miércoles, 8 de octubre de 2014

La grandeza del servicio

LECCIÓN DOMINGO 12 DE OCTUBRE DE 2014

JUAN 12: 20 AL 26
MATEO 16: 24-25

INTRODUCCION

      Ninguno de los otros evangelios nos relata este incidente; pero es muy significativo que nos lo encontremos en el de Juan. El Cuarto Evangelio fue el que se escribió especialmente para presentar la verdad del Evangelio de manera que los griegos la pudieran entender y aceptar; así que es natural que sea en este evangelio en el que nos encontremos la historia de los primeros griegos que vinieron a Jesús.

       No nos tiene por qué parecer extraño que hubiera griegos en Jerusalén en el tiempo de la Pascua. Puede que no fueran ni prosélitos ni «temerosos de Dios», que era como llamaban los judíos a los simpatizantes que asistían a los cultos de las sinagogas pero no habían llegado al punto de someterse a la circuncisión. Los griegos eran peregrinos inveterados, llevados de acá para allá por el deseo de descubrir cosas nuevas.

   Pero los griegos eran más que eso. Eran buscadores de la verdad por encima de todo. No era raro encontrar a un griego que hubiera pasado de una escuela filosófica a otra, y de una religión a otra, y de un maestro a otro en busca de la verdad. Los griegos eran buscadores natos.


DESARROLLO

¿Cómo habrían llegado aquellos griegos a saber de Jesús y a tener interés en Él? Se ha  lanzado una sugerencia muy interesante. Fue  probablemente en la última semana de su ministerio, como nos dicen los otros tres evangelios, cuando Jesús purificó el templo y barrió de allí a los cambistas y a los vendedores de animales. Ahora bien, aquellos traficantes ponían sus puestos en el Atrio de los Gentiles, que era el mayor y el primero de todos los atrios del templo, y del que no podían pasar los gentiles bajo pena de muerte. Estos griegos que habían ido a Jerusalén en el tiempo de la Pascua no podrían por menos de visitar el templo, y se encontrarían en el atrio de los Gentiles. Tal vez habían presenciado aquella escena terrible de la expulsión de los comerciantes de aquel mismo atrio; y tal vez querían saber más del hombre que era capaz de hacer tales cosas.

   En cualquier caso y fuera donde fuera, este es uno de los grandes momentos de la historia evangélica, porque aquí se nos insinúa tímidamente por primera vez que el Evangelio había de llegar a todo el mundo.

    Los griegos se dirigieron con su petición a Felipe en primer lugar. ¿Por qué a Felipe? No lo podemos decir con seguridad; pero es posible que fuera porque el nombre Felipe es griego, y tal vez pensaron que uno que se llamara así los trataría con comprensión. Sin embargo, Felipe no sabía qué hacer, y fue a consultárselo a Andrés.

    Andrés no tenía la menor duda en esos casos, y los llevó a Jesús. Andrés ya había descubierto por aquel entonces que no había nadie que pudiera ser una molestia para Jesús. Sabía que Jesús no le volvería la espalda a ningún sincero buscador.

LA SORPRENDENTE PARADOJA

(vv 23-26) ¿Cuál era la sorprendente paradoja que Jesús estaba enseñando? Estaba diciendo tres cosas, que son variantes de una verdad central de la fe y de la vida cristiana.

(i) Estaba diciendo que sólo por medio de la muerte viene la vida. El grano de trigo es ineficaz e improductivo mientras se conserve, como si dijéramos, seguro y a salvo. Es cuando se arroja a la tierra y se entierra como en una tumba cuando lleva fruto. Fue la muerte de los mártires lo que hizo que la Iglesia creciera. Es verdad la famosa frase: « La sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia.»

  Todas las grandes empresas han vivido porque ha habido personas dispuestas a dar la vida por ellas. Pero aún hay algo más personal. A veces es sólo cuando sepultamos los intereses y las ambiciones personales cuando empezamos a serle útiles a Dios para algo.    Por la muerte viene la vida. Por una lealtad hasta la muerte han nacido y se han conservado las cosas más preciosas que posee la humanidad. Por la muerte al deseo y a la ambición personal se llega a estar disponible para Dios.

(ii) Estaba diciendo que la única manera de no perder la vida es darla. El que ama su propia vida está movido por dos motivos: el egoísmo y el deseo de seguridad. No una ni dos, sino muchas veces insistió Jesús en que el que atesora su vida acaba por perderla, y el que la entrega es el que al final la conserva. Hubo un famoso evangelista que se llamó Christmas Evans, que siempre estaba lanzado predicando a Cristo. Sus amigos le suplicaban que tomara las cosas con un poco de calma, pero él siempre contestaba: «Es mejor consumirse que enmohecerse.» Cuando Juana de Arco supo que sus enemigos eran muy fuertes y que le quedaba poco tiempo, le dijo a Dios: « No voy a durar más que un año. Úsame todo lo que puedas.» Una y otra vez Jesús estableció esta ley (Marcos 8:35; Mateo 16:25; Lucas 9:24; Mateo 10:39; Lucas 17:33).

No tenemos más que pensar en lo que este mundo habría perdido si no hubiera habido personas dispuestas a olvidar su seguridad, bienestar, ganancia y promoción personal. El mundo se lo debe todo a los que se consumieron entregándose a sí mismos sin reservas a Dios y a sus semejantes. Probablemente existiremos algo más de tiempo si nos tomamos las cosas con calma, si nos evitamos las tensiones, si nos sentamos cómodamente y nos cuidamos de nosotros mismos. Puede que así existiéramos más tiempo pero no viviríamos.

(III) Estaba diciendo que la grandeza no se obtiene más que mediante el servicio. Las personas que el mundo recuerda con amor son las que han servido a los demás. Una cierta señora Berwick había sido muy activa en el trabajo del Ejército de Salvación en Liverpool. Cuando se jubiló, se mudó a Londres. Entonces vino la guerra, con sus bombardeos. A la gente se le ocurrían ideas extrañas, y una de ellas fue que, por lo que fuera, la pobre casa de la señora Berwick y su refugio eran especialmente seguros. Ella era ya muy anciana, y sus días de servicio en Liverpool eran ya un pasado bastante lejano; pero se dio cuenta de que todavía podía ser útil. Se hizo con una caja sencilla de primeros auxilios, y puso un anuncio en la ventana: « Si necesitas ayuda, llama aquí.» Esa es la actitud cristiana hacia nuestros semejantes.

   Desgraciadamente es muy cierto que la idea del servicio corre peligro de perderse en el mundo moderno. Hay muchos comerciantes, industriales y políticos que lo son sólo por lo que pueden sacar, sin pensar jamás en lo que pueden aportar a los demás, a la sociedad y a la patria. Puede que se hagan ricos; pero una cosa es verdad, y es que nunca se los amará, y el amor es la verdadera riqueza de la vida.

Jesús vino a los judíos y al mundo con una nueva visión de la vida. Ellos consideraban la gloria como conquista, adquisición y poder; como el derecho a mandar. Él la veía como una Cruz. Él le enseñó a la humanidad que la vida sólo viene mediante la muerte; que sólo cuando la entregamos conservamos la vida; que la verdadera grandeza está en el servicio. Y lo más sorprendente es que, cuando nos ponemos a pensarlo un poco, la paradoja de Cristo no es, en el fondo, más que la verdad del sentido común.


CONCLUSIÓN


   La consecuencia de los principios enunciados en 24 y 25 es el servicio a Dios. Servirlo es seguirlo, imitarlo, ser la clase de siervo que era él (13:13–16). Lo que se requiere de un discípulo es abandonar el interés en las cosas del mundo y seguir a su Señor, aun a riesgo de [p 57] perder la vida por él. Seguir al Maestro equivale a compartir sus sufrimientos, que redundarán para gloria de Dios (8:54; 14:3). Y Dios habrá de honrar a quien le sirve.

   La honra, la distinción y la grandeza se obtienen en el servicio, así como Jesucristo sirvió a los demás. Cuando servimos a los demás por amor a Jesús, estamos en el camino hacia la verdadera grandeza.


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