viernes, 20 de diciembre de 2013

ESCOGIDO POR GRACIA

LECCION ESC. DOMINICAL DIA 22 DE DICIEMBRE

JUAN 5: 1-9
MATEO 14 14

INTRODUCCION:
                               Este capítulo se divide en tres partes
1.- Curación del paralítico de Betesda. 1-16
2.- Cristo declara Su propia autoridad como hijo de Dios. 17-30
3.- Presenta varios testimonios que le confirman como enviado del Padre. 31-47

DESARROLLO:
                               Esta señal completa los tres milagros que muestran cómo se salva una persona:
·         La primera (el agua hecha vino) muestra que la salvación es por medio de la Palabra de Dios.
·         La segunda (la curación del hijo del noble), muestra que la salvación es por fe.
·         Este tercer milagro demuestra que la salvación es por gracia.
Este hombre estaba en una condición deplorable. Debido a su pecado pasado (véase v. 14) llevó su aflicción por treinta y ocho años. Estaba rodeado de personas atribuladas, las cuales ilustran la triste condición del inconverso; impotentes (sin poder, Ro 5.6), ciegos, cojos (incapaces de caminar correctamente, Ef 2.1–3), paralíticos y esperando que algo les ocurra (sin esperanza, Ef 2.12). Si estas personas pudieran meterse en el agua cuando el ángel viene, podrían sanar; pero ¡no tienen el poder para lograrlo! Como el pecador hoy; si pudiera guardar la perfecta ley de Dios, podría ser salvo; pero es incapaz de hacerlo.
Sin embargo, vemos la gracia de Dios obrando. «Betesda» (v. 2) significa «casa de misericordia, o de gracia», y eso es lo que llegó a ser para este hombre. ¿Qué significa «gracia»? Significa bondad para quienes no se la merecen. Jesús vio una multitud de enfermos, ¡pero escogió solamente a un hombre y lo sanó! Este hombre no era más merecedor que los demás, pero Dios lo escogió. Es un cuadro hermoso de la salvación y de cómo debe humillarnos saber que hemos sido escogidos «en Él» y no debido a nuestros méritos, sino por su gracia (Ef 1.4). Lo que Cristo dice en 5.21 se aplica aquí: «Él da vida» a los que quiere. No podemos explicar la gracia de Dios (Ro 9.14–16), pero si no fuera por ella nadie podría ser salvo (Ro 11.32–36).
Nótese otros puntos: Habían cinco pórticos y en la Biblia cinco es el número de la gracia; y el estanque estaba cerca de la puerta de las ovejas, lo cual habla de sacrificio. El Cordero de Dios tenía que morir antes de que la gracia de Dios se derramara sobre los pecadores. Cristo sanó al hombre en el sabbat, probando así que la ley no tenía nada que ver con la sanidad. No somos salvos por guardar la ley. Él sanó al hombre por sí mismo, porque la salvación es sólo por Cristo. El hombre se quejó: «No tengo quien» (v. 7), pero aun cuando hubiera tenido una docena de hombres que le ayudaran no hubieran podido hacer por él lo que Jesús hizo. El pecador perdido no necesita ayuda; necesita sanidad.
Este milagro es, como todos los suyos, un signo de la naturaleza del Reino de Dios (ver Is. 33,22-24; 35,5-6; Apoc. 21,3-4). Un hombre paralítico de 38 años recibe la atención especial de Jesús, quien le pregunta si quiere ser sanado. ¿Por qué Jesús formula esta pregunta tan obvia y a la vez tan ilógica? Él tiene sus propósitos al realizarla.
En primer lugar para que este hombre recuperara la esperanza perdida. Este paralítico le responde: "No tengo a nadie".
En segundo lugar, para que fijara su atención en Él.
Si a Jesús no le hubiera sido posible sanar a este hombre, habría sido una pregunta muy cruel. Pero ahora hace renacer su esperanza. Sabía muy bien que para ser sanado debía bajar al estanque, pero también estaba consciente de que, por sus propios medios, le era imposible hacerlo. Estaba solo, no tenía a nadie que le ayudara. ¿Acaso no tenía familia?, a lo mejor sus familiares y amigos ya no estaban cerca de él, o bien, ya habían desaparecido con el tiempo. Pero pronto descubriría que tiene un amigo cuya misericordia es infinita; y así es, con una sola palabra de Jesús, este hombre es sanado. Cuando el Señor da una orden provee también los medios para que esa orden sea cumplida. Sin perder un solo momento, el hombre toma su colchoneta y se va. Juan agrega que este milagro fue hecho en día sábado.  Cuando los judíos vieron que este hombre se iba con su lecho al hombro, se enojan con él y se lo prohíben. Pero tan pronto se aclaró que la responsabilidad era de Jesús, el enojo de ellos se dirigió a Él. Jesús no eludió su responsabilidad, ya que deliberadamente había realizado este milagro, y luego se dio a conocer al hombre en el templo.
CONCLUSION:
                               Jesús se preocupa por el hombre que no recibe atención de nadie. La historia del paralítico de Betesda muestra que Jesús no sólo manifiesta amor hacia la multitud en general, sino que además su amor se dirige al individuo que se siente solo y abandonado. Sin embargo, también en este caso no obra sin pedir fe. El hombre, como muchos de nosotros, ya ha perdido la fe, pues nadie se preocupaba de él. No obstante, la fe en Dios no parte de las circunstancias, ni de los hombres, tiene su origen en la buena voluntad de Dios; su obra sobrepasa nuestras aflicciones más profundas.


viernes, 6 de diciembre de 2013

LOS CREYENTES DE SAMARIA

LECCION ESCUELA DOMINICAL DOMINGO 08 DE DICIEMBRE
JUAN 4: 39–45
ROMANOS 10:17 

INTRODUCCION:
                               Cuando, en aquel momento providencial, los discípulos regresaron de Sicar, después de haber comprado las provisiones, se sorprendieron enormemente al ver al Señor hablando con una mujer. Así, silenciosamente y sin ostentación, Jesús da a estos hombres una lección sobre la emancipación espiritual verdadera de la mujer. Sin cambiar ninguna ordenanza de la creación referente al lugar adecuado de la mujer, el Señor indica claramente que ante Dios el alma de una mujer no es menos preciosa que la de un hombre.
DESARROLLO:
                               Cuando llegaron los discípulos, y Jesús hubo llegado a la cúspide de su autorrevelación, la mujer marcha corriendo a la ciudad para anunciar a sus vecinos las grandes nuevas. Al irse deja deliberadamente el cántaro en el pozo para que Jesús calme su sed. ¿Acaso no le había dicho claramente el Señor que la verdadera adoración es esencialmente de naturaleza espiritual, y que es igual para toda persona, sea judío o samaritano? ¿Por qué, entonces, iba un judío a vacilar en beber de un recipiente samaritano?
Al llegar a Sicar la mujer cuenta los acontecimientos y despierta la curiosidad de sus vecinos diciéndoles: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo lo que yo he hecho. ¿No será éste el Cristo?”
En ausencia de la mujer los discípulos, reunidos junto al pozo con su Maestro, llegan a comprender que la necesidad que el Señor pudiera tener de comida material se ve sobrepasada por la intensa satisfacción [p 190] que experimentó al sacar a esta mujer de las tinieblas a la luz, cumpliendo así la voluntad del que desde los cielos lo había enviado. Al acercarse los samaritanos, Jesús exhorta a sus discípulos a que consideren a este grupo como una cosecha espiritual. La simiente se había sembrado hacía tan sólo unos momentos—primero Jesús en el corazón de la mujer, y luego ella en los corazones de su pueblo—, y ahora el momento de la cosecha ya había llegado. ¡Cuán diferente era en el campo natural donde aún faltaban cuatro meses para la siega! ¡Y qué maravilloso que los discípulos, considerados como segadores, tuvieran el privilegio de recoger lo que no habían sembrado!
Al aceptar a Jesús por la fe, los samaritanos forman un sorprendente y agradable contraste con la mayoría de los judíos. Si se considera todo el relato (4:1–42) en conjunto, se puede apreciar un claro progreso en la fe; de manera que primero se mira a Jesús como judío, luego como profeta, después como Mesías, y finalmente como Salvador del mundo.
La omnisciencia que el Señor revela lo distingue como lo que realmente es, el Cristo, el Hijo de Dios. Por ello, una vez más, el escritor del cuarto Evangelio consigue su propósito (20:30).
Jesús no evangelizó la provincia de Samaria. De acuerdo con la voluntad de su Padre celestial (4:4) se quedó allí dos días solamente y limitó su obra a un pequeño pueblo. Por consiguiente no hay nada en este relato que contradiga a la orden dada a los discípulos en Mt. 10:5. Y aquella orden, téngase en cuenta, era de carácter completamente temporal. Quedó derogada y sustituida por la gran comisión (Mt. 28:18–20). Tiempo más tarde se desarrollaría una fructífera labor tanto en la ciudad como en la provincia de Samaria (Hch. 8).            
41. Y creyeron muchos más por su palabra. La actitud de los samaritanos que acudieron al pozo contrasta profundamente con la de otros aldeanos samaritanos que más tarde se negaron a recibirle porque iba camino a Jerusalén (Lc. 9:51–56). No obstante, no hemos de suponer que la fe de toda esta gente que salió de Sicar para ver a Jesús era fe salvadora. En muchos probablemente se quedó al nivel de 2:23. En otros, podemos creer con seguridad, se elevó al nivel más alto una vez que hubieron oído la palabra de Jesús. Además, el número de los que creyeron en él a causa de su palabra fue mucho mayor que el número de los que creyeron como resultado del testimonio de esta mujer.        
42. Y le decían a la mujer. Todos aquellos creyentes se dirigen a la mujer con estas palabras: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo. Obsérvese:
(1) El dicho de la mujer se contrasta aquí (4:42) con la palabra de Cristo. Sin embargo, en 4:39, al testimonio de la mujer se le llama palabra de ella.

(2) Lo que estos samaritanos dicen supone un principio que tiene validez para todas las edades: el contacto personal con Cristo es necesario para hacer completa la fe.

(3) Los samaritanos llamaron a Jesús “el Salvador del mundo”. El Señor había dicho a la mujer samaritana que la salvación viene de los judíos (4:22). Durante su breve estancia con ellos hizo resaltar, sin embargo, que esta salvación era para el mundo. Este mundo se compone de los elegidos de cada nación: tanto del campo de los paganos (en el presente contexto, del campo de los samaritanos) como del de los judíos.

CONCLUSION:
                               La fe en Jesús nace del encuentro personal con Él. Por muy importante que sea nuestro testificar de Cristo, nada puede reemplazar el encuentro espiritual con Él. La gente necesita a personas que le conduzcan a Él. Pero también es cierto, que sólo el poder de la Palabra y del Espíritu puede efectuar el conocimiento vivo de Cristo.

Jesús, como Salvador del mundo, en base a y por medio de su infinito sacrificio, quita la culpa del pecado, la corrupción y el castigo, y derrama sobre los corazones y las vidas de los que así favorece todos los frutos de la obra del Espíritu Santo.