LECCION ESC. DOM. DOMINGO 30 DE MARZO
JUAN 7: 1-9
JUAN 15: 18-19
INTRODUCCION:
Si
el cap. 5 presenta la relación del Hijo con el Padre y el cap. 6 su relación
con los verdaderos discípulos, uno de los temas dominantes del cap. 7 es el del
Espíritu Santo. Los eventos relatados en el cap. 6 tuvieron lugar en Galilea
durante los días de la fiesta de la Pascua (ver 6:4), pero los del cap. 7 en
Jerusalén, unos seis meses y medio después, en relación con la fiesta de los
Tabernáculos.
La fiesta de los Tabernáculos sirve de trasfondo para las enseñanzas
de los caps. 7 al 9. Esta fiesta era muy popular y alegre, siendo una de las
tres anuales cuando todo varón adulto tenía la obligación de hacer acto de
presencia en Jerusalén (Éxo. 23:14–17; Deut. 16:13–17). Se realizaba en el mes
de octubre en relación con dos eventos históricos: cuando recogían las cosechas,
siendo llamada también “la fiesta de la cosecha” (ver Deut. 16:16); y
conmemorando la experiencia en el desierto durante el éxodo, cuando vivían en
cabañas de paja (Lev. 23:39–43). Por esta razón se llamaba comúnmente la fiesta
de los Tabernáculos o de las Cabañas. Uno de los ritos celebrados durante esta
fiesta era la libación de agua, lo cual sirve de trasfondo para la enseñanza
sobre la venida del Espíritu Santo.
DESARROLLO:
Uno
pensaría que las señales de Jesús, más sus enseñanzas y su vida intachable,
hubiesen convencido a muchos de que él era el Mesías esperado. Pero todo esto
no sirvió para contrarrestar las expectativas mesiánicas equivocadas y los
celos de los líderes religiosos. En los caps. 7 y 8 notamos los argumentos que
los enemigos de Jesús usaban para rechazarlo y, últimamente, condenarlo.
Los líderes religiosos en Jerusalén no se habrían olvidado de la
confrontación con Jesús meses atrás cuando entró en el templo y echó fuera a
los vendedores y su mercadería, los cuales tenían la autorización de la
jerarquía (2:13–17). Resentidos por el desafío de su autoridad, por las
enseñanzas que no armonizaban con la interpretación “oficial” de la ley, pero
más por su reclamo de ser el Hijo de Dios, habían acordado eliminarlo.
Ahora Jesús se queda en Galilea, ya que no busca la muerte, ni
debe hallarla antes de la hora destinada por su Padre. Sus hermanos lo desafían
para que vaya a Jerusalén a celebrar allá la fiesta de los Tabernáculos. Aunque
los hermanos de Jesús aún no creían en Él (solamente después de la resurrección
lo harán), ellos desean que Jesús sea famoso, porque Jerusalén es la ciudad
adecuada para mostrar sus obras a los ojos del "mundo"; es decir, a
una gran multitud. Jesús responde que para Él la hora aún no ha llegado. De
modo que debe esperar y evitar demasiada conmoción desde el principio de la
fiesta, ya que esto sería muy peligroso para su integridad; porque los líderes
del pueblo están planificando su muerte. Su sacrificio es un acto voluntario
(cap. 10,17-18), y, por ser así, no quiere morir en una situación de
insurgencia popular. Ellos pueden asistir a la fiesta sin ningún obstáculo,
pues para ellos no existe peligro aparente. Jesús, además les explica que por
el hecho de no encontrarse junto a Él estarán más seguros, de modo que no
tienen motivos para temer a la gente. Pero Jesús sí, ya que Él castiga al mundo
sacando a luz sus pecados, especialmente el pecado de la incredulidad ante su
persona divina.
Los hermanos de Jesús creían que obraba milagros, pero no llegaron a
confiar en él como el Mesías, el Salvador del mundo. De todos modos sus
hermanos eran incrédulos (v. 5), llegando a confiar en Jesús hasta después de
su resurrección. Inclusive, un hermano llegó a ser líder en la iglesia en
Jerusalén (Gál. 1:19; ver Hech. 1:14; 1 Cor. 9: 5 ).
Entonces Jesús les dijo: Para mí el tiempo adecuado aún no ha
llegado, mas para vosotros cualquier hora es favorable. Respondiendo a la exhortación-mandato de sus
hermanos, Jesús se refiere a su tiempo (kairos), indicando que no había llegado
(v. 6). Tenía en mente, no el tiempo para ir a Jerusalén, sino un tiempo especial para manifestarse, un tiempo de
crisis, la crucifixión.
Jesús sigue dirigiéndose a sus hermanos con una revelación
sorprendente. El mundo en Juan normalmente se refiere a la humanidad incrédula.
Ellos estaban tan identificados con el mundo que no habría motivo de conflicto,
mucho menos el menosprecio (15:19). No sólo el mundo no los aborrecía, sino que
era algo moralmente imposible. El tiempo estaba siempre presto para que ellos
se manifestasen al mundo (v. 6) y recibiesen su aplauso de aprobación. No
habían tomado una posición pública y contraria a las creencias y conducta de la
religión oficial. Todo lo contrario con Jesús; él daba testimonio en contra de
sus creencias y prácticas religiosas.
CONCLUSION:
Jesús no hizo nada fuera del `horario'
establecido por su Padre. No fue a la fiesta para promoverse a sí mismo, buscando su propia gloria,
como sus hermanos le recomendaban. Él espera la hora que el Padre ha
determinado para que lleve la culpa del mundo y luego reciba honra y gloria a
través de la resurrección y ascensión. Igual nosotros, no podemos anticiparnos
a la gloria eterna; debemos pasar por muchos sufrimientos antes de entrar en el
reino de Dios.