domingo, 25 de enero de 2015

El gozo de la resurrección

Lección Domingo 25 de Enero de 2015

16: 16-24
JUAN 20:20

INTRODUCCIÓN

  Jesús ha estado hablando de la obra del Espíritu Santo en el mundo y en la iglesia. La predicción que se encuentra en los versículos 16–24 se refiere al Hijo. Sin embargo, hay una relación muy estrecha  entre las dos secciones. Jesús vuelve. Vuelve en el Espíritu.
  Lo que Jesús dice en este pasaje acerca del “un poco” nos recuerda a 7:33; 12:35; 13:33; y sobre todo 14:19: “Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis”.


DESARROLLO

   Las palabras: “Todavía un poco, y no me veréis,” indican que Jesús iba a morir y a estar sepultado. “De nuevo un poco, y me veréis,” se refiere a que Jesús resucitaría. La frase termina con una afirmación categórica: “Porque yo voy al Padre,” que aconteció. Esos tres días que su cuerpo estuvo en la tumba, Cristo fue a donde estaba su Padre. Se fue para estar con él un tiempo breve, y luego resucitó.
   Es interesante notar que, a pesar de que los discípulos estaban perplejos por las palabras del Maestro, no le piden aclaración a él directamente sino que comienzan a preguntarse unos a otros (17–18).
    El Señor, conociendo sus corazones, quiere aclararles las cosas. Su partida del mundo traía tristeza a los discípulos y alegría al mundo en general. Sin embargo, aunque su partida sería real, no sería permanente (20). Y para ilustrarlo el Señor utiliza la figura de una mujer que da a luz para señalar que, tal como sucede con ella, la tristeza y dolor de los discípulos se tomaría en gozo (21).
   El Señor Jesús prometió que nadie podría quitarnos nuestro gozo (22b). Apropiémonos de esa promesa y vivamos con el gozo permanente de la resurrección (20:20) y de la nueva vida en Cristo.
  La segunda alegría del cristiano es la oración. Vez tras vez oración y  alegría se nos presentan simultáneamente. Dios quiere vernos felices, y no hay emoción comparable a recibir contestación a nuestras oraciones.
    El Padre contesta las oraciones de sus hijos. En el contexto de estos seis versículos, siete veces se menciona al Padre celestial. Estando aquí en la tierra, nuestro Señor siempre daba el lugar de honor y preeminencia al Padre Dios. Cada vez que en el Nuevo Testamento se menciona la oración, se indica que debemos pedir al Padre.  Así lo hacía el Señor.
     La oración debía ser hecha al Padre en el nombre del Señor Jesucristo (23), invocando los méritos de su sacrificio. Podemos orar directamente al Padre con la gozosa certidumbre de que Dios contestará en virtud de la victoria de Jesús en la cruz (He. 10:19–22).
   El versículo 24 es clave en este pasaje. Tenemos la misma autoridad que tenía Jesús para entrar a hablar con nuestro Padre. En realidad está diciendo: “Hablen con el Padre celestial en mi nombre de la misma manera que hablo yo.” Tenemos libertad para entrar en su santuario. Si nuestra conciencia y corazón están limpios, si hemos confesado tropiezos, fallas, pecados y debilidades, tenemos autoridad para entrar al trono de Dios en oración (He. 4:16). Hay en la oración un gozo indescriptible y completo, el gozo más completo que pueda conocerse en la tierra.
    Dios se goza al hablar con sus hijos. Y de la misma manera que a nosotros nos gusta hablar con los nuestros, Dios siempre tiene tiempo para sus hijos.

CONCLUSIÓN

   Es Jesús el Que hace posible esa nueva relación con Dios. Existe en Su nombre. Todo es gracias a Él: que nuestro gozo es indestructible y perfecto, que nuestro conocimiento es completo, que el camino al corazón de Dios está abierto. Todo lo que tenemos nos ha venido por medio de Jesucristo. Sólo en Su nombre podemos pedir, y recibimos, nos podemos acercar, y somos bienvenidos.
  
EL GOZO DE LA RESURRECCIÓN

   Todas las iglesias de una ciudad centroamericana se habían unido para el esfuerzo de evangelización durante una Semana Santa. El énfasis de toda la campaña fue la resurrección de Cristo. Una periodista de uno de los diarios locales de más circulación señaló: “El mensaje que estamos oyendo es que Cristo está vivo. Nosotros estábamos adorando a un Cristo muerto, sin darnos cuenta de que en realidad está vivo.” Esta periodista había comprendido la enseñanza bíblica y decidió compartirla con los lectores en la página editorial.
   Cristo vive y vive para siempre. La resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra alegría y el secreto de la felicidad cristiana. La
tumba de Mahoma aún contiene sus restos, y allí van los mahometanos.
Lo mismo sucede con la tumba de Buda y los budistas. Los cristianos, sin embargo, no tenemos una tumba que venerar pues la tumba de Jesús está vacía. Tenemos y servimos a un Cristo viviente que todo lo puede, que derrotó a Satanás y a la muerte (y nosotros venceremos a la muerte en el día de nuestra resurrección).
   Pasaremos por problemas y persecuciones, pero al margen de lo que

acontezca, los cristianos somos victoriosos y felices porque nadie puede quitarnos el gozo del Cristo resucitado. Él está vivo para siempre.

jueves, 15 de enero de 2015

LA PERSECUCIÓN CRISTIANA Y LA ASISTENCIA DEL ESPÍRITU SANTO

Lección Escuela Dominical Domingo 18 de Enero

Juan 16:1 al 15
Hechos 2:36 y 37

INTRODUCCIÓN

     El Dr. Billy Graham ha declarado repetidamente: “Tenemos que prepararnos para vivir en persecución.” Ese día se está acercando. La persecución ha sido parte de la historia del cristianismo. ¿Acaso porque somos personas desagradables? No, sencillamente porque la gente no conoce a Dios (15:21), y porque algunos creen que persiguiendo a los verdaderos cristianos están rindiendo servicio a Dios.




DESARROLLO

    Por un lado el Padre nos ha dado un amor sin igual, haciendo posible que seamos hijos de Dios (1 Jn. 3:1–4). Esa es parte de la salvación total y gloriosa (Fil. 1:6). Sin embargo, en medio de esa consolación de conocer al Padre Dios, está la persecución por causa de su nombre.

1. Riesgo de tropezar (1). Ante la persecución muchos se vuelven atrás. En otra ocasión Jesucristo había preguntado a los discípulos  si ellos también deseaban irse. Para el Señor la persecución de sus escogidos no sería sorpresa, pero no quería que tomara desprevenidos a los discípulos y los hiciera tropezar en su fe.

2. Rechazo religioso (2a).  Para los judíos la sinagoga no era simplemente un lugar para adorar a Dios sino que además era parte integral de la vida de un judío, el centro de la vida social y el lugar en que se recibía instrucción. Ser expulsado de la sinagoga era quedar aislado de la mayoría de las actividades. Es por ello que la expulsión era un temor constante, y si tenía lugar era un castigo atroz. Casi era comparable a la misma muerte.

3. Resultado de no conocer al Padre (3). La completa ignorancia del amor de        Dios provoca que la gente se comporte como emisaria de Satanás. En incontables casos la persecución no tiene lugar como un pseudo servicio a Dios sino sencillamente por saña. Jesucristo anteriormente había predicho el odio del mundo. Aquí en forma específica señala que ese odio puede llegar a la muerte. Si habían tratado de matar a Jesús (al no reconocerlo como enviado de Dios), sus seguidores correrían la misma suerte ya que el discípulo no tiene más privilegios que su señor (13:16).

5. Prevenidos y preparados (4).
   Antes no había sido necesario mencionar estas verdades a los discípulos pues el Señor Jesús estaba con ellos físicamente. Pero la partida del Maestro transformaría la situación y ellos debían estar preparados para enfrentar lo que vendría.
   
El consuelo en la persecución es doble. Por un lado, conocemos al Padre, sabemos que somos sus hijos y que cuando el Señor regrese seremos transformados a su semejanza (1 Jn. 3:2).  Por otro lado, la presencia del Consolador sería continua, no temporal (14:16b).

1. La partida era dolorosa (5–6).
   El anuncio del regreso de Cristo al cielo entristeció a los discípulos, quienes no habían comprendido que era una ventaja para ellos pues recibirían al Espíritu Santo, quien estaría con ellos para siempre.

2. La ausencia física era necesaria (7a, b).
   Era esencial que el Señor Jesús se fuera porque de otra manera el Consolador no vendría. Sabemos que en la persecución somos consolados en nuestro corazón por el Espíritu Santo de la promesa.

3. La promesa era segura (7c).
   El Señor aseguró que enviaría al Espíritu Santo de Dios, quien está entre nosotros y en nosotros. Cuando una persona se convierte a la fe del Señor Jesucristo, experimenta la venida del Espíritu Santo. El apóstol Pablo declaraba que “habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Ef. 1:13). El apóstol continúa diciendo que el Espíritu Santo es el arras de nuestra herencia, el adelanto, el primer pago que recibimos desde el momento que creímos.
    Algunos experimentan la venida del Espíritu Santo con  mucho conocimiento, otros con poco, pero la experiencia en sus vidas es real. El Espíritu Santo produce en el creyente la seguridad del perdón de pecados (Ro. 8:16) y una profunda paz.

(8-11) A pesar de la persecución, la salvación que tenemos en Cristo es total porque conocemos al Padre, tenemos al Espíritu Santo, y porque el Cristo resucitado nos da un gozo que no depende de circunstancias ya que puede haber paz en medio de la persecución.
Por lo general la obra del Espíritu Santo se da en los creyentes. En este caso su obra es para con el mundo.  El Señor nos dice que la labor del Espíritu Santo para con el mundo es convencerlo de pecado, justicia y juicio.
   Si vamos a la palabra original traducida “convencerá”, hallaremos que conlleva la idea de iluminar. La labor del Espíritu Santo es tomar la verdad de Dios (la luz de Dios) y los pecados del hombre (tinieblas), y ponerlos uno al lado del otro en la conciencia de la persona. Cuando esa luz de Dios se encuentra con las tinieblas del pecador, éstas se espantan y la conciencia se ilumina. El Espíritu Santo ilumina al pecador y a menudo hay arrepentimiento, lágrimas, dolor y fe en el Señor Jesús. En otros casos, a pesar de la labor del Espíritu Santo, los pecadores rechazan la luz de Dios y se entregan de lleno al pecado, hasta desembocar en la eterna condenación.

1. De pecado (9).
   El Espíritu Santo convence al mundo de pecado. Jesucristo menciona sólo uno: la incredulidad, el hecho de no creer en el Señor Jesús. Este es el más grande de los pecados. Si la persona no cree en Cristo, no cree lo que él dice en cuanto al pecado, no cree que en Cristo uno puede ser salvo, no cree que su muerte trae salvación, esa persona ya está condenada (3:36). La convicción de que uno es incrédulo y pecador la produce el Espíritu Santo.
¿Qué es lo que hace que una persona empiece a llorar de repente por algún mal cometido? ¿Por qué un hombre o una mujer sorpresivamente empiezan a buscar a Dios por todos los medios? ¿Qué es lo que hace que en una reunión evangelística y ante la invitación del predicador, centenares de personas confiesen públicamente que son pecadores y desean recibir a Cristo?
La respuesta a cada pregunta es la obra del Espíritu Santo.


2. De justicia (10).
  Para la mente judía, la justicia era un término relativo. Los fariseos creían que la medida de justicia era simplemente comparativa: “No soy perfecto pero soy mejor que ” Sin embargo, Jesús vivió en absoluta  pureza, sin pecado, cumpliendo la ley de manera total. Y su resurrección de entre los muertos y posterior regreso al Padre eran prueba de su justicia, ya que sólo en absoluta perfección de justicia alguien puede sentarse a la diestra de Dios. Jesús había implantado una nueva medida, un nuevo modelo de justicia: él mismo. Y su justicia, evidente a los demás, desenmascararía a los fariseos y a todos los religiosos. La justicia de ellos sólo sería como trapos de inmundicia (Is. 64:6) en comparación con la justicia de Cristo.

3. De juicio (11).
   El juicio era seguro en base al pecado y a la falta de justicia en la gente del mundo. En la cruz Jesucristo no sólo venció a la muerte sino que también juzgó al mundo y al príncipe de este mundo (12:31–32).
   El Señor Jesús introdujo una nueva medida y razón para el juicio. Tal medida es resultado de su propia justicia.
Satanás ya ha sido juzgado, y el Espíritu Santo por su obra interna de iluminación y convicción señala que la condenación de Satanás es justa.
  Al testificar de Cristo, recordemos que cuando comunicamos el mensaje del evangelio debemos hacerlo en la confianza de que el Espíritu Santo está en acción y hará la obra en el que oye.
   El Espíritu Santo se ocupa de golpear la conciencia, de despertarla, de alarmarla y movilizarla. La persona tiene que responder a ese llamado de Dios, pero la obra es divina. Hace tiempo el jefe de estado de un país admitió: “No veo ninguna esperanza para mi país aparte del mensaje del evangelio. Mi nación necesita un toque espiritual y un avivamiento moral … Si no cambiamos nuestros hogares, si no hay quebrantamiento y si no se une la familia, nada ni nadie podrá salvar a mi país.” El presidente tenía razón, y sólo el Espíritu Santo de Dios pudo hacer esa obra de convicción en el corazón de ese hombre.


CONCLUSIÓN

   El Espíritu Santo no sólo convence al mundo de pecado, sino que enseña y guía a toda verdad. Este es su ministerio catedrático para con el creyente (Jn. 14:26). La enseñanza y el aprendizaje son procesos graduales (12). Hay cosas que nadie puede aprender de un solo golpe pues no tenemos esa capacidad intelectual. No hay forma rápida y fácil de aprender la Biblia. En verdad implica arduo trabajo, y sin embargo, también es cierto que cuanto más conocimiento adquirimos, tanto más fácil será ir adquiriendo conocimiento adicional.
   
     Con el Espíritu Santo como maestro, siempre tenemos por delante más para aprender, indagar y profundizar.


   Ahora bien, nosotros hacemos el estudio, pero él es quien nos lleva a la verdad (13).

miércoles, 7 de enero de 2015

EL MUNDO OS ABORRECERÁ

Lección Escuela Dominical Domingo 11 de Enero de 2014

Juan 15:18 al 27
1° de Pedro 4:16

INTRODUCCIÓN
   
       Juan siempre ve y dice las cosas en blanco y negro, sin medias tintas. Para él hay dos grandes entidades: la Iglesia y el mundo. Y no hay contacto ni entendimiento entre las dos. Hay que definirse, porque no se puede pertenecer más que a una, y no hay término medio. Además, tenemos que recordar que, cuando Juan estaba escribiendo, la Iglesia estaba amenazada de persecución constantemente. Se perseguía a los cristianos sencillamente por llamarse así en recuerdo de Cristo.

     El Cristianismo era ilegal. Un magistrado no tenía que preguntar nada más que si una persona era cristiana para condenarla a muerte. Juan estaba hablando de una situación que existía de la manera más clara y angustiosa.

        De una cosa no cabe duda: ningún cristiano que sufriera persecución podía decir que no se le había advertido. En este tema Jesús había sido totalmente explícito. Les había dicho a los suyos de antemano lo que podían esperar. < Os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por Mi causa, para que les deis testimonio a ellos... Y el hermano delatará al hermano para que le maten, y el padre a su hijo, y los hijos se rebelarán contra sus padres para que los ajusticien; y todos os odiarán por causa de Mi nombre» (Marcos 13:9- 13; cp. Mateo 10:1722; 23- 29.
     

DESARROLLO

           La palabra mundo se refiere a las masas que estaban bajo el dominio de Satanás (1 Jn. 5:19). Estos se oponen a Jesús y su iglesia. Al decir si Jesús no indica duda, sino que de esta manera afirma y enfatiza una realidad. Los apóstoles habían sufrido muy poca persecución, pero en pocos días Jesús volvería al Padre y el mundo ya no podría aborrecerle en persona, sino que dirigiría su odio contra sus apóstoles y otros discípulos.

          Lo que en realidad aborrecían era el mensaje predicado por ellos. La explicación de este odio se encuentra en 3:19-21. Compárese 1 Jn. 3:12. El mundo se siente muy incómodo cuando se les predica el evangelio, porque no quieren que sus pecados sean expuestos, y también se sienten incómodos en la presencia de los santos, porque estos son como su conciencia; la buena conducta de los cristianos (la luz) expone las tinieblas de su vida. El Nuevo Testamento habla de la luz y las tinieblas. No habla de otra categoría, pues no hay algún campo intermedio. Estamos en Cristo o estamos en el mundo.

          El mundo sospecha y odia a cualquiera que no sigue la corriente del mundo, es decir, que no se conforma a su modo de hablar y actuar. Un día en Jerusalén los romanos crucificaron a dos malhechores y en medio de ellos crucificaron al inocente -- perfecto -- Jesús de Nazaret. ¿Cómo se explica esto? Es fácil explicarlo, pues el mundo persigue a los peores y a los mejores por la misma causa: ni los unos ni los otros se conforman al molde de la mayoría.

                    -- sabed (reconoced, entended, porque hasta esos momentos en realidad los apóstoles no habían comprendido aquel odio tan intenso que llevaría a Jesús a la cruz) que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. -- La palabra aborrecer significa amar menos en Mat. 10:37 y Luc. 14:26, pero aquí quiere decir odiar. Todos podían ver las acciones de los judíos, pero adicionalmente Jesús conocía los corazones de la gente (2:24, 25; Mat. 9:4; 12:25; Luc. 5:22; 11:17) y, por eso, podía ver la profunda envidia y amargura de espíritu contra Él. Los apóstoles y otros discípulos de Jesús deberían estar conscientes de que su relación estrecha con Jesús siempre sería motivo de odio para el mundo. No deberían pensar que ellos mismos habían provocado el odio del mundo, sino que era el resultado de su relación con Cristo. El odio del mundo hacia ellos, pues, no sería nada nuevo, y no debería sorprenderles y, sobre todo, no debería ser ocasión de caer para ellos; más bien, deberían esperarlo. "Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo" (1 Ped. 4:12, 13).

          El mundo aborreció a Jesús porque El expuso y condenó sus pecados. Por eso, cuando los apóstoles hicieran lo mismo, ellos también serían aborrecidos por el mundo. No deberían olvidar quiénes eran. ¿Qué significa la palabra cristiano? ¡Seguidor de Cristo! Entonces, el mundo les aborrecería, como había aborrecido a Cristo. Era la consecuencia inevitable de ser los verdaderos discípulos de Cristo. Los cristianos son como extranjeros aquí en la tierra y, por eso, son aborrecidos por los del mundo (1 Ped. 1:17; 2:11).

          Con estas palabras Cristo alentaba y fortalecía a sus apóstoles, porque era (y es) un privilegio participar del sufrimiento de Cristo.

Si fuerais del mundo el mundo amaría lo suyo; -- Rom. 12:2; 1 Jn. 2:15-17; Sant. 4:4. Los cristianos aman a otros cristianos, porque tienen los mismos propósitos. Tienen en común la gran salvación. De la misma manera los del mundo tienen amistad con los que comparten su forma de vida, y al mismo tiempo, aborrecen a los que se les oponen. Los del mundo son gobernados por el egoísmo; es decir, son amigos de los que están con ellos (los que son de su partido, que están al lado de ellos). Se habla de "honor entre ladrones", pues aun los más perversos son amigos cuando les conviene.   -- pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo (17:14, 16; 1 Jn. 3:8-10; 4:5; por eso, los separó del mundo para formar parte de un reino que no es de este mundo, 18:36), por eso el mundo os aborrece (acción continua, sigue aborreciéndoles). -- Ellos fueron elegidos por Cristo y separados del mundo por la palabra (15:3), no solamente para ser santos, sino también para ser apóstoles (Luc. 6:12-16). Entre más cercano se identificaban con Cristo más odiados serían por el mundo.


CONCLUSIÓN


          Los que son de Cristo antes eran del mundo y Cristo los ha rescatado de la esclavitud del mundo; por eso, el mundo los aborrece. Cuando alguien obedece al evangelio, muere al mundo, y Satanás pierde otro esclavo (Rom. 6:3-7).   Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor (13:16, por eso, deberían estar dispuestos a lavarse los pies los unos a los otros; Luc. 6:40, "El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro"; por eso, al aprender de Cristo y del Espíritu Santo y al imitar el ejemplo de Jesús, los apóstoles podrían perfeccionarse lo suficientemente como para llevar a cabo el ministerio que Jesús les encomendó; Mat. 10:24 es como este contexto; es decir: Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; -- 15:18, "Si el mundo os aborrece", "os perseguirán" (15:20). La persecución siempre sigue al aborrecimiento. La experiencia de los apóstoles sería paralela a la de Jesús. Habría dos reacciones a la palabra predicada: algunos la aceptarían con gozo, pero otros no solamente la rechazarían, sino que también perseguirían a los mensajeros. La regla que gobernaría la experiencia de los apóstoles ya había quedado bien establecida por la experiencia de Jesús. El siervo tal cual su Maestro. Ellos sabían perfectamente cómo la gente había tratado a Jesús; por eso, podrían saber perfectamente cómo los tratarían a ellos. Ellos deberían -- y nosotros deberíamos -- estar dispuestos siempre a participar del sufrimiento de Cristo con gozo.