Lección Escuela Dominical Domingo 01 de Febrero 2015
JUAN 16:25 AL 33
APOCALIPSIS 3:21
INTRODUCCIÓN

DESARROLLO
v.25 La
expresión “estas cosas” se refiere a todas las palabras que Jesús pronunció en
esa noche memorable, y (a la luz de lo que sigue) probablemente incluso a toda
su enseñanza previa. Había habido alegoría tras alegoría. De hecho, incluso se
puede decir que el dicho velado era la esencia misma de la enseñanza de Cristo.
El discurso a menudo se centra en (o nace de) la alegoría. Quizá porque nos hemos acostumbrado a
estas alegorías a menudo olvidamos cómo deben haber turbado a los que los oían
por primera vez. Sin embargo, esta desorientación era muy real. Una reacción
común era, “¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo
puede ser aquello?” Jesús había
hablado acerca de levantar el templo en tres días, nacer de nuevo, agua viva
que apaga la sed de una vez por todas, ríos de agua que brotan de dentro de los
creyentes, personas que nunca verían la muerte; también acerca de sí mismo, como aquél cuya carne debe comer el
creyente y cuya sangre debe beber, como el que fue antes de Abraham en el
tiempo, como el buen pastor que da la
vida por los suyos; acerca
de un misterioso traidor (cuya
identidad permaneció oculta durante un período considerable de tiempo); y acerca de un enigmático “un poco”, que iba a ser seguido de otro
igualmente sorprendente “poco” (véase en 2:19; 3:3, 5; 4:10, 14; 6:35, 50, 51,
53–58; 7:37, 38; 8:51, 56, 58; capítulo 10;
13:18; 21; 16:16–19). Ahora Jesús revela
que está a punto de comenzar una nueva era: La hora viene cuando ya no os hablaré por alegorías, sino
que claramente os anunciaré acerca del Padre. En estos momentos Jesús todavía se ve impedido de hablar
plena y abiertamente, se ve detenido debido a la incapacidad de los oyentes
(16:12), debido al hecho de que todavía no había dado su vida como rescate por
muchos, y debido al hecho adicional de que el Espíritu todavía no había sido
derramado (16:13). Hasta que el Varón de Dolores haya sufrido de hecho y haya
muerto en la cruz y hasta que haya resucitado, no se puede revelar plenamente
la cruz. El Padre no puede ser revelado plenamente hasta que el Ayudador haya llegado.
La revelación del amor del Padre al entregar a su propio Hijo y al enviar al
Espíritu debe permanecer velada por un tiempo. Pero se acerca un gran cambio.
En la era del Espíritu esta revelación (aunque por necesidad adaptada a la mente humana
finita) será clara, libre, abierta, completa. Ya no se caracterizará por
alegorías.
v.28 Verdaderamente
hermosa y llena de majestad es la conclusión de la despedida de Cristo de sus
discípulos. Prevalece el tono victorioso. Contemplamos al Hijo del hombre en
plena conciencia de su triunfo. Cada una de las palabras transmite exultación
por el cumplimiento de la tarea que la había sido asignada. Cada expresión está
llena de una determinación firme de llevar a cabo la voluntad del Padre. En
principio la batalla ya ha sido realizada. Véase especialmente el versículo 33:
“yo he vencido al mundo”. El pasaje incluye tres hechos o movimientos centrales en la historia de la redención,
pero debido al hecho de que el tercero se considera desde dos aspectos tenemos
en realidad cuatro partes, en esta forma:
Primero, “salí del Padre”. Se refiere a la divinidad perfecta de
Cristo, a su preexistencia, a su salida del cielo, como revelación nacida de
amor, para morar en esta tierra maldecida por el pecado. Cf. 2 Co. 8:9.
Segundo, “He venido al mundo”. Esto describe la
encarnación de Cristo y su ministerio entre los hombres. El término mundo tiene el mismo significado que en el versículo 21.
Tercero
y cuarto,
“Otra vez dejo el mundo, y voy al Padre”. Nótese el tiempo presente de ambos
verbos. La senda del sufrimiento, crucifixión y ascensión es, por un lado, una
salida del mundo; por otro, es un ir al Padre. Sobre la base de esta obediencia
voluntaria que Jesús está a punto de rendir, el Padre (en el Espíritu) promueve
una amorosa comunión con los suyos.
Los discípulos están tan impresionados con la claridad y precisión de
las palabras de Cristo y con su evidente conocimiento de todo el plan de Dios,
que imaginan que ya ha llegado el momento en el que la comunicación clara, sin
trabas, completa y libre, tomaría el lugar de la comunicación en alegorías. En
esto estaban equivocados. Sin embargo, Jesús no trata de corregirlos. Se
corregirán a sí mismos cuando llegue la hora futura.
v. 33 Estas cosas os he hablado para que en mí
tengáis paz. “Estas cosas”
incluye todo lo que Jesús dijo a sus discípulos esa noche. Les había hablado
acerca de sí mismo, informándoles (como tan a menudo había hecho) que había
venido del Padre, había entrado en el mundo, salía de nuevo, y estaba a punto
de volver al Padre. Había destacado que alguien que comía en su mesa lo
traicionaría; que alguien lo negaría tres veces, y esto nada menos que Pedro;
que sería objeto de odio; que el mundo
se regocijaría en su muerte; y que sus propios discípulos lo abandonarían en el momento de crisis.
El cumplimiento de estas profecías fortalecería naturalmente su fe en él (véase
sobre 16:1, 4). Y a través de la fe obtendrían la mayor de todas las
bendiciones, a saber, la paz. En el mundo tenéis tribulación; pero tened ánimo, yo he
vencido al mundo. En vista de
todo lo que precede en este capítulo—la promesa de la venida y acción del
Espíritu, la predicción del glorioso retorno del Hijo, la
seguridad del amor permanente del Padre—no sorprende que el capítulo concluya
con una nota de triunfo. Habiendo ya llegado al fin del sendero, Jesús puede
echar la vista hacia atrás y decir, “he vencido’. Sin embargo, el tiempo pasado también indica certeza respecto a la batalla pendiente. El triunfo
es seguro. Jesús se había entregado totalmente. En consecuencia, puede hablar
como si el Calvario ya ahora quedara detrás de él.
CONCLUSIÓN
El Padre ama a los
que aman al Hijo. Estos hombres han aceptado a Jesús como el que vino del Padre
y retorna al Padre. Confiesan su fe. Jesús corrige su exceso de confianza. Les
dice que cuando llegue la crisis lo abandonarán; sin embargo, el Padre está con
él. Con una afirmación sin paralelo en cuanto a belleza y estímulo espiritual
Jesús llega al punto culminante de su discurso. Dice, “Estas cosas os he
hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tenéis tribulación; pero tened
ánimo, yo he vencido al mundo”. Implicación: “vosotros con toda certeza también venceréis”.
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