LECCIÓN DOMINGO 12 DE OCTUBRE DE 2014
JUAN
12: 20 AL 26
MATEO
16: 24-25
INTRODUCCION
Ninguno de los otros evangelios nos
relata este incidente; pero es muy significativo que nos lo encontremos en el
de Juan. El Cuarto Evangelio fue el que se escribió especialmente para
presentar la verdad del Evangelio de manera que los griegos la pudieran
entender y aceptar; así que es natural que sea en este evangelio en el que nos
encontremos la historia de los primeros griegos que vinieron a Jesús.
No nos tiene por qué parecer extraño que
hubiera griegos en Jerusalén en el tiempo de la Pascua. Puede que no fueran ni
prosélitos ni «temerosos de Dios», que era como llamaban los judíos a los
simpatizantes que asistían a los cultos de las sinagogas pero no habían llegado
al punto de someterse a la circuncisión. Los griegos eran peregrinos inveterados,
llevados de acá para allá por el deseo de descubrir cosas nuevas.
Pero los griegos eran más que eso. Eran
buscadores de la verdad por encima de todo. No era raro encontrar a un griego
que hubiera pasado de una escuela filosófica a otra, y de una religión a otra,
y de un maestro a otro en busca de la verdad. Los griegos eran buscadores
natos.
DESARROLLO
¿Cómo
habrían llegado aquellos griegos a saber de Jesús y a tener interés en Él? Se
ha lanzado una sugerencia muy
interesante. Fue probablemente en la
última semana de su ministerio, como nos dicen los otros tres evangelios,
cuando Jesús purificó el templo y barrió de allí a los cambistas y a los
vendedores de animales. Ahora bien, aquellos traficantes ponían sus puestos en
el Atrio de los Gentiles, que era el mayor y el primero de todos los atrios del
templo, y del que no podían pasar los gentiles bajo pena de muerte. Estos
griegos que habían ido a Jerusalén en el tiempo de la Pascua no podrían por
menos de visitar el templo, y se encontrarían en el atrio de los Gentiles. Tal
vez habían presenciado aquella escena terrible de la expulsión de los
comerciantes de aquel mismo atrio; y tal vez querían saber más del hombre que
era capaz de hacer tales cosas.
En cualquier caso y fuera donde fuera, este
es uno de los grandes momentos de la historia evangélica, porque aquí se nos
insinúa tímidamente por primera vez que el Evangelio había de llegar a todo el
mundo.
Los griegos se dirigieron con su petición a
Felipe en primer lugar. ¿Por qué a Felipe? No lo podemos decir con seguridad;
pero es posible que fuera porque el nombre Felipe es griego, y tal vez pensaron
que uno que se llamara así los trataría con comprensión. Sin embargo, Felipe no
sabía qué hacer, y fue a consultárselo a Andrés.
Andrés no tenía la menor duda en esos
casos, y los llevó a Jesús. Andrés ya había descubierto por aquel entonces que
no había nadie que pudiera ser una molestia para Jesús. Sabía que Jesús no le
volvería la espalda a ningún sincero buscador.
LA SORPRENDENTE PARADOJA
(vv 23-26) ¿Cuál era la sorprendente paradoja que
Jesús estaba enseñando? Estaba diciendo tres cosas, que son variantes de una
verdad central de la fe y de la vida cristiana.
(i) Estaba diciendo que sólo por medio de la muerte viene la
vida.
El grano de trigo es ineficaz e improductivo mientras se conserve, como si
dijéramos, seguro y a salvo. Es cuando se arroja a la tierra y se entierra como
en una tumba cuando lleva fruto. Fue la muerte de los mártires lo que hizo que
la Iglesia creciera. Es verdad la famosa frase: « La sangre de los mártires es
la semilla de la Iglesia.»
Todas las grandes empresas han vivido porque
ha habido personas dispuestas a dar la vida por ellas. Pero aún hay algo más
personal. A veces es sólo cuando sepultamos los intereses y las ambiciones
personales cuando empezamos a serle útiles a Dios para algo. Por la muerte viene la vida. Por una
lealtad hasta la muerte han nacido y se han conservado las cosas más preciosas
que posee la humanidad. Por la muerte al deseo y a la ambición personal se
llega a estar disponible para Dios.
(ii) Estaba diciendo que la única manera de no perder la
vida es darla. El que ama su propia vida está movido por dos motivos: el
egoísmo y el deseo de seguridad. No una ni dos, sino muchas veces insistió Jesús
en que el que atesora su vida acaba por perderla, y el que la entrega es el que
al final la conserva. Hubo un famoso evangelista que se llamó Christmas Evans,
que siempre estaba lanzado predicando a Cristo. Sus amigos le suplicaban que
tomara las cosas con un poco de calma, pero él siempre contestaba: «Es mejor
consumirse que enmohecerse.» Cuando Juana de Arco supo que sus enemigos eran
muy fuertes y que le quedaba poco tiempo, le dijo a Dios: « No voy a durar más
que un año. Úsame todo lo que puedas.» Una y otra vez Jesús estableció esta ley
(Marcos 8:35; Mateo 16:25; Lucas 9:24; Mateo 10:39; Lucas 17:33).
No
tenemos más que pensar en lo que este mundo habría perdido si no hubiera habido
personas dispuestas a olvidar su seguridad, bienestar, ganancia y promoción
personal. El mundo se lo debe todo a los que se consumieron entregándose a sí
mismos sin reservas a Dios y a sus semejantes. Probablemente existiremos algo
más de tiempo si nos tomamos las cosas con calma, si nos evitamos las
tensiones, si nos sentamos cómodamente y nos cuidamos de nosotros mismos. Puede
que así existiéramos más tiempo pero no viviríamos.
(III) Estaba diciendo que la grandeza no se obtiene más que
mediante el servicio. Las personas que el mundo recuerda con amor son las que han
servido a los demás. Una cierta señora Berwick había sido muy activa en el
trabajo del Ejército de Salvación en Liverpool. Cuando se jubiló, se mudó a
Londres. Entonces vino la guerra, con sus bombardeos. A la gente se le ocurrían
ideas extrañas, y una de ellas fue que, por lo que fuera, la pobre casa de la
señora Berwick y su refugio eran especialmente seguros. Ella era ya muy
anciana, y sus días de servicio en Liverpool eran ya un pasado bastante lejano;
pero se dio cuenta de que todavía podía ser útil. Se hizo con una caja sencilla
de primeros auxilios, y puso un anuncio en la ventana: « Si necesitas ayuda,
llama aquí.» Esa es la actitud cristiana hacia nuestros semejantes.
Desgraciadamente es muy cierto que la idea
del servicio corre peligro de perderse en el mundo moderno. Hay muchos
comerciantes, industriales y políticos que lo son sólo por lo que pueden sacar,
sin pensar jamás en lo que pueden aportar a los demás, a la sociedad y a la
patria. Puede que se hagan ricos; pero una cosa es verdad, y es que nunca se
los amará, y el amor es la verdadera riqueza de la vida.
Jesús
vino a los judíos y al mundo con una nueva visión de la vida. Ellos
consideraban la gloria como conquista, adquisición y poder; como el derecho a
mandar. Él la veía como una Cruz. Él le enseñó a la humanidad que la vida sólo
viene mediante la muerte; que sólo cuando la entregamos conservamos la vida;
que la verdadera grandeza está en el servicio. Y lo más sorprendente es que,
cuando nos ponemos a pensarlo un poco, la paradoja de Cristo no es, en el
fondo, más que la verdad del sentido común.
CONCLUSIÓN
La consecuencia de los principios enunciados
en 24 y 25 es el servicio a Dios. Servirlo es seguirlo, imitarlo, ser la clase
de siervo que era él (13:13–16). Lo que se requiere de un discípulo es
abandonar el interés en las cosas del mundo y seguir a su Señor, aun a riesgo
de [p 57] perder la vida por él. Seguir al Maestro equivale a compartir sus
sufrimientos, que redundarán para gloria de Dios (8:54; 14:3). Y Dios habrá de
honrar a quien le sirve.
La honra, la distinción y la grandeza se
obtienen en el servicio, así como Jesucristo sirvió a los demás. Cuando
servimos a los demás por amor a Jesús, estamos en el camino hacia la verdadera
grandeza.
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