jueves, 28 de enero de 2016

Estudio Domingo 31 de Enero

Hechos 8: 1 al 4
2 Timoteo 3: 12 y 13

Introduccion:

   Por el Antiguo Testamento sabemos que Jerusalén es una ciudad a la cual todos los judíos querían ir. En realidad, el último versículo en la Biblia hebrea registra el edicto de Ciro permitiendo a los judíos subir a Jerusalén (2 Cr. 36:23). Pero así como en el Antiguo Testamento la gente era atraída a la ciudad santa, en el Nuevo Testamento ellos son enviados a todo el mundo desde Jerusalén. Para decirlo en otra forma, en el Antiguo Testamento Jerusalén se constituye en una fuerza centrípeta para los judíos; en el Nuevo Testamento, en cambio, ejerce una fuerza centrífuga sobre los creyentes.
    Jesús dijo a los apóstoles que fueran por todo el mundo e hicieran discípulos en todas las naciones (Mt. 28:19–20). En Jerusalén fielmente proclamaron el evangelio de Cristo con todo entusiasmo, de manera que el número de creyentes llegara a los miles. Sin embargo, la iglesia no podía quedar limitada a Jerusalén, porque Jesús había instruido a los apóstoles ser testigos en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta los confines del mundo (1:8).    En la providencia de Dios, la persecución que siguió a la muerte de Esteban forzó a los creyentes a Judea y a Samaria, e incluso hasta Fenicia, Chipre, y Antioquía (11:19). Estos cristianos testificaron a gran cantidad de personas, con el resultado de que la iglesia continuó creciendo (11:20–21).

Desarrollo:

    La muerte de Esteban marca el punto decisivo en la iglesia de Jerusalén. De repente, uno de sus líderes es acusado por los judíos de habla griega y es apresado. Es llevado para comparecer ante la corte suprema de Israel y de ahí es llevado a la muerte sin que se haya dictado un veredicto en su contra. En un tiempo, los habitantes de Jerusalén habían tenido una actitud favorable para con los cristianos, pero ahora se vuelven hostiles al punto de perseguirles.
a. “En aquel día”. Esta frase indica el día durante el cual la persecución se desató en contra de los cristianos.
Esta persecución duró por algún tiempo, porque Saulo fue de casa en casa en busca de los creyentes. La palabra persecución aparece en Hechos sólo dos veces (aquí y en 13:50). Lucas agrega el adjetivo descriptivo gran para distinguir este comienzo de la persecución que habían experimentado los apóstoles y Esteban.
b. “Y todos los creyentes fueron esparcidos, salvo los apóstoles”. ¿Quiénes están incluidos en el término todos? Podemos barajar tres interpretaciones.
       La primera es que, literalmente, todos los creyentes sufrieron la persecución y fueron sacados de Jerusalén.
 
  Pero aun si cada uno experimentó sus efectos, algunos cristianos permanecieron en la ciudad. El texto indica que los apóstoles quedaron allí.   Además, suponemos que María, la madre de Jesús, continuó viviendo con el apóstol Juan. La madre de Juan Marcos, que tenía una casa muy grande, también se quedó allí o muy pronto volvió (12:12).
  Una segunda posibilidad es que dado que los judíos helenistas trajeron a Esteban, un judío de habla griega a juicio, esta gente ahora se volvió contra los cristianos judíos y los forzó a dejar la ciudad.
  Una tercera posibilidad es que aunque los cristianos de habla griega recibieron la persecución más seria, los creyentes de habla aramea no estaban exentos. El sumo sacerdote y sus asociados crucificaron a Jesús, apresaron a Pedro y a Juan, sometieron a azotes a los apóstoles, y mataron a Esteban. Por lo tanto, podemos suponer que los líderes del Sanedrín, tanto religiosos como civiles influyeron tanto en la persecución de los cristianos hebreos como en su expulsión de Jerusalén.
   Además, cuando Saulo (Pablo) iba de casa en casa persiguiendo a los creyentes, probablemente no hacía distinción entre los de habla griega y los de habla aramea. En conclusión, no debemos interpretar el adjetivo todos tan estrictamente. Después de la persecución, la vida en la iglesia de Jerusalén retornó gradualmente a la normalidad, como lo refleja la secuencia histórica de Hechos (véase 9:26).
   Es normal que quienes primero caen presos en una persecución son los dirigentes. No fue este el caso en la persecución contra la iglesia. Los apóstoles permanecieron en Jerusalén para dar ánimo a los creyentes que quedaron allí tanto como a los que fueron esparcidos. La expresión esparcidos es importante para los judíos que vivían en la dispersión, porque el exilio y las subsecuentes persecuciones afectaron en forma directa sus vidas.
  Ahora la iglesia está entrando en una era de dispersión (c.f. Stg. 1:1 y 1 P. 1:1). Los profetas del Antiguo Testamento enseñaron que cuando un judío vivía en la dispersión (por ejemplo, durante el exilio en Babilonia), él estaba recibiendo el justo castigo por su anterior desobediencia. Por el contrario, la iglesia del Nuevo Testamento consideró la dispersión de los judíos como “una decisión divina para que se estableciera un punto de partida a fin de llevar el evangelio a territorios extranjeros”.
  Vv 4. “La sangre de los mártires es la semilla de la iglesia”. Este proverbio que ha perdurado a través del tiempo probó ser verdad para los cristianos que fueron perseguidos a partir de la muerte de Esteban. Ellos dejaron Jerusalén y fueron de lugar en lugar por los campos de Judea y de Samaria. Dondequiera que llegaban, predicaban las Buenas Nuevas y luego fundaban iglesias. Mientras los judíos estaban acostumbrados a evitar cualquier contacto con los samaritanos, Jesús permaneció con ellos dos días, proclamando el evangelio y ganó numerosos adherentes a la fe (Jn. 4:39–42). Después de la muerte de Esteban, los cristianos judíos de Jerusalén fueron a los samaritanos llevándoles el mensaje de salvación. Uno de estos fue Felipe (no el apóstol), el diácono que también es llamado evangelista (21:8). Los apóstoles se quedaron en Jerusalén mientras Felipe viajaba a una importante ciudad de Samaria. Felipe pudo relacionarse con los samaritanos, quienes adoraban en el Monte Gerizím. A ambos, a él y a los samaritanos, les estaba prohibido adorar en el templo de Jerusalén (Jn. 4:20). Expulsado de Jerusalén, Felipe sabía que Dios no está limitado a un lugar en particular, sino que puede ser adorado dondequiera.

Conclusión:

  El hecho de que Felipe predicara el evangelio de Jesucristo en samaria es una prueba de que la iglesia estaba dando uno de los pasos más importantes de su historia, tal vez inconscientemente, y descubriendo que Jesús es el salvador de todo el mundo. Sabemos muy poco de Felipe; pero él fue uno de los artífices de la iglesia cristiana.
     Debemos fijarnos en lo que el cristianismo aportó a aquella gente:
(i)                le trajo la historia de Jesús, el mensaje del amor de dios revelado en Jesucristo.
(ii)              les trajo sanidad. El cristianismo no ha sido nunca algo exclusivamente de palabras.
(iii)            les trajo, como una consecuencia natural, una alegría que los samaritanos no habían experimentado nunca antes.
Es un cristianismo descafeinado el que produce una atmósfera lúgubre; el evangelio irradia alegría.




Estudio Domingo 24 de Enero

LECCIÓN Hechos 7: 44 al 53
Texto isaias 63:10


INTRODUCCIÓN:

  La defensa de Esteban no podía conducir más que a un final. Desafió a la muerte, y la muerte vino. Pero él no vio los rostros contorsionados por el odio. Su mirada había trascendido el espacio y el tiempo, y contemplaba a Jesús a la diestra de Dios. Cuando dijo lo que estaba viendo, se lo tomaron como la peor blasfemia; y el castigo del blasfemo era morir apedreado (Deuteronomio 13:6ss). Tenemos que darnos cuenta de que aquello no fue un juicio. Y la ejecución, si acaso, fue un linchamiento; porque el Sanedrín no podía dictar sentencia de muerte.
    Para apedrear a un criminal, se le llevaba a un promontorio, desde el que se le despeñaba. Esto era algo que tenían que hacer los testigos. Si moría como resultado de la caída, con eso bastaba; si no, le arrojaban grandes pedruscos hasta que moría.

Desarrollo:

    Si leemos el discurso de Esteban, especialmente la conclusión, nos es difícil entender la reacción del Sanedrín. Sin embargo, debemos poner atención a la narrativa desde el punto de vista cultural en un ambiente judío.
a. “Cuando oyeron esto”. Esteban había sido traído ante el tribunal porque se alegaba que había hablado contra la ley. Pero con su defensa, citando la historia de Israel y resumiendo su discurso diciendo que los miembros del Sanedrín eran culpables de quebrantar la ley, se transformó en el acusador y sus oyentes en los acusados. Cuando Pedro se dirigió al Sanedrín en una ocasión anterior, él también hizo que los papeles se cambiaran (4:12).
b. “Se enfurecían en sus corazones”. El juicio de Esteban produjo inicialmente la misma reacción que se vio en el juicio de los apóstoles (5:33). En aquella ocasión, Pedro y sus compañeros se dirigieron al Sanedrín y cuando hubieron terminado su defensa, los jueces estaban furiosos. Querían matar a los apóstoles, pero fueron persuadidos por Gamaliel, quien les aconsejó que mejor actuaran de otra manera. En el caso presente, los judíos empezaron a hacer crujir sus dientes para demostrar su rencor y desprecio. La ira los consumía de tal manera que los incitó al asesinato.
  Observemos los siguientes asuntos del verso 55
a. La fe. En medio de la tormenta que azotaba el salón donde estaba reunido el Sanedrín, Esteban parecía ser una isla de serenidad. De nuevo Lucas dice que Esteban estaba lleno del Espíritu Santo (véase 6:5, 10), quien lo hace fijar sus ojos en el cielo. Resulta interesante destacar que Lucas emplea las mismas palabras para la frase miró fijamente en el cielo que las que usa para describir a los apóstoles mirando al cielo en el momento en que Jesús ascendía (1:10).
Dios permite a Esteban ver su gloria, no en visión, sino en la realidad. Al principio del juicio, el rostro de Esteban resplandecía como el rostro de un ángel (6:15).
   Además de ver la gloria de Dios, Esteban ve a Jesús de pie, no sentado sino de pie, a la mano derecha de Dios. No es necesario insistir mucho en el hecho de que estaba de pie y no sentado. La posición de pie posiblemente sugiere que Jesús está dando la bienvenida al cielo a Esteban. La expresión “a la mano derecha de Dios”, o “a la diestra de Dios” sugiere el honor último dado a Jesús al momento de su ascensión.
   El juicio de Esteban se parece al de Jesús. Cuando Jesús compareció ante el Sanedrín, el sumo sacerdote le preguntó si él era el Hijo de Dios. Jesús le respondió afirmativamente y agregó que sus oyentes verían “al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo” (Mt. 26:64; véase también Heb. 1:3, 13).
b. El cumplimiento. “He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre que está a la diestra de Dios”.
   Esteban está invitando a su auditorio a mirar al cielo y ver a Jesús en persona ocupando su lugar de honor. Llama a Jesús “el Hijo del hombre”, que es el título que Jesús usó exclusivamente para sí mismo para revelar que él era el cumplimiento de la profecía mesiánica que habla acerca del gobierno del Hijo del hombre (Dn. 7:13–14).
      El uso que hace Esteban de esta forma es la excepción a la regla. ¿Por qué usa este título? Seguramente porque reconoce plenamente que Jesús como Hijo del hombre ha cumplido la profecía mesiánica (Dn. 7:13–14) y que se le ha dado toda autoridad, poder y dominio tanto en el cielo como en la tierra (Mt. 28:18).
c. El efecto. El efecto de la invitación que Esteban les hizo de que miraran al cielo no era un temor reverencial en los miembros del Sanedrín, sino rabia y odio. Los judíos consideran que Esteban estaba blasfemando. De la misma manera que el sumo sacerdote en el juicio a Jesús rasgó sus vestiduras y exclamó:
“¡Ha blasfemado!” (Mt. 26:65), así los miembros del Sanedrín consideraron que Esteban estaba blasfemando el nombre de Dios. En vista de su credo hebreo, “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (Dt. 6:4)
   Esteban ya no enseña el monoteísmo. Sin embargo, cuando dijo que veía a Jesús de pie a la diestra de Dios, ellos interpretaron sus palabras como que Jesús es Dios. Por lo tanto, estaba blasfemando.
    En conformidad con la ley de Moisés, todo blasfemo del nombre de Dios tenía que morir; eso significaba que los miembros de la asamblea debían apedrearlo hasta que muriera (Lv. 24:16). En resumen, los integrantes de la corte suprema de Israel dicen que los cargos de blasfemia, que los judíos helenistas habían presentado contra Esteban habían probado ser verdaderos ahora que Esteban dice que Jesús es Dios.
d. Los cielos. ¿Dónde está el cielo? Si nos proponemos ver a Esteban con los ojos de la imaginación allí parado en el salón del Sanedrín, nos daremos cuenta que él estaría viendo el cielo azul. A menos que la reunión haya sido trasladada afuera, de lo cual no hay evidencia alguna. ¿Cómo, entonces, explicamos la aparición de Jesús a Esteban? Dios abrió sus ojos de tal modo que él pudo ver los cielos y le dio la capacidad de verlo ahí mismo, próximo a Esteban. En alguna forma encontramos aquí un paralelismo con la experiencia de la conversión de Pablo en el camino a Damasco. Pablo oyó la voz de Jesús pero sus acompañantes, en cambio oyeron solamente el sonido (9:7; c.f. también 2 R. 6:17). Los cielos, entonces, están sobre y alrededor de nosotros en una dimensión que no somos capaces de ver. Cuando Dios abre los ojos de los creyentes, como algunos cristianos han experimentado en el lecho de muerte, les permite ver los cielos.
V 59-60. “Y mientras apedreaban a Esteban”. Una tras otra, las piedras golpean al indefenso Esteban. A medida que el ángel de la muerte lo llama, él pronuncia una oración muy similar a aquella que hizo Jesús en la cruz: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”. Jesús dijo a su Padre: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc. 23:46). Pero Esteban ora a Jesús y se identifica enteramente con Aquel a quien ya ha visto como el Hijo del hombre de pie junto a Dios (v. 56). Mientras Esteban ora, Jesús se extiende al primer mártir de la fe cristiana y recibe su espíritu. Esteban, por decirlo así, mira a Jesús y se encomienda a él.

   Conclusión:
La finalización de una carrera
  Varios religiosos tomaron parte en la contienda. Piedra tras piedra fue abriendo el cuerpo del prestigioso diácono. Las piedras de la “justicia” se convirtieron en el monumento a la vergüenza de los enemigos de Dios. Son las diademas en la frente del santo varón, modelo de humildad, conocimiento y poder. Esteban concluyó su servicio declarando que Jesucristo es Dios, que el alma de los santos está en las manos de Dios (Ec. 12:7) y que solamente él puede perdonar los pecados. Esteban muere sujeto a la voluntad del Señor: “puesto de rodillas” (ver 9:40; 20:36; 21:5), pronunció una oración similar a la del Señor Jesús (Lc. 23:34), convencido de que obraban por ignorancia (3:17).
Con esta oración final mostró la comunión con el Señor Jesús:
a) Comunión en su desprecio (Jn. 15:18);
b) Comunión en su visión (Mr. 14:62);
c) Comunión en su piedad (Lc. 23:34);
d) Comunión en su victoria: “clamó a gran voz” (Lc. 23:46);
e) Comunión en su sepultura: “hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban” (8:2; ver Jn. 19:39–42). 

jueves, 14 de enero de 2016

La muerte de Esteban

Lección Domingo 17 de Enero de 2016

Hechos 7: 44 al 53
Isaias 63:10


Introducción 

Esteban involucró la vida y ministerio de Moisés a través de su período tanto en Egipto como en Madián y en el desierto. Pero el énfasis está en su labor en el desierto, levantando el tabernáculo verdadero “como había ordenado Dios cuando dijo a Moisés que lo hiciese conforme al modelo que había visto” (v. 44; Ex. 25:9). Era un lugar de reunión que se movía. Era tal como su nombre lo insinúa “una casa de pieles”, pero dentro de ella palpitaba el esplendor inefable de la presencia de Dios.


Desarrollo 

   La cuarta parte del discurso de Esteban tiene como introducción el ingreso a la tierra prometida, y como médula un argumento básico para su apología. Se trata del gran lugar que ocupaban los “tabernáculos” (vv. 44, 46) en la vida de Israel y la imposibilidad “de construir una casa” capaz de contener a Dios. Quizás podríamos distinguir los detalles importantes que el predicador trata de enfatizar:

a. La omnipresencia de Dios
  Se trata de una persona singular cuyo trono está en el cielo y “sus pies” en la tierra. Para quien todos los lugares son iguales, porque lo llena todo con su presencia. Está en todas partes como Persona libre, consciente y activa. Todo lo demás está limitado por las leyes del espacio; y aun lo más grande es un puntito insignificante en este espacio inmenso donde Dios habita. Moviéndose en los tiempos, se apareció a Abraham en Ur, a José en Egipto y a Moisés en el desierto. Donde él está es tierra santa, y todo los que andan en humildad de corazón gozan de su presencia y su poder. Esteban se esfuerza en demostrar que el error no está en construir tabernáculos o templos, sino en creer que éstos fueron literalmente la habitación de Dios, como los templos paganos lo eran para sus dioses. No nos extraña que Pablo tuviera que explicarlo posteriormente a los filósofos atenienses (17:24); lo que resulta incomprensible es que Israel no lo hubiera entendido, aunque Salomón lo dijo con claridad (1 R. 8:27).

     En lugar de señalar este pasaje, Esteban citó el de Isaías 66 porque se acomoda mejor a su argumento sobre la habitación peregrina de Dios en la tierra.

b. La creación de Dios

  Si Dios mismo es el Creador, ¿cómo puede confinarse a estructuras hechas por sus mismas criaturas? (vv. 49–50). La respuesta es: de ningún modo. Pero Esteban, que tomó la cita de Isaías 66:1 no da ni siquiera la respuesta que muestra el profeta, sino que abruptamente interrumpe su discurso, viendo los rostros de sus acusadores y convencido de que había concluido el tiempo de historia para comenzar con el reproche del cual nos ocupamos a continuación.

  Vv 51-53 Esteban les enrostra el carácter que ellos manifiestan en su resistencia a Dios. Duros de cerviz es una descripción utilizada por Dios (Ex. 32:9; 33:3, 5), por Moisés (34:9; Dt. 9:6, 13; 31:27) y los profetas o reyes (2 Cr. 30:8; Jer. 17:23) en cuanto al carácter rebelde de la nación en todos los tiempos. Llevaban la circuncisión como señal del pacto de Dios con ellos (Gn. 17:11–12), pero sus corazones violaron ese pacto durante siglos.

   Cuidadosamente Esteban señaló en su discurso el hecho de que Israel repetidamente había demostrado su disposición para rechazar al Espíritu Santo (Espíritu de Dios) y a los profetas. Los sacerdotes, reduciendo la religión a rituales, y los nacionalistas, apelando al orgullo racial y los prejuicios, los cuales siempre arrastran tras de sí a la gente que mata a los profetas. Con frecuencia hubo ceguera premeditada contra la verdad y un espíritu reaccionario en la presencia de una oportunidad para marchar hacia adelante en un movimiento progresivo.

   Los patriarcas, movidos por envidia, vendieron a José para Egipto (v. 9). Los judíos, escuchando el discurso de Esteban, no tuvieron ninguna dificultad en reconocer la inferencia acerca de su propia envidia de Jesús como la verdadera causa por la que ellos lo habían entregado a los romanos. Los hermanos de Moisés fueron extrañamente tardos en entender a su libertador (v. 25), igual como aquellos en el tiempo de Esteban fueron lentos en entender a Jesús, el redentor verdadero (vv. 35–37). La ley de la ira de Dios —por la cual la tenaz ceguera lleva a la gente hacia una oscuridad más y más profunda— había operada en Israel (vv. 38–43), y la misma ley reclamaría su paga en el día de Esteban.

   Finalmente sigue el ataque directo a los acusadores: Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo (v. 51) (es decir a la revelación especial de Dios). Había ocurrido con los profetas, a quienes los padres de ellos habían perseguido y asesinado. Nótese otra vez que sus oyentes eran los que violaban las mismas leyes que pretendían defender (v. 53). Ellos, como sus padres, siempre resistían al profeta que se atrevía a desafiar su estilo tradicional de vida. En Jesús se encuentra la religión del Espíritu siempre desafiando la religión de la letra, del ritual, del nacionalismo perjudicial y del particularismo. En Esteban el mensaje de Jesús se estaba proclamado otra vez.


Conclusión 
Las causas de una muerte

   Para que una persona sea condenada a muerte es necesario que haya cometido una falta que amerite esa condena. Esteban fue asesinado por una turba enardecida porque el predicador los confrontó con la realidad de su pecado.

I. Les hizo ver su rebeldía.
1. En el tiempo de Moisés levantaron un becerro de oro.
2. En los tiempos de Amós adoraron a Moloc y los dioses de las estrellas.
3. Entregaron al Justo, Jesucristo y le arrancaron la vida.

II. Les hizo ver los privilegios que como pueblo escogido tenían.
1. Dios les envió a los profetas.
2. Tenían el tabernáculo donde estaban las tablas de la Ley.
3. Jesucristo vino a ellos en primera instancia.

III. Les hizo notar que estaban limitando a Dios.
1. Adoraban el templo, en lugar de adorar al Señor del templo.
2. Limitaron a Dios a su región geográfica, en lugar de tener un Dios
universal.

IV. Les hizo ver que persiguieron a los profetas.
1. No lo hicieron por ignorancia, sabían lo que estaban haciendo.
2. Persiguieron al Profeta de Dios, el Hijo Jesucristo.
3. Anularon la iniciativa de Dios de comunicarse con ellos.



  Esas fueron las causas de la muerte de un siervo. Allí murió tristemente un hombre que vio a su pueblo cometiendo el más terrible de los crímenes, murió con tristeza por ver que su pueblo rechazó el destino que Dios le había trazado.

miércoles, 6 de enero de 2016

El Ministerio de Moisés señala a Cristo como el Mesías

Lección Domingo 10 de Enero de 2016

Hechos 7: 37 al 43
Éxodo 20:4 y 5


Introducción 

   En este bosquejo de los últimos cuarenta años de la vida de Moisés, Esteban mostró su respeto tanto por Moisés como por las leyes dadas a través de Moisés. Esteban hizo notar que un ángel de Dios le habló a Moisés en el Monte, y se refirió a la Ley como “oráculos vivientes” dados a los judíos. Esteban probó ser inocente tanto de blasfemar contra Moisés como contra la Ley.  Las palabras de Esteban tenían otro propósito —uno más profundo. Le recordó al Concilio que Moisés había dicho, “Profeta os levantará el Señor vuestro Dios de entre vuestros hermanos, como a mí”. Luego les recordó cómo fue Moisés: Fue un gobernante (v. 35). Fue un libertador (v. 35). Fue un obrador de milagros (v. 36). Fue un profeta (v. 37). Tuvo una congregación (iglesia) (v. 38). Transmitía el mensaje de Dios al pueblo (v. 38). Era difícil no captar el paralelo con Jesús de Nazaret.

  Desarrollo 

   El mismo que cuarenta años atrás habían rechazado, es ahora el libertador enviado por Dios para arrancarlos de la opresión egipcia. Con abundantes muestras de admiración por Moisés, Esteban pulveriza la crítica de sus adversarios de que él había emitido “blasfemias contra Moisés” (6:11). Más vale, se preocupa por hacerles ver que fue Israel quien despreció a “este Moisés” (vv. 35, 37, 38) preparado por Dios. Esteban especifica a grandes rasgos el ministerio apostólico de Moisés bajo las órdenes divinas:

a. Libertador (v. 36): Moisés los sacó con señales, los dirigió de una forma singular a través del Mar Rojo y también en el desierto: “Con mano fuerte y brazo extendido”.

b. Profeta: “profeta… como a mí” (v. 37). Esteban continuó destacando el mensaje que Moisés recibió (Dt. 18:15) (ver Hch. 3:22), a fin de agigantar la figura de la persona que era tema de la apología. Les mostró que fue precisamente él quien mencionó la venida de otro mensajero al que debían oír.

c. Mediador: “estuvo… con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí” (v. 38). Después de la rebelión del Sinaí, Dios dijo que enviaría un ángel con ellos (Dt. 33:2), pero Moisés clamó para que fuera El quien los acompañara. 

d. Legislador: “palabras de vida para darnos”. Los israelitas reunidos alrededor del monte, esperaban recibir los mandamientos de Dios (oráculo o palabras vivientes). Pero Esteban continúa mostrando cómo concluirá su discurso: “nuestros padres no quisieron obedecer”, es decir no estuvieron dispuestos a someterse a la voluntad de Dios. No solamente rechazaron a Moisés, sino que “en sus corazones se volvieron a Egipto” (comp. Nm. 14:3–6), revirtiendo así el propósito de Dios. Ordenaron a Aarón que les hiciera dioses sustitutos para que los presidieran a la tierra prometida. Es como caminar para adelante mirando para atrás.

   ¿Fueron los israelitas engañados momentáneamente por los diez espías? No, dice Esteban, porque desde el principio ellos rechazaron a Dios, como la historia claramente lo señala. A pesar de todo aquello, Dios hizo por su pueblo todos los milagros realizados en Egipto, el cruce del Mar Rojo el maná de cada día y el agua para beber los protegió del sol durante el día con una nube y con una columna de fuego protegiéndolos de noche sin embargo, los israelitas pidieron a Aarón que les hiciera ídolos que los guiaran.

     Esteban cita casi palabra por palabra de la traducción griega del Antiguo Testamento. Mientras Moisés estaba en el monte Sinaí recibiendo la ley, el pueblo dice a Aarón, “Haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido” (c.f. Ex. 32:1, 23). Con ello dejan de manifiesto que no han puesto su fe en el Dios de Israel, sino que quieren adorar a los ídolos de Egipto. Rechazan al único y verdadero Dios, prefiriendo imágenes hechas por mano de hombre y consienten en que estos objetos sin vida les guíen. Nótese que lo que ellos están pidiendo son “dioses” aun cuando lo que hacen es un solo ídolo, un becerro de oro.

    Además, los israelitas renuncian a Moisés como su líder con las despreciativas palabras: “a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto”. Ellos saben que Moisés ha ascendido al monte Sinaí para recibir la ley de manos de Dios, pero exclaman con impaciencia: “No sabemos qué le haya acontecido”. Setenta ancianos de Israel, Aarón, y sus hijos Nadab y Abiú ascendieron con Moisés al monte Sinaí. Allí vieron a Dios y comieron una comida de pacto en su presencia (Ex. 24:9–11). Todas estas personas eran testigos que podían hablar de la gloria de Dios y de la misión de Moisés, pero el pueblo rehusó aceptar su testimonio.

    En este estado de ánimo, los israelitas deliberadamente quebrantaron el pacto que Dios había hecho con ellos (Ex. 24:1–8) y con Abraham, su padre espiritual (Gn. 17:7). Despreciaron las ricas promesas que Dios les había hecho y rechazaron aceptar y guardar su ley. No podía ser más patético el contraste entre Moisés recibiendo los Diez Mandamientos en lo alto del monte Sinaí e Israel adorando un becerro de oro a los pies de la montaña.

    Con esta ilustración de la historia judía, Esteban reconstruye un capítulo que sus contemporáneos querrían olvidar. Pone delante de ellos el relato de un incidente en el cual se muestra el pecado más descarado de Israel: el rechazo del Señor Dios, y su reemplazo por un becerro de oro.

Vv 42-43 Nótense los siguientes puntos:

a. El juicio de Dios. En este punto, Esteban deja de seguir la secuencia histórica del pecado de Israel para hacer algunas observaciones apropiadas. “Dios se apartó”, les dice. Esta cláusula, sin embargo, no debe entenderse como que simplemente Dios se fue disgustado. Aunque sí lo estaba, él se venga trayendo desastre sobre aquellos que han pecado contra él (Jos. 24:20). Porque aunque él ha sido bueno con su pueblo, ahora les niega sus bendiciones y les da la espalda. “[Dios] los entregó a que rindiesen culto al ejército del cielo”. Tenemos aquí un paralelismo con la descripción de Pablo acerca de la gente que persiste en el pecado. Dios los deja en su pecado hasta que destruyan sus vidas, como justo juicio por su desobediencia (Ro. 1:24, 26, 28). Los ejércitos del cielo representan los cuerpos celestes (el sol, la luna, las estrellas) que Israel adoró en secreto primeramente y abiertamente más tarde.

   En lugar de adorar al Creador, los israelitas pusieron sus ojos en aquellas esferas creadas y se inclinaron ante ellas en adoración. 

b. Registro histórico. Esteban va ahora a los escritos de los doce profetas menores, que en el canon del Antiguo Testamento los judíos los tenían como un solo libro. Esteban cita casi palabra por palabra de la traducción griega de Amós 5:25–27.  En este pasaje, el profeta revela el disgusto de Dios con Israel, primero durante la travesía del desierto y luego durante el período de los reyes de Israel y Judá hasta el exilio a Babilonia.

  Dios hace una pregunta retórica a la cual los israelitas habrán de contestar negativamente. “¿Acaso me ofrecieron ofrendas y sacrificios por cuarenta años en el desierto, oh casa de Israel?” Por supuesto, el pueblo ofreció sacrificios en el desierto, como es evidente a partir de la institución del sacerdocio aarónico. Sin embargo, durante la travesía por el desierto la adoración fue muy deficiente que no hubo verdadera adoración.

    Los israelitas que tenían veinte años o más no sirvieron a Dios con dedicación y amor debido a que sus corazones no estaban en conformidad con Dios. Adoraron a los ídolos en lugar de adorar a Dios. Amós da a entender a sus contemporáneos que Dios podría estar sin sacrificios, como ocurrió en el tiempo del éxodo. Por lo tanto, el solo hecho de dar sus ofrendas no impediría que se exiliaran a Babilonia. Lo anterior implica que los sacrificios de los oyentes de Esteban no librarían al templo de Jerusalén de una eventual destrucción (c.f. Lc. 19:42–44). La adoración a Dios no depende de sacrificios.

c. Adoración a las estrellas. “Llevaron el tabernáculo de Moloc, y la estrella de su dios Renfán, y figuras que hicieron para adorarlas”. El texto griego difiere en su redacción de Amós 5:26 al decir “… llevabais el tabernáculo de vuestro Moloc y Quiún, ídolos vuestros, la estrella de vuestros dioses que os hicisteis”.

    El texto griego menciona dos nombres, Moloc y Renfán. Estos dos nombres aparecen sólo una vez cada uno en el Nuevo Testamento. Moloc era el “dios canaanita-fenicio del cielo y del sol”, o el planeta Venus. Renfán (con muchas variaciones en la forma de escribirse) es otro nombre para Saturno. En resumen, ambos nombres hablan de la adoración a los cuerpos celestes.

   La adoración de los israelitas había degenerado al punto de inclinarse ante las estrellas del cielo. Quizás esa práctica la mantuvieron ya durante los cuarenta años que pasaron en el desierto, porque el texto dice que levantaron santuario a Moloc.   Hay un paralelo entre los adoradores de ídolos llevando el tabernáculo de dioses paganos y los levitas llevando el tabernáculo del Señor en el desierto.

d. Sentencia divina. En la última frase de la cita de Amós, “Los transportaré más allá de Damasco” (según la Biblia Hebrea y la Septuaginta), Esteban se acerca al texto desde un punto de vista histórico. Cambia la palabra Damasco por “Babilonia” con lo que demuestra obviamente que tiene en mente el exilio del reino de Judá a Babilonia (c.f. 2 Cr. 36:15–21).


Conclusión 

  Aunque Esteban se refiere a los primeros tiempos del peregrinaje, alude a todo el trayecto al mencionar que en su vida los israelitas conservaron la fascinación de Egipto. La productividad del país, demostrada en el clamor en Tabera (Nm. 11:5–6), les impedía ver el camino hacia la tierra que fluye leche y miel. No tenían fe para el futuro de Dios, más vale querían mirar la gloria del pasado, olvidando el lloro y la sangre de la esclavitud a la cual fueron sometidos. Lo que ocurrió en el Sinaí es, según Esteban, un indicio preciso de lo que ocurría en toda su vida, tal como lo  demuestra con la cita de Amós 5:25–27 sacada del “libro de los profetas”. Ofrecieron en verdad sacrificios con corazones contrarios a la voluntad de Dios y continuaron con lo mismo en la tierra prometida (Jer. 7:22–24; Os. 6:6).

domingo, 3 de enero de 2016

El rechazo a Moisés: un tipo del rechazo a Cristo

Lección Domingo 03 Enero de 2016


Hechos 7: 30 al 36
Texto hebreos 11: 27


Introducción 

    Aquí, Esteban dice que el segundo período de cuarenta años en la vida de Moisés ha llegado a su fin. Los últimos cuarenta comprenden la tarea de guiar al pueblo de Israel fuera de Egipto, a través del mar Rojo y por el desierto. Moisés necesitaba cuarenta años de educación en el palacio de Faraón y cuarenta más de entrenamiento en el desierto antes que estuviera adecuadamente preparado para servir a Dios. (Curiosamente, varios otros líderes pasaron también tiempo en el desierto en preparación para un dedicado servicio [por ejemplo, David, Elías, Juan el Bautista, Jesús, y Pablo].)

Desarrollo 

 Vv 30 al 32  Esteban sigue relatando la historia de Moisés a través de citas que toma del libro de Éxodo. Parece saberse el relato de memoria, porque en numerosos lugares cita de la Septuaginta palabra por palabra. He aquí un hombre que sí conoce las Escrituras y que sabe cómo exponerlas. Aquí cuenta la misión de Moisés.

a. “Pasados cuarenta años, un ángel se le apareció en el desierto”. A la edad de ochenta, después de haber vivido con Jetro por cuarenta años, Moisés lleva los rebaños de Jetro a la parte sur de la Península de Sinaí, cerca del monte de Sinaí (véase Ex. 3:12; 19:11–13; Dt. 1:6). Mientras está allí, ve un arbusto que se quemaba pero que no se consume (Ex. 3:2).424 Al acercarse para ver de cerca este espectáculo extraño, escuchó la voz de Dios.

    Esteban explica que el ángel es el Señor (v. 31), es decir, Dios mismo (vv. 32, 35; Ex. 3:2, 7). Algunos intérpretes entienden que el ángel es la preencarnación del Hijo de Dios. Por ejemplo, Juan Calvino dice que Dios nunca se comunica con el hombre sino a través de Cristo. Pero en este contexto, la evidencia es insuficiente como para llegar a la conclusión de que Esteban se está refiriendo a Cristo. Más bien decimos que “el ángel lleva la autoridad y la presencia de Dios mismo”. Dios se apareció en la llama de una zarza ardiente, en conformidad con muchas otras apariciones en el fuego. De manera que durante las noches en que los israelitas viajaban por el desierto, Dios se manifestaba a ellos como una columna de fuego (Ex. 13:21); y en el momento en que dio la ley a Moisés, Dios descendió sobre el Monte Sinaí en fuego (Ex. 19:18; c.f. también 1 R. 18:24, 38).

b. “Cuando Moisés lo miró se maravilló de la visión”. Dios abrió la curiosidad de Moisés, y cuando éste se acerca a la zarza ardiente le habla. Cruzando rápidamente los siglos, Dios se identificó como el Dios de tres patriarcas: Abraham, Isaac, y Jacob. El pacto que hizo con Abraham y las promesas que le hizo al patriarca fueron verdaderas. Dios cumpliría su palabra y redimiría a su pueblo Israel de la esclavitud. No nos sorprenda que Moisés esta estupefacto y no se atrevió a mirar el arbusto. Más tarde vuelve a ser presa de un inmenso temor cuando Dios le habló en el monte de Sinaí (Heb. 12:21). Es consciente que está ante la presencia misma de Dios.

   Con todo, Dios llama a Moisés, comisionándole para asumir la tarea de sacar a Israel fuera de Egipto.

Vv 33_34 a. Santidad. Moisés se dio cuenta que está ante la presencia del santo Dios, cuya presencia santificó aun la tierra donde Moisés está (véase Jos. 5:15). Moisés está en el santuario de Dios, por decirlo así, y por eso tiene que quitarse las sandalias de sus pies. Los orientales aún usan esta práctica al entrar a sus templos, santuarios, e incluso a sus propios hogares. Son extremadamente celosos en guardar lo que es sagrado y limpio.

   Esteban altera un poco la secuencia que nos da el Éxodo de este encuentro. Dice que Dios primero le dijo a Moisés que se quitara sus zapatos y luego se reveló como el Dios de los patriarcas (3:5–6). La secuencia, en realidad, no tiene que ver con la importancia del acontecimiento. Dios muestra a Moisés que aun el área del desierto donde hay un arbusto que arde es santa cuando Dios está presente. Y Esteban usa este hecho para decirle al Sanedrín que la sagrada presencia de Dios no está limitada al templo de Jerusalén.

   Nótese que antes que el arbusto empezara a arder, la tierra allí donde estaba no era más santa que cualquier otro lugar de la península de Sinaí. El espacio ocupado por el arbusto en llamas llegó a ser santo sólo mientras la gloria de Dios estuvo allí. Cualquier lugar de la tierra es santo, entonces, cuando Dios se reúne con el hombre que le adora.
b. La comisión. Moisés pasó cuarenta años en Madián pastoreando rebaños mientras los israelitas sufrían las crueldades de los egipcios que los mantenían como esclavos. Aunque él pudo escapar hacia la libertad, los israelitas no pudieron hacerlo, sino que por el contrario languidecieron en su miserable condición. No nos cabe duda que muchas veces Moisés pensaba en el pueblo de Dios y en la promesa de su liberación. Cuando Dios le dijo que él sabía muy bien de los sufrimientos de su pueblo por haber oído sus lamentos, le estaba revelando a Moisés que su pacto y promesas hechas a Abraham seguían vigentes. Dios habló con palabras humanas y en terminología hebraica cuando dijo que realmente había visto la miseria de los israelitas y realmente había oído sus gritos clamando por liberación. Además, dijo que había descendido para liberarlos. Y comisionó a su siervo Moisés para que los liberara: “Ahora, pues, ven, te enviaré a Egipto”. El tiempo para la redención de Israel había llegado y Dios escogió a Moisés como el hombre para acometer esta tarea. La breve orden: “Ahora, ven”, significaba que Moisés tenía que salir de Madián y volver a su pueblo, a ese mismo pueblo que lo había rechazado. Ya no tenía que temer de los egipcios que querían matarle, porque Dios le reveló que todos habían muerto (Ex. 4:19).

Vv 35 _36 a. “Este es el mismo Moisés”. Esteban ya no recuenta la historia de Moisés como tal. Empieza a interpretar la importancia del acontecimiento: Moisés volvió al mismo pueblo que cuarenta años atrás lo había rechazado con la pregunta: “¿Quién te ha puesto a ti por juez y gobernante?” Esteban llama la atención hacia Moisés como una persona al usar el pronombre demostrativo éste para describir a Moisés. Enfatiza el tema del rechazo hacia el cual la historia de Israel en el desierto reconoce. El paralelismo entre Moisés rechazado por los israelitas y Jesús repudiado por los judíos es evidente.

b. “A este hombre lo ha enviado Dios como gobernante y libertador”. El israelita que cuarenta años atrás preguntó a Moisés: “¿Quién te ha puesto por gobernante y juez sobre nosotros?” (v. 27) representa a toda la nación de Israel rechazando la gracia de Dios. No obstante el rechazo de Israel, Dios envió a Moisés con poder y autoridad como un “gobernante y libertador”. 
    
     Nótese la diferencia en las palabras, porque libertador ha venido a ocupar el lugar que tenía la palabra “juez”. Un juez es capaz de liberar a una persona de un adversario que ha levantado cargos en contra suya. Un libertador redime a una nación de la opresión de otra nación. Nótese que los términos gobernador y libertador apuntan realmente a Cristo. Primero, Moisés fue el gobernador de Israel como el padre de esta nación. Los apóstoles proclamaron a Jesús “Príncipe”, que en griego es una palabra relacionada con “gobernador” (p.ej., 5:31). Luego, los israelitas sabían que Dios los redimiría del yugo de los egipcios (Ex. 6:6), porque Dios es el redentor de Israel (Sal. 19:14; 78:35). 
    
    Cuando Esteban pronuncia la expresión redentor en el Sanedrín, él toca el más profundo anhelo de sus contemporáneos. Este anhelo es expresado elocuentemente por los dos hombres en el camino a Emaús: “Pero nosotros esperábamos que [Jesús] era el que había de redimir a Israel” (Lc. 24:21; y c.f. 2:38). Al llamar a Moisés “gobernante y libertador”, Esteban dice a sus oyentes que en este doble aspecto, Moisés es tipo de Cristo.

Conclusión 


    El mismo que cuarenta años atrás habían rechazado, es ahora el libertador enviado por Dios para arrancarlos de la opresión egipcia. Con abundantes muestras de admiración por Moisés, Esteban pulveriza la crítica de sus adversarios de que él había emitido “blasfemias contra Moisés” (6:11). Más vale, se preocupa por hacerles ver que fue Israel quien despreció a “este Moisés” (vv. 35, 37, 38) preparado por Dios. Esteban especifica a grandes rasgos el ministerio apostólico de Moisés bajo las órdenes divinas: