LECCION ESCUELA DOMINICAL DOMINGO 08 DE DICIEMBRE
JUAN
4: 39–45
ROMANOS
10:17
INTRODUCCION:
Cuando, en aquel
momento providencial, los discípulos regresaron de Sicar, después de haber
comprado las provisiones, se sorprendieron enormemente al ver al Señor hablando
con una mujer. Así, silenciosamente y sin ostentación, Jesús da a estos hombres
una lección sobre la emancipación espiritual verdadera de la mujer. Sin cambiar
ninguna ordenanza de la creación referente al lugar adecuado de la mujer, el
Señor indica claramente que ante Dios el alma de una mujer no es menos preciosa
que la de un hombre.
DESARROLLO:
Cuando llegaron
los discípulos, y Jesús hubo llegado a la cúspide de su autorrevelación, la
mujer marcha corriendo a la ciudad para anunciar a sus vecinos las grandes nuevas.
Al irse deja deliberadamente el cántaro en el pozo para que Jesús calme su sed.
¿Acaso no le había dicho claramente el Señor que la verdadera adoración es
esencialmente de naturaleza espiritual, y que es igual para toda persona, sea
judío o samaritano? ¿Por qué, entonces, iba un judío a vacilar en beber de un
recipiente samaritano?
Al llegar a
Sicar la mujer cuenta los acontecimientos y despierta la curiosidad de sus vecinos
diciéndoles: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo lo que yo he hecho.
¿No será éste el Cristo?”
En ausencia
de la mujer los discípulos, reunidos junto al pozo con su Maestro, llegan a comprender
que la necesidad que el Señor pudiera tener de comida material se ve sobrepasada
por la intensa satisfacción [p 190] que experimentó al sacar a esta
mujer de las tinieblas a la luz, cumpliendo así la voluntad del que desde los
cielos lo había enviado. Al acercarse los samaritanos, Jesús exhorta a sus
discípulos a que consideren a este grupo como una cosecha espiritual. La
simiente se había sembrado hacía tan sólo unos momentos—primero Jesús en el
corazón de la mujer, y luego ella en los corazones de su pueblo—, y ahora el
momento de la cosecha ya había llegado. ¡Cuán diferente era en el campo natural
donde aún faltaban cuatro meses para la siega! ¡Y qué maravilloso que los discípulos,
considerados como segadores, tuvieran el privilegio de recoger lo que no habían
sembrado!
Al aceptar a
Jesús por la fe, los samaritanos forman un sorprendente y agradable contraste
con la mayoría de los judíos. Si se considera todo el relato (4:1–42) en
conjunto, se puede apreciar un claro progreso en la fe; de manera que primero
se mira a Jesús como judío, luego como profeta, después como Mesías, y
finalmente como Salvador del mundo.
La
omnisciencia que el Señor revela lo distingue como lo que realmente es, el
Cristo, el Hijo de Dios. Por ello, una vez más, el escritor del cuarto
Evangelio consigue su propósito (20:30).
Jesús no evangelizó la provincia de Samaria. De
acuerdo con la voluntad de su Padre celestial (4:4) se quedó allí dos días
solamente y limitó su obra a un pequeño pueblo. Por consiguiente no hay nada en
este relato que contradiga a la orden dada a los discípulos en Mt. 10:5. Y
aquella orden, téngase en cuenta, era de carácter completamente temporal. Quedó
derogada y sustituida por la gran comisión (Mt. 28:18–20). Tiempo más tarde se desarrollaría
una fructífera labor tanto en la ciudad como en la provincia de Samaria (Hch. 8).
41. Y creyeron muchos más por su palabra. La actitud de los
samaritanos que acudieron al pozo contrasta profundamente con la de otros
aldeanos samaritanos que más tarde se negaron a recibirle porque iba camino a
Jerusalén (Lc. 9:51–56). No obstante, no hemos de suponer que la fe de toda
esta gente que salió de Sicar para ver a Jesús era fe salvadora. En muchos
probablemente se quedó al nivel de 2:23. En otros, podemos creer con seguridad,
se elevó al nivel más alto una vez que hubieron oído la palabra de Jesús.
Además, el número de los que creyeron en él a causa de su palabra fue mucho
mayor que el número de los que creyeron como resultado del testimonio de esta mujer.
42. Y le decían a la mujer. Todos aquellos creyentes se
dirigen a la mujer con estas palabras: Ya no creemos solamente por tu dicho,
porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es
el Salvador del mundo. Obsérvese:
(1) El dicho de la mujer se contrasta aquí
(4:42) con la palabra de Cristo. Sin embargo, en 4:39, al testimonio de
la mujer se le llama palabra de ella.
(2) Lo que estos samaritanos dicen supone un principio
que tiene validez para todas las edades: el
contacto personal con Cristo es necesario para hacer completa la fe.
(3) Los samaritanos llamaron a Jesús “el Salvador del
mundo”. El Señor había dicho a la mujer samaritana que la salvación
viene de los judíos (4:22). Durante su breve estancia con ellos hizo resaltar,
sin embargo, que esta salvación era para el mundo. Este mundo se
compone de los elegidos de cada nación: tanto del campo de los paganos (en el
presente contexto, del campo de los samaritanos) como del de los judíos.
CONCLUSION:
La fe en Jesús nace del encuentro personal con Él. Por muy importante que sea nuestro testificar de Cristo, nada puede
reemplazar el encuentro espiritual con Él. La gente necesita a personas que le
conduzcan a Él. Pero también es cierto, que sólo el poder de la Palabra y del
Espíritu puede efectuar el conocimiento vivo de Cristo.
Jesús, como Salvador del mundo, en base a y por
medio de su infinito sacrificio, quita la culpa del pecado, la corrupción y el
castigo, y derrama sobre los corazones y las vidas de los que así favorece
todos los frutos de la obra del Espíritu Santo.
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