lunes, 21 de diciembre de 2015

Esteban señala a Moisés como un tipo de Cristo

Lección Domingo 27 de Diciembre de 2015

Hechos 7:17 al 29
Texto hebreos 11:24 - 25

Introducción
 
      Hasta aquí, Esteban ha demostrado elocuentemente que él no ha blasfemado contra Dios ni ha deshonrado su nombre. Ahora se apresta a responder a los cargos de que ha blasfemado en contra de Moisés. Nótese que él dedica gran parte de su discurso a hablar de la vida, misión y enseñanza de Moisés.


Desarrollo
La preparación de Moisés 7:17–22

    La nueva fase en la historia del pueblo de Dios es el cumplimiento de la promesa que Dios había hecho cuatrocientos años antes a Abraham. Esta promesa, por supuesto, está relacionada con la numerosa descendencia de Abraham y la herencia de Canaán (Gn. 15:5, 7). Dios permite que transcurran cuatro siglos durante los cuales la familia de Jacob creció y llegó a formar una nación. Estudiosos aún discuten sobre la población estimada; una posibilidad es que el total haya sido de aproximadamente un millón y medio de personas. Dios fija el tiempo para el crecimiento de la nación y su eventual éxodo de Egipto.

   El tiempo entre la muerte de José y la aparición de aquel faraón que no conocía a José se calcula en unos doscientos años. José alcanzó la edad de 110 años (Gn. 50:26), y cuando Moisés tenía 80 años, guió a los israelitas fuera de Egipto y los libró del reinado del faraón. El faraón que ya no tuvo consideración por José ni se preocupó por sus descendientes perteneció a la dinastía decimoctava. Se llamaba Tutmosis I. Fue extremadamente cruel y dictó el decreto para destruir a todos los niños varones nacidos en las familias hebreas (Ex. 1:22). 

   Moisés revela que este faraón puso a los israelitas bajo el régimen de trabajos forzados en la construcción de las ciudades de Pitón y Ramesés.  Esteban dice que Faraón se aprovechó del pueblo judío, porque los trabajos forzados causaron la muerte de incontables esclavos judíos. Faraón quería controlar el crecimiento de la población, pero Dios frustró sus propósitos al dar a los israelitas un fenomenal crecimiento numérico. Los egipcios fueron crueles con los esclavos no sólo por obligarles a hacer cualquier tipo de trabajo, sino por ordenar a las comadronas que mataran a todos los niños hombres que nacieran dentro del pueblo de Israel. Pero a pesar de todo eso, los hebreos continuaron aumentando en número. Como una última medida, Faraón ordenó que todos los niños israelitas varones fueran ahogados en el Nilo (Ex. 1:22).

  Caben aquí dos observaciones. Primero, la destrucción de los niños varones en Egipto tiene su paralelo con la muerte de los niños en Belén cuando nació Jesús (Mt. 2:16). Las vidas de Moisés y de Jesús fueron salvadas, y Moisés sirve como un tipo de Cristo. Segundo, a través de la continua crueldad de Faraón contra los israelitas, Dios los preparó para su libertad y el éxodo y les dio el deseo de viajar hasta la Tierra Prometida.

   En aquellos días tan críticos nació Moisés, a la familia de un levita (Ex. 2:1–2). La familia incluía a dos hermanos mayores: María y Aarón. El Antiguo Testamento tanto como el escritor de los Hebreos afirman que Moisés era guapo (Ex. 2:2; Heb. 11:23). La traducción literal, “[Moisés] era un niño hermoso a Dios”, quizás sea un modismo semítico que signifique “sumamente atractivo”.   Los padres de Moisés aceptaron a este hermoso niño como un regalo de Dios y por lo tanto, no pensaron en abandonarlo. Durante tres meses lo protegieron y ocultaron de la vista y oídos de los soldados de Faraón. Pero llegó el tiempo en que había que tomar una decisión. 

   Luego instruyeron a Miriam a que se quedara cuidando a Moisés. Es interesante que el nombre Moisés suene como una palabra en hebreo que significa “rescatado [de las aguas]”.

      La hija de Faraón vino al río a darse un baño. Cuando sus asistentes vieron al niño, lo sacaron del agua y lo trajeron a la princesa. Ella lo adoptó como su hijo y lo llevó al palacio real (Ex. 2:10). 

    Moisés llegó a ser parte de la familia de Faraón cuando la princesa lo adoptó. Aunque el Antiguo Testamento no dice nada sobre la preparación que Moisés recibió en la corte real, Esteban sigue la tradición y dice que Moisés recibió una educación “en toda la sabiduría de los egipcios”. En los antiguos tiempos, Egipto fue un gran centro de estudio, conocimiento y sabiduría. Moisés probablemente estudió filosofía, matemáticas, literatura y retórica. Estas disciplinas lo hacían apto para desempeñar un papel de liderazgo.

   Esteban es breve y va al grano. Sólo dice que Moisés, “era poderoso en palabras y hechos”. Por supuesto, como líder de los israelitas, Moisés repetidamente demuestra su habilidad para hablar bien en la presencia de Faraón o de dirigirse al pueblo de Israel. Su auto evaluación de que era tardo para hablar (Ex. 4:10) debe ser entendida como una excusa para ser relevado de la tarea que Dios estaba poniendo encima. El Antiguo Testamento revela que no fue Aarón sino Moisés quien habló elocuentemente y realizó numerosos milagros. Sin duda que Moisés fue poderoso en palabras y obras.


La partida de Moisés  7:23–29

       El escritor de hebreos explica que Moisés no quiso ser conocido como hijo de la hija de Faraón, pero echó su suerte con el pueblo de Dios, que era brutalmente maltratado por el faraón. Moisés se identificó con los descendientes de Abraham, el pueblo del pacto con Dios. A pesar de su educación en el palacio de Faraón, él era un israelita de corazón. Por eso, a los cuarenta años, decidió visitar a sus compatriotas. Cuando decidió identificarse con sus esclavizados y oprimidos compatriotas, no sólo declaró ser descendiente físico de Abraham, sino que también declaró ser su descendiente espiritual por su fe en Dios (c.f. Heb. 11:26). El texto griego dice literalmente, “subió en su corazón el visitar a sus hermanos, los hijos de Israel”. Es decir que era Dios quien estaba actuando en su corazón, de manera que decidió echar su suerte con los israelitas. Y así, la palabra visitar en este versículo significa más que una reunión social; implica ayudar a alguien en necesidad. 

  “Pero él pensaba que sus hermanos comprenderían que Dios les daría libertad por mano suya”. Moisés era de la opinión de que Dios lo había escogido a él para liberar a los israelitas y que éstos lo reconocerían como su líder. El era una persona madura que había recibido una excelente educación en la cultura egipcia. Tenía una genuina fe en el Dios de Israel, quien había prometido liberar a su pueblo de la esclavitud cuatrocientos años después de haber dado a Abraham la promesa que heredaría la Tierra Prometida (Gn. 15:13). Los israelitas guardaban este conocimiento, quizás a través de la tradición oral, y esperaban pacientemente por la libertad. Sin embargo, aun cuando Moisés haya estado al tanto de esta profecía divina, sus compatriotas no lo aceptaban como su libertador. Esteban dice, “ellos no comprendían”.

     Prestemos atención a las siguientes tres observaciones:

a. Tipo. El paralelo entre Moisés y Cristo es llamativo. Moisés, el líder de Israel, fue destinado a liberar a su pueblo de la esclavitud en Egipto. Jesús fue enviado por Dios para liberar a su pueblo de la esclavitud del pecado y de la muerte. Moisés, hebreo, vino como tal ante su propio pueblo, pero encontró el rechazo tajante, lo que hizo que huyera a Madián. Jesús nació en Belén, pero cuando se presentó a enseñar a su propio pueblo, no solamente fue rechazado sino que además lo mataron (c.f. Jn. 1:11). Moisés fue exaltado por Dios, quien lo comisionó en el desierto para guiar a los israelitas fuera de Egipto, tierra de cautividad, a la libertad en la Tierra Prometida. Dios también exaltó a Jesús, levantándole de la muerte.
    Jesús libera a su pueblo de la esclavitud del pecado y la muerte espiritual concediéndoles la libertad y el reino de los cielos.
     La diferencia en este paralelismo es que Moisés vino a Israel como un siervo en el nombre de Dios, en cambio, en Jesús Dios mismo viene a su pueblo y lo salva.
  Esteban explica que Moisés es un tipo y precursor de Cristo (v. 37) y cita una profecía dada a Moisés. Se le dijo a Moisés que Dios levantaría a un profeta como él de entre sus hermanos (Dt. 18:15, 18). Y Jesús cumplió esta profecía.

b. Rechazo. Esteban muestra claramente que los israelitas rechazaron a Moisés como su libertador, y así él señala un tema que es relevante a Israel. El tema del rechazo aparece no sólo en el discurso de Esteban (vv. 27, 35, 39), sino que también existe a lo largo de toda la historia de Israel. El pueblo judío se destaca por rechazar la gracia de Dios. En sus palabras, Esteban busca recordar a su audiencia de esta característica negativa que ha obstruido las relaciones de Israel con Dios.


c. Honor a Moisés. En esta parte de su discurso, Esteban no deja dudas de que siente un gran respeto por Moisés. Por lo tanto, las acusaciones de sus oponentes, que dicen que él ha blasfemado el nombre de Moisés, son absolutamente sin fundamento.

sábado, 19 de diciembre de 2015

El rechazo de José: Un tipo de Cristo

Lección Domingo 20 de Diciembre de 2015

Hechos 7:9 al 16
Texto Génesis 50:20

Introducción 

   Por una extraña actitud de los hijos de Israel, Dios nuevamente tiene que actuar en una nación extraña así como lo había hecho antes con Abraham en Ur (7:2). Es de admirar las veces que en nuestro relato Esteban menciona la nación del exilio, como para que comprendieran el cumplimiento de la profecía, la atención de Dios a sus promesas aun por medio de los malos procederes de los patriarcas.

    Es en Egipto donde habrían de morar como extraños por alrededor de cuatrocientos años, y no por voluntad de ellos sino a causa del celo que mostraron por el trato desigual que Jacob daba a su undécimo hijo José.

Desarrollo 
    El cuadro de la vida patriarcal no es halagador, y lo que ocurrió es invalorable para nuestras enseñanzas. Jacob no fue un hijo modelo, ni tampoco un padre ejemplar. Habiendo aprendido el favoritismo en la casa paterna, lo practicó descuidadamente en la suya. Mostró preferencias irritantes por José, el hijo mayor de Raquel—la mujer de su corazón. Esta fue la raíz de la “envidia” de los otros hijos, que se acrecentó a causa de los sueños de José que causaron molestias al mismo Jacob (Gn. 37:10–11).

    El dato de que “Dios estaba con él” (v. 9) revela la razón del triunfo en todas sus experiencias y el desarrollo de los propósitos divinos a través de las injusticias. Por haber sido fiel, Dios le otorgó una sabiduría singular especialmente para adivinar o interpretar sueños y ganar el favor del monarca egipcio (comp. Gn. 37:11; 45:4; 39:2, 3, 21).

    Además de proveer para José, Dios también quería vincular a su familia con sus planes, salvándolos del hambre durante los años de improducción (v. 11). De modo obligatorio se abrió el camino a Egipto. 

    Esteban menciona las tres visitas que los hermanos de José realizaron, la primera para negociar el grano (v. 12), la segunda cuando José se hizo conocer a sus hermanos (v. 13) y la tercera cuando llevaron a su padre Jacob con ellos, juntamente con el resto de la parentela, “setenta y cinco personas” (v. 14). 

    Este es el número que aparece en la Septuaginta (la traducción griega del AT que usaba Esteban) de Gn. 46:27; Ex. 1:5 y Dt. 10:22, donde posiblemente está incluida parte de la familia de José nacida en Egipto. 

    La muerte de Jacob (v. 15) está mencionada en Gn. 49:33 y la de sus hijos en Ex. 1:6. Jacob y sus hijos no volvieron más a su tierra, pero sus huesos fueron sepultados en la tierra prometida. Jacob fue sepultado en Hebrón en la cueva de Macuela que Abraham compró a los hijos de Het (Gn. 23:16; 49:29–30). 

    José en cambio fue sepultado en Siquem en la tierra que Jacob compró a los hijos de Hamor (Gn. 33:18–20) (Jos. 24:32). Seguramente, la compra de la tierra en Siquem por Jacob había sido hecha en nombre de Abraham que aún vivía cuando llegó a ese lugar.

      La clave de la vida de José se encuentra en sus palabras a sus hermanos, que se encuentran en Génesis 50:20. En aquel momento sus hermanos se temían que, después de la muerte de Jacob, José se vengaría de ellos por lo que habían hecho con él, pero la respuesta de José fue:

«Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien.» José fue un hombre para quien lo que parecía un desastre se convirtió en una victoria.    Vendido en Egipto como esclavo, metido injustamente en la cárcel, olvidado por el hombre al que había ayudado... al fin llegó a ser el primer ministro de Egipto. 

   Esteban resume las cualidades de José en dos palabras: gracia y sabiduría.

(i) Gracia es una palabra preciosa
      En un principio quiere decir simplemente agradable por su aspecto o cualidades, lo que indicamos con la palabra encanto. José poseía esa cualidad que es característica de todo hombre realmente bueno. Habría sido normal que se convirtiera en un tipo amargado; pero cumplió cada día con su deber como se le presentaba, sirviendo con la misma lealtad como esclavo o como primer ministro.

(ii) La palabra sabiduría es todavía más difícil de definir
       Quiere decir mucho más que inteligencia. La vida de José nos da la clave para su sentido: en esencia, la sabiduría consiste en ver las cosas como Dios las ve.
   Una vez más nos encontramos con el contraste. Los judíos estaban perdidos en la contemplación de su pasado, y prisioneros en el laberinto de su ley; pero José recibía con agrado cualquier tarea nueva, aunque fuera de rebote, y adoptaba el punto de vista de Dios en la vida.


Conclusión

  José tiene una semejanza maravillosa a Cristo en muchas maneras: 

(1) su padre lo amaba (Gn 37.3; Mt 3.17); 
(2) sus hermanos lo aborrecían (Gn 37.4–8; Jn 15.25); 
(3) sus hermanos lo envidiaban (Gn 37.11; Mc 15.10); 
(4) lo vendieron por el precio de un esclavo (Gn 37.28; Mt 26.15); 
(5) lo humillaron como sirviente (Gn 39.1ss; Flp 2.5); 
(6) lo acusaron falsamente (Gn 39.16–18; Mt 26.59, 60); 
(7) lo exaltaron y honraron (Gn 41.14ss; Flp 2.9–10); 
(8) sus hermanos no lo reconocieron la primera vez (Gn 42.8; Hch 3.17); 
(9) se reveló a sí mismo la segunda vez (Gn 45.1ss; Hch 7.13; Zac 12.10); 
(10) aunque rechazado por sus hermanos, tomó una esposa gentil (Gn 41.45; Hch 15.6–18).

    El argumento de Esteban aquí es que los judíos habían tratado a Cristo de la manera que los patriarcas trataron a José, pero no enfocó esta acusación sino hasta el final. Así como José sufrió para salvar a su pueblo, Cristo sufrió para salvar a Israel y a toda la humanidad; sin embargo, los judíos no lo recibieron.