martes, 30 de diciembre de 2014

EL MANDAMIENTO DE CRISTO

Domingo 04 Enero 2015
LECCIÓN: Juan 15:9-17
TEXTO: Gálatas 5:22-23

INTRODUCCIÓN 
Un mandamiento es una especie de orden que se debe cumplir. El antiguo Testamento contiene más de 600 mandamientos de Dios para el pueblo de Israel. Los más conocidos son los 10 mandamientos. Es deber de los creyentes conocerlos en lo posible de memoria. En el Nuevo Testamente, los mandamientos disminuyen, pero no son menos importantes, al contrario, algunos de ellos tienen gran relevancia para la vida de la Iglesia. Uno muy importante es el mandamiento de Cristo. Veamos en que consiste.

DESARROLLO 
Jesús hablándole a sus discípulos les indica: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado”. (V.12) El amor de Cristo es una realidad que cada creyente debe comprender y vivir. Jesús comienza esta sección hablándoles a los suyos de la importancia que permanezcan en su amor. De la misma manera que Cristo guarda los mandamientos de su Padre, sus discípulos deben guardar sus mandamientos, y esto se verifica “permaneciendo en su amor” (v.9)
Al practicar el mandamiento de Cristo de amarnos unos a otros, hacemos que el gozo de Jesús este en nosotros, y que además nuestro gozo sea cumplido. (V.11) Además, si hacemos lo que él nos manda, nos hacemos amigos de Cristo. ¡Qué tremenda bendición! Amarnos nos hace amigos de Jesús. (V.14) El ser amigos implica que no somos siervos. El siervo no sabe lo que hace su señor, pero ser amigos de Cristo, nos permite conocer las cosas que Jesús oyó de su Padre. 
Finalmente, Jesús les recuerda a sus discípulos que no fueron ellos los que le eligieron a él. Sino que fue Cristo él que les eligió con un gran propósito, “que vayáis y llevéis fruto, y que vuestro fruto permanezca” (V.16) Siendo el más importante fruto de un creyente el amarse unos a otros.

CONCLUSIÓN
La lección termina tal como comenzó: “Que os améis unos a otros”. Jesús indica que la mejor manera de mostrar que uno ama a otro es: “”que uno ponga su vida por sus amigos”. (V.13) Él estaba próximo de ir a la cruz, y de ser un ejemplo vivencial de lo que significaba esto, al entregar su vida en la cruz por cada uno de ellos y por los seguidores que vendrían en el futuro. Concluye también reforzando la idea de que si tenemos el fruto del amor… “todo lo que pidiéremos al Padre en su nombre, él os lo dará”. (V.16)

viernes, 26 de diciembre de 2014

La Vid Verdadera

Domingo 28 de diciembre 2014
LECCIÓN: Juan 15:1-8
TEXTO: 1 Juan 2:28
INTRODUCCIÓN 
La diferencia entre una parábola y una alegoría es la siguiente: En una parábola, es una historia terrenal con significado celestial. En ella uno busca la idea principal y busca interpretar los detalles de acuerdo a esa idea. En cambio, una alegoría es, una metáfora extendida. Cada detalle de la historia tiene un significado. En esta historia hay al menos tres detalles que identificar y comprender. Analicémoslos a continuación.

DESARROLLO
En primer lugar, la frase “Yo soy la vid verdadera”. El que dice eso es Jesús, por lo tanto es fácil hacer la interpretación. Jesús es (Una metáfora extendida, una comparación no declarada) como la vid verdadera. Por lo tanto el pámpano que quiera dar fruto debe permanecer en la vid, o sea en Cristo. Jesús mismo es más contundente cuando dice “Yo soy la vid” (V.5) el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”.  Cristo quiere que los suyos tengan conexión con él.
En Segundo lugar, “mi padre es el Labrador”. O sea, el que cuida la vid. El Labrador tenía la responsabilidad de limpiar y proteger la vid. Al decir Jesús que su Padre es el Labrador, está diciendo que Dios el Padre es el que hace el ejercicio de limpiar la vid. Es una especie de jardinero o de podador. Si el pámpano no lleva fruto, el Labrador lo quitará. Y el que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. (V.2)
 En tercer lugar, los pámpanos. Los pámpanos son los discípulos, de ellos se dicen varias cosas: Que deben llevar fruto. Que serán limpiados por el Padre. Que deben permanecer en Cristo. Que nada pueden hacer si están separados de Jesús. Si estos permanecen en Jesús y las palabras de Jesús en ellos, pueden pedir todo lo que quieran y será hecho. (V.7) La palabra permanecer es clave: sale 6 veces en 8 versículos. Primero, nos habla de los beneficios de permanecer en Cristo, para luego hablar en sentido negativo, por ejemplo dice: Sino permanecen en mí no pueden llevar fruto por sí mismo. Separados de él nada pueden hacer. El que no permanece en Cristo será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego y arden.

CONCLUSIÓN
Sin lugar a dudas que esta alegoría tiene por meta que los discípulos de Jesús sepan el objetivo de sus vidas. Para un creyente la razón de ser de sus vidas es “llevar fruto”. Un discípulo que no da frutos no sirve. La secuencia es lógica. Lleva fruto (V.2), mucho fruto (V.5), y finalmente como termina esta sección: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (v.8).

viernes, 12 de diciembre de 2014

LA PROMESA DEL ESPÍRITU SANTO

LECCIÓN DOMINGO 14 DE DICIEMBRE DE 2014

JUAN 14:15 AL 26
HECHOS 2:3-4


INTRODUCCIÓN

    La palabra obediencia por lo general produce disgusto. Evitamos predicar y hasta pensar demasiado en ella. Estamos habituados a pensar que uno aprende la obediencia en la escuela, donde parece estar conectada a cosas desagradables: hacer las tareas, llegar siempre a horario cada mañana. En las cosas agradables no tenemos que obedecer pues las hacemos naturalmente. No basta con soñar, ni siquiera con hacer grandes oraciones. También es necesario obedecer los grandes mandamientos de Jesucristo, pues sin esto, en un sentido, Dios no contesta las oraciones. La obediencia hace que la vida sea más simple. Si obedecemos con el poder interno del Espíritu Santo, hay ciertas cosas que no tenemos que decidir; ya están decididas por Dios, y eso simplifica la vida.
    La obediencia a los mandatos de Jesucristo trae aparejada la bendición de Dios porque él se goza cuando sus hijos obedecen su Palabra sin objeciones ni condicionamientos. La obediencia es señal de nuestro amor por Jesucristo. Cuando amamos a Jesús lo demostramos por la obediencia—no por la facilidad de palabra, por bonitos sermones, por los rezos o las oraciones. Jesucristo señala que debemos demostrar nuestro amor por él obedeciéndole. Pero para obedecer los mandamientos de Cristo, necesitamos el poder interno de Dios; no podemos hacerlo solos (Fil. 4:13).


DESARROLLO
EL ESPÍRITU SANTO COMO AYUDADOR (16–17)
¡Cuán glorioso y completo es el plan redentor de Dios! El Señor morando en su pueblo es una asombrosa y gloriosa realidad. Habiendo mencionado el mandato con respecto a guardar sus mandamientos, Jesucristo señala que vendría un ayudador para asistirnos en esa obediencia. Considerando que los mandamientos de Cristo no son sencillos ni los podemos cumplir por nosotros mismos, ¿de dónde podemos obtener poder para obedecerlos? El poder está en el Espíritu Santo, el divino ayudador. Cuando en nuestra traducción dice consolador, en el original griego la palabra es PARAKLETON, que significa consolador, auxiliador, ayudador, consejero, intercesor, aquel que nos da fuerzas. Sería algo así como un abogado defensor (1 Jn. 2:1) que nos ayuda en un momento de crisis legal. El Espíritu Santo tiene plena capacidad para ayudar al cristiano en cualquier necesidad.
   Dice la Escritura “otro” consolador. “Otro” en el original significa “otro del mismo tipo”, es decir un reemplazante. El Padre envió al Espíritu Santo con un ministerio semejante al de Cristo, pero a fin de que morase para siempre en el corazón del creyente puesto que Jesús regresaría al Padre.
Este ayudador, el “parakleton”, estaría con los cristianos para ayudarlos a obedecer los mandamientos de Cristo. Junto con el mandato a la obediencia (15) está la promesa de la presencia del Espíritu Santo.
1. Viene del Padre (16a). Es también Dios manifestado como espíritu. De manera que Jesucristo declara que está enviando a nuestras vidas nada menos que el poder de Dios.
2. Es una persona (16b). El Espíritu Santo no es simplemente una fuerza etérea sino una persona divina, y como tal nos postramos ante él, lo respetamos, lo honramos, lo amamos, lo glorificamos. Es una persona santa que ha venido a morar en nuestras vidas.
3. Se caracteriza por la verdad (17a). Se lo llama “el Espíritu de verdad.” Cuando estemos confundidos con respecto a alguna verdad de la Biblia, recordemos que del Espíritu Santo mismo procedió la inspiración de la Escritura, y él nos irá revelando las verdades bíblicas a medida que estudiemos. Es el mejor profesor.
4. No está en todos los hombres (17a). El Espíritu de Dios no mora en todas las personas porque el mundo no puede recibirlo. Sólo quien ha confiado en Cristo tiene en su ser al Espíritu Santo de Dios (Ro. 8:9b).
5. Mora con y en nosotros (17b). ¿Cuál es la distinción? En Hechos 2 leemos que el Espíritu Santo en Pentecostés cayó sobre los discípulos de Cristo, entrando en ellos. Cuando dice “con vosotros” se refiere a antes de Pentecostés. En la etapa del Antiguo Testamento, el Espíritu Santo moraba “con” la gente, venía a ciertas personas a fin de capacitarlas para una tarea especial, y luego salía de ellas (1 S. 10:6, 10; 11:6; 16:14). Por eso David rogaba que Dios no le quitara su Santo Espíritu (Sal. 51:11). En el día de Pentecostés el Espíritu Santo dejó de estar simplemente con ellos, y entró a vivir en ellos, es decir dentro de ellos, y la presencia del Espíritu Santo en nosotros es para siempre.



EL ESPÍRITU SANTO COMO CONSOLADOR (18–24)

  Otro buen título para este pasaje sería: “No somos huérfanos abandonados”. La palabra “huérfanos” en el griego es un término muy fuerte que podría traducirse como “huérfanos abandonados”. Una cosa es ser huérfano, y otra distinta es estar abandonado. El autor de estas líneas es huérfano de padre desde los diez años de edad, pero jamás se ha sentido abandonado.
1. El Espíritu Santo y Cristo en nuestro ser (18–20). Cuando viene el Espíritu Santo a nuestra vida, también Cristo viene a nuestro ser. Por eso no somos huérfanos abandonados. Nuestros padres podrán dejarnos, nuestros amigos abandonarnos, nuestro patrón despedirnos, nuestra escuela perseguirnos, pero Dios jamás nos abandonará (He. 13:5).
¿Cuál es el resultado de tener al Espíritu Santo y a Cristo en nuestra vida?
a. Vemos a Cristo (19a). Ahora lo vemos con los ojos de la fe y un día lo veremos cara a cara. Cuando estemos en su presencia, el mundo no lo verá más.
b. Vivimos por siempre (19b) pues Cristo es la vida de Dios en el alma del hombre.
c. Estamos unidos a Dios (20) y esta unión se vuelve materia de conocimiento personal.
2. Obediencia por amor (21–24). Obedecemos los mandatos de Jesús por puro amor (21). La obediencia puede producir soledad, pero tenemos un divino Consolador por acompañante quien no permitirá que nos sintamos abandonados. ¿Cuál es el resultado de tal obediencia?
a. El amor del Padre y del Hijo se hacen reales para nosotros (21b).
b. Nos transformamos en moradas de Dios (23). La pregunta del discípulo Judas (22) y Juan deja bien en claro que no se trataba de Judas Iscariote—es una nueva ilustración de la falta de comprensión de Felipe en el versículo 8. Judas no entendía cómo y por qué el Señor se manifestaría a los suyos y no al mundo. Seguramente su interpretación de las palabras de Jesús fue que los condenados nunca oirían la voz del Señor.
“Manifestar” aquí se refiere a revelarse al mundo en persona, morando en ellos. No quiere decir que el Señor Jesús no hable ni comunique su mensaje al mundo, sino que no mora en el mundo en sí. Toda esta enseñanza proviene de Dios Padre (24).


CONCLUSIÓN

    El Espíritu de Dios, en su función de intérprete, nos recuerda y enseña todo lo que debemos saber (26). Nos enseñará todas las cosas. Todas las cosas que necesitamos saber para la vida y la doctrina. Todo aquello que Jesucristo enseñó a sus discípulos y era necesario mantener por escrito hasta el final de la historia, está registrado en la Biblia pues el Espíritu Santo inspiró a los autores de la Escritura.

   Y este maestro no sólo enseña sino que, además, recuerda. Cuando estamos en algún aprieto o circunstancia difícil, él nos recuerda pasajes de la Biblia y promesas de Dios. Por ejemplo, promesas de su compañía y ayuda en momentos de crisis; pasajes acordes a una pregunta difícil sobre doctrina. Pero no puede recordarnos cosas que no sabíamos, razón por la cual debemos estudiar la Biblia y conocerla a fondo.

sábado, 6 de diciembre de 2014

¡Muéstranos al Padre!

Domingo 07 de diciembre 2014
LECCIÓN: Juan 14:8-14
TEXTO: Colosenses 1:15

INTRODUCCIÓN
Ver para creer es parte de un adagio popular. Los discípulos después de haber cenado con su maestro, tienen una larga sobremesa con él. La conversación gira en torno a diferentes y profundos temas, hasta que Felipe le hace una escueta y profunda pregunta: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”. Jesús responde esta interrogante de dos formas, mirémoslas a continuación.

DESARROLLO
Primera forma: Jesús habla de su experiencia con los discípulos; Él le contesta a Felipe ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has conocido? Termina su respuesta con una concluyente aseveración; “El que me ha visto a mí ha visto al Padre”.  ¿De qué manera  ver al hijo es ver al Padre? Jesús mismo contesta a eso, diciendo, que el hijo habla las palabras del Padre y también hace las obras del Padre. Jesús explica que las palabras que él habla, no las habla de su propia cuenta, sino que el Padre que mora en él, es el que hace las obras. Por eso les plantea a los discípulos el desafío de creer: “Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí” (V.11). Si eso no es suficiente, debemos creer por las obras que él hacía. Las obras de Cristo, eran una señal del cielo que él era uno con el Padre. Sus obras de amor y misericordia reflejadas siempre a favor del hombre pecador, nos muestran que Jesús es uno con el Padre. Por lo tanto, el que ha visto a Cristo, ha visto al Padre.
Segunda forma: Jesús proyecta en sus discípulos la relación que él tiene con su Padre. El expresa lo siguiente “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre”. Que quiso decir Jesús con esto de hacer obras mayores: Hay dos posibles explicaciones. La primera es que sus discípulos harían milagros de mayor envergadura que los obrados por Jesús, y la segunda, es que los discípulos harán mayores cantidades de milagros que Jesús. ¿Cuál es la correcta? No lo podemos precisar. Lo concreto es que sus seguidores deben hacer las obras que Jesús hizo, para luego hacer obras aún mayores.

CONCLUSIÓN 
Muéstranos al Padre y nos basta, era la pregunta de Felipe. La mejor manera de verificar y saber de esto, es orar al Padre, y creer que todo lo que pidiéremos al Padre en el nombre de Jesús, será hecho. ¿Cuántos creyentes oran cada día? ¿Cuántas oraciones contestadas? Cada vez que hay una oración contestada, el Padre se glorifica en el Hijo. (V.13)  Jesús desafía la fe de los creyentes diciendo: “Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré”. Por lo tanto, las respuestas a nuestras oraciones son un fiel reflejo de que podemos conocer al Padre. ¡Aleluya!