LECCIÓN DOMINGO 21 DE SEPTIEMBRE DE 2014
JUAN 11:45
AL 57
HECHOS 4:11
INTRODUCCIÓN

Lázaro
salió de la tumba vivo, venciendo a la muerte por medio de un acto todopoderoso
y sobrenatural. La muerte es un terrible enemigo, pero un enemigo que ha sido
vencido (He. 3:14).
Lázaro sale de la tumba, y a pesar de haber
resucitado continúa con las limitaciones físicas de un ser normal. Esto
demuestra que no se había convertido en un ser sobrenatural ni puramente
espiritual. Cuando sale de la tumba deben desatarlo de sus mortajas. Lázaro
evidentemente no tenía un cuerpo incorruptible y eterno como el que recibiremos
en nuestra resurrección, pero salió de la tumba vivo.
Jesucristo realizó esta señal en Betania
para demostrar su poder y su amor, y para que la gente crea. El relato finaliza
señalando que muchos de los judíos, habiendo sido testigos del milagro,
creyeron en él.
Sin
embargo, esta creciente popularidad de Jesús acarrearía nuevas muestras de
disgusto y posteriormente un complot para matarlo.
DESARROLLO
Las autoridades judías se nos retratan
aquí gráficamente. El maravilloso suceso de Betania los obligó a intervenir;
era imposible seguir dejando actuar a Jesús, porque todo el pueblo acabaría por
seguirle. Así es que se reunió el sanedrín para resolver aquella
situación. En el sanedrín estaban tanto
los fariseos como los saduceos. Los fariseos no eran un partido político; su
único interés era vivir de acuerdo con la ley en todos sus detalles, y no les
importaba quién los gobernaba, con tal de que les permitiera seguir su
obediencia meticulosa a la ley. Por otra parte estaban los saduceos, que eran
intensamente políticos. Eran el partido aristocrático y rico; y eran el partido
colaboracionista: con tal que se les permitiera retener sus riquezas,
comodidades y posición de autoridad, estaban dispuestos a colaborar con Roma.
Todos
los principales sacerdotes eran saduceos. Y está claro que eran ellos los que
dominaban el sanedrín. Es decir: que fueron los saduceos los que lo dijeron
todo. Juan nos los retrata con unas pocas pinceladas magistrales.
Primero, eran
declaradamente descorteses. «El
comportamiento de los saduceos entre sí era bastante rudo, y su relación con
sus iguales era tan áspera como con los extranjeros.» «Vosotros no tenéis ni
idea», dijo Caifás (versículo 49). «Sois estúpidos y tenéis la cabeza vacía.»
Aquí tenemos la arrogancia innata y avasalladora de los saduceos en acción; este
era exactamente su carácter. Su arrogancia despectiva está en contraste
implícito con los acentos de amor de Jesús.
Segundo, la
única cosa que interesaba realmente a los saduceos era retener su poder y
prestigio político y social. Lo que temían era que Jesús consiguiera muchos
seguidores y provocara un conflicto con el gobierno.
Los romanos eran tolerantes en muchas
cosas; pero, con un imperio tan extenso que gobernar, no podían permitir
desórdenes civiles, que siempre sofocaban con mano firme y cruel. Si Jesús
fuera el causante de un desorden civil, Roma se echaría encima con todo su
poder, y no cabía la menor duda de que los saduceos perderían su posición de
autoridad. Nunca se les ocurrió preguntarse si Jesús tendría o no razón. Su
única pregunta era: «¿Qué efecto puede tener en nuestra posición y comodidad y
autoridad?» Juzgaban las cosas, no a la luz de principios éticos, sino a la de
sus propios intereses.
Entonces el sumo sacerdote Caifás dijo
aquellas palabras de doble filo: « Si tuvierais
dos dedos de frente –les dijo-, llegaríais a la conclusión de que es mucho
mejor que muera un Hombre por la nación antes que toda la nación perezca.»
Los judíos creían que, cuando el sumo sacerdote buscaba el consejo de Dios para
la nación, Dios hablaba por medio de él. El sumo sacerdote había de ser el
canal de la palabra de Dios al líder o a la nación. Eso era Caifás en aquel
día. Lo que Caifás quería decir era que
era mejor que muriera Jesús que hubiera problemas con los romanos. Era verdad
que Jesús había de morir para salvar a la nación -pero no en el sentido que
decía Caifás. Era verdad de una manera mucho más maravillosa. Dios puede hablar
por los medios menos imaginables. Algunas veces puede mandar su mensaje por
medio de alguien que ni siquiera sabe lo que está diciendo. Puede usar hasta
las palabras de un hombre malo. Jesús había de morir por la nación de Israel, y
también por todo el pueblo de Dios esparcido por todo el mundo.
(vv 54-57) Jesús no jugaba con el peligro
innecesariamente. Estaba dispuesto a entregar su vida, pero no a malgastarla
temerariamente antes de terminar su obra. Así es que se retiró a un pueblo que
se llamaba Efraín, que estaba cerca de Belén, en el país montañoso al Norte de
Jerusalén.
Para entonces ya empezaba Jerusalén a
llenarse de gente. Antes de participar en ninguna fiesta, los judíos tenían que
purificarse ritualmente; y la impureza se podía contraer al tocar un número
considerable de cosas y personas. Muchos de los judíos, por tanto, se
adelantaban para llegar a la ciudad a tiempo para hacer las ofrendas necesarias
y realizar las abluciones para estar seguros de que estaban ritualmente
limpios. La ley decía: «Todos los varones
tienen que purificarse antes de la fiesta.»
Estas purificaciones se llevaban a cabo
en el templo. Requerían tiempo; y, mientras esperaban, los judíos se reunían en
grupitos expectantes. Sabían lo que pasaba. Sabían de la contienda de
voluntades entre Jesús y las autoridades; y la gente siempre está interesada en
el que se enfrenta valientemente con riesgos imprevisibles. Se preguntaban si
aparecería en la fiesta; y concluyeron que no le sería posible. Este Carpintero
galileo no podía arrostrar todo el poder de la jerarquía eclesiástica y
política judía.
Pero
habían infravalorado a Jesús. Cuando llegara su hora para aparecer, no habría
poder en la Tierra que se lo impidiera. Martín Lutero fue uno de esos que no
hacen caso de las advertencias de las almas timoratas que tratan de impedir que
sean lo que consideran demasiado lanzado. Él seguía el camino que consideraba
correcto «pese a todos los cardenales, papas, reyes y emperadores, con todos
los demonios y el infierno.» Cuando le citaron para que se presentara a la
dieta de Worms para retractarse de sus ataques a los abusos de la Iglesia
Católica Romana, le advirtieron insistentemente del peligro. Su respuesta fue:
«Iré aunque haya tantos demonios en Worms como tejas en sus tejados.» Cuando se
le dijo que el duque Jorge le metería preso, contestó: « ¡Iré aunque lluevan
duques Jorge!» No era que Lutero fuera un temerario -porque a menudo le
temblaban la voz y las rodillas cuando hacía esas declaraciones-pero tenía un
valor que conquistaba el miedo.
El cristiano no teme a las consecuencias de
hacer lo que debe, sino a las de no hacerlo. Por los últimos versículos del
capítulo sacamos la impresión de que, para este tiempo, Jesús ya estaba
catalogado como un fuera de la ley. Puede que las autoridades judías hubieran
ofrecido una recompensa por la información que condujera a su detención, y que
eso fuera lo que buscaba, y obtuvo, Judas. A pesar de todo, Jesús fue a
Jerusalén. Y no furtivamente, por las callejuelas escondidas; sino
abiertamente, y de tal manera que atrajo la atención de todo el mundo. Se podrá
decir lo que se quiera de Jesús; pero hay que inclinarse de admiración ante su
valor, que desafiaba a la muerte. En aquellos últimos días de Su vida se
comportó como el más valeroso fuera-de-la-ley de todos los tiempos.
CONCLUSIÓN
Síntesis del Capítulo 11
El Hijo
de Dios resucita a Lázaro de Betania.
El
Sanedrín planea su muerte.
I.
El informe (11:1–16).
II.
La llegada (11:17–37).
III.
El milagro (11:38–44).
IV.
Las consecuencias (11:45–57).
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