viernes, 24 de julio de 2015

LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA PRIMITIVA

LECCIÓN DOMINGO 26 DE JULIO DE 2015

HECHOS 2: 1 AL 4
JOEL 2: 28 Y 29

INTRODUCCIÓN 

    Lucas inicia esta sección del material volviendo al tema del Espíritu Santo que ya había mencionado en su primer escrito (Lc. 3:21–22; 4:1, 14, 18). Ahora muestra su actividad en muchos, y no sólo en algunos. Lucas observa que la venida del Espíritu es la promesa (2:33), el don (2:38), el bautismo (1:5), el poder (1:8) y la plenitud (4:31) en muchas personas.
     Un poco de historia nos puede ayudar a conocer las causas por las cuales Dios eligió ese día. Él había ordenado al pueblo de Israel que celebrara ciertos acontecimientos con mucha prolijidad, especialmente cuando se trataba de dar valor a la libertad conseguida y los medios para conseguirla.
   Pentecostés marcaba la finalización de la cosecha que comenzaba con el primer corte del grano (Dt. 16:9–10) y el ofrecimiento de la gavilla mecida (Lv. 23:11). Por esta razón recibió también otros nombres como “fiesta de la cosecha” (Ex. 23:16) o “de las primicias” (Nm. 28:26), que en sí muestran el gozo del pueblo por ver el resultado de la bendición de Dios y que los estimulaba a ofrendar jubilosamente. Dios la denominó “santa convocación”, porque todos venían a presentarse a él, libres del dominio de otro dios (Lv. 23:21). Era tiempo de gran gozo (Dt. 16:15) por lo recibido y la oportunidad de disfrutar la presencia de Dios (Jer. 5:24).
   El pueblo del pacto podía evaluar los propósitos divinos y recibir ánimo para el futuro (Dt. 16:12).

Podríamos resumir la fiesta, entonces, de la siguiente manera:
a. Se celebraba cincuenta días después que la hoz hubiera cortado el grano. El recuerdo de la obra de Cristo.
b. Recordaba que el israelita había sido esclavo en Egipto. Cristo había dado la verdadera libertad (Jn. 8:32).
c. Anunciaba el comienzo de la cosecha. Los anuncios de lo que sucedería con la venida del Espíritu (Ex. 23:16).
d. No debían sujetarse a otro señor (Lv. 23:11). Donde está el Espíritu allí hay libertad (comp. 2 Co. 3:12).
    En la pascua se mecía la primera gavilla (Lv. 23:10), trigo que únicamente puede fructificar. En Pentecostés están ya los panes. Cristo es el grano de trigo que fue cortado, nosotros somos los “panes” (uno hebreo y otro griego) que al final nos transformamos en un “solo pan” (1 Co. 10:17), el cuerpo de Cristo.
    La historia cuenta que debido a los problemas para viajar (comp. 27:9) y al momento del año en que sucedió, Pentecostés se convirtió en la fiesta que atraía mayor número de personas. Fue para Pentecostés que Pablo visitó Jerusalén más de una vez (18:21; 20:16) durante sus labores en Grecia y Asia.


LA NARRACIÓN DEL SUCESO

   Después de la elección de Matías la expectativa se acrecentó. Pero no de cualquier modo sino en sólida comunión: “todos unánimes juntos”. Se cumplió el tiempo desde la Pascua y tal como ya lo señalamos los festejos que la ley indicaba estaban a punto de iniciarse.

a. El modo en que ocurrió (2:1–4)  La presencia tiene cumplimiento. El verbo “llegar” es symplêroô que significa en el vocabulario de Lucas “un tiempo de conclusión o maduración”. Así como Cristo había venido en el cumplimiento del tiempo (Gá. 4:4), ahora con el Espíritu también ocurría lo mismo.
    Pero notemos que el momento sorprendió a todos unánimes juntos. Habían aprendido las bases de la comunión por medio de una preparación lenta y eficaz. Todos rodeando al Señor, oyéndole y viéndole ir. Habían encontrado un buen fundamento para estar juntos y esperar unánimemente. La preparación había sido lenta, pero necesaria para esperar el avivamiento. Como humanos que somos, nos cuesta creer que la comunión con Cristo y unos con otros es previa a la manifestación de Dios.  
   Aunque no sabemos con seguridad si la experiencia ocurrió en el “aposento alto” (1:13) o en algunos de los recintos del templo (Lc. 24:53), el énfasis está en que ocurrió el día de Pentecostés. Por lo que explicamos más arriba, la fiesta celebraba la terminación de las cosechas y se realizaba cincuenta días después de la Pascua.
    Por otro lado, está la versión de que los rabinos enseñaban que cincuenta días después de la salida de Egipto los israelitas recibieron la ley en el monte Sinaí. De modo que para aquellos hermanos tenía por lo menos dos recuerdos importantes: (1) la dádiva de la ley; (2) la verificación de las cosechas.
  Al tratar de buscar un significado para nosotros, podríamos decir que con la dádiva de la “promesa” estaba a punto de iniciarse una nueva cosecha de pueblo para Dios. “De repente” vino el Espíritu produciendo un fenómeno triple que pudieron ver, oír y hablar.
Todos se vieron incluidos en la nueva experiencia:
1. Vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, que nos recuerda la petición de Ezequiel sobre los huesos secos (Ez. 37:9). El estruendo “como viento” muestra la soberanía y magnificencia de Dios (comp. Jn. 3:8).
 2. Se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Nuevamente nos hallamos frente a una experiencia muy particular. Los que estaban sentados sintieron algo como fuego pero que no era tal, y poseía efectos purificadores, penetrantes, iluminadores y santificantes. El fuego del calor despertaba en ellos una nueva relación con el Señor.
3. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas [idiomas de algún origen], según el Espíritu les daba que hablasen. Como símbolo de la universalidad del evangelio, las lenguas muestran que Dios previó alcanzar el mundo con su mensaje de poder.   Necesitaban la plenitud de Dios para ser testigos de Jesucristo.
   Para concluir esta introducción diremos que el Espíritu como viento recio simboliza el poder prometido (1:8); la apariencia de fuego, la santidad purificadora; y la manifestación de otras lenguas, la universalidad del evangelio.


CONCLUSIÓN 

   La Obra del Espíritu en Hechos a partir de Pentecostés, el Espíritu Santo es la realidad dominante en la vida de la Iglesia Primitiva.
(i) El Espíritu Santo es la fuente de toda dirección. Es el Espíritu el Que mueve a Felipe a ponerse en contacto con el eunuco etíope (Hechos 8:29); el Que prepara a Pedro para recibir a los emisarios de Cornelio (10:19); el
que manda a Pedro que vaya con ellos sin dudar (11:12); el Que inspira a Agabo para que anuncie el hambre que se avecina (11:28); el Que ordena que aparten a Bernabé y a Saulo para que lleven el Evangelio a los gentiles (13:2, 4); el Que guía a las decisiones del concilio de Jerusalén (15:28); el Que guía a Pablo a través de las provincias romanas de Asia, Misia y Bitinia, a Troas, y de allí a Europa (16:6), y el Que le dice a Pablo lo que le espera en Jerusalén (20:23). Jamás se tomó ninguna decisión ni se dio ningún paso que fueran importantes en la Iglesia Primitiva sin la dirección del Espíritu Santo. La Iglesia Primitiva era una comunidad guiada por el Espíritu Santo.
(ii) Todos los líderes de la Iglesia eran hombres llenos del Espíritu. Los Siete eran hombres llenos del Espíritu (Hechos 6:3); Esteban y Bernabé estaban llenos del Espíritu (7:55; 11:24). Pablo les dice a los ancianos de Éfeso que había sido el Espíritu Santo el Que los había puesto como supervisores en la Iglesia de Dios (20:28). Todos los miembros de la Iglesia Primitiva vivían en el Espíritu, Que era la nueva atmósfera que respiraban.
(iii) El Espíritu era la fuente del valor y del poder de día en día. Los discípulos habían de recibir poder cuando viniera el Espíritu Santo (Hechos 1:8); el poder y la elocuencia de Pedro ante el Sanedrín eran el resultado de la obra del Espíritu (4:31); la victoria de Pablo sobre Elimas en Chipre es obra del Espíritu (13:9). El valor de los cristianos para enfrentarse con situaciones peligrosas; el poder para resolver más que adecuadamente sus problemas; la elocuencia necesaria; el gozo que no dependía de las circunstancias todo es obra del Espíritu Santo.

(iv) Por último, en Hechos 5:32 leemos algo muy sugestivo: se dice que es el Espíritu que Dios ha dado a los que le obedecen.» Aquí encontramos la gran verdad de que la medida del Espíritu que puede poseer una persona depende de la clase de persona que sea. Quiere decir que el que sinceramente trate de hacer la voluntad de Dios experimentará más y más la dirección y el poder del Espíritu; que el vivir la vida cristiana lleva consigo su propio poder.