LECCIÓN DOMINGO 27 DE JULIO DE 2014
JUAN
10: 1 AL 10
JEREMÍAS
50:6
INTRODUCCIÓN
Su vida era muy dura. Nunca se vería un
rebaño pastando sin pastor, y este no se podía distraer ni un momento. Como
había poca hierba, las ovejas siempre iban deambulando; y, como no había vallas
de protección, había que estar vigilando constantemente las ovejas. A los dos
lados de la estrecha meseta, el terreno se precipitaba bruscamente hacia abajo,
hacia los inhóspitos desiertos escarpados por los que las ovejas corrían constantemente
peligro de perderse. La misión del pastor era, no sólo constante, sino
peligrosa; porque, además, tenía que proteger el rebaño de los ataques de las
fieras, especial mente los lobos, y de las incursiones de ladrones y bandidos.
DESARROLLO
(vv.1–6) El sermón comienza con una alegoría sobre las ovejas
y los pastores de éstas, en la cual Jesús utiliza la bien conocida imagen del
redil de las ovejas (10.1–5). En ciertos momentos, por las noches, las ovejas
serían reunidas en un aprisco hecho de rocas o espinas. El reunir las ovejas de
esta manera, facilitaba el protegerlas de los animales salvajes y de los
ladrones. Jesús les recordó a sus oyentes acerca del modo como los verdaderos pastores
entrarían por la puerta a sacar sus ovejas.
Ellos llamarían a las ovejas de ellos por su
nombre, y éstas los seguirían de buena gana. El ladrón, por otro lado, siempre
se metería a escondidas, saltando la valla, con el fin de robarse las ovejas.
Lo que Jesús estaba diciendo era que él no había venido a engañar ni a estafar
al pueblo de Dios. Más bien, había entrado por la puerta hablando claramente en
público, y no reuniendo a escondidas a sus seguidores. No obstante, en aquel
momento, sus oyentes no entendieron lo que él les decía (10.6).
(vv.7-10) Los judíos no comprendieron el sentido
de la historia del Buen Pastor, así es que Jesús, sencilla y claramente, se la
aplicó a Sí mismo.
Empezó
diciendo: « Yo soy la puerta.» En esta alegoría, Jesús habla de dos clases de
refugios de ovejas. En los pueblos había corrales comunales donde se metían
todos los rebaños de los vecinos cuando volvían a casa por la noche. Estaban
protegidos por una puerta recia de la que solamente el portero tenía la llave.
Era a esa clase de aprisco a la que se refería Jesús en los versículos 2 y 3.
Pero, cuando el tiempo lo permitía y las ovejas no volvían por la noche al
pueblo, se recogían en rediles al aire
libre, que eran y son «apriscos cercados con un vallado de estacas y
redes» con una abertura por la que
entran y salen las ovejas; es decir, sin puerta propiamente dicha. Lo que
sucedía era que, por la noche, el mismo pastor se tumbaba o acurrucaba en la
abertura de forma que ninguna oveja podía salir sin pasar por encima de su
cuerpo. Literalmente: el pastor era la puerta.
Eso era lo que Jesús tenía en mente
cuando dijo: «Yo soy la puerta.» A través de Él, y sólo a través de Él, podemos
tener acceso a la presencia de Dios. «A través de Él decía Pablo tenemos
entrada al Padre» (Efesios 2:18). Jesús abre el camino hacia Dios. Hasta que
vino Jesús, se podía pensar en Dios sólo en el mejor de los casos como un
extraño, o en el peor de los casos como un enemigo. Pero Jesús vino para
enseñarnos cómo es Dios, y para abrirnos el camino hacia Él. No hay otra puerta
por la que podamos tener entrada a la presencia de Dios.
Para
describir algo de lo que quiere decir esa entrada a Dios, Jesús usa una frase
hebrea bien conocida. Dice que, por Él, podemos entrar y salir. El poder ir y
venir sin impedimento era la manera judía de describir una vida totalmente
segura y a salvo. Cuando uno puede entrar y salir sin miedo en su casa o en su
país, eso quiere decir que hay paz, que las fuerzas de la ley y del orden
funcionan y que se goza de completa seguridad. El líder de la nación debe ser «
el que salga delante de ellos y que entre delante de ellos, que los saque y los
introduzca» (Números 27:17). De la
persona que es obediente a Dios se dice que será bendito en su entrar y bendito
en su salir (Deuteronomio 28:6). El salmista está seguro de que Dios siempre
guardará su salida y su entrada (Salmo 121:8). Una vez que descubrimos, por medio
de Jesucristo, cómo es Dios, adquirimos un nuevo sentido de libertad y de
seguridad. Si sabemos que nuestra vida está en las manos de un Dios así, las
preocupaciones y los temores desaparecen.
Jesús dijo que los que habían venido antes
eran ladrones y bandidos. Por supuesto que no se estaba refiriendo a la gran
sucesión de los profetas y héroes de la fe, sino a los aventureros que surgían
cada dos por tres en Palestina prometiéndoles a los que los siguieran una edad
de oro. Todos esos pretendientes no eran en realidad más que terroristas.
Creían que el pueblo tendría que vadear un río de sangre para entrar en la
supuesta edad de oro.
Habla
de hombres como los celotas a los que no les importaba morir ni matar a sus
seres queridos si se podían hacer realidad sus esperanzas de conquista. Jesús
está diciendo: «Ha habido hombres que pretendían ser líderes enviados de Dios.
Su credo eran la guerra y el asesinato. Guiaban al pueblo cada vez más lejos de
Dios. Mas Jesús dice, mi camino es el de la paz, el amor y la vida; y, si lo
queréis seguir, lleva cada vez más cerca de Dios.» Siempre ha habido, y habrá
siempre, los que creen que hay que introducir la edad de oro por la violencia,
la lucha de clases, la amargura y la destrucción. El mensaje de Jesús es que el
único camino que conduce a Dios en el Cielo y a la edad de oro en la tierra es
el del amor.
Jesús
se presenta como el que ha venido para que tengamos vida, y para que la
tengamos en más abundancia. La frase griega para tenerla en más abundancia
quiere decir una superabundancia de algo. Ser seguidor de Jesús, saber quién es
y lo que representa, es tener superabundancia de vida. Es sólo cuando vivimos
con Cristo cuando la vida vale la pena de veras y empezamos a vivir de verdad.
CONCLUSIÓN
¡Esta es la relación que Jesús
tiene con sus ovejas hoy día! Las ovejas de él oyen su voz. Los verdaderos
buscadores de Dios reconocerán su llamado y lo hallarán. A éstos él les dará
vida abundante. El tema de la “vida” ocupa un lugar importante en el evangelio
de Juan (20.31). No se trata de la “buena
vida” ni de la “vida fácil” que a menudo procuramos; se trata de la “vida
abundante” que Jesús les da a los que oyen su voz.
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