Lección Domingo 07 de febrero de 2016
Hechos 8: 5 al 13
Mateo 24:24
Introducción

Cuando la persecución expulsó a los cristianos de Jerusalén, ellos se fueron a las comunidades rurales de Judea y Samaria. Allí testificaron de Jesucristo y dieron a conocer el evangelio.
Desarrollo
Mientras los judíos estaban acostumbrados a evitar cualquier contacto con los samaritanos, Jesús permaneció con ellos dos días, proclamando el evangelio y ganó numerosos adherentes a la fe (Jn. 4:39–42). Después de la muerte de Esteban, los cristianos judíos de Jerusalén fueron a los samaritanos llevándoles el mensaje de salvación. Uno de estos fue Felipe (no el apóstol), el diácono que también es llamado evangelista (21:8). Los apóstoles se quedaron en Jerusalén mientras Felipe viajaba a una importante ciudad de Samaria. Felipe pudo relacionarse con los samaritanos, quienes adoraban en el Monte Gerizím. A ambos, a él y a los samaritanos, les estaba prohibido adorar en el templo de Jerusalén (Jn. 4:20). Expulsado de Jerusalén, Felipe sabía que Dios no está limitado a un lugar en particular, sino que puede ser adorado dondequiera.
Felipe predicaba a Cristo, dice Lucas, a los samaritanos. Ya no estaban excluidos de las Buenas Nuevas (Mt. 10:5), que es el mensaje universal de Dios para todas las naciones. Debido a la cercanía familiar con Israel, los samaritanos fueron los primeros en oír el evangelio de Cristo de boca de los cristianos expulsados de Jerusalén.
Y “Las multitudes escuchaban atentamente”. Nótense estos dos paralelos:
Primero, hay un paralelo entre la predicación de los apóstoles en Jerusalén y la de Felipe en Samaria. El día de Pentecostés y en ocasiones posteriores, miles de personas acudieron a oír a los apóstoles predicar el evangelio.
En Samaria, Felipe predicó y multitudes vinieron a oírle.
Segundo, nótese el paralelo entre los milagros realizados por los apóstoles y Esteban y los realizados por Felipe. Primero Pedro, luego los apóstoles y más tarde Esteban realizaron numerosos e importantes milagros entre el pueblo. En Samaria, Felipe también realizó prodigios y las gentes escucharon atentamente lo que decía y hacía. El don especial de predicar y realizar milagros, por lo tanto, no estaba limitado a los apóstoles. Esteban y Felipe, comisionados para dar asistencia a los pobres, también poseían este don.
Felipe atrajo a la muchedumbre en Samaria por su predicación y el ministerio de sanidad. El griego sugiere que seguía haciendo milagros mientras las gentes seguían escuchando y observando. El interés de las multitudes fue sin interrupción; muchos vinieron a Cristo por medio de la predicación y la evidencia de los milagros divinos.
Vv 9. En Jerusalén, la oposición de Satanás a la iglesia vino en la forma del engaño de Ananías y Safira (5:1–11), el encarcelamiento de los apóstoles (4:3; 5:18), la muerte de Esteban (7:60), y la gran persecución (8:1b). En Samaria, Satanás emplea diferentes métodos para frustrar el crecimiento de la iglesia. Usa a un hombre llamado Simón, conocido en Samaria como el mago. Lucas lo presenta como un hombre que practica las artes mágicas en esa ciudad samaritana.
Las “artes” de Simón no eran, simplemente, algún escamoteo (que es una forma de engañar la mente debido a que los ojos fallan en observar correctamente lo que está ocurriendo delante de ellos), sino que más bien eran un atentado serio contra la fe cristiana, porque representaban la brujería y hechicería. Entre los vicios que menciona Pablo como actos de naturaleza pecaminosa está la hechicería (Gá. 5:20). Todos los que practican este tipo de artes mágicas están excluidos de la Ciudad Santa y son echados en el lago de fuego y azufre (Ap. 21:8; 22:15). Las artes mágicas tienen su origen en Satanás y son diametralmente opuestas a Dios. Por lo tanto, Dios ordena a su pueblo no involucrarse en forma alguna de magia (Dt. 18:10–14).
Con su magia, Simón el mago había cautivado a la gente por largo tiempo. Cuando Felipe llegó a Samaria y proclamó las Buenas Nuevas, Simón creyó y fue bautizado. Antes de su conversión, él alardeaba de ser alguien grande. Además, la gente le respetaba porque creía que había recibido poderes divinos para hacer lo que hacía.
Vv 10. “A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande”. Antes de que Felipe viniera a los samaritanos, éstos tenían a Simón en muy alta estima. La expresión traducida como “desde el más pequeño hasta el más grande” es bastante común en las Escrituras (Gn. 19:11) e indica que Simón tenía numerosos admiradores. Los samaritanos confesaban su fe en él y decían, “Este hombre es el poder de Dios, el poder que se llama grande”. Ellos creían en un Dios y es presumible que hayan estimado que Simón era su representante, dotado de divino poder. Por otro lado, también es posible que el mismo Simón se haya autoproclamado Dios por la magia que realizaba.
La influencia de Simón era enorme y el número de sus seguidores inmenso. Por un largo tiempo había mantenido cautiva a las gentes gracias a las artes que practicaba. Pero cuando Felipe aparece predicando las Buenas Nuevas y realizando milagros de sanidad, el pueblo atiende con mucho interés a lo que dice y a las maravillas que realiza. Para ellos, el mensaje y las obras de Felipe sobrepasan mucho las actuaciones de Simón.
Vv12. “Pero cuando comenzaron a creer a Felipe”. Los samaritanos aceptan el evangelio predicado por Felipe y empiezan a creer el mensaje que les trae. He traducido el verbo “comenzaron a creer” para indicar una acción que tiene un punto de partida y que continúa progresando constantemente. Los samaritanos primero dan su aprobación intelectual al mensaje de Felipe; luego, se entregan a Jesús y piden ser bautizados. Sabemos que su entrega fue genuina, lo que quedó en evidencia cuando Pedro y Juan llegan y el Espíritu Santo desciende sobre ellos. Cuando el Espíritu Santo decide habitar en ellos, les da evidencia de que su fe es genuina. Por lo tanto, llegamos a la conclusión que los samaritanos creyeron a Felipe y el mensaje de salvación que proclamaba.
“Aun creyó Simón mismo y se bautizó”. Simón reconoce que uno más grande y poderoso que él ha llegado a Samaria. Cuando la gente lo deja a él para ir tras Felipe, se une a la multitud y acepta la presencia de un poder superior. Observa los milagros que hace Felipe, pero la predicación del evangelio parece no cambiar en nada su corazón (véase v. 21). El cree que está “asociado con algún espíritu poderoso”. Ve el bautismo no como un signo de que se está entrando en una relación con el Trino Dios sino como la iniciación de una relación con ese espíritu poderoso. Espera que a través del bautismo recibiese el mismo poder que Felipe tiene de realizar milagros.
Conclusión
Concluimos esta sección con tres breves observaciones.
Primero, Felipe es incapaz de juzgar el corazón de Simón, por lo que acepta como bueno su testimonio de fe en Cristo.
Segundo, el relato del bautismo de Simón es buena prueba de que el bautismo no es un acto que efectúa la salvación.
Y tercero, Simón fue bautizado con los samaritanos para no ofender al pueblo entre los cuales él vivía y trabajaba.