Hechos 8: 1 al 4
2
Timoteo 3: 12 y 13
Introduccion:
Por el Antiguo Testamento sabemos que Jerusalén es una ciudad a la cual
todos los judíos querían ir. En realidad, el último versículo en la Biblia hebrea registra el
edicto de Ciro permitiendo a los judíos subir a Jerusalén (2 Cr. 36:23). Pero
así como en el Antiguo Testamento la gente era atraída a la ciudad santa, en el
Nuevo Testamento ellos son enviados a todo el mundo desde Jerusalén. Para
decirlo en otra forma, en el Antiguo Testamento Jerusalén se constituye en una
fuerza centrípeta para los judíos; en el Nuevo Testamento, en cambio, ejerce
una fuerza centrífuga sobre los creyentes.
Jesús dijo a los apóstoles que fueran por todo el mundo e hicieran
discípulos en todas las naciones (Mt. 28:19–20). En Jerusalén fielmente
proclamaron el evangelio de Cristo con todo entusiasmo, de manera que el número
de creyentes llegara a los miles. Sin embargo, la iglesia no podía quedar
limitada a Jerusalén, porque Jesús había instruido a los apóstoles ser testigos
en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta los confines del mundo (1:8). En la providencia de Dios, la persecución
que siguió a la muerte de Esteban forzó a los creyentes a Judea y a Samaria, e
incluso hasta Fenicia, Chipre, y Antioquía (11:19). Estos cristianos
testificaron a gran cantidad de personas, con el resultado de que la iglesia
continuó creciendo (11:20–21).
Desarrollo:
La
muerte de Esteban marca el punto decisivo en la iglesia de Jerusalén. De
repente, uno de sus líderes es acusado por los judíos de habla griega y es
apresado. Es llevado para comparecer ante la corte suprema de Israel y de ahí
es llevado a la muerte sin que se haya dictado un veredicto en su contra. En un
tiempo, los habitantes de Jerusalén habían tenido una actitud favorable para
con los cristianos, pero ahora se vuelven hostiles al punto de perseguirles.
a. “En aquel
día”. Esta frase indica el día durante el cual
la persecución se desató en contra de los cristianos.
Esta persecución duró por algún tiempo,
porque Saulo fue de casa en casa en busca de los creyentes. La palabra persecución aparece
en Hechos sólo dos veces (aquí y en 13:50). Lucas agrega el adjetivo
descriptivo gran para distinguir este comienzo de la persecución que habían
experimentado los apóstoles y Esteban.
b. “Y todos los creyentes fueron esparcidos, salvo los
apóstoles”. ¿Quiénes están incluidos en el término todos? Podemos
barajar tres interpretaciones.
La primera es que, literalmente, todos los creyentes sufrieron la
persecución y fueron sacados de Jerusalén.
Pero
aun si cada uno experimentó sus efectos, algunos cristianos permanecieron en la
ciudad. El texto indica que los apóstoles quedaron allí. Además, suponemos que María, la madre de
Jesús, continuó viviendo con el apóstol Juan. La madre de Juan Marcos, que
tenía una casa muy grande, también se quedó allí o muy pronto volvió (12:12).
Una segunda posibilidad es que dado que los judíos helenistas trajeron a
Esteban, un judío de habla griega a juicio, esta gente ahora se volvió contra
los cristianos judíos y los forzó a dejar la ciudad.
Una tercera posibilidad es que aunque los cristianos de habla griega
recibieron la persecución más seria, los creyentes de habla aramea no estaban
exentos. El sumo sacerdote y sus asociados crucificaron a Jesús, apresaron a
Pedro y a Juan, sometieron a azotes a los apóstoles, y mataron a Esteban. Por
lo tanto, podemos suponer que los líderes del Sanedrín, tanto religiosos como
civiles influyeron tanto en la persecución de los cristianos hebreos como en su
expulsión de Jerusalén.
Además,
cuando Saulo (Pablo) iba de casa en casa persiguiendo a los creyentes,
probablemente no hacía distinción entre los de habla griega y los de habla
aramea. En conclusión, no debemos interpretar el adjetivo todos tan estrictamente.
Después de la persecución, la vida en la iglesia de Jerusalén retornó
gradualmente a la normalidad, como lo refleja la secuencia histórica de Hechos
(véase 9:26).
Es normal que quienes primero caen presos en
una persecución son los dirigentes. No fue este el caso en la persecución
contra la iglesia. Los apóstoles permanecieron en Jerusalén para dar ánimo a
los creyentes que quedaron allí tanto como a los que fueron esparcidos. La expresión
esparcidos es importante para los judíos que vivían en la dispersión,
porque el exilio y las subsecuentes persecuciones afectaron en forma directa
sus vidas.
Ahora
la iglesia está entrando en una era de dispersión (c.f. Stg. 1:1 y 1 P. 1:1).
Los profetas del Antiguo Testamento enseñaron que cuando un judío vivía en la
dispersión (por ejemplo, durante el exilio en Babilonia), él estaba recibiendo
el justo castigo por su anterior desobediencia. Por el contrario, la iglesia
del Nuevo Testamento consideró la dispersión de los judíos como “una decisión
divina para que se estableciera un punto de partida a fin de llevar el
evangelio a territorios extranjeros”.
Vv 4. “La sangre de los mártires es la semilla de la iglesia”. Este
proverbio que ha perdurado a través del tiempo probó ser verdad para los
cristianos que fueron perseguidos a partir de la muerte de Esteban. Ellos
dejaron Jerusalén y fueron de lugar en lugar por los campos de Judea y de
Samaria. Dondequiera que llegaban, predicaban las Buenas Nuevas y luego
fundaban iglesias. Mientras los judíos estaban acostumbrados a evitar cualquier
contacto con los samaritanos, Jesús permaneció con ellos dos días, proclamando
el evangelio y ganó numerosos adherentes a la fe (Jn. 4:39–42). Después de la
muerte de Esteban, los cristianos judíos de Jerusalén fueron a los samaritanos
llevándoles el mensaje de salvación. Uno de estos fue Felipe (no el apóstol),
el diácono que también es llamado evangelista (21:8). Los apóstoles se quedaron
en Jerusalén mientras Felipe viajaba a una importante ciudad de Samaria. Felipe
pudo relacionarse con los samaritanos, quienes adoraban en el Monte Gerizím. A
ambos, a él y a los samaritanos, les estaba prohibido adorar en el templo de
Jerusalén (Jn. 4:20). Expulsado de Jerusalén, Felipe sabía que Dios no está
limitado a un lugar en particular, sino que puede ser adorado dondequiera.
Conclusión:
El hecho de que Felipe predicara el evangelio
de Jesucristo en samaria es una prueba de que la iglesia estaba dando uno de
los pasos más importantes de su historia, tal vez inconscientemente, y descubriendo
que Jesús es el salvador de todo el mundo. Sabemos muy poco de Felipe; pero él
fue uno de los artífices de la iglesia cristiana.
Debemos fijarnos en lo que el cristianismo
aportó a aquella gente:
(i)
le trajo la historia de Jesús, el mensaje del amor
de dios revelado en Jesucristo.
(ii)
les trajo sanidad. El cristianismo no ha sido
nunca algo exclusivamente de palabras.
(iii)
les trajo, como una consecuencia natural, una
alegría que los samaritanos no habían experimentado nunca antes.
Es un cristianismo descafeinado el que produce una atmósfera
lúgubre; el evangelio irradia alegría.