JUAN 11: 1
AL 16
MARCOS 5:39
INTRODUCCIÓN
Una de las cosas más preciosas del mundo es
tener una casa y un hogar al que uno puede ir en cualquier momento, y encontrar
descanso y comprensión paz y amor. Eso
era doblemente cierto en el caso de Jesús, porque Él no tenía un hogar suyo
propio; no tenía donde reclinar la cabeza (Lucas 9:58). En el hogar de Betania
encontró algo de todo eso. Había allí tres personas que le amaban; y allí podía
encontrar descanso de las tensiones de la vida.
El
mayor regalo que se puede hacer es dar comprensión y paz. El tener alguien al
que uno puede acudir en cualquier momento sabiendo que no se reirá de nuestros
sueños ni malentenderá nuestras confidencias es lo más maravilloso del mundo.
Es una posibilidad para todos nosotros el tener un hogar así. No hace falta
mucho dinero, ni requiere una hospitalidad exquisita. Sólo se necesita un
corazón comprensivo. Nadie puede tener nada mejor que ofrecer a sus semejantes
que el don del reposo para unos pies cansados, como ha dicho alguien; y eso era
lo que Jesús encontraba en la casa de Betania en la que vivían Marta y María y
Lázaro.
DESARROLLO
(vv 1-5) Cuando
Jesús llegó a Samaria sabía que, le pasara lo que le pasara a Lázaro, Él tenía
poder para resolverlo. Pero, en un principio, se limitó a decir que aquella
enfermedad se había presentado para la gloria de Dios y suya. Ahora bien: eso
era cierto en dos sentidos, y Jesús lo sabía.
1..La
curación permitiría sin duda a la gente ver la gloria de Dios en acción.
2..Pero
había algo más. Una y otra vez en el Cuarto Evangelio, Jesús habla de su gloria
en relación con la Cruz. Juan nos dice en 7:39 que el Espíritu no había venido
todavía porque Jesús todavía no había sido glorificado, es decir, porque aún no
había muerto en la Cruz. Cuando acudieron a Él los griegos, Jesús dijo: < Ha
llegado la hora de que el Hijo del Hombre sea glorificado» (Juan 12:23). Y era de
la Cruz de lo que estaba hablando, porque inmediatamente dijo que el grano de
trigo tiene que caer en la tierra y morir para llevar fruto. En Juan 12:16,
Juan dice que los discípulos se acordaron de estas cosas después que Jesús fue
glorificado, es decir, después de su muerte y resurrección. Está claro en el
Cuarto Evangelio que Jesús veía la Cruz como su suprema gloria y como su camino
a la gloria. Así que, cuando dijo que la curación de Lázaro le glorificaría,
estaba dando muestras de que sabía perfectamente bien que el ir a Betania y
devolverle la salud, y la vida, a Lázaro, era dar un paso que le conduciría a
la Cruz. Y así fue. Con los ojos abiertos Jesús aceptó la Cruz para ayudar a su
amigo. Sabía el precio, y estaba dispuesto a pagarlo.
(vv 6-10) Puede
que encontremos extraño que Jesús se quedara otros dos días enteros donde
estaba después de recibir la noticia de la enfermedad de Lázaro. Los
comentaristas han sugerido diversas razones para explicar este retraso.
1...Se ha sugerido que Jesús esperó para que, cuando llegara a
Betania, Lázaro ya estuviera muerto sin lugar a duda.
2...Se ha sugerido que Jesús esperó porque el retraso haría
mucho más impresionante el milagro que se proponía realizar. La maravilla de
resucitar a un hombre que llevaba cuatro días muerto sería mucho mayor. La verdadera razón por la que Juan nos
cuenta la historia de esta manera es que él nos presenta siempre a Jesús
tomando la iniciativa por su cuenta, no por imposición de nadie ni de las
circunstancias.
Cuando convirtió el agua en vino en Caná
de Galilea (Juan 2:1- 11), Juan nos presenta a María acudiendo a Jesús y
contándole el problema; y la primera respuesta de Jesús fue: < No te
preocupes por eso. Déjame resolverlo a mi manera.» Entra en acción, no porque le
convencen u obligan otros, sino siempre por propia iniciativa. Cuando Juan nos
relata que los hermanos de Jesús trataron de desafiarle para que fuera a
Jerusalén (Juan 7:1- 10), nos presenta a Jesús, primero, rehusando ir a
Jerusalén; y luego, yendo cuando Él lo decidió por Sí. Juan se propone siempre
hacernos ver que Jesús hacía las cosas, no obligado por nada, sino porque lo
decidía por sí mismo y en su momento. Eso es lo que vemos aquí también. Es una advertencia
para nosotros. Muchas veces quisiéramos que Jesús interviniera de cierta manera
y cuando nosotros decimos; hemos de aprender a dejarle intervenir como y cuando
Él decida.
Por último, cuando Jesús anunció la vuelta
a Judea, sus discípulos se sorprendieron y espantaron. Se acordaban de que, la
última vez que había estado allí, los judíos habían estado buscando la manera
de matarle.
El volver a Judea entonces les parecía,
como se puede comprender, la manera más segura de cometer suicidio. Entonces
Jesús dijo algo que encierra una gran verdad de valor permanente: «¿No tiene el
día doce horas?»
Esta
pregunta implica tres grandes verdades.
(i) Un día no puede terminar antes de
tiempo. Tiene doce horas que transcurren no importa lo que suceda. La duración
del día es fija, y nada lo acortará o alargará. En la economía de Dios del
tiempo, cada persona tiene
su día, corto o
largo.
(ii) Si el día tiene
doce horas, hay tiempo suficiente para lo que una persona tiene que hacer, sin
andarse con prisas.
(iii) Pero,
aunque haya doce horas en el día, hay sólo doce horas. No se pueden prolongar;
y, por tanto, no hay que perder el tiempo. Hay bastante tiempo, pero no
demasiado. Hay que «redimir el tiempo» (Efesios 4:16)
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