Lección Domingo 14 de Agosto de 2016
Hechos 15.1 al 6
Texto: Gálatas 6.15
INTRODUCCIÓN

El concilio de Jerusalén, del cual trata este capítulo, es otro hito importante en la historia de la Iglesia. Los dirigentes de la Iglesia en Jerusalén estuvieron satisfechos con el relato de Pedro sobre la forma en que Dios había aceptado a los gentiles incircuncisos de Cesarea y los había bautizado en el Espíritu Santo. Después, según Gálatas 2:1-10, cuando Pablo visitó Jerusalén y presentó el Evangelio que predicaba en medio de los gentiles, le dieron su aprobación a su mensaje y no exigieron que Tito fuera circuncidado.
DESARROLLO
El Problema de Antioquia
La iglesia de Antioquia estaba compuesta en su mayoría de cristianos gentiles. A esta iglesia vinieron de Judea hombres que enseñaban que era necesario que los cristianos gentiles se circuncidaran. La circuncisión era una señal de que la persona aceptaba todo el ritual y los requisitos ceremoniales de la ley mosaica. Por lo tanto, estos maestros decían en efecto, que era necesario hacerse judío para ser salvo. Aun Pedro se inclinó por esta idea por un tiempo. En Gálatas 2 leemos que él había estado comiendo con cristianos gentiles; pero bajo la presión de las enseñanzas de los judaizantes, él dejó de hacerlo y comió solamente con judíos. Pablo y Bernabé se dieron cuenta de la importancia de esta enseñanza. Si se exigía la circuncisión a los gentiles para que pudieran comer con los judíos, pronto resultaría que la circuncisión se convertiría en un requisito para ser miembro de la iglesia, y aun para la salvación. La puerta que Dios había abierto para los gentiles, se cerraría de golpe. Por eso Pablo y Bernabé lucharon enérgicamente en contra de esta enseñanza. Pronto toda la iglesia de Antioquia lo estaba discutiendo. Al fin se decidió buscar consejo sobre este asunto, y se nombró a Pablo y a Bernabé para que fuesen a Jerusalén y presentasen el problema ante la iglesia de ahí.
Pablo y Bernabé son enviados a Jerusalén
"Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos. Como Pablo y Bernabé tuviesen una discusión y contienda no pequeña con ellos, se dispuso que subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles y los ancianos, para tratar esta cuestión. Ellos, pues, habiendo sido encaminados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, contando la conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos. Y llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y los apóstoles y los ándanos, y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos. Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés".
Más tarde, después de la visita de Pedro, llegaron otros creyentes judíos de nombre desconocido a Antioquía, procedentes de Judea, y fueron un paso más allá. Comenzaron a enseñarles a los hermanos gentiles que a menos que se circuncidaran de acuerdo con el rito de Moisés, no podían ser salvos.
Estos maestros, que más tarde serían llamados "judaizantes", no negaban que aquellos gentiles fueran creyentes bautizados en el Espíritu Santo. Pero la salvación de la que hablaban era la salvación definitiva por la que recibiremos nuestro nuevo cuerpo (en el rapto de la Iglesia) y seremos transformados. (Compare con Romanos 13:11, "Ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos.") Como lo indican 1 Juan 3:2; Romanos 8:17, 23, 24 y 1 Corintios 15:57, ya somos hijos de Dios, pero todavía no tenemos todo lo que Él nos ha prometido. Así será hasta que Jesús venga de nuevo y lo veamos tal cual es; entonces nuestro cuerpo será transformado y se convertirá en semejante a su cuerpo glorificado. La promesa de Dios incluye también nuestro futuro reinado con Cristo y la conversión de la Nueva Jerusalén en nuestro hogar definitivo, así como en el cielo nuevo y la nueva tierra (2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21:1, 2)
Así que, lo que estos judaizantes decían en realidad era que los creyentes gentiles debían ser circuncidados y someterse al Pacto Antiguo de la Ley de Moisés; de no ser así, no podrían heredar las promesas que aún estaban por venir. Con esto también decían implícitamente que perderían todo lo que ya habían recibido si no se hacían judíos y se circuncidaban.
Este ha sido con frecuencia el clamor de los falsos profetas: Usted perderá su salvación si no acepta nuestra enseñanza favorita. Todavía hay quienes dicen que una persona no es real o totalmente salva a menos que pase por ciertos ritos o ceremonias prescritos. Todos estos no son capaces de reconocer que la salvación es por gracia a través de la fe solamente, como se enseña con claridad en Romanos 10:9, 10 y Efesios 2:8, 9.
Esta enseñanza judaizante provocó no pequeña discusión (perturbación, discordia, inquietud) y contienda (interrogatorios) entre ellos (o, con más probabilidad, entre los hermanos) y Pablo y Bernabé. Entonces ellos (los hermanos) dispusieron que Pablo, Bernabé y algunos otros subieran a Jerusalén, a los apóstoles y a los ancianos, para tratar esta cuestión.
Es probable que estos maestros ya hubieran seguido adelante en un intento por difundir sus enseñanzas en las otras iglesias que Pablo había fundado en el sur de la Galacia. Puesto que Pablo tenía que ir a Jerusalén, no podía ir a estas iglesias a ponerlos en su lugar. Así pues, parece evidente que por este tiempo (años 48 y 49 d.C.), el Espíritu lo guiara y lo inspirara a escribir la epístola a los Gálatas.
La iglesia entera salió a encaminar a Pablo, a Bernabé y a los demás por un corto trecho. Con esto, les estaba demostrando que aún se los amaba, se los respetaba y se tenía confianza en ellos, a pesar de las dudas que habían suscitado aquellos maestros judaizantes.
Pablo tomó el camino con rumbo sur a través de Fenicia y de la provincia de Samaria, deteniéndose a visitar a las iglesias a todo lo largo de su trayectoria. En cada lugar, hacía un relato completo de la forma en que los gentiles se estaban convirtiendo al Señor. Esto causaba gran gozo entre todos los hermanos. Aunque compuestas por creyentes judíos en Fenicia y por creyentes samaritanos en Samaria, las iglesias aceptaron toda la Palabra de Dios en medio de los gentiles sin vacilar.
Al hacerles un informe completo, no hay duda de que Pablo incluyera tanto las persecuciones como los milagros. También podemos estar seguros de que les habló del bautismo en el Espíritu Santo y la confirmación de la fe de estos creyentes.
También en Jerusalén la Iglesia les dio la bienvenida, y los apóstoles y ancianos les dieron una recepción favorable. Todos escucharon el informe de lo mucho que Dios había hecho con ellos (junto con ellos, como compañeros de trabajo). Le dieron a Dios toda la gloria; El había estado con ellos; era quien había hecho el trabajo en realidad. (Compare con 1 Corintios 3:5-7).
Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que algunos fariseos convertidos se levantaran en medio de la asamblea de Jerusalén. Con toda fuerza, expresaron su idea de que era (y seguía siendo) necesario circuncidar a los gentiles y mandarles que guardaran (observaran) la Ley de Moisés.
CONCLUSIÓN
Es muy difícil para nosotros apreciar la grande importancia del conflicto que se decidió en Jerusalén. A primera vista, puede parecemos como una discusión sobre algo sin mucha importancia. Pero Lucas sí se dio cuenta de su importancia y le dedicó una buena parte de su libro. El comprendió que si el concilio hubiese tomado una decisión distinta, la labor misionera de Pablo hubiera terminado de golpe; el evangelio no se hubiera dado a los gentiles; la iglesia hubiera sido solamente una pequeña secta judaica, y el mandato de Cristo de llevar su evangelio a todo el mundo no hubiera sido obedecido.