JUAN
10:11 AL 21
ISAIAS
40:11
INTRODUCCIÓN

… el buen pastor su vida da
por las ovejas (10.11).
… y pongo mi vida por las
ovejas (10.15).
… yo pongo mi vida, para
volverla a tomar (10.17).
…Nadie me la quita, sino que
yo de mí mismo la pongo (10.18a).
…Tengo poder para ponerla, y
tengo poder para volverla a tomar (10.18b).
DESARROLLO
(vv.11al 15) El poner
su propia vida es la característica suprema del buen pastor. Los asalariados no
muestran tal nivel de lealtad ni de sacrificio.
Cuando los problemas llegan, se esconden,
se olvidan de las ovejas.
David
(quien después llegó a ser rey de Israel) fue un pastor en su juventud. Estando
ocupado en tal oficio, él aprendió bastante sobre la vida, sobre el liderazgo y
sobre Dios. Aprendió especialmente lo que significaba ser un buen pastor.
Cuando se ofreció a pelear en contra del gigante filisteo Goliat, David le dijo
a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león,
o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y
lo libraba de su boca; y si se levantaba
contra
mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y mataba. Fuese león, fuese
oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos,…
(1 Samuel 17.34–36).
El futuro rey de Israel había probado ser
un fiel y buen pastor con las ovejas; más adelante probaría ser un fiel pastor
del pueblo de Dios.
Jesús, a
menudo llamado “Hijo de David” en los evangelios, fue, y continúa siendo, el
Buen Pastor. Él estuvo tan comprometido con el cuidado y bienestar de las
ovejas encomendadas a su cuidado (usted y yo) que él puso su vida por nosotros,
tal como David la puso por sus rebaños.
Cuando se refirió al buen pastor, Jesús dejó
claro que él, “de sí mismo”, iría a la cruz (10.18). Judas, los principales
sacerdotes, Pilato, y las multitudes tendrían su parte que cumplir en la
crucifixión de Jesús, pero no se daban cuenta que tal atrocidad podría suceder
sólo porque Jesús estaba, de su voluntad, poniendo su vida por sus ovejas. ¡Él
es el buen pastor! Más adelante, en
el evangelio de Juan, hay dos frases que nos recuerdan de lo que Jesús dijo en
su discurso del Buen Pastor. Durante el juicio que le hicieron a Jesús, el
gobernador romano, Poncio Pilato, le hizo a Jesús una pregunta. Como se rehusara
a contestarla, Pilato le dijo: “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo
autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte?” (19.10). Jesús, el buen pastor, le contestó:
“Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba;…”
(19.11). Aunque nadie lo entendió así en aquel momento, Pilato jamás podía
haber hecho que se crucificara a Jesús, si Jesús no se lo hubiera permitido.
¡La crucifixión fue en realidad el sacrificio amoroso del buen pastor! Al
final, cuando Jesús estaba colgando de la cruz, “habiendo inclinado la cabeza,
entregó el espíritu” (19.30). Los términos en los que Juan se expresó no son casualidad.
Nadie le arrebató a Jesús su vida. Nadie lo asesinó. Nadie lo engañó ni lo
atrapó en la cruz. Él “entregó el espíritu” de sí mismo, “Él entrego su vida”.
(vv 16) Una de las cosas más difíciles de desaprender es el
exclusivismo. Una vez que a un pueblo, o a un grupo, se le mete en la cabeza
que gozan de un privilegio especial, les es sumamente difícil reconocer que ese
privilegio es en realidad patrimonio común de toda la humanidad. Eso es algo
que los judíos no aprendieron nunca. Creían que eran el pueblo escogido de
Dios, y que a Dios no le importaban los demás pueblos. Creían que, en el mejor
de los casos, los otros pueblos estaban destinados a ser sus esclavos; y, en el
peor de los casos, a ser eliminados del programa general. Pero Jesús dice que
llegará el día en que toda la humanidad le conocerá como su Pastor. El propósito
final de Jesús era que todo el mundo fuera para Dios. Pero, cualquier general
sabe que debe, en primera instancia, limitar sus objetivos. Si trata de atacar
en todo un frente demasiado extenso, no hará más que desparramar sus fuerzas
sin obtener ningún buen resultado. Para llegar a la victoria definitiva tiene
que empezar
por
concentrar sus fuerzas en ciertos objetivos limitados. Eso fue lo que hizo Jesús.
Si hubiera ido acá, y allá, si hubiera mandado a sus discípulos sin
limitaciones en cuanto a la esfera de su trabajo, nada se habría logrado. De
momento se concentró deliberadamente a la nación judía; pero su propósito
definitivo era abarcar a todo el mundo con Su amor.
(vv
17 al 21) Hay pocos pasajes en el Nuevo Testamento
que nos digan tanto como este acerca de Jesús en tan poco espacio.
1. Nos
dice que veía toda su vida como un acto de obediencia a Dios. Dios le había dado una tarea que cumplir, y
Él estaba dispuesto a llevarla a cabo, aunque sabía que le costaría la vida.
2. Nos
dice que Jesús veía siempre la Cruz y la gloria como inseparables. Él
no dudó nunca de que tenía que morir, e igualmente tampoco dudó nunca de que
hubiera de resucitar. La razón no era otra que su confianza en Dios: estaba
seguro de que Dios jamás le abandonaría.
Jesús
no se encontró irremisiblemente enredado en un cúmulo de circunstancias de las
que no se podía librar. Aparte de la ayuda sobrenatural que habría podido
solicitar, está claro que hasta el final habría podido volverse atrás y salvar
la vida. No la perdió, sino la entregó. No se le impuso la Cruz: la aceptó
voluntariamente... por nosotros.
CONCLUSIÓN
QUE HACE EL BUEN PASTOR
1.
Protege.
Esta es la primera labor de Jesucristo como buen pastor (1 P.
5:7).
El Señor siempre está con el cristiano (He. 13:5) y éste no tiene de qué temer
(Sal. 23:4).
2.
Alimenta.
Lleva a las ovejas a pastos delicados (Sal. 23:1–2). Se preocupa de alimentar a
su pueblo tanto espiritual, mental, emocional como físicamente (Mt. 6:33). El
dará comida, vestido, techo, pero sólo lo promete a sus ovejas.
3.
Disciplina. Cuando se torna necesario, utiliza su vara y su cayado para
mantener en línea a sus ovejas y asegurarse de que no harán nada malo. A los
seres humanos se nos comparó a las ovejas (Is.53:6). Es por eso que Jesucristo
como buen pastor lleva la vara para las ovejas necias y el cayado para las
descarriadas.
4.
Dirige.
Va delante de sus ovejas y las guía a buenos lugares (Sal. 23:3).
5. Nos
conoce por nombre. Jesucristo nos conoce en forma personal (Jn. 10:14), por
nombre. Conoce nuestro todo (Sal. 139:1–4), nuestro ser más íntimo con todo lo
bueno y lo malo. Y nos ama. A su vez, nosotros conocemos la voz del pastor (Jn.
10:4). Hay millares de voces herejes y engañadoras (Jn. 10:5), pero en medio de
ellas sobresale la voz inconfundible del Buen Pastor.
6. Da
su vida por las ovejas. La demostración máxima de amor y compasión es ofrecer su
vida por cada una de las ovejas de su rebaño (Jn. 10:11, 15, 17).
7.
Tiene un solo redil. Hay un solo redil que lleva a la salvación y a la vida
eterna, el redil de Jesús (Jn. 10:10b). El otro redil, el de Satanás, conduce a
la perdición y a la muerte eterna (Jn.
10:10a).