LECCION ESC. DOM. DOMINGO 23 DE MARZO
JUAN 6: 60-71
HECHOS 4: 12
INTRODUCCION:
Hasta
ahora el discurso de Jesús se dirigía principalmente a los líderes judíos
indiferentes y a veces hostiles. Ahora Jesús trata con algunos de los
simpatizantes no comprometidos.
Entonces
muchos de sus discípulos, habiéndolo oído, dijeron: Los
que oyeron a Jesús pronunciar el discurso acerca del Pan de Vida forman tres
grupos, según el escritor: “los judíos” (líderes hostiles y sus seguidores),
“los discípulos”, y “los doce”. Los dos últimos grupos en realidad coinciden; o
se pueden representar por medio de círculos concéntricos, el mayor de los
cuales representa a los “discípulos” (6:66), y el menor a “los doce” (6:67). Se
ha dicho cuál fue la reacción de los judíos: hicieron preguntas que procedieron
de su corazón incrédulo, de su autocomplacencia, de su gloriarse en la tradición
(6:28, 30, 31); murmuraron y despreciaron (6:41, 42); incluso disputaron entre
sí (6:52).
La
sección que nos ocupa (6:60–71) describe la reacción de los discípulos.
Se trata del grupo de seguidores más o menos regulares del Señor, como lo
indica claramente 6:66. Probablemente había decenas, si no centenares, en
Galilea.
DESARROLLO:
Una vez concluido
el sermón, parece que a estos discípulos no les agradó. Dijeron, Difícil es
este mensaje; ¿quién puede escucharlo? Por la respuesta de Jesús (6:61–65)
y por la propia reacción final de los discípulos (6:66) se ve con
claridad que no quisieron simplemente decir que el sermón fue difícil de
entender, sino que era difícil de aceptar.
A estos discípulos de Jesús les ofendieron
evidentemente sus palabras. Decir que se sentían disgustados es probablemente
correcto. Sus corazones estaban en rebeldía. Así es como se puede entender la
pregunta del Señor que sigue a continuación.
Cuando
Jesús supo en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto
os escandaliza?
Jesús,
por consiguiente, pregunta si con su sermón estos oyentes se han sentido de
hecho conducidos o llevados al pecado. Pero lo que produjo esa reacción
desfavorable no fue lo duro del sermón sino la dureza de sus propios corazones.
¿A qué se oponían en las palabras de Cristo? Sin duda que la respuesta es: les
desagradó todo el sermón. El Señor había destacado que no era el maná
acerca del que tanto habían oído hablar, sino él mismo el verdadero pan
que había descendido del cielo; que en su condición de verdadero pan ofrecía su
carne; y que para tener vida eterna (o sea, para ser salvo) había que comer su
carne y beber su sangre. Esto les resultó demasiado a esas personas. Si sólo
hubieran estado dispuestos a aceptar las pruebas de los testigos respecto a
Jesús (véase 5:30–47), habrían preguntado, “¿Es posible que estas palabras tengan
un significado más profundo?” Pero de hecho ellos consideraban los dichos del
Señor como carentes de espíritu y vida.
¿Pues
qué, si vierais al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero?
¿Qué
diríais entonces? ¿Acaso la ascensión del Hijo del hombre no probaría que había realmente
descendido del cielo?
Jesús
prosigue, El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha. Jesús
quiso decir: “Mi carne como tal no os puede beneficiar; dejad de pensar que yo
os pedía que comierais literalmente mi cuerpo o que literalmente bebiereis mi
sangre. Lo que otorga y sostiene la vida, la vida eterna, es mi espíritu,
mi persona, en el acto de dar mi cuerpo para que sea destruido y mi
sangre para que sea derramada”.
Jesús dice,
Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Estas
palabras están llenas de su propio espíritu y vida. No son letra muerta. Por el
contrario, no sólo son ricas en metáforas, como declaró expresamente Jesús
(16:25), sino que cuando se aceptan por fe, en su sentido profundo y
espiritual, se convierten en instrumentos de salvación para los suyos. El Señor
continúa: Pero hay algunos de vosotros que no creen. La incredulidad era
la raíz del letargo intelectual; y esto, a su vez, era la causa del no alcanzar
a comprender las palabras de Cristo y de darles una equivocada interpretación literal. Ahora bien, esta
incredulidad, aunque inexcusable, era de esperarse, porque la fe es don de
Dios, y no se da a todos los hombres
Como
consecuencia, pues, el discurso de Jesús acerca del Pan de Vida, pero sobre
todo como resultado de la acusación de Cristo de que “Hay algunos de vosotros
que no creen”, muchos de sus discípulos se volvieron atrás, y ya no
andaban con él. Volvieron a lo que habían dejado atrás, no
sólo sus quehaceres cotidianos sino también su antigua forma de pensar y vivir,
con la intención de no volver a Jesús. Con ello demostraron que no eran dignos
del reino de Dios (Lc. 6:62). Este fue el verdadero punto crítico. Ahora no
sólo las masas lo abandonaban, sino, incluso, muchos (posiblemente la mayoría,
cf. v. 66, 67) de sus discípulos, es decir, de aquellos que habían
estado asociados con él en forma mucho más estrecha y regular.
Jesús
ahora quiere que esta deserción de muchos de sus seguidores regulares resulte
para el círculo más íntimo ocasión para probarse a sí mismos, una oportunidad
para confesar su fe. Dijo entonces Jesús a los doce— ¿Seguramente
vosotros no queréis iros también, verdad? La forma de la pregunta, tal como
se encuentra en el original, muestra que se espera una respuesta
negativa. ¿Desean realmente
seguir siendo seguidores suyos? ¿Deciden esto conscientemente después de
haber escuchado el discurso acerca del Pan de Vida? ¿Se han decidido
definitivamente a permanecer con Jesús, prescindiendo del hecho de que
lo hayan abandonado las grandes masas, incluyendo muchos de sus seguidores
regulares?
Simón
Pedro es quien responde. ¡Y en forma espléndida! Utiliza el plural, con lo que
muestra que era el portavoz de todos, aunque en realidad no de Judas. Pedro le
respondió por medio de una pregunta: Señor ¿a quién iremos? El
hombre está hecho de tal forma que debe acudir a alguien. No puede vivir aislado.
Lo que Pedro quiere decir es evidentemente esto: “No hay otra persona a quien podemos
ir; no hay otra persona que satisfaga el anhelo del corazón”. Prosigue: Tú
tienes palabras de vida eterna. Se refiere claramente a lo que Jesús
mismo ha dicho (6:63). Pedro sabe que las palabras de Jesús son más que simples
sonidos o manifestaciones vacuas. Son vitales y dinámicas, llenas de espíritu y
vida, medios para la salvación, medios de gracia.
CONCLUSION:
La incredulidad se enfada con Jesús; la fe se goza en su enseñanza. Mucha gente abandona a Jesús. Sin embargo, el
primer interés de Jesús no es la cantidad, sino la calidad de
los que le siguen. Los suyos tienen la oportunidad de irse, pero no quieren;
reconocen (por la obra del Padre en ellos) que sólo Jesús tiene palabras de
vida eterna que darles. Conocer
realmente a Jesús no es fruto de nuestro esfuerzo, sino la obra de Dios Padre
en nuestros corazones. Nuestro Señor confronta a la multitud que le
sigue con palabras que demandan fe. Seguir a Jesús no es un asunto superficial,
la gente debe saber que seguirle es un compromiso total. Pero muchos volvieron
atrás, sin embargo, algunos, sus discípulos, confesaron que sólo en Jesús se
hallaba la vida eterna. Por difícil que nos parezca comprender, pero esta
decisión de fidelidad a Jesús muestra que los discípulos fueron tocados por
Dios para obedecer a Jesús y venir ante Él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario