Lección Domingo 20 de Diciembre de 2015
Hechos 7:9 al 16
Texto Génesis 50:20
Introducción

Es en Egipto donde habrían de morar como extraños por alrededor de cuatrocientos años, y no por voluntad de ellos sino a causa del celo que mostraron por el trato desigual que Jacob daba a su undécimo hijo José.
Desarrollo
El cuadro de la vida patriarcal no es halagador, y lo que ocurrió es invalorable para nuestras enseñanzas. Jacob no fue un hijo modelo, ni tampoco un padre ejemplar. Habiendo aprendido el favoritismo en la casa paterna, lo practicó descuidadamente en la suya. Mostró preferencias irritantes por José, el hijo mayor de Raquel—la mujer de su corazón. Esta fue la raíz de la “envidia” de los otros hijos, que se acrecentó a causa de los sueños de José que causaron molestias al mismo Jacob (Gn. 37:10–11).
El dato de que “Dios estaba con él” (v. 9) revela la razón del triunfo en todas sus experiencias y el desarrollo de los propósitos divinos a través de las injusticias. Por haber sido fiel, Dios le otorgó una sabiduría singular especialmente para adivinar o interpretar sueños y ganar el favor del monarca egipcio (comp. Gn. 37:11; 45:4; 39:2, 3, 21).
Además de proveer para José, Dios también quería vincular a su familia con sus planes, salvándolos del hambre durante los años de improducción (v. 11). De modo obligatorio se abrió el camino a Egipto.
Esteban menciona las tres visitas que los hermanos de José realizaron, la primera para negociar el grano (v. 12), la segunda cuando José se hizo conocer a sus hermanos (v. 13) y la tercera cuando llevaron a su padre Jacob con ellos, juntamente con el resto de la parentela, “setenta y cinco personas” (v. 14).
Este es el número que aparece en la Septuaginta (la traducción griega del AT que usaba Esteban) de Gn. 46:27; Ex. 1:5 y Dt. 10:22, donde posiblemente está incluida parte de la familia de José nacida en Egipto.
La muerte de Jacob (v. 15) está mencionada en Gn. 49:33 y la de sus hijos en Ex. 1:6. Jacob y sus hijos no volvieron más a su tierra, pero sus huesos fueron sepultados en la tierra prometida. Jacob fue sepultado en Hebrón en la cueva de Macuela que Abraham compró a los hijos de Het (Gn. 23:16; 49:29–30).
José en cambio fue sepultado en Siquem en la tierra que Jacob compró a los hijos de Hamor (Gn. 33:18–20) (Jos. 24:32). Seguramente, la compra de la tierra en Siquem por Jacob había sido hecha en nombre de Abraham que aún vivía cuando llegó a ese lugar.
La clave de la vida de José se encuentra en sus palabras a sus hermanos, que se encuentran en Génesis 50:20. En aquel momento sus hermanos se temían que, después de la muerte de Jacob, José se vengaría de ellos por lo que habían hecho con él, pero la respuesta de José fue:
«Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien.» José fue un hombre para quien lo que parecía un desastre se convirtió en una victoria. Vendido en Egipto como esclavo, metido injustamente en la cárcel, olvidado por el hombre al que había ayudado... al fin llegó a ser el primer ministro de Egipto.
Esteban resume las cualidades de José en dos palabras: gracia y sabiduría.
(i) Gracia es una palabra preciosa.
En un principio quiere decir simplemente agradable por su aspecto o cualidades, lo que indicamos con la palabra encanto. José poseía esa cualidad que es característica de todo hombre realmente bueno. Habría sido normal que se convirtiera en un tipo amargado; pero cumplió cada día con su deber como se le presentaba, sirviendo con la misma lealtad como esclavo o como primer ministro.
(ii) La palabra sabiduría es todavía más difícil de definir.
Quiere decir mucho más que inteligencia. La vida de José nos da la clave para su sentido: en esencia, la sabiduría consiste en ver las cosas como Dios las ve.
Una vez más nos encontramos con el contraste. Los judíos estaban perdidos en la contemplación de su pasado, y prisioneros en el laberinto de su ley; pero José recibía con agrado cualquier tarea nueva, aunque fuera de rebote, y adoptaba el punto de vista de Dios en la vida.
Conclusión
José tiene una semejanza maravillosa a Cristo en muchas maneras:
(1) su padre lo amaba (Gn 37.3; Mt 3.17);
(2) sus hermanos lo aborrecían (Gn 37.4–8; Jn 15.25);
(3) sus hermanos lo envidiaban (Gn 37.11; Mc 15.10);
(4) lo vendieron por el precio de un esclavo (Gn 37.28; Mt 26.15);
(5) lo humillaron como sirviente (Gn 39.1ss; Flp 2.5);
(6) lo acusaron falsamente (Gn 39.16–18; Mt 26.59, 60);
(7) lo exaltaron y honraron (Gn 41.14ss; Flp 2.9–10);
(8) sus hermanos no lo reconocieron la primera vez (Gn 42.8; Hch 3.17);
(9) se reveló a sí mismo la segunda vez (Gn 45.1ss; Hch 7.13; Zac 12.10);
(10) aunque rechazado por sus hermanos, tomó una esposa gentil (Gn 41.45; Hch 15.6–18).
El argumento de Esteban aquí es que los judíos habían tratado a Cristo de la manera que los patriarcas trataron a José, pero no enfocó esta acusación sino hasta el final. Así como José sufrió para salvar a su pueblo, Cristo sufrió para salvar a Israel y a toda la humanidad; sin embargo, los judíos no lo recibieron.
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