LECCION ESC. DOM. DOMINGO 27 DE ENERO
JUAN 5: 39-47
DEUTERONOMIO
18: 15
INTRODUCCION:
En la lección
anterior Jesús presentó sus credenciales como hijo de Dios, a través de los
testimonios que daban de el: Juan el bautista, sus propias obras y el
testimonio del padre. En la lección de hoy, Jesús presenta el testimonio de las
escrituras y un gran testigo, Moisés, autor inspirado del pentateuco, ellos dan
testimonio del verdadero mesías.
Los líderes
religiosos sabían lo que decía la Biblia, pero no aplicaban sus palabras a la
vida. Conocían las enseñanzas de las Escrituras, pero no reconocieron al Mesías
que las Escrituras señalaban. Conocían las leyes, pero no vieron al Salvador.
Atrincherados en su sistema religioso, se negaron a permitir que el Hijo de
Dios cambiase sus vidas. No se enrede tanto en la «religión» que se pierda a
Cristo.
DEARROLLO:
Por los versículos ,38–40,
se ve con claridad que en el versículo 37 se hace referencia específica a los
judíos. Jesús no niega que, en un sentido, los judíos tengan la palabra de
Dios. Lo que dice es que no la
tienen en sus corazones de una forma permanente, y la causa de esto es que no
habían puesto su confianza en aquél que el Padre había encomendado para la obra
mesiánica: Y no tenéis su palabra morando en vosotros; porque a quien
él envió, vosotros no creéis. No podían ver porque el velo de la incredulidad
les cubría los ojos del corazón (2 Co. 3:15). Lo que sigue en el versículo 39
está estrechamente relacionado con esto.
Jesús dice: Estáis
escudriñando las Escrituras porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la
vida eterna, y ellas con precisamente las que dan testimonio de mí.
Jesús se ubica en
la posición del maestro quien manda a los alumnos a volver al texto para
encontrar la lección céntrica que ninguno había captado en la preparación para
la clase. El verbo escudriñad, interpretado aquí como un imperativo, tiene dos
opciones: o imperativo (escudriñad) o indicativo (escudriñáis). En el griego, las
dos formas se escriben igual y el contexto normalmente determina cuál
corresponde, pero aquí se admite cualquiera de los dos. No estaban equivocados
en pensar que el camino para la vida eterna se encontraba en las Escrituras; su
error fatal era el de pensar que la lectura y aprendizaje de ellas, de por sí,
aseguraba la vida eterna. Alguien comenta que los escribas hacían un estudio
meticuloso de la palabra escrita, pero dejaron de ver la “Palabra viviente”
revelada en ella. El mandato no es leerlas, ni aprenderlas de memoria, ni aún
estudiarlas, sino escudriñarlas. Duele pensar en el enorme tiempo que los
escribas dedicaban a la lectura, sin captar la verdad. Ese peligro también
existe hoy en día.
Encontramos en el
Evangelio de Juan lo que se llama “tonos trágicos”, como aquí (v. 40) y en
1:11. El gran Médico presenta su diagnosis del grave mal que afectaba al pueblo
judío en general, comenzando con los mismos líderes religiosos. No era falta de
revelación, ni falta de oportunidad, sino de su “no querer”. En el fondo de toda persona que rechaza a Jesús y su
mensaje, habiendo tenido la clara presentación del evangelio y la oportunidad
de responder, está el eterno “no querer”, la voluntad contraria. La tragedia
consiste en que Dios ha provisto todo lo necesario para que toda persona tenga
vida eterna y abundante en su Hijo y, sin embargo, la mayoría la rechaza,
resultando en su propia condenación. La situación se compara con el caso de un
médico que ofrece a un moribundo una medicina para una cura instantánea, y el
moribundo la rechaza.
Aquí se muestra la
voluntad del hombre como libre para aceptar o rechazar la oferta de Dios. El
hombre tiene sólo dos opciones: creer en y obedecer a Cristo; o no creer en
Cristo y desobedecerlo.
41, 42. ¿Cuál fue la razón del choque
entre Jesús y los judíos? Probablemente los judíos hubieran respondido a esta
pregunta así: “Se ha molestado porque lo hemos criticado por traspasar el
sábado y por hacerse igual a Dios; si le hubiéramos alabado por lo que hizo con
el hombre del estanque estaría satisfecho”.
Jesús, que los
conocía muy bien y podía leer en sus corazones, contesta: Yo no recibo alabanza
de los hombres. Ni la busca, ni quiere dar por válida la alabanza de los
incrédulos. A continuación Jesús da su explicación sobre la causa de su
controversia con los judíos. La verdadera razón no es que él ansíe
su alabanza, sino que ellos no aman a Dios. El Señor dice: Mas
yo os conozco (véase 5:6) que no tenéis el amor de Dios en vosotros. Si
ese amor hubiera existido en sus corazones, habrían aceptado, por
supuesto, el testimonio del Padre acerca del Hijo.
El Señor pronuncia el reto final a su hostil auditorio, con palabras de
terrible significado: No penséis que yo
voy a acusaros delante del Padre; vuestro acusador es Moisés, en quien tenéis puesta
vuestra esperanza. Los judíos apelaban una y otra vez a Moisés, y se jactaban, diciendo:
“… discípulos de Moisés somos”, (9:28). Pero Jesús les dice ahora que Moisés,
el objeto de su esperanza, a cuyos escritos apelaban constantemente y cuyas
instrucciones debatían y analizaban con suma meticulosidad, sería en realidad
quien los acusaría; y esto porque, a pesar de jactarse de ser sus seguidores,
en verdad, no le creían: Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí,
porque de mí escribió él. “Moisés escribió acerca de mí”, dijo Jesús.
Todo el Pentateuco—y no sólo el Pentateuco, sino todo el
Antiguo Testamento—apuntan a la venida de Cristo y prepara claramente su
llegada.
CONCLUSION
Hay cuatro caminos que, atravesando todo el Antiguo Testamento, convergen
en Belén y en el Calvario; a saber: el histórico, el tipológico, el
psicológico, y el profético.
Por
preparación histórica queremos decir que las fuerzas del mal dirigen su ataque
contra el pueblo de Dios, esforzándose en hacer imposible el cumplimiento de la
promesa de Dios con respecto al Cristo que había de venir: y también queremos
decir que cuanto mayor fue la necesidad, más cercana estuvo la ayuda: la gran
necesidad del hombre es la oportunidad de Dios. El Pentateuco y los restantes
libros del Antiguo Testamento están llenos de ejemplos.
Por
preparación tipológica queremos decir que el carácter del Mesías venidero y
de la salvación que hay en El están representados en tipos materiales o
personales. Pensemos, por ejemplo, en el agua que brotó de la roca, en el maná,
en la pascua, en la columna de fuego, en el tabernáculo con sus aparejos, en
todo el ritual de los sacrificios, en la serpiente alzada en alto; y por otra
parte, en personas como Adán, Melquisedec, Josué, David,
Salomón, etc. Los libros de Moisés están llenos de símbolos centrados en
Cristo.
La
preparación psícológica señala al hecho de que durante toda la antigua dispensación—y
desde luego también en los libros de Moisés—hay una verdad que se va haciendo
cada vez más patente: el hombre nunca puede alcanzar la verdadera felicidad y
la salvación por sus propias fuerzas. Uno de los principales objetivos de la
promulgación de la ley en el Sinaí fue el crear esta convicción. Si algún
hombre ha de salvarse, ha de ser salvo por otro. Este otro es Cristo.
Y, por último, la preparación profética indica
que la venida de Cristo, su obra, su sufrimiento y la gloria subsiguiente
habían sido anunciados por medio de profecías directas. Ciertamente, pues, se
podía decir: “Moisés escribió de mí”. Bien entendido, todo lo que escribió
Moisés concernía a Cristo.