lunes, 21 de julio de 2014

"Yo soy la puerta"


LECCIÓN DOMINGO 27 DE JULIO DE 2014

JUAN 10: 1 AL 10
JEREMÍAS 50:6

INTRODUCCIÓN
  
No cabe duda de que la descripción de Jesús como el Buen Pastor es la más apreciada y conmovedora de la piedad cristiana. La figura del pastor está entretejida en el lenguaje y la imaginería de la Biblia. No podía ser de otra manera. La parte principal de Judea es la meseta central, que se extiende unos 50 kilómetros de Betel a Hebrón, con una anchura variable entre los 20 y los 25 kilómetros. El terreno es, en su mayoría, áspero y pedregoso. Judea era un país mucho más pastoril que agricultor; y era inevitable, por tanto, que la figura más frecuente y representativa de las tierras altas de Judea fuera la del pastor.


    Su vida era muy dura. Nunca se vería un rebaño pastando sin pastor, y este no se podía distraer ni un momento. Como había poca hierba, las ovejas siempre iban deambulando; y, como no había vallas de protección, había que estar vigilando constantemente las ovejas. A los dos lados de la estrecha meseta, el terreno se precipitaba bruscamente hacia abajo, hacia los inhóspitos desiertos escarpados por los que las ovejas corrían constantemente peligro de perderse. La misión del pastor era, no sólo constante, sino peligrosa; porque, además, tenía que proteger el rebaño de los ataques de las fieras, especial mente los lobos, y de las incursiones de ladrones y bandidos.

DESARROLLO
(vv.1–6)   El sermón comienza con una alegoría sobre las ovejas y los pastores de éstas, en la cual Jesús utiliza la bien conocida imagen del redil de las ovejas (10.1–5). En ciertos momentos, por las noches, las ovejas serían reunidas en un aprisco hecho de rocas o espinas. El reunir las ovejas de esta manera, facilitaba el protegerlas de los animales salvajes y de los ladrones. Jesús les recordó a sus oyentes acerca del modo como los verdaderos pastores entrarían por la puerta a sacar sus ovejas.

   Ellos llamarían a las ovejas de ellos por su nombre, y éstas los seguirían de buena gana. El ladrón, por otro lado, siempre se metería a escondidas, saltando la valla, con el fin de robarse las ovejas. Lo que Jesús estaba diciendo era que él no había venido a engañar ni a estafar al pueblo de Dios. Más bien, había entrado por la puerta hablando claramente en público, y no reuniendo a escondidas a sus seguidores. No obstante, en aquel momento, sus oyentes no entendieron lo que él les decía (10.6).

(vv.7-10)   Los judíos no comprendieron el sentido de la historia del Buen Pastor, así es que Jesús, sencilla y claramente, se la aplicó a Sí mismo.

Empezó diciendo: « Yo soy la puerta.» En esta alegoría, Jesús habla de dos clases de refugios de ovejas. En los pueblos había corrales comunales donde se metían todos los rebaños de los vecinos cuando volvían a casa por la noche. Estaban protegidos por una puerta recia de la que solamente el portero tenía la llave. Era a esa clase de aprisco a la que se refería Jesús en los versículos 2 y 3. Pero, cuando el tiempo lo permitía y las ovejas no volvían por la noche al pueblo, se  recogían en rediles al aire libre, que eran y son «apriscos cercados con un vallado de estacas y redes»  con una abertura por la que entran y salen las ovejas; es decir, sin puerta propiamente dicha. Lo que sucedía era que, por la noche, el mismo pastor se tumbaba o acurrucaba en la abertura de forma que ninguna oveja podía salir sin pasar por encima de su cuerpo. Literalmente: el pastor era la puerta.

        Eso era lo que Jesús tenía en mente cuando dijo: «Yo soy la puerta.» A través de Él, y sólo a través de Él, podemos tener acceso a la presencia de Dios. «A través de Él decía Pablo tenemos entrada al Padre» (Efesios 2:18). Jesús abre el camino hacia Dios. Hasta que vino Jesús, se podía pensar en Dios sólo en el mejor de los casos como un extraño, o en el peor de los casos como un enemigo. Pero Jesús vino para enseñarnos cómo es Dios, y para abrirnos el camino hacia Él. No hay otra puerta por la que podamos tener entrada a la presencia de Dios.

     Para describir algo de lo que quiere decir esa entrada a Dios, Jesús usa una frase hebrea bien conocida. Dice que, por Él, podemos entrar y salir. El poder ir y venir sin impedimento era la manera judía de describir una vida totalmente segura y a salvo. Cuando uno puede entrar y salir sin miedo en su casa o en su país, eso quiere decir que hay paz, que las fuerzas de la ley y del orden funcionan y que se goza de completa seguridad. El líder de la nación debe ser « el que salga delante de ellos y que entre delante de ellos, que los saque y los introduzca» (Números 27:17).  De la persona que es obediente a Dios se dice que será bendito en su entrar y bendito en su salir (Deuteronomio 28:6). El salmista está seguro de que Dios siempre guardará su salida y su entrada (Salmo 121:8). Una vez que descubrimos, por medio de Jesucristo, cómo es Dios, adquirimos un nuevo sentido de libertad y de seguridad. Si sabemos que nuestra vida está en las manos de un Dios así, las preocupaciones y los temores desaparecen.

       Jesús dijo que los que habían venido antes eran ladrones y bandidos. Por supuesto que no se estaba refiriendo a la gran sucesión de los profetas y héroes de la fe, sino a los aventureros que surgían cada dos por tres en Palestina prometiéndoles a los que los siguieran una edad de oro. Todos esos pretendientes no eran en realidad más que terroristas. Creían que el pueblo tendría que vadear un río de sangre para entrar en la supuesta edad de oro.

     Habla de hombres como los celotas a los que no les importaba morir ni matar a sus seres queridos si se podían hacer realidad sus esperanzas de conquista. Jesús está diciendo: «Ha habido hombres que pretendían ser líderes enviados de Dios. Su credo eran la guerra y el asesinato. Guiaban al pueblo cada vez más lejos de Dios. Mas Jesús dice, mi camino es el de la paz, el amor y la vida; y, si lo queréis seguir, lleva cada vez más cerca de Dios.» Siempre ha habido, y habrá siempre, los que creen que hay que introducir la edad de oro por la violencia, la lucha de clases, la amargura y la destrucción. El mensaje de Jesús es que el único camino que conduce a Dios en el Cielo y a la edad de oro en la tierra es el del amor.

    Jesús se presenta como el que ha venido para que tengamos vida, y para que la tengamos en más abundancia. La frase griega para tenerla en más abundancia quiere decir una superabundancia de algo. Ser seguidor de Jesús, saber quién es y lo que representa, es tener superabundancia de vida. Es sólo cuando vivimos con Cristo cuando la vida vale la pena de veras y empezamos a vivir de verdad.

CONCLUSIÓN
¡Esta es la relación que Jesús tiene con sus ovejas hoy día! Las ovejas de él oyen su voz. Los verdaderos buscadores de Dios reconocerán su llamado y lo hallarán. A éstos él les dará vida abundante. El tema de la “vida” ocupa un lugar importante en el evangelio de Juan (20.31).                                           No se trata de la “buena vida” ni de la “vida fácil” que a menudo procuramos; se trata de la “vida abundante” que Jesús les da a los que oyen su voz.

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