LECCION ESC. DOM. DOMINGO 06 DE ABRIL 2014
JUAN 7: 10-18
JUAN 12: 49-50
Jesús
vino con el regalo más grande ofrecido jamás, ¿por qué entonces a menudo
actuaba en secreto? Los líderes religiosos lo odiaban y muchos rechazaban su
regalo de salvación no importaba lo que dijera o hiciera. Cuanto más enseñaba y
obraba Jesús en público, más problemas causaban dichos líderes a Jesús y a sus
seguidores. De modo que era necesario que Jesús enseñase y obrase con la mayor
discreción posible. Hoy en día nosotros contamos con el privilegio de enseñar,
predicar y adorar públicamente enfrentándonos a muy poca persecución. Deberíamos estar
agradecidos y aprovechar al máximo nuestras oportunidades de proclamar el
evangelio.
DESARROLLO:
Algunos
días después de irse sus hermanos con la multitud, Jesús fue a la fiesta, pero
no abiertamente (ver 10:24), o en forma literal “manifiestamente”. Juan emplea
el mismo término que los hermanos usaron (v. 4), es decir, él no fue como ellos
querían, sino de acuerdo con su propio programa. Si hubiera ido con las
multitudes, corría el riesgo de otro intento de forzarlo a ser el rey o, habiendo
llegado a Jerusalén rodeado por una multitud aclamándolo, hubiera sido apresado
por las autoridades religiosas, tal como sucedió en la Pascua siguiente.
Y los judíos, que eran principalmente o exclusivamente los
líderes religiosos de Jerusalén enemigos de Jesús, lo habían esperado antes. Y
le buscaban… en la fiesta, y decían una y otra vez: ¿Dónde está
aquél? Sus intenciones, en vista de 5:18 y 7:25, no pueden haber sido
amistosas. Sin embargo 9:22 y 11:49–53 están todavía por venir.
Y había gran murmullo acerca de él entre la multitud. Entre las
muchedumbres que habían ido llegando a la ciudad desde todas partes la opinión
estaba claramente dividida, al igual que lo estaba en Galilea (nótese 6:6: muchos,
no todos, lo habían abandonado), aunque estas multitudes, que venían no solo de
Galilea sino de todas las otras partes de la Tierra Santa y de todos los países
de la Diáspora, estaban quizá igualmente divididas en sus sentimientos. Unos
decían: Es un hombre bueno, trata de hacer el bien, es moralmente justo, no
un impostor. Pero otros, sin embargo, diferían totalmente, y decían:
No, al contrario, engaña al pueblo. Cf. Lc. 23:2, 5. Veían en Jesús a un
simple demagogo, a alguien que había que rehuir, a un falso profeta, a alguien
que estaba interesado en atraerse a la multitud o masa, congraciándose con
ellos con fines egoístas.
El temor de los judíos, es decir, de los líderes de los judíos,
algunos de los cuales serían miembros del Sanedrín, se debía a la decisión de
eliminar ya a Jesús por el desafío de su autoridad.
A partir de esta sección vv 14
ss, y en medio de la fiesta, encontramos
una discusión en la que toman parte tres grupos: los judíos (vv. 14–21); unos
habitantes de Jerusalén (vv. 25–31); y los enviados del Sanedrín (vv. 32–36).
Además, Juan incluye el discurso de Jesús en el último día de la fiesta (vv.
37, 38).
Los pequeños detalles en el relato, por ejemplo, pasado la mitad de la
fiesta, dan evidencia de un testigo presente en cada ocasión. Los discípulos que
acompañaron a Jesús a Jerusalén sabrían exactamente cuándo viajó y cuándo
llegó. Aunque subió secretamente, al llegar no demoró en aprovechar la ocasión
para seguir su enseñanza sobre el reino que vino a establecer. Aparentemente,
es la primera vez que se ubica en el templo para enseñar, pues se limitó a
realizar la limpieza en la ocasión anterior (2:13–17). Nótese el cambio en el
tiempo de los verbos subió y enseñaba, el segundo de los cuales indica acción
extendida.
Con el v. 15 se inicia la sección del trato con los judíos (vv.
14–24). El verbo se asombraban, en el tiempo imperfecto, se refiere a la
reacción de los judíos ante todas las cosas que estaba diciendo.
Hubo dos motivos de asombro:
1.
La presencia y enseñanza en un lugar tan público
como el templo, a plena vista de la jerarquía judía; y
2.
el conocimiento cabal de la ley que él mostró en
su discurso.
El asombro de la gente se debía más a su manera de enseñar que al
contenido de su discurso. “Por la manera en que él ahora estaba enseñando,
Jesús se mostró como un maestro de lenguaje, interpretación y, quizás, de la
tradición rabínica… Fue la forma de su enseñanza, y no su sustancia, lo que
atrajo su atención y despertó su asombro”. Plummer concuerda al decir que la
sustancia de su doctrina no produjo ninguna emoción en ellos, pero estaban
asombrados de su conocimiento sin haber estudiado, es decir, sin haberlo
obtenido en las escuelas rabínicas y bajo los maestros conocidos.
Jesús nunca había recibido instrucción en escuelas rabínicas. En términos
modernos, se podría decir que no tenía ningún título de alguna institución reconocida.
Por tanto, ¡todo lo que dijera debía estar equivocado!
Se daba a entender que Jesús simplemente expresaba sus opiniones
personales acerca de asuntos religiosos; y, por tanto, había que negarse a
seguir escuchándolo.
En su respuesta Jesús muestra que los críticos no habían pensado en la
posibilidad de que el contenido de su enseñanza pudiera proceder de otra
fuente, muy superior a cualquier seminario judío. Tal como lo veían los críticos,
había sólo dos posibilidades: o Jesús había estado en una escuela rabínica como
estudiante regular; o bien, simplemente emite sus propias ideas. Y como sabían
que la primera de estas alternativas estaba definitivamente excluida, la
segunda debía ser verdadera. Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina
no es mía, sino de aquel que me envió. Ningún hombre le había enseñado, ni era
autodidacta, sino que Dios mismo lo había instruido; ésa fue su respuesta. No sólo había recibido el contenido de su
enseñanza del Padre en los cielos, sino que también había recibido el mandato
divino de transmitirlo a los hombres. Que
sus enemigos tomen nota de este hecho; a saber, que al repudiarlo a él y a su
mensaje, repudian a Dios mismo.
CONCLUSION:
El Salvador del mundo es a la vez el
Maestro que redarguye al mundo. No todos creen en Jesús, y esto por diferentes motivos:
a. Algunos no quieren aceptarlo cuando Él les habla
de sus pecados, y es por eso que le aborrecen (comp. v.7). A nadie le gusta
escuchar la verdad acerca de sí mismo. Es por esta razón que necesitamos la
gracia de Dios para ser sinceros, predicando la Palabra sin temor alguno. Es
fácil caer en el error de no confrontar a la gente con su pecado de incredulidad,
y de esta manera evitar ser rechazados. Pero esto no es lo que el Señor quiere.
b. Otros dudan de su origen. El hombre Jesús, quien
además es de Galilea (según la opinión común en aquellos días), no puede venir
de Dios. Estas objeciones proceden de un corazón que no está obedeciendo a Dios
ni está buscando su gloria. Sólo los que reconocen a Jesús como el Enviado de
Dios, pueden conocerse a sí mismos y darse cuenta de que necesitan del
sacrificio de Jesús para cubrir sus pecados.