viernes, 17 de octubre de 2014

EL EVANGELIO DE LA CRUZ

LECCIÓN DOMINGO 19 DE OCTUBRE DE 2014

JUAN 12: 27 AL 36
JUAN 3: 14 Y 15

INTRODUCCIÓN
    
Ninguno que haya meditado en lo que hizo Jesús en la cruz puede dejar de conmoverse. La cruz es un tema inagotable que no llegamos a comprender en profundidad, pero que debemos procurar hacerlo, aunque sea en parte.     En los versículos 27–28 Jesús le habla a su Padre, y en 29–36, a la multitud.
   

DESARROLLO

vv27Ahora está turbada mi alma;
   Jesús conocía perfectamente las profecías del Antiguo Testamento, y sabía cuán terrible sería el dolor de la cruz. El salmista había descrito la agonía del Mesías (Sal. 22) y el profeta Isaías (cap. 53) había anunciado que sobre Cristo estaba cargado el pecado del mundo. La turbación del alma pura y santa del Señor Jesús es lo primero que advertimos en el pasaje.
vv27¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Más para esto he llegado a esta hora. 28Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez.
   
   Todo lo que Jesús debería soportar en su agonía y muerte era la misma razón para su venida al mundo y para llegar a ese punto en su vida. Jesús explicaba a la multitud que para eso se había hecho hombre, había nacido de la virgen María y había esperado treinta años. Seguidamente pide que el nombre del Padre sea glorificado en lo que el Hijo debía atravesar, y una voz del cielo oída por la multitud declara: “Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez.” ¡Qué momento escalofriante! Jesucristo fue a la cruz no tan sólo para salvarnos a los pecadores sino, ante todo, para glorificar a Dios Padre. Por eso aunque su alma  estaba turbada siguió su camino hacia el drama de la cruz. La cruz tenía un poder cautivante porque glorificaba al Padre.
    
Para glorificar a Dios a menudo tenemos que tomar medidas y decisiones que nos turban y molestan. Quizás la gente se burle, los amigos nos desprecien y perdamos negocios por ser fieles al Señor Jesús. Hay momentos en que obedecer a Dios turba nuestro corazón, pero si esa obediencia glorifica a Dios, bien vale la pena sufrir. Así lo hizo el Señor Jesús.
    
Jesucristo anuncia a sus discípulos y a la multitud su obra en la cruz y explica el significado.

1. La cruz como obra divina y sobrenatural (29–30). “No ha venido esta voz por causa mía, sino por causa de vosotros.” La multitud acababa de oír la voz de Dios como un trueno, y creían que había hablado un ángel. En otras palabras, Jesucristo les dijo: “Escuchen esta voz que habla de la cruz, de una acción divina”. La cruz no fue ideada por el hombre sino por Dios.

2. El gran propósito de la cruz (31). En la cruz Jesucristo le asestó el golpe mortal a Satanás, quien al final de los tiempos será echado al lago de fuego y azufre. Esta obra victoriosa de Cristo en la cruz es un asunto de larga data, pues desde hacía siglos había una batalla entre Dios y el diablo. La cruz fue necesaria para destruir a Satanás, además de glorificar a Dios Padre y salvar nuestra alma.

3. La atracción de la cruz (32).
La cruz es como un imán hacia el cual tanto judíos como gentiles son atraídos. La cruz no tenía propósito exclusivista sino universal: “a todos atraeré” (ver también 10:16 y 11:52). En realidad ésta fue la respuesta de Jesús a los griegos (12:20–22).1 El poder cautivante de Cristo en la cruz hace de ella algo hermoso y lleno de significado. Cristo fue crucificado, levantado entre el cielo y la tierra, escupido por los hombres, abofeteado, golpeado, coronado con espinas, mofado por soldados romanos, desnudado vergonzosamente, levantado entre dos ladrones. Dios estaba cargando sobre él el pecado de todos nosotros.
    
“Atraer” también indica que el hombre natural no puede ir a Cristo de por sí “si el Padre no le trajere” (6:44).

Resistencia al anuncio de la cruz (34)
    
   Los discípulos, sorprendidos ante el anuncio de la cruz, se resisten a que tenga lugar. La gente manifiesta que el Cristo no debe morir pues esperaba que, de acuerdo a las profecías, permanecería para siempre. No habían comprendido que la crucifixión era parte integral de la obra del Mesías, que era el anuncio de un reino eterno. (Por otro lado, la obra de la cruz es despreciada por quienes no se arrepienten ni quieren someterse a Dios.)
    
El pueblo tenía el concepto de que el Cristo nunca moriría, y en cierto sentido es cierto. Cristo no muere como Dios, pero sí lo hace como Hijo del Hombre a fin de glorificar a Dios, salvar a la raza humana, destruir a Satanás y atraer a la gente hacia Dios.
“¿Quién es este Hijo del Hombre?” se preguntaban, citando el título que el Señor usaba de sí mismo.

1. Jesucristo es la luz (35 y 36).
   Casi con desprecio los judíos habían preguntado quién era ese Hijo del Hombre, y como respuesta Jesús se describe a sí mismo como la luz, afirmación que confirma en el versículo 46. La raza humana se divide en dos grupos: aquellos que viven felices andando en la luz (con Dios y Jesucristo), y aquellos que viven amargados y temerosos andando en las tinieblas y tropezando en el camino.

2. El tiempo es breve (35b).
   Jesucristo además los exhorta a caminar mientras tengan esa luz. En realidad les decía: “Muévanse ahora. El tiempo es corto. Mientras oyen hablar de Cristo y tienen oportunidad de conocer más acerca de él, caminen, respondan, obedezcan, anden en la luz. ¡Pero cuídense de no ser sorprendidos por las tinieblas!”
   Los que caminan en la oscuridad, siempre son sorprendidos por los problemas de la vida. Cuando llegue la condenación, el infierno eterno, las tinieblas de afuera sorprenderán a los incrédulos porque no han querido creer en Jesucristo. Por otra parte, las tinieblas y el infierno no nos sorprenderán a quienes andamos en la luz.

3. La confusión de los incrédulos (35c).
Los que andan en tinieblas no saben a dónde van, andan desorientados, dando vueltas sin sentido (1 Jn.2:11). Es frustrante encontrarse en medio del campo en la noche cuando no hay luna, estrellas ni luz de ningún tipo. De esta manera están quienes no caminan en la luz de Cristo (Pr. 4:19).

4. La importancia de creer (36a).
Jesucristo advierte: “Entre tanto que tenéis luz, creed en la luz.” Aunque el hombre no entienda todas sus enseñanzas ni todo lo que Dios es—nadie llega a entenderlo completamente porque Dios es Dios y los hombres somos hombres—si ha oído hablar de Jesucristo y del camino de salvación, debe creer en su corazón. Es creyendo de esta manera que seremos hijos de la luz, es decir, hijos de Dios.

CONCLUSIÓN


   La Historia nos demuestra que Jesús tenía razón. Fue en el imán de la Cruz donde concentró todas sus esperanzas. Y tenía razón, porque el amor vivirá para siempre después que se haya muerto el poder. Los imperios basados en la fuerza de sus ejércitos se han desvanecido y se desvanecerán, dejando una memoria que también se desvanece en un breve tiempo. Pero el Imperio de Cristo, basado en el amor que se manifestó en la Cruz, extiende más y más sus fronteras de día en día.

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