jueves, 15 de enero de 2015

LA PERSECUCIÓN CRISTIANA Y LA ASISTENCIA DEL ESPÍRITU SANTO

Lección Escuela Dominical Domingo 18 de Enero

Juan 16:1 al 15
Hechos 2:36 y 37

INTRODUCCIÓN

     El Dr. Billy Graham ha declarado repetidamente: “Tenemos que prepararnos para vivir en persecución.” Ese día se está acercando. La persecución ha sido parte de la historia del cristianismo. ¿Acaso porque somos personas desagradables? No, sencillamente porque la gente no conoce a Dios (15:21), y porque algunos creen que persiguiendo a los verdaderos cristianos están rindiendo servicio a Dios.




DESARROLLO

    Por un lado el Padre nos ha dado un amor sin igual, haciendo posible que seamos hijos de Dios (1 Jn. 3:1–4). Esa es parte de la salvación total y gloriosa (Fil. 1:6). Sin embargo, en medio de esa consolación de conocer al Padre Dios, está la persecución por causa de su nombre.

1. Riesgo de tropezar (1). Ante la persecución muchos se vuelven atrás. En otra ocasión Jesucristo había preguntado a los discípulos  si ellos también deseaban irse. Para el Señor la persecución de sus escogidos no sería sorpresa, pero no quería que tomara desprevenidos a los discípulos y los hiciera tropezar en su fe.

2. Rechazo religioso (2a).  Para los judíos la sinagoga no era simplemente un lugar para adorar a Dios sino que además era parte integral de la vida de un judío, el centro de la vida social y el lugar en que se recibía instrucción. Ser expulsado de la sinagoga era quedar aislado de la mayoría de las actividades. Es por ello que la expulsión era un temor constante, y si tenía lugar era un castigo atroz. Casi era comparable a la misma muerte.

3. Resultado de no conocer al Padre (3). La completa ignorancia del amor de        Dios provoca que la gente se comporte como emisaria de Satanás. En incontables casos la persecución no tiene lugar como un pseudo servicio a Dios sino sencillamente por saña. Jesucristo anteriormente había predicho el odio del mundo. Aquí en forma específica señala que ese odio puede llegar a la muerte. Si habían tratado de matar a Jesús (al no reconocerlo como enviado de Dios), sus seguidores correrían la misma suerte ya que el discípulo no tiene más privilegios que su señor (13:16).

5. Prevenidos y preparados (4).
   Antes no había sido necesario mencionar estas verdades a los discípulos pues el Señor Jesús estaba con ellos físicamente. Pero la partida del Maestro transformaría la situación y ellos debían estar preparados para enfrentar lo que vendría.
   
El consuelo en la persecución es doble. Por un lado, conocemos al Padre, sabemos que somos sus hijos y que cuando el Señor regrese seremos transformados a su semejanza (1 Jn. 3:2).  Por otro lado, la presencia del Consolador sería continua, no temporal (14:16b).

1. La partida era dolorosa (5–6).
   El anuncio del regreso de Cristo al cielo entristeció a los discípulos, quienes no habían comprendido que era una ventaja para ellos pues recibirían al Espíritu Santo, quien estaría con ellos para siempre.

2. La ausencia física era necesaria (7a, b).
   Era esencial que el Señor Jesús se fuera porque de otra manera el Consolador no vendría. Sabemos que en la persecución somos consolados en nuestro corazón por el Espíritu Santo de la promesa.

3. La promesa era segura (7c).
   El Señor aseguró que enviaría al Espíritu Santo de Dios, quien está entre nosotros y en nosotros. Cuando una persona se convierte a la fe del Señor Jesucristo, experimenta la venida del Espíritu Santo. El apóstol Pablo declaraba que “habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Ef. 1:13). El apóstol continúa diciendo que el Espíritu Santo es el arras de nuestra herencia, el adelanto, el primer pago que recibimos desde el momento que creímos.
    Algunos experimentan la venida del Espíritu Santo con  mucho conocimiento, otros con poco, pero la experiencia en sus vidas es real. El Espíritu Santo produce en el creyente la seguridad del perdón de pecados (Ro. 8:16) y una profunda paz.

(8-11) A pesar de la persecución, la salvación que tenemos en Cristo es total porque conocemos al Padre, tenemos al Espíritu Santo, y porque el Cristo resucitado nos da un gozo que no depende de circunstancias ya que puede haber paz en medio de la persecución.
Por lo general la obra del Espíritu Santo se da en los creyentes. En este caso su obra es para con el mundo.  El Señor nos dice que la labor del Espíritu Santo para con el mundo es convencerlo de pecado, justicia y juicio.
   Si vamos a la palabra original traducida “convencerá”, hallaremos que conlleva la idea de iluminar. La labor del Espíritu Santo es tomar la verdad de Dios (la luz de Dios) y los pecados del hombre (tinieblas), y ponerlos uno al lado del otro en la conciencia de la persona. Cuando esa luz de Dios se encuentra con las tinieblas del pecador, éstas se espantan y la conciencia se ilumina. El Espíritu Santo ilumina al pecador y a menudo hay arrepentimiento, lágrimas, dolor y fe en el Señor Jesús. En otros casos, a pesar de la labor del Espíritu Santo, los pecadores rechazan la luz de Dios y se entregan de lleno al pecado, hasta desembocar en la eterna condenación.

1. De pecado (9).
   El Espíritu Santo convence al mundo de pecado. Jesucristo menciona sólo uno: la incredulidad, el hecho de no creer en el Señor Jesús. Este es el más grande de los pecados. Si la persona no cree en Cristo, no cree lo que él dice en cuanto al pecado, no cree que en Cristo uno puede ser salvo, no cree que su muerte trae salvación, esa persona ya está condenada (3:36). La convicción de que uno es incrédulo y pecador la produce el Espíritu Santo.
¿Qué es lo que hace que una persona empiece a llorar de repente por algún mal cometido? ¿Por qué un hombre o una mujer sorpresivamente empiezan a buscar a Dios por todos los medios? ¿Qué es lo que hace que en una reunión evangelística y ante la invitación del predicador, centenares de personas confiesen públicamente que son pecadores y desean recibir a Cristo?
La respuesta a cada pregunta es la obra del Espíritu Santo.


2. De justicia (10).
  Para la mente judía, la justicia era un término relativo. Los fariseos creían que la medida de justicia era simplemente comparativa: “No soy perfecto pero soy mejor que ” Sin embargo, Jesús vivió en absoluta  pureza, sin pecado, cumpliendo la ley de manera total. Y su resurrección de entre los muertos y posterior regreso al Padre eran prueba de su justicia, ya que sólo en absoluta perfección de justicia alguien puede sentarse a la diestra de Dios. Jesús había implantado una nueva medida, un nuevo modelo de justicia: él mismo. Y su justicia, evidente a los demás, desenmascararía a los fariseos y a todos los religiosos. La justicia de ellos sólo sería como trapos de inmundicia (Is. 64:6) en comparación con la justicia de Cristo.

3. De juicio (11).
   El juicio era seguro en base al pecado y a la falta de justicia en la gente del mundo. En la cruz Jesucristo no sólo venció a la muerte sino que también juzgó al mundo y al príncipe de este mundo (12:31–32).
   El Señor Jesús introdujo una nueva medida y razón para el juicio. Tal medida es resultado de su propia justicia.
Satanás ya ha sido juzgado, y el Espíritu Santo por su obra interna de iluminación y convicción señala que la condenación de Satanás es justa.
  Al testificar de Cristo, recordemos que cuando comunicamos el mensaje del evangelio debemos hacerlo en la confianza de que el Espíritu Santo está en acción y hará la obra en el que oye.
   El Espíritu Santo se ocupa de golpear la conciencia, de despertarla, de alarmarla y movilizarla. La persona tiene que responder a ese llamado de Dios, pero la obra es divina. Hace tiempo el jefe de estado de un país admitió: “No veo ninguna esperanza para mi país aparte del mensaje del evangelio. Mi nación necesita un toque espiritual y un avivamiento moral … Si no cambiamos nuestros hogares, si no hay quebrantamiento y si no se une la familia, nada ni nadie podrá salvar a mi país.” El presidente tenía razón, y sólo el Espíritu Santo de Dios pudo hacer esa obra de convicción en el corazón de ese hombre.


CONCLUSIÓN

   El Espíritu Santo no sólo convence al mundo de pecado, sino que enseña y guía a toda verdad. Este es su ministerio catedrático para con el creyente (Jn. 14:26). La enseñanza y el aprendizaje son procesos graduales (12). Hay cosas que nadie puede aprender de un solo golpe pues no tenemos esa capacidad intelectual. No hay forma rápida y fácil de aprender la Biblia. En verdad implica arduo trabajo, y sin embargo, también es cierto que cuanto más conocimiento adquirimos, tanto más fácil será ir adquiriendo conocimiento adicional.
   
     Con el Espíritu Santo como maestro, siempre tenemos por delante más para aprender, indagar y profundizar.


   Ahora bien, nosotros hacemos el estudio, pero él es quien nos lleva a la verdad (13).

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