoxo; y la mujer samaritana,
el polo opuesto en todo sentido, excepto que ambos tenían inquietudes espirituales.
Entonces Jesús, cansado del camino, estaba sentado (es decir, estaba
cansado, polvoriento y sediento) junto al pozo. El cuarto Evangelio no hace
resaltar sólo la naturaleza divina de Jesús, sino también la humana; cf. sobre
1:14.
La mujer ve a un forastero junto al pozo de Jacob. Es Jesús, que, en
obediencia a la voluntad del Padre, y en perfecta armonía con sus propios
deseos internos (4:34), va a dirigir todos sus esfuerzos para manifestar su
gloria en el país de los samaritanos, recogiendo fruto para vida eterna.
(4:36). El Señor se propone alcanzar a los vecinos por medio de esta mujer.
Demostrará que es el Salvador no sólo de sus elegidos en Judea sino también de
los de Samaria.
El contraste entre el capítulo tres de Juan (la obra de Cristo en
Judea) y el capítulo cuatro (su obra en Samaria) es muy sorprendente. En el
primero vemos a Jesús frente a un hombre (Nicodemo); aquí frente a una mujer;
allí con un judío, aquí con una samaritana; allí con una persona de elevada
moralidad, aquí con una de baja reputación. Sin embargo el Señor demuestra que
es capaz de salvar a ambos.
La mujer era de la provincia de Samaria, pero no de la ciudad de ese
nombre. Normalmente, las mujeres salían de los pueblos para cargar agua
temprano en la mañana o al atardecer, evitando así el calor del mediodía.
Por lo tanto, el venir al mediodía era una práctica muy poco común.
Quizás la explicación es que esta mujer haya querido más evitar los insultos de
los conciudadanos por su malvivir que evitar el calor del mediodía.
Pocos son los que sugieren que Juan seguía aquí la hora romana, la
cual se marcaba a la medianoche y al mediodía, quizá estableciendo este evento
a la salida o a la puesta del sol. Y Jesús le dijo: “Dame de beber”.
Detrás de esta solicitud hay dos consideraciones: Jesús realmente
tenía sed y aparentemente no tenía un utensilio para sacar el agua. A la vez,
“él no ignoraba el hecho de que la manera para ganar a una persona es, a
menudo, el pedirle un servicio”.
CONCLUSION:
Sólo Jesús satisface la sed
espiritual que tiene todo ser humano. La única satisfacción es el don del Espíritu
Santo, quien derrama el amor de Dios en nuestro corazón (Romanos 5,5) y nos da
gozo y alegría (Hechos 13,52). Si hemos recibido este don, entonces la paz se
encuentra en nuestro interior. No es necesario buscarla en lo exterior, en
cualquier otra cosa. Sepamos que el Espíritu de Dios puede recuperar para
nosotros el gozo de la salvación.Muy a menudo, no estamos conscientes de
nuestras necesidades espirituales. Por ende, Jesús también a través de su
Espíritu debe detectar esta necesidad convenciéndonos de nuestros pecados. Lo
hace de una manera profunda, pero a la vez muy tierna; Él tocó con pocas
palabras el pecado de la mujer samaritana, sin el ánimo de moralizar ni
avergonzar. Él, pues, es el sumo sacerdote quien quitará en la cruz la culpa de
todos sus hijos.
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