LECCION ESCUELA DOMINICAL 02 DE MARZO
JUAN 6: 51
INTRODUCCION:
El relato continua sin interrupción, pero en esta sección se
inicia otro discurso extenso, tomando como base el milagro de la alimentación
de los cinco mil el día anterior. Tasker comenta que Jesús, habiendo insistido
con Nicodemo que tendría que nacer otra vez y con la mujer samaritana que sólo
él ofrecía agua que satisface plenamente la sed del alma, ahora hace ver a los
galileos insensibles la verdad del alimento espiritual que sólo él es y puede
proveer.
DESARROLLO
Literalmente
la pregunta del v. 28 es: “¿Qué podamos hacer para que obremos las obras de
Dios?”.
Los términos “hacer” y
“obrar” podrían indicar que ellos estaban pensando en un esfuerzo personal
necesario para merecer lo que Jesús ofrecía, un concepto equivocado, pero muy
popular en toda generación. Al decir las obras de Dios, es probable que estaban
pensando en las demandas de la ley: diezmos, sacrificios, etc. Sin duda,
estaban comenzando a entender que Jesús se refería a algo más allá de lo
material, quizás algo moral y espiritual, y manifiestan interés.
La obra que
Dios demanda no requiere un esfuerzo físico, ni ofrendas materiales. Tampoco
son “las obras de Dios” (v. 28), sino la obra de Dios, es decir, lo que Dios
quería que hicieran. La demanda básica de Dios para que uno alcance la vida
eterna no es plural, sino singular, es creer en su Hijo. Creáis es un verbo en
el modo subjuntivo y el tiempo presente, lo cual enfatiza dos cosas: acción
potencial y continua. El creer que salva es una disposición de confianza
personal para con Jesús, como Hijo de Dios, y un compromiso con él que perdura.
Aquél se refiere al Padre y el enviado es uno de los títulos más comunes que
identifica a Jesús como el Hijo de Dios. Enviado traduce el verbo del cual se
deriva el término “apóstol”. Jesús es literalmente y absolutamente “El Apóstol”,
el enviado del Padre como su representante personal y con una misión
específica.
Parece que ellos ahora entienden que Jesús está reclamando ser
“el enviado de Dios”, el Mesías, y demandan pruebas para convencerles que es
así como él dice. Nos sorprende que, los que habían visto y comprobado el
milagro de la alimentación de los cinco mil el día anterior, ahora están
pidiendo todavía otra señal. Quizá lo que tenían en mente era algo todavía más
espectacular.
Los Sinópticos relatan que “para probarle le pidieron que les
mostrara una señal del cielo” (Mat. 16:1; ver Mar. 8:11; Luc. 11:16) y esto
luego de la alimentación de los cuatro mil.
Los galileos relacionan la multiplicación de los panes y los
peces con el maná que comieron los israelitas durante 40 años en el desierto,
entre Egipto y la Tierra Prometida. Parece que lo que estaba en sus mentes era
la posibilidad de que Jesús sería otro profeta como Moisés, quien les daría ya
no el pan de cebada que habían comido el día anterior, sino el maná que cae del
cielo, ¡y eso todos los días! Tal expectativa se encuentra en varios de los
escritos judíos extrabíblicos. En comparación, según ellos, Jesús habría hecho
menos que Moisés: Jesús les alimentó una vez, Moisés 40 años; Jesús les dio pan
común, Moisés dio pan del cielo; Jesús alimento a unos cinco mil, Moisés a una
nación entera. Si Jesús cumpliera con esta expectativa, entonces ellos serían
sus seguidores. Si esa fue su intención, Jesús no accede a sus demandas.
Jesús comienza a identificar lo que es “el verdadero pan”: es
de Dios, es personal, desciende del cielo invisible y provee vida para todo el
mundo, no sólo al pueblo judío. Este solo versículo, 32, encierra todo un curso de teología.
CONCLUSION:
La
gente formula dos preguntas. En primer lugar: "¿Qué debemos hacer para
poner en práctica las obras de Dios?" La respuesta inesperada es: deben
creer en Jesús, pues el Padre lo ha enviado. La segunda pregunta, es si Jesús
puede acreditar su identidad, de tal forma que logre crear fe en ellos. Si Él
es más que Moisés, debe hacer cosas mayores que las que él hizo, por ejemplo
cuando les dio el maná. Para corregir este concepto que tienen acerca de
Moisés, Jesús les dice que él no les pudo dar pan del cielo, sino que Dios el
Padre lo hizo. El maná era un símbolo del verdadero pan; es símbolo de Jesús
que descendió del cielo para dar vida al mundo. Aparentemente la gente aún no
entiende que Jesús mismo es este pan de Dios. Ellos le piden este pan a Jesús.
Ahora, enfáticamente, Jesús les dice que Él es este Pan. Lo que Jesús está
ofreciendo es tan bueno, que aquella persona que cree en Él nunca tendrá hambre
ni sed. Pero la fe es precisamente la condición que necesita una persona para
recibir de este pan celestial llamado Jesús. Pero por otro lado, lo que
justamente les falta es esta fe. A causa de la incredulidad no han recibido la
vida eterna, y esto, porque no han recibido al que es el Pan de Vida, Jesús. El
Señor no es culpable de esta carencia de fe; al contrario, el deseo de Él es
salvar, pues nadie que viene a Él es echado. La gente que le ha sido dada por
el Padre, vendrá a Él; aquellos recibirán la salvación eterna a través de la
resurrección; esta no es sólo la voluntad de Jesús, sino también la de su
Padre.