jueves, 31 de julio de 2014

"Yo soy el Buen Pastor"


JUAN 10:11 AL 21
ISAIAS 40:11

INTRODUCCIÓN

  Relacionada, pero algo diferente a la afirmación de Jesús en el sentido de ser la puerta, estuvo la declaración en la que dijo: “Yo soy el buen pastor” (10.11a). La palabra “pastor” puede tener diferentes significados. En esta ocasión, tenía un significado en particular en la mente de Jesús: “El buen pastor su vida da por las ovejas”. Aunque su muerte en la cruz no se registra, sino hasta nueve capítulos después en el evangelio de Juan, Jesús ya les estaba diciendo a sus discípulos lo que la cruz significaría. Como el buen pastor que era, él estaba dispuesto y preparado para poner su vida por las ovejas. Cinco veces en esta corta sección recalcó que su muerte no sería algo fuera de su control. ¡Cuando él muriera, ello sería porque él eligió poner su vida!
… el buen pastor su vida da por las ovejas (10.11).
… y pongo mi vida por las ovejas (10.15).
… yo pongo mi vida, para volverla a tomar (10.17).
…Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo (10.18a).
…Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar (10.18b).


DESARROLLO

   (vv.11al 15) El poner su propia vida es la característica suprema del buen pastor. Los asalariados no muestran tal nivel de lealtad ni de sacrificio.
    Cuando los problemas llegan, se esconden, se olvidan de las ovejas.
David (quien después llegó a ser rey de Israel) fue un pastor en su juventud. Estando ocupado en tal oficio, él aprendió bastante sobre la vida, sobre el liderazgo y sobre Dios. Aprendió especialmente lo que significaba ser un buen pastor. Cuando se ofreció a pelear en contra del gigante filisteo Goliat, David le dijo a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba
contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y mataba. Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos,… (1 Samuel 17.34–36).
    El futuro rey de Israel había probado ser un fiel y buen pastor con las ovejas; más adelante probaría ser un fiel pastor del pueblo de Dios.
Jesús, a menudo llamado “Hijo de David” en los evangelios, fue, y continúa siendo, el Buen Pastor. Él estuvo tan comprometido con el cuidado y bienestar de las ovejas encomendadas a su cuidado (usted y yo) que él puso su vida por nosotros, tal como David la puso por sus rebaños.
   Cuando se refirió al buen pastor, Jesús dejó claro que él, “de sí mismo”, iría a la cruz (10.18). Judas, los principales sacerdotes, Pilato, y las multitudes tendrían su parte que cumplir en la crucifixión de Jesús, pero no se daban cuenta que tal atrocidad podría suceder sólo porque Jesús estaba, de su voluntad, poniendo su vida por sus ovejas. ¡Él es el buen pastor!     Más adelante, en el evangelio de Juan, hay dos frases que nos recuerdan de lo que Jesús dijo en su discurso del Buen Pastor. Durante el juicio que le hicieron a Jesús, el gobernador romano, Poncio Pilato, le hizo a Jesús una pregunta. Como se rehusara a contestarla, Pilato le dijo: “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte?”  (19.10). Jesús, el buen pastor, le contestó: “Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba;…” (19.11). Aunque nadie lo entendió así en aquel momento, Pilato jamás podía haber hecho que se crucificara a Jesús, si Jesús no se lo hubiera permitido. ¡La crucifixión fue en realidad el sacrificio amoroso del buen pastor! Al final, cuando Jesús estaba colgando de la cruz, “habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu” (19.30). Los términos en los que Juan se expresó no son casualidad. Nadie le arrebató a Jesús su vida. Nadie lo asesinó. Nadie lo engañó ni lo atrapó en la cruz. Él “entregó el espíritu” de sí mismo, “Él entrego su vida”.
  (vv 16) Una de las cosas más difíciles de desaprender es el exclusivismo. Una vez que a un pueblo, o a un grupo, se le mete en la cabeza que gozan de un privilegio especial, les es sumamente difícil reconocer que ese privilegio es en realidad patrimonio común de toda la humanidad. Eso es algo que los judíos no aprendieron nunca. Creían que eran el pueblo escogido de Dios, y que a Dios no le importaban los demás pueblos. Creían que, en el mejor de los casos, los otros pueblos estaban destinados a ser sus esclavos; y, en el peor de los casos, a ser eliminados del programa general. Pero Jesús dice que llegará el día en que toda la humanidad le conocerá como su Pastor. El propósito final de Jesús era que todo el mundo fuera para Dios. Pero, cualquier general sabe que debe, en primera instancia, limitar sus objetivos. Si trata de atacar en todo un frente demasiado extenso, no hará más que desparramar sus fuerzas sin obtener ningún buen resultado. Para llegar a la victoria definitiva tiene que empezar
por concentrar sus fuerzas en ciertos objetivos limitados. Eso fue lo que hizo Jesús. Si hubiera ido acá, y allá, si hubiera mandado a sus discípulos sin limitaciones en cuanto a la esfera de su trabajo, nada se habría logrado. De momento se concentró deliberadamente a la nación judía; pero su propósito definitivo era abarcar a todo el mundo con Su amor.
(vv 17 al 21)  Hay pocos pasajes en el Nuevo Testamento que nos digan tanto como este acerca de Jesús en tan poco espacio.

1.  Nos dice que veía toda su vida como un acto de obediencia a Dios.    Dios le había dado una tarea que cumplir, y Él estaba dispuesto a llevarla a cabo, aunque sabía que le costaría la vida.

2.  Nos dice que Jesús veía siempre la Cruz y la gloria como inseparables. Él no dudó nunca de que tenía que morir, e igualmente tampoco dudó nunca de que hubiera de resucitar. La razón no era otra que su confianza en Dios: estaba seguro de que Dios jamás le abandonaría.
Jesús no se encontró irremisiblemente enredado en un cúmulo de circunstancias de las que no se podía librar. Aparte de la ayuda sobrenatural que habría podido solicitar, está claro que hasta el final habría podido volverse atrás y salvar la vida. No la perdió, sino la entregó. No se le impuso la Cruz: la aceptó voluntariamente... por nosotros.


CONCLUSIÓN


QUE HACE EL BUEN PASTOR

1. Protege. Esta es la primera labor de Jesucristo como buen pastor (1 P.
5:7). El Señor siempre está con el cristiano (He. 13:5) y éste no tiene de qué temer (Sal. 23:4).

2. Alimenta. Lleva a las ovejas a pastos delicados (Sal. 23:1–2). Se preocupa de alimentar a su pueblo tanto espiritual, mental, emocional como físicamente (Mt. 6:33). El dará comida, vestido, techo, pero sólo lo promete a sus ovejas.

3. Disciplina. Cuando se torna necesario, utiliza su vara y su cayado para mantener en línea a sus ovejas y asegurarse de que no harán nada malo. A los seres humanos se nos comparó a las ovejas (Is.53:6). Es por eso que Jesucristo como buen pastor lleva la vara para las ovejas necias y el cayado para las descarriadas.

4. Dirige. Va delante de sus ovejas y las guía a buenos lugares (Sal. 23:3).

5. Nos conoce por nombre. Jesucristo nos conoce en forma personal (Jn. 10:14), por nombre. Conoce nuestro todo (Sal. 139:1–4), nuestro ser más íntimo con todo lo bueno y lo malo. Y nos ama. A su vez, nosotros conocemos la voz del pastor (Jn. 10:4). Hay millares de voces herejes y engañadoras (Jn. 10:5), pero en medio de ellas sobresale la voz inconfundible del Buen Pastor.

6. Da su vida por las ovejas. La demostración máxima de amor y compasión es ofrecer su vida por cada una de las ovejas de su rebaño (Jn. 10:11, 15, 17).

7. Tiene un solo redil. Hay un solo redil que lleva a la salvación y a la vida eterna, el redil de Jesús (Jn. 10:10b). El otro redil, el de Satanás, conduce a la perdición y a la muerte eterna (Jn. 
10:10a).


domingo, 27 de julio de 2014

CUESTIONARIO DEL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN




A continuación le compartimos el cuestionario del Evangelio según San Juan que estamos actualmente trabajando en el grupo de Estudio Bíblico de nuestra iglesia, con el fin de ejercitarnos y capacitarnos en el estudio de la Palabra de Dios.





1.    ¿Cuáles eran los 3 peligros que enfrentaba la iglesia en el tiempo que Juan escribió este libro?

2.    ¿Qué era el gnosticismo?

3.    Explique: 
ü  Jesús es perfecto Dios                
ü  Jesús es perfecto Hombre

4.    ¿Cuál es el milagro más grande hecho en Jesús?

5.    ¿Cuál es la más grande humillación de Jesús?

6.    ¿Qué manifestación nos muestra Juan en el capítulo 1 que hace de Jesús el creador?

7.    ¿Qué era la fiesta de la purificación?

8.    ¿Qué significa la conversión del agua en vino?

9.    ¿A qué grupo importante pertenecía Nicodemo?

10. ¿Quiénes eran los samaritanos?

11. ¿Quién era la mujer Samaritana?

12. Nombre los 7 “yo soy” de Jesús

13. Nombre los milagros de Jesús realizados el día sábado desde el capítulo 1 al 10

14. ¿Qué siente Jesús por la multitud según el capítulo 6?

15. Nombre 4 cosas comunes con lo que Jesús hizo grandes milagros

16. ¿Qué es el maná?

17. Con que tipos de ramas (de árboles) se armaba el tabernáculo en el desierto.

18. En qué fecha se celebraba esta fiesta judía “los tabernáculos”

19. ¿Qué manifestaciones de Dios se confrontan en la aceptación de la mujer adúltera?

20. Quienes eran los
ü  Los fariseos
ü  Los saduceos
ü  Los escribas

lunes, 21 de julio de 2014

"Yo soy la puerta"


LECCIÓN DOMINGO 27 DE JULIO DE 2014

JUAN 10: 1 AL 10
JEREMÍAS 50:6

INTRODUCCIÓN
  
No cabe duda de que la descripción de Jesús como el Buen Pastor es la más apreciada y conmovedora de la piedad cristiana. La figura del pastor está entretejida en el lenguaje y la imaginería de la Biblia. No podía ser de otra manera. La parte principal de Judea es la meseta central, que se extiende unos 50 kilómetros de Betel a Hebrón, con una anchura variable entre los 20 y los 25 kilómetros. El terreno es, en su mayoría, áspero y pedregoso. Judea era un país mucho más pastoril que agricultor; y era inevitable, por tanto, que la figura más frecuente y representativa de las tierras altas de Judea fuera la del pastor.


    Su vida era muy dura. Nunca se vería un rebaño pastando sin pastor, y este no se podía distraer ni un momento. Como había poca hierba, las ovejas siempre iban deambulando; y, como no había vallas de protección, había que estar vigilando constantemente las ovejas. A los dos lados de la estrecha meseta, el terreno se precipitaba bruscamente hacia abajo, hacia los inhóspitos desiertos escarpados por los que las ovejas corrían constantemente peligro de perderse. La misión del pastor era, no sólo constante, sino peligrosa; porque, además, tenía que proteger el rebaño de los ataques de las fieras, especial mente los lobos, y de las incursiones de ladrones y bandidos.

DESARROLLO
(vv.1–6)   El sermón comienza con una alegoría sobre las ovejas y los pastores de éstas, en la cual Jesús utiliza la bien conocida imagen del redil de las ovejas (10.1–5). En ciertos momentos, por las noches, las ovejas serían reunidas en un aprisco hecho de rocas o espinas. El reunir las ovejas de esta manera, facilitaba el protegerlas de los animales salvajes y de los ladrones. Jesús les recordó a sus oyentes acerca del modo como los verdaderos pastores entrarían por la puerta a sacar sus ovejas.

   Ellos llamarían a las ovejas de ellos por su nombre, y éstas los seguirían de buena gana. El ladrón, por otro lado, siempre se metería a escondidas, saltando la valla, con el fin de robarse las ovejas. Lo que Jesús estaba diciendo era que él no había venido a engañar ni a estafar al pueblo de Dios. Más bien, había entrado por la puerta hablando claramente en público, y no reuniendo a escondidas a sus seguidores. No obstante, en aquel momento, sus oyentes no entendieron lo que él les decía (10.6).

(vv.7-10)   Los judíos no comprendieron el sentido de la historia del Buen Pastor, así es que Jesús, sencilla y claramente, se la aplicó a Sí mismo.

Empezó diciendo: « Yo soy la puerta.» En esta alegoría, Jesús habla de dos clases de refugios de ovejas. En los pueblos había corrales comunales donde se metían todos los rebaños de los vecinos cuando volvían a casa por la noche. Estaban protegidos por una puerta recia de la que solamente el portero tenía la llave. Era a esa clase de aprisco a la que se refería Jesús en los versículos 2 y 3. Pero, cuando el tiempo lo permitía y las ovejas no volvían por la noche al pueblo, se  recogían en rediles al aire libre, que eran y son «apriscos cercados con un vallado de estacas y redes»  con una abertura por la que entran y salen las ovejas; es decir, sin puerta propiamente dicha. Lo que sucedía era que, por la noche, el mismo pastor se tumbaba o acurrucaba en la abertura de forma que ninguna oveja podía salir sin pasar por encima de su cuerpo. Literalmente: el pastor era la puerta.

        Eso era lo que Jesús tenía en mente cuando dijo: «Yo soy la puerta.» A través de Él, y sólo a través de Él, podemos tener acceso a la presencia de Dios. «A través de Él decía Pablo tenemos entrada al Padre» (Efesios 2:18). Jesús abre el camino hacia Dios. Hasta que vino Jesús, se podía pensar en Dios sólo en el mejor de los casos como un extraño, o en el peor de los casos como un enemigo. Pero Jesús vino para enseñarnos cómo es Dios, y para abrirnos el camino hacia Él. No hay otra puerta por la que podamos tener entrada a la presencia de Dios.

     Para describir algo de lo que quiere decir esa entrada a Dios, Jesús usa una frase hebrea bien conocida. Dice que, por Él, podemos entrar y salir. El poder ir y venir sin impedimento era la manera judía de describir una vida totalmente segura y a salvo. Cuando uno puede entrar y salir sin miedo en su casa o en su país, eso quiere decir que hay paz, que las fuerzas de la ley y del orden funcionan y que se goza de completa seguridad. El líder de la nación debe ser « el que salga delante de ellos y que entre delante de ellos, que los saque y los introduzca» (Números 27:17).  De la persona que es obediente a Dios se dice que será bendito en su entrar y bendito en su salir (Deuteronomio 28:6). El salmista está seguro de que Dios siempre guardará su salida y su entrada (Salmo 121:8). Una vez que descubrimos, por medio de Jesucristo, cómo es Dios, adquirimos un nuevo sentido de libertad y de seguridad. Si sabemos que nuestra vida está en las manos de un Dios así, las preocupaciones y los temores desaparecen.

       Jesús dijo que los que habían venido antes eran ladrones y bandidos. Por supuesto que no se estaba refiriendo a la gran sucesión de los profetas y héroes de la fe, sino a los aventureros que surgían cada dos por tres en Palestina prometiéndoles a los que los siguieran una edad de oro. Todos esos pretendientes no eran en realidad más que terroristas. Creían que el pueblo tendría que vadear un río de sangre para entrar en la supuesta edad de oro.

     Habla de hombres como los celotas a los que no les importaba morir ni matar a sus seres queridos si se podían hacer realidad sus esperanzas de conquista. Jesús está diciendo: «Ha habido hombres que pretendían ser líderes enviados de Dios. Su credo eran la guerra y el asesinato. Guiaban al pueblo cada vez más lejos de Dios. Mas Jesús dice, mi camino es el de la paz, el amor y la vida; y, si lo queréis seguir, lleva cada vez más cerca de Dios.» Siempre ha habido, y habrá siempre, los que creen que hay que introducir la edad de oro por la violencia, la lucha de clases, la amargura y la destrucción. El mensaje de Jesús es que el único camino que conduce a Dios en el Cielo y a la edad de oro en la tierra es el del amor.

    Jesús se presenta como el que ha venido para que tengamos vida, y para que la tengamos en más abundancia. La frase griega para tenerla en más abundancia quiere decir una superabundancia de algo. Ser seguidor de Jesús, saber quién es y lo que representa, es tener superabundancia de vida. Es sólo cuando vivimos con Cristo cuando la vida vale la pena de veras y empezamos a vivir de verdad.

CONCLUSIÓN
¡Esta es la relación que Jesús tiene con sus ovejas hoy día! Las ovejas de él oyen su voz. Los verdaderos buscadores de Dios reconocerán su llamado y lo hallarán. A éstos él les dará vida abundante. El tema de la “vida” ocupa un lugar importante en el evangelio de Juan (20.31).                                           No se trata de la “buena vida” ni de la “vida fácil” que a menudo procuramos; se trata de la “vida abundante” que Jesús les da a los que oyen su voz.