jueves, 25 de junio de 2015

El tiempo de la Iglesia

LECCIÓN DOMINGO 28 DE JUNIO DE 2015

HECHOS 1: 1 AL 5
LUCAS 24:49


EL OBJETIVO DE HECHOS

   Si en el “primer tratado” (el evangelio) Lucas se abocó a mostrarle a Teófilo lo que Jesús comenzó “a hacer y a enseñar”, en este segundo se propone describirle lo que hizo después de su ascensión.
   
Se destacan tres temas principales:

  (1) El cumplimiento de la promesa (Lc. 24:49; Hch. 1:5), que ocurrió en Pentecostés (2:1) y les permitió explicar las maravillas de Dios “en otras lenguas”. Desde ese momento el Espíritu Santo estuvo por todas partes guiando, fortaleciendo, impidiendo o respaldando con señales y prodigios el testimonio valiente de los predicadores. El Espíritu formó el cuerpo de Cristo (1 Co. 12:13) y ubicó a los miembros en su lugar para que pudieran recibir constantemente el suministro de Dios (Ef. 4:16). Lucas muestra con pruebas abundantes la significación de la presencia de Dios por medio del Espíritu Santo.

   (2) El modo de defender el evangelio implantado. Especialmente desde el capítulo 3 en adelante, los religiosos quisieron intimidar a los líderes (Pedro y Juan) pensando que pronto todo ese proceso religioso quedaría desbaratado.
   Pero como esa estrategia no dio resultado en Jerusalén, ensayaron otras antes de proceder drásticamente como en el caso de Esteban. Podemos mencionar como ejemplos el fraude de Ananías y Safira (cap. 5) y la murmuración étnica entre las hermanas (cap. 6).
    Quedaba aún una traba grande para la expansión. Era la reverencia y visita diaria que debían hacer al templo (5:42). Los apóstoles mismos trataron de unir la extensión del evangelio con “la hora de la oración” (3:1), limitando, en principio, el propósito de Dios al pueblo israelita de Jerusalén. Si esto hubiera seguido así, el mensaje nunca hubiera salido de la capital de Israel. Pero esta costumbre también cesó después del valiente discurso de Esteban. Tal como lo hemos de ver más adelante, este mártir se propuso demostrar la omnipresencia de Dios, el valor de los documentos históricos para mostrarlo operando en todo el mundo conocido, y la traba que un edificio significaba para la expansión del conocimiento suyo por medio del evangelio (7:47– 48).
   Ya hemos señalado cómo el Imperio Romano defendió a Pablo en sus muchas peripecias, porque Dios preparó las cosas así. El mensaje salió por todas partes y llegó a la corte de Nerón (Fil. 4:22).   

    (3) Mostrar cómo se produce la extensión del evangelio. Las palabras “que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en  todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lc. 24:47), señalan cuál era el propósito de Dios, pero no indican cómo iniciar el trabajo y menos aún cómo se desarrollaría.   A causa de la persecución en los días de Esteban el evangelio salió por todas partes, pero por la manera en que Lucas retoma la explicación de la extensión en 11:19, advertimos que su interés está en el mundo gentil y en dirección a la capital del Imperio.
   La elección de Saulo y Bernabé por el Espíritu, la predicación en Galacia, el llamado macedónico y la predicación en Europa, son todos episodios ligados uno al otro para que el evangelio se anunciara en el corazón del imperio. Pablo alcanza ese objetivo cuando estando preso puede testificar en Cesárea y posteriormente en la cárcel. Trata de que todos sepan el valor de sus cadenas, y cómo por ese medio tan extraño el evangelio resuena ante las autoridades judiciales (Fil. 1:13) de lo cual el escritor sabe bien porque es testigo ocular.
    Es quizás una de las causas por las que Lucas termina su escrito con Pablo en la cárcel. Habiendo llegado el evangelio a Roma, su carta a Teófilo está también llegando a su fin. No sabemos el alcance del ministerio del apóstol en esa ciudad donde “permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin  impedimentos” (28:30–31). Pablo logró instalar un centro evangelistico en Roma y operar con la custodia del Imperio. Lucas, repetimos entonces, da por cumplido su propósito.


DESARROLLO 

EL COMIENZO DE LA NUEVA COMUNIDAD

    Ya hemos mencionado que Lucas habla de dos libros, haciendo del segundo la continuación del primero.
    Tuvo a su disposición mucha información para certificar la veracidad de sus afirmaciones. Además, por lo menos tres personas—según nosotros podemos observar—podían serle de mucha ayuda: Marcos, Pedro y Pablo. Éstas son claves, sobre todo en los trayectos de los viajes de Pablo. Además, había muchas otras fuentes de información que estaban disponibles, algunas conocidas y otras ni siquiera insinuadas en el libro, pero que conocían la historia desde sus comienzos (21:16).
     Al leer cuidadosamente lo que Lucas quiere explicar a Teófilo nos encontramos de inmediato con las dos etapas del ministerio de Cristo. En el primer tratado habló acerca de lo que Jesús comenzó a hacer y a enseñar. Ahora, le seguirá mostrando lo que realizó como Cristo ascendido y glorificado. 
   Miremos el cuadro que sigue.


ESCRITOS DE LUCAS

   El cuadro señala la continuidad del ministerio del Señor Jesucristo tal como lo muestran los dos libros, dándole a la ascensión una posición trascendente.     En el Evangelio está el principio y fin de su trabajo en Palestina.
En Hechos describe el comienzo y desarrollo de la obra mundial.
Vv2    El texto dice que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo. Es decir que los apóstoles recibieron instrucciones muy expresas sobre el futuro que comenzarían a vivir. Al leer nuevamente sobre la relación entre Jesús y ellos, nos damos cuenta de la importancia de ser apóstol.

a. Los apóstoles habían sido escogidos por él  Al relatar la elección de los doce, Lucas dice que Jesús había pasado “la noche” orando a Dios. A la mañana “llamó a sus discípulos [seguidores], y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles” (Lc. 6:12–13). La multitud estaba animada por tener un profeta hacedor de milagros, pero él tenía los ojos puestos en ese puñado de hombres a quienes enviaría a discipular las naciones.
  Necesitaba sacarlos y prepararlos para que miraran a las gentes y aprendieran a identificarse con sus necesidades. Lucas dice que después de nominados, Jesús descendió con ellos del monte y “se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente”. Al escribir Hechos, Lucas utiliza por segunda vez el verbo eklego̅ (separar, seleccionar, elegir) cuando los hermanos eligen a dos personas para ocupar el espacio dejado por Judas. Oraron diciendo: “Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido” (1:24). La tercera vez que utiliza esta palabra es en el incidente de la conversión de Saulo y la resistencia de Ananías a asistirlo. El Señor le dijo a Ananías: “Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre” (9:15). De modo singular, Lucas describe una característica básica del propósito del Señor, que sus apóstoles fueran todos llamados al ministerio por él o por su expreso deseo, evitando interferencia extraña en el mensaje.

b. Los doce habían recibido una revelación especial Marcos dice que el Señor “llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció a doce para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar” (Mr. 3:13). La doble intención que señala el escritor fue que tuvieran un mensaje basado en una relación con Jesús y no simplemente con datos pasajeros o una información tradicional.   
   Desde un comienzo Jesús quiso preparar testigos y no solamente comunicadores. Lucas dice que su escrito es para documentar cosas que eran “ciertísimas” entre ellos. Los predicadores del evangelio son embajadores y no sólo informantes. Los discípulos no componían la masa de seguidores desvinculados de la realidad, sino que eran un grupo selecto a quienes él les daría la oportunidad de conocerlo íntimamente para que posteriormente fueran sus testigos.

c. Les dio un mandato distinto (v. 4) Antes de morir les había dicho: “que os améis unos a otros” (Jn. 13:34; 15:12). Ahora los mandamientos o instrucciones se extienden a otros campos. El v. 4 dice que “estando juntos” (posiblemente en una de las habituales comidas) les mandó que no se ausentaran de Jerusalén, es decir que no pusieran en actividad su propio programa de extensión del reino de Dios, sino el que estaba establecido (comp. Lc. 24:17). La primera fase del programa era esperar el cumplimiento de la promesa. Ésta era la venida del Espíritu Santo (Lc. 24:49), del cual muchas cosas les había explicado la noche en que fue entregado (Jn. 14:26;

15:26; 16:7–13). Como es el Espíritu de verdad, necesitaban ser guiados por él para caminar el camino de la verdad.



lunes, 8 de junio de 2015

LA RESTAURACIÓN DE PEDRO. AYUDA EN TIEMPOS DIFÍCILES

Lección Domingo 14 de Junio de 2015

JUAN 21: 15 AL 19
FILIPENSES 3:8

INTRODUCCIÓN

   Cuando los discípulos estaban terminando su comida, Jesús se volvió a Pedro y le hizo la pregunta que éste más temía, pero que más necesitaba escuchar: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?” (21.15). Con esa simple pregunta Jesús dejó al descubierto el pecado de Pedro y abrió, como con lanceta, la herida espiritual que amenazaba con tomar el alma de Pedro. Si el pecado de Pedro no hubiera sido confrontado directamente, si él no se hubiera arrepentido de ese pecado, ni hubiera sido perdonado del mismo, el gran apóstol Pedro podría haberse pasado el resto de su vida lleno de amargura y sintiéndose destrozado —hubiera sido simplemente otro pescador de Galilea. Jesús lo amaba demasiado como para dejar que esto le sucediera.

DESARROLLO 

A. El encargo a Pedro (15–17) Cuando alguien ha fracasado, es necesario que otro venga y lo levante. En este caso, el Señor Jesús toma sobre sí la responsabilidad de hacerlo con Pedro. Hubo fracaso, negación, llanto y arrepentimiento de parte del apóstol impulsivo, y en su alma todavía faltaba un empuje final hacia la vida de victoria.
    Muchos cristianos creen que ciertas acciones pasadas fueron tan malas que Dios no puede perdonarlos, o se sienten tan abrumados por el sentido de culpa que creen que han pecado contra el Espíritu Santo e imaginan que ya no hay esperanza para ellos. Sin embargo, el hecho de que un cristiano se sienta de esa manera es prueba de que el Dios viviente aún está obrando en su vida.
     Aunque hayamos deshonrado al Señor con un fracaso, una caída o una negación, él nos ama y desea restaurarnos. Si hemos negado al Señor y nos hemos avergonzado de él, debiéramos arrepentirnos de todo corazón.
Jesús en realidad estaba diciendo: “Pedro, mi querido amigo, me negaste pero ¿me amas?” Por supuesto que el Señor sabe todas las cosas. Sabía que Pedro lo amaba. No obstante le decía: “Pedro, lo importante para mí es que me amas. ¿Me negaste? Lo sé. ¿Te abochornaste de mí? No te lo echo en cara. Ahora estás arrepentido en tu alma y estás perdonado. ¿Pedro, me amas?” Las tres veces Pedro dice que sí, y Juan señala que la tercera vez el apóstol se entristeció, tal vez al recordar que tres veces había negado a su maestro.
      El mensaje del Señor a su amigo era: “Pedro, me fallaste y me negaste; tus amigos lo saben y tal vez te condenen por ello. Sin embargo, te doy una nueva tarea.” Jesús da su mensaje a Pedro en presencia de los demás, por lo tanto es un mensaje para todos. Las tres repeticiones en verdad fortalecen su argumento.

1. “Apacienta mis corderos (15). Cuando el Señor le preguntó a Pedro si lo amaba “más que éstos”, usó la palabra griega AGAPE, que significa amor perfecto, un amor tal como nos fue manifestado en la cruz y sólo como Dios puede dar. Cuando, por otra parte, Pedro contestó: “Sí, Señor. Tú sabes que te amo”, utilizó la palabra griega FILEO, que significa amor fraternal. El Señor le estaba preguntando a Pedro si éste le amaba con aquel amor perfecto que le juró cuando prometió ir a prisión y hasta morir por el Maestro, pero Pedro sólo podía decir que sentía un gran afecto, una sincera amistad. La respuesta de Jesús es: “Apacienta mis corderos.” Los corderos son los recién nacidos, los nuevos creyentes en Cristo. El Señor utiliza la figura de corderos y ovejas para describir a su pueblo, y señala que aquéllos necesitan ser apacentados. “Apacienta a los niños, a los recién convertidos, a los jovencitos espirituales.”

2. “Pastorea mis ovejas” (16). Por segunda vez el Señor Jesús le preguntó a Simón Pedro si lo amaba (AGAPAO) con amor divino y perfecto, y por segunda vez Pedro sólo pudo expresarle FILEO, su afecto fraternal. No obstante, Jesucristo le dijo: “Pastorea mis ovejas” Las ovejas necesitan ser pastoreadas  aunque sean mayores de edad, aunque hayan pasado muchos años en la obra del Señor. Todos necesitamos ese cuidado especial. Aunque hayamos tenido extraordinarios maestros de la Biblia, y además tengamos por íntimos amigos a algunos de los mejores predicadores del mundo, igualmente necesitamos ser pastoreados.

3. “Apacienta mis ovejas” (17). La tercera y última vez que Jesús hace la pregunta a Pedro, se pone al nivel del discípulo. “¿Me amas (FILEO)”? Era como si le dijera: “¿Eres realmente mi amigo? ¿Sientes sincero afecto por mí? ¿Puedo fiarme de tus palabras esta vez?” No es extraño que Pedro hubiera sentido dolor ante esta pregunta, ya que seguramente le hizo recordar el dolor de la negación, que ocurrió poco después que Pedro le prometiera al Señor un amor dispuesto a la entrega y al sacrificio. Pedro había aprendido la lección y se había visto a sí mismo tal como era: incapaz de prometer más que una sincera amistad.
     Esto era una nueva honestidad por parte del discípulo. Ya no pretendía ser capaz de dar aquello que no había tenido fuerzas de ofrecer. Su pretensión y arrogancia habían desaparecido. Ya no se atrevía a sugerir que conocía las cosas mejor que su Señor. Por primera vez le responde a Jesús en forma sencilla, pero apelando a la omnisciencia de Cristo: “Tú sabes todas las cosas. Tú sabes que te amo.” El Señor Jesús había cambiado su pregunta para con Pedro a fin de no pedirle más de lo que Pedro podía dar. Y el discípulo estaba dando lo que Cristo desea de cada cristiano: un corazón sincero, contrito y humilde.
    En esta ocasión las palabras del Señor fueron: “Apacienta mis ovejas.” A veces aun las ovejas, los mayores en la fe, necesitan ser alimentadas. Esa también sería la labor de Pedro, y por consiguiente de todos los que están al frente de la grey del Señor.

B. La revelación a Pedro (18–19) Pedro había sido muy confiado en sí mismo, y eso es en cierta manera aceptable cuando uno es joven en la fe.   Sin embargo, en sus años maduros tendría que aprender a ir donde Cristo le ordenaba, no adonde él mismo quería. Tendría que hablar cuando el Señor le daba la libertad de hacerlo, no cuando a él le parecía.
     Además es posible que el Señor Jesús le esté indicando que moriría de una manera espectacular y distinta a la mayoría. Aunque la Biblia no lo señala, la historia de la iglesia indica que Pedro murió crucificado en Roma, y que pidió ser crucificado cabeza abajo ya que no merecía morir como su Señor. Si en verdad, entonces, Pedro murió crucificado, demuestra que si el Señor quiere que muramos de manera trágica por amor a él, ninguna negación de su nombre lo impedirá. Y si por el contrario el Señor, no desea tal muerte trágica para nosotros, ello no habrá de suceder (como en el caso del apóstol Juan, que murió en la vejez).
Es evidente que Pedro murió trágicamente pues la Biblia habla de una muerte que glorificó a Dios.
   El Señor concluye la conversación ordenándole que lo siga.

CONCLUSIÓN

    La última etapa del camino de restauración, que Jesús le trazara a Pedro, llegó con la palabra: “Sígueme” (21.19). Jesús había utilizado esta palabra para llamar a sus discípulos desde el comienzo de su ministerio temprano, y él utilizó la misma palabra al cierre de su encuentro con Pedro en la playa aquella mañana. La expresión “¡Sígueme!” es la esencia de aquello a lo que Jesús llama a todos sus discípulos a hacer, incluyéndonos a nosotros. La expresión “¡Sígueme!” no es para describir un nivel de crecimiento; es para señalar una dirección. No tiene nada que ver con nuestro pasado ni es para compararnos con otros discípulos. No excluye a los débiles, ni a los jóvenes, ni a los inmaduros. Llama a todos, allí donde cada uno se encuentra en ese momento, a comenzar la marcha en dirección a Jesús. Pedro había andado un largo camino, pero había retrocedido una gran distancia.

    ¡En su triunfo y en su tragedia, el llamado que Jesús le hizo a Pedro fue el mismo: “Sígueme”! Este mandamiento directo es el llamado que Jesús hace hoy día.

LA PESCA MILAGROSA

Lección Domingo 07 Junio 2015

JUAN 21:1 AL 14
HECHOS 1:3
INTRODUCCIÓN

    Por tercera vez el Señor Jesús se manifiesta a sus discípulos luego de la resurrección, de manera que este relato no está desconectado del resto del evangelio sino que sigue una secuencia. Es una aparición más del Señor a los suyos antes de regresar al cielo.

DESARROLLO 

A. El retroceso espiritual de los discípulos (1–3) 
     Imaginemos la conmoción en Jerusalén ante la noticia de que un muerto había resucitado y que había sido visto por muchas personas. Sin duda, hubo conmoción aun entre los seguidores más íntimos de Jesús. Uno creería que luego de haber visto al Señor resucitado, estos hombres habrían sido transformados de manera radical. Un muerto que resucita (aunque no hubiera sido el Señor Jesucristo) es un milagro suficientemente maravilloso como para sacudir a cualquiera. Sin embargo, aunque seamos partícipes de milagros asombrosos en nuestra vida, aunque el mismo Señor estuviera en persona aquí en la tierra, aunque creamos en el Hijo de Dios resucitado, esto no detiene el acontecer diario en nuestra vida. En el caso de los discípulos, la vida también seguía su curso.
      Ellos vuelven al punto en que el Señor los había encontrado al comienzo de su ministerio, como si el tiempo con el Maestro sólo hubiera sido un paréntesis de tres años. Regresan a la vida vieja. No que la pesca fuera un oficio deshonroso sino que habían retrocedido en su vida espiritual volviendo a lo de antes. ¿Cómo pudo suceder? La teoría estaba clara en la mente de los discípulos. Conocían al Señor y conocían la verdad de la encarnación, habían presenciado milagros, habían seguido a Jesús hasta el punto de abandonar su profesión y su familia, y no obstante de pronto vuelven a los días del pasado. Sin la fuerza interior del Espíritu Santo, eran nada más que simples hombres. El Espíritu Santo hace que la regeneración sea eficaz (Tit. 3:5), y en ellos la obra del Espíritu Santo aún no había sido completada. No tenían todavía el poder del Espíritu Santo, con el cual fueron bautizados en Pentecostés.  A partir de ese momento ya no volvieron atrás. Antes de su muerte y en forma repetida el Señor les había anticipado que volvería a su Padre, y tal vez los discípulos creyeran que debían volver a la “vida real”, al tipo de vida de antes. Si el creyente no está lleno del Espíritu Santo, es fácil que regrese a la vida natural, a la vida vieja—no necesariamente pecaminosa sino carente de dimensión espiritual. Lo natural para ellos era ser pescadores.
     Sin embargo, el Maestro los había comisionado a predicar el evangelio (Mr. 16:15), a ganar almas, a ser “pescadores de hombres” (Mt. 4:19; Mr. 1:17; Lc. 5:10), pero ellos han vuelto a su antigua profesión, seguramente pues necesitaban ganar dinero para el sostén. Tal vez se hayan dicho: “Fueron tres años y medio maravillosos, pero ahora el Señor dice que se va.”

B. La pesca milagrosa (4–8, 11) 
    Cristo resucitado aparece en escena y se involucra en el trabajo de sus siervos. Sea cual fuere el oficio o profesión que uno tiene, Jesús quiere ser parte integral en la vida de cada uno de sus hijos.
    Además en este incidente hay un recordatorio del poder extraordinario y sobrenatural del Señor Jesús. Luego de haber pasado toda la noche sin poder pescar—es probable que tuvieran frío y estuvieran cansados y desanimados—ante una indicación de Jesucristo los discípulos pescan 153 peces grandes. Pero el Señor les recuerda lo que les había enseñado tres años antes: que la pesca es exitosa sólo cuando seguimos sus instrucciones; que en la vida habrá resultados que perduren si Jesús es parte integral de ella.
     La resurrección tiene efectos aun en las redes de los pescadores. El Señor hace el milagro de una pesca cuantiosa, y para asombro de los discípulos las redes no se rompieron sino que permanecieron intactas. Por otro lado, el hecho de que hayamos visto un milagro de Dios, que hayamos sentido el poder de la resurrección de Jesús (en nuestra vida, nuestra familia, nuestra evangelización o nuestra iglesia local) no implica que seguiremos en un nivel extraordinario. Si en vez de mantener los ojos en Jesús, ponemos nuestros ojos en el mero hecho de un milagro, eso puede hacernos retroceder. Aunque veamos milagros en nuestra vida—y es hermoso ver el poder de Dios manifestado—nuestra mirada debe estar sólo en Jesús.
     No podemos pasar por alto el hecho de que este nuevo encuentro con los discípulos es casi un paralelo con el primer llamado del Señor, oportunidad en que ellos también estaban pescando (Mt. 4:18–22; Lc. 5:1– 11). En esta ocasión era necesario que el Señor les recordara cuál era el verdadero llamado—cuidar la grey del Señor—tal como Pablo debió recordarle a Timoteo (2 Ti. 1:6).

C. El desayuno con el Señor (9–10, 12–14) 
    Luego del milagro de la pesca tiene lugar un desayuno con Jesús, que en realidad es otra señal sobrenatural. El Señor tiene leña, fuego  preparado y un pez que no sabemos de dónde sacó. (Tanto en el desayuno como en cada una de las comidas, Cristo quiere ser parte de nuestra familia. Cristo quiere compartir nuestras comidas y ser el oyente silencioso de cada conversación.)
    El Señor prepara el desayuno y lo comparte con los discípulos,  demostrándoles tanto su cuidado y su amistad como también la necesidad de vivir una vida normal. El hecho de que hubiera resucitado no significaba que debían vivir de manera anormal o desequilibrada. La vida continuaría su curso pero con Jesucristo en el centro.
    Notemos también que aunque ellos sabían que era el Señor Jesús, ninguno se atrevía a preguntarle quién era para reconfirmarlo. Parecía que a pesar de haberlo reconocido, había ciertas dudas. Tal vez haya sido muy temprano en la mañana y aún oscuro, ya que los discípulos inicialmente lo desconocen (4).


CONCLUSIÓN


  La obediencia con al que cumplieron la orden dada por cristo  “echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis” les llevo a obtener buenos resultados. Todavía no sabían que quien así les hablaba fuera Jesús; Sin embargo, estaban prestos a obedecer la orden de un extraño, al suponer que, por alguna razón, conocía donde había un buen banco de pesca, a pesar de que ellos mismos eran expertos en el oficio. Está es una gran lección para nosotros, ya que, con frecuencia, desoímos los buenos consejos de otra persona, pues nos consideramos expertos y entendidos en la materia, y hasta nos parece una ofensa el que un desconocido se atreva a darnos lecciones. Esto muestra que, al atender al consejo de un hermano que nos habla con amor y movido por el Espíritu de Dios, atendemos al mismo Señor sin percatarnos de ello. ¡Qué bien les fue a los apóstoles esta obediencia, pues ahora lograban una captura que les compensaba de todas las fatigas de aquella noche, nunca se pierde por prestar obediencia     

jueves, 4 de junio de 2015

EL CRISTO RESUCITADO

Lección Domingo 31 de Mayo de 2015

JUAN 20:24 AL 31
HEBREOS 11:6

INTRODUCCIÓN
   Consideremos el caso de Tomás, que no quiso creer. No era tanto incrédulo como intelectual. Quería pruebas fehacientes para persuadirse de que en verdad Jesucristo había resucitado de los muertos. Hay algo cautivante en este Tomás, un intelectual sincero que quería pruebas genuinas de la resurrección. No tenía interés en ser crédulo ni en aceptar las palabras de una mujer nerviosa y acongojada o de un grupo de hombres que quizás habían visto una aparición casi fantástica.

DESARROLLO 

     Lewis Wallace, autor de la famosa novela Ben Hur, estaba convencido de que la resurrección de Jesús era un fraude histórico, y se propuso escribir ese libro para demostrarlo y poder “taparle la boca” a los cristianos. Este escritor se llevó la sorpresa de su vida pues al concluir sus investigaciones se había persuadido de que las pruebas legales y los documentos históricos en verdad indicaban que Cristo había resucitado. Fue entonces que su conocido libro fue escrito desde una perspectiva cristiana pues Wallace decidió aceptar a Jesucristo como su Salvador. Muchos han declarado que hay más pruebas legales de que Jesucristo existió y resucitó, que de que Julio César existió y murió de la manera que dice la historia.

Pensemos en Tomás, este intelectual persuadido:
1. Tomás había estado ausente (24). Cuando Jesús apareció a los discípulos reunidos aquel primer domingo por la noche, él estaba ausente.
No se nos dice por qué. Sólo sabemos que no estaba con los demás.
Es también interesante notar que aunque Judas ya no estaba, aún se habla de los apóstoles como de “los doce”.
2. Tomás demanda pruebas tangibles (25). Cuando se reunió con los demás, le dijeron que habían visto al Señor. Sin embargo, tal testimonio le
resultaba insuficiente; él quería pruebas tangibles: “la señal de los clavos”, “mi mano en su costado”. No quería un mero testimonio de palabras sino que quería ver y tocar por sí mismo. Tomás nos cautiva en el sentido de que es fácil sentirnos identificados con él. Si hubiéramos estado en su lugar, muchos habríamos actuado como él y habríamos dicho exactamente lo mismo: “A mí no van a convencerme un grupo de personas asustadas”. Más que incrédulo, Tomás era pensante, y no se había convencido sólo con el testimonio de sus amigos.
3. Tomás recibe pruebas tangibles (26–27). Habían pasado ocho días desde la resurrección. Los discípulos están reunidos y ocurre un nuevo milagro. Por amor a Tomás, Jesucristo volvió a aparecer de sorpresa. Este milagro fue para convencer a Tomás, para ayudarnos a todos nosotros (siglos más tarde) y asegurarnos que su resurrección fue real.
Jesús dio las pruebas que Tomás demandaba. En otras palabras, le dijo: “Querido Tomás, aquí tienes; no te quedes mirando sólo mis manos sino pon tu dedo en ellas; acerca tu mano y métela en mi costado.” El Señor no lo reprendió sino que lo animó. Le estaba diciendo: “Tomás me agrada tu manera de pensar. ¿Quieres pruebas? Aquí están. Pruébame que yo soy. Yo soy el que morí y he resucitado.”
4. Tomás se entrega de corazón (28). No sabemos si Tomás puso su dedo en las manos y el costado de Jesús, pero sabemos que de rodillas respondió “Señor mío y Dios mío”. Tomás, entregado en un ciento por ciento al Cristo resucitado, lo adora de corazón. Todo el mundo lo llama el “incrédulo”, pero es preferible considerarlo como un intelectual sincero
e inteligente. Se había persuadido y entonces adora con toda su alma.
Nadie antes se había dirigido a Jesús de esa forma: “¡Señor mío y Dios mío!” ¿Qué más podía decirle a Jesús? (No hay afirmación más importante, aunque no basta con decirlo sino que además hay que vivirlo.)
5. Jesús enseña una lección universal (29). Jesús extrae una lección universal de esta experiencia. No fue una reprensión enfadada pues no era el ánimo de Jesucristo hacerlo. Era una penetrante instrucción a Tomás y a todos nosotros. No hemos visto a Cristo con los ojos terrenales, pero un día le veremos cara a cara (Is. 33:17). Sin embargo, aunque no lo hemos visto, creemos en él de todo corazón. Le amamos aunque no le vemos (1 P.
1:8), y por eso somos bienaventurados.

¿Por qué este evangelio?
(20:30–31)
¿Por qué este evangelio? ¿Cuál fue el propósito? Quien escribe siempre lo hace con un propósito en mente. Todo lo que escribió Juan, presentando a Jesús como el Hijo de Dios, estaba subordinado al propósito de conducir al lector a la fe.
A. Las señales de Jesús (30)  Jesús hizo muchas otras señales. “Muchas otras” se refiere no sólo a las mencionadas en los evangelios sinópticos sino a las que Juan ya había mencionado en 2:23; 4:45 y 12:37. Lo que nosotros llamamos “milagros de Jesús”, él los llamaba señales. Este término es utilizado respecto de las cosas indicativas de algo más allá del mero hecho de que sucedieron (por más milagroso que haya sido ese hecho).
    Los milagros no fueron hechos simplemente para agradar al oído o impresionar a los demás; ni siquiera los hizo sólo para que creyeran en él. Jesucristo hizo estos milagros como una señal de que era Dios encarnado, de que era el Mesías, como señal de su poder y autoridad.
   Jesucristo hizo muchas señales, y no todas están escritas en este libro. Juan hizo una selección de acuerdo al propósito que tenía en mente. Mucho de lo que sucedió fue omitido. Dios escogió incluir aquí aquellas señales que creyó convenientes, de entre los centenares y quizás millares que el Señor Jesús llevó a cabo en su vida terrenal.
   Jesucristo realizó dichas señales en presencia de sus discípulos, a quienes escogió como testigos. Después de resucitado el Señor les dio una serie de pruebas indubitables (Hch. 1:2–9), y se presentó a los testigos escogidos por él, a sus verdaderos y sinceros discípulos.

B. El propósito del libro (31) El estudio de un libro como éste no tiene como propósito satisfacer curiosidades intelectuales ya que aunque proporciona información histórica y biográfica, es esencialmente un documento de fe. El evangelio de Juan fue escrito con un doble propósito que él hace claro:
1. Que creamos que Jesús es el Cristo, el Salvador del mundo, el Mesías. La combinación y riqueza de títulos es muy significativa: Jesús, Cristo, Hijo de Dios. Jesús quiere decir Salvador. Cristo es el Mesías, el prometido, el esperado, el que sería Salvador del mundo. El Hijo del Dios viviente habla de su carácter eterno, su carácter de Creador. Su mero nombre da vida.
2. Que creyendo, tengamos vida en su nombre. Este sería un propósito evangelistico. Si bien en muchas traducciones se presenta el verbo creer en sentido futuro, el original griego PISTEUETE también se ha traducido “para que continúen creyendo”, que nos hablaría de una fe presente que en forma continua se proyecta al futuro. En este caso, el evangelio estaría escrito para creyentes.
   Es posible que el relato de la resurrección y el resto del evangelio esté dirigido a quienes ya creían para que naciera en ellos una fe renovada. Para Juan la fe no es algo estático que está en una persona en forma latente, sino que es una respuesta a Dios que se expresa vez tras vez al volver a confrontamos con la historia de Jesús.
     El primer paso es creer. La consecuencia es: tener vida. La fuente de esa vida es el nombre de Cristo o sea la persona del Señor Jesús, ya que el nombre siempre nos habla de la persona.

Este capítulo sería un final muy apropiado para el Evangelio, y tal vez ésa haya sido la intención original de Juan. Sin embargo, antes de que el trabajo se publicara el apóstol Juan agregó el epílogo1 (capítulo 21), que está escrito en el mismo estilo y presenta un magnífico cuadro del Cristo resucitado.