Lección Domingo 03 Enero de 2016
Hechos 7: 30 al 36
Texto hebreos 11: 27
Introducción

Desarrollo
Vv 30 al 32 Esteban sigue relatando la historia de Moisés a través de citas que toma del libro de Éxodo. Parece saberse el relato de memoria, porque en numerosos lugares cita de la Septuaginta palabra por palabra. He aquí un hombre que sí conoce las Escrituras y que sabe cómo exponerlas. Aquí cuenta la misión de Moisés.
a. “Pasados cuarenta años, un ángel se le apareció en el desierto”. A la edad de ochenta, después de haber vivido con Jetro por cuarenta años, Moisés lleva los rebaños de Jetro a la parte sur de la Península de Sinaí, cerca del monte de Sinaí (véase Ex. 3:12; 19:11–13; Dt. 1:6). Mientras está allí, ve un arbusto que se quemaba pero que no se consume (Ex. 3:2).424 Al acercarse para ver de cerca este espectáculo extraño, escuchó la voz de Dios.
Esteban explica que el ángel es el Señor (v. 31), es decir, Dios mismo (vv. 32, 35; Ex. 3:2, 7). Algunos intérpretes entienden que el ángel es la preencarnación del Hijo de Dios. Por ejemplo, Juan Calvino dice que Dios nunca se comunica con el hombre sino a través de Cristo. Pero en este contexto, la evidencia es insuficiente como para llegar a la conclusión de que Esteban se está refiriendo a Cristo. Más bien decimos que “el ángel lleva la autoridad y la presencia de Dios mismo”. Dios se apareció en la llama de una zarza ardiente, en conformidad con muchas otras apariciones en el fuego. De manera que durante las noches en que los israelitas viajaban por el desierto, Dios se manifestaba a ellos como una columna de fuego (Ex. 13:21); y en el momento en que dio la ley a Moisés, Dios descendió sobre el Monte Sinaí en fuego (Ex. 19:18; c.f. también 1 R. 18:24, 38).
b. “Cuando Moisés lo miró se maravilló de la visión”. Dios abrió la curiosidad de Moisés, y cuando éste se acerca a la zarza ardiente le habla. Cruzando rápidamente los siglos, Dios se identificó como el Dios de tres patriarcas: Abraham, Isaac, y Jacob. El pacto que hizo con Abraham y las promesas que le hizo al patriarca fueron verdaderas. Dios cumpliría su palabra y redimiría a su pueblo Israel de la esclavitud. No nos sorprenda que Moisés esta estupefacto y no se atrevió a mirar el arbusto. Más tarde vuelve a ser presa de un inmenso temor cuando Dios le habló en el monte de Sinaí (Heb. 12:21). Es consciente que está ante la presencia misma de Dios.
Con todo, Dios llama a Moisés, comisionándole para asumir la tarea de sacar a Israel fuera de Egipto.
Vv 33_34 a. Santidad. Moisés se dio cuenta que está ante la presencia del santo Dios, cuya presencia santificó aun la tierra donde Moisés está (véase Jos. 5:15). Moisés está en el santuario de Dios, por decirlo así, y por eso tiene que quitarse las sandalias de sus pies. Los orientales aún usan esta práctica al entrar a sus templos, santuarios, e incluso a sus propios hogares. Son extremadamente celosos en guardar lo que es sagrado y limpio.
Esteban altera un poco la secuencia que nos da el Éxodo de este encuentro. Dice que Dios primero le dijo a Moisés que se quitara sus zapatos y luego se reveló como el Dios de los patriarcas (3:5–6). La secuencia, en realidad, no tiene que ver con la importancia del acontecimiento. Dios muestra a Moisés que aun el área del desierto donde hay un arbusto que arde es santa cuando Dios está presente. Y Esteban usa este hecho para decirle al Sanedrín que la sagrada presencia de Dios no está limitada al templo de Jerusalén.
Nótese que antes que el arbusto empezara a arder, la tierra allí donde estaba no era más santa que cualquier otro lugar de la península de Sinaí. El espacio ocupado por el arbusto en llamas llegó a ser santo sólo mientras la gloria de Dios estuvo allí. Cualquier lugar de la tierra es santo, entonces, cuando Dios se reúne con el hombre que le adora.
b. La comisión. Moisés pasó cuarenta años en Madián pastoreando rebaños mientras los israelitas sufrían las crueldades de los egipcios que los mantenían como esclavos. Aunque él pudo escapar hacia la libertad, los israelitas no pudieron hacerlo, sino que por el contrario languidecieron en su miserable condición. No nos cabe duda que muchas veces Moisés pensaba en el pueblo de Dios y en la promesa de su liberación. Cuando Dios le dijo que él sabía muy bien de los sufrimientos de su pueblo por haber oído sus lamentos, le estaba revelando a Moisés que su pacto y promesas hechas a Abraham seguían vigentes. Dios habló con palabras humanas y en terminología hebraica cuando dijo que realmente había visto la miseria de los israelitas y realmente había oído sus gritos clamando por liberación. Además, dijo que había descendido para liberarlos. Y comisionó a su siervo Moisés para que los liberara: “Ahora, pues, ven, te enviaré a Egipto”. El tiempo para la redención de Israel había llegado y Dios escogió a Moisés como el hombre para acometer esta tarea. La breve orden: “Ahora, ven”, significaba que Moisés tenía que salir de Madián y volver a su pueblo, a ese mismo pueblo que lo había rechazado. Ya no tenía que temer de los egipcios que querían matarle, porque Dios le reveló que todos habían muerto (Ex. 4:19).
Vv 35 _36 a. “Este es el mismo Moisés”. Esteban ya no recuenta la historia de Moisés como tal. Empieza a interpretar la importancia del acontecimiento: Moisés volvió al mismo pueblo que cuarenta años atrás lo había rechazado con la pregunta: “¿Quién te ha puesto a ti por juez y gobernante?” Esteban llama la atención hacia Moisés como una persona al usar el pronombre demostrativo éste para describir a Moisés. Enfatiza el tema del rechazo hacia el cual la historia de Israel en el desierto reconoce. El paralelismo entre Moisés rechazado por los israelitas y Jesús repudiado por los judíos es evidente.
b. “A este hombre lo ha enviado Dios como gobernante y libertador”. El israelita que cuarenta años atrás preguntó a Moisés: “¿Quién te ha puesto por gobernante y juez sobre nosotros?” (v. 27) representa a toda la nación de Israel rechazando la gracia de Dios. No obstante el rechazo de Israel, Dios envió a Moisés con poder y autoridad como un “gobernante y libertador”.
Nótese la diferencia en las palabras, porque libertador ha venido a ocupar el lugar que tenía la palabra “juez”. Un juez es capaz de liberar a una persona de un adversario que ha levantado cargos en contra suya. Un libertador redime a una nación de la opresión de otra nación. Nótese que los términos gobernador y libertador apuntan realmente a Cristo. Primero, Moisés fue el gobernador de Israel como el padre de esta nación. Los apóstoles proclamaron a Jesús “Príncipe”, que en griego es una palabra relacionada con “gobernador” (p.ej., 5:31). Luego, los israelitas sabían que Dios los redimiría del yugo de los egipcios (Ex. 6:6), porque Dios es el redentor de Israel (Sal. 19:14; 78:35).
Cuando Esteban pronuncia la expresión redentor en el Sanedrín, él toca el más profundo anhelo de sus contemporáneos. Este anhelo es expresado elocuentemente por los dos hombres en el camino a Emaús: “Pero nosotros esperábamos que [Jesús] era el que había de redimir a Israel” (Lc. 24:21; y c.f. 2:38). Al llamar a Moisés “gobernante y libertador”, Esteban dice a sus oyentes que en este doble aspecto, Moisés es tipo de Cristo.
Conclusión
El mismo que cuarenta años atrás habían rechazado, es ahora el libertador enviado por Dios para arrancarlos de la opresión egipcia. Con abundantes muestras de admiración por Moisés, Esteban pulveriza la crítica de sus adversarios de que él había emitido “blasfemias contra Moisés” (6:11). Más vale, se preocupa por hacerles ver que fue Israel quien despreció a “este Moisés” (vv. 35, 37, 38) preparado por Dios. Esteban especifica a grandes rasgos el ministerio apostólico de Moisés bajo las órdenes divinas:
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