Lección Domingo 25 de Septiembre de 2016
Hechos: 16.6 al 10
Texto: Romanos 8.14
INTRODUCCIÓN
En la exposición anterior los misioneros evangelistas, los cristianos como ya era habitual nombrarlos conforme visitaban las ciudades de su ruta, Pablo y Silas entregaban a las iglesias copias de la carta que el Concilio de Jerusalén había enviado a la iglesia de Antioquia. Esto sostuvo lo que Pablo había enseñado en su carta a los Gálatas, y fortaleció a las iglesias en su fe, esta misma que crecía más y más. Pablo ansioso por expandir y llegar hasta lo que Cristo dijo y me seréis testigos… hasta lo último de la tierra. Sin duda Pablo mantenía el Espíritu maratónico (avance, de ritmo constante y resistencia) que lo caracterizaba, por el cual muchos judíos lo respetaban definiéndole como celoso fariseo y guardador de la ley mosaica.
DESARROLLO
Guiados por el Espíritu
Los misioneros decidieron alargar su viaje más allá de las iglesias que habían visitado anteriormente. Parece que pensaban predicar en la provincia de Asia, cuya ciudad principal era Éfeso. Sin embargo el Espíritu Santo les prohibió predicar ahí. Puede ser que el Espíritu Santo haya hablado directamente con ellos, o quizá les habló por medio de algún profeta en alguna de las iglesias. Obedientes a la indicación recibida, ellos cambiaron de ruta y fueron hacia el norte en la dirección de las ciudades de Bitinia. (Véase un mapa). Más otra vez el Espíritu Santos los detuvo. Por lo tanto se encaminaron hacia el poniente, hasta llegar a Troas, la antigua ciudad de Troya.
Estando ellos en Troas, el Espíritu Santo nuevamente les guió, esta vez en una manera positiva. Pablo tuvo una visión de un hombre que les llamaba a visitar Macedonia, por lo tanto abordaron un barco para ir a Filipos, ciudad situada en el continente de Europa. Lucas les acompañó desde Troas, tomando el barco juntamente con ellos.
El llamado a Macedonia
"Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió. Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas. Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos. Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio".
Después de que Pablo y sus acompañantes atravesaron la región de Frigia y Galacia, hubiera sido lógico seguir adelante a la provincia romana de Asia. Éfeso, su gran ciudad, era un verdadero reto. Pero aún no era el momento dispuesto por Dios. El Espíritu Santo les había prohibido ya hablar la Palabra en Asia. La Biblia no dice cómo lo hizo. Puede que lo haya hecho por medio de una palabra de sabiduría dada a alguien de entre los acompañantes de Pablo, o quizá a algún creyente lleno del Espíritu de alguna de las iglesias.
Puesto que se les había prohibido entrar en Asia, se movieron hacia el norte, a lo largo de la frontera oriental de la Misia e hicieron el intento de entrar a Bitinia, situada al nordeste a lo largo del mar Negro. Pablo nunca fue capaz de sentarse con los brazos cruzados cuando no sabía dónde lo quería Dios o qué quería que hiciera después. Siempre estaba consciente del peso misionero que había sido depositado sobre él. Así que cuando el Espíritu le impedía ir en una dirección, tomaba un paso en otra, y confiaba en que el Espíritu confirmaría o impediría aquella dirección también.
Nuevamente, el Espíritu no quiso dejarlos entrar en Bitinia. Sólo les quedaba una dirección, así que la tomaron, volviéndose hacia el oeste con rumbo a Troas. Para hacer esto, tenían que pasar a través de la Misia. Pero el griego dice literalmente que siguieron de largo. Es decir, no se les dio permiso para ministrar en la Misia tampoco, y pasaron de largo en lo que a la predicación del Evangelio respecta.
Es de pensar lo que ha de haber significado esto para el apóstol Pablo, que decía: "¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!" (1 Corintios 9:16). Qué carga tan fuerte ha de haber sentido mientras pasaba una ciudad y luego otra, y la prohibición de predicar la Palabra seguía en pie. Sin embargo, por haber sido obediente, Dios lo llevó a Troas cuando lo quería en aquel lugar.
En Troas, ciudad portuaria de la Misia, situada en el mar Egeo frente a Macedonia, tuvo lugar otro suceso trascendental para el ministerio y los viajes misioneros de Pablo. Si hubiera ido a Bitinia, es posible que hubiera continuado hacia el este y nunca hubiera ido a Grecia o a Roma. Pero Dios quería establecer nuevos centros en Europa. Serían otros apóstoles y creyentes los encargados de tomar rumbo este.
El llamado hacia el oeste fue muy claro en una visión nocturna que tuvo Pablo, en la que un macedonio (pagano) estaba en pie, rogándole que cruzara a Macedonia para ayudarlos. De inmediato, Pablo y sus acompañantes (entre los cuales se hallaba ya Lucas) buscaron la forma de partir para Macedonia, dando por cierto que Dios los había llamado a predicarles el evangelio a los habitantes de aquel lugar.
CONCLUSIÓN
Pablo, Silas y Timoteo, mientras atravesaban el sur de la Galacia, iban entregando copias de las ordenanzas o regulaciones escritas en la carta de Hechos 15 para que los creyentes gentiles las guardaran. Reconocían estas normas como algo decidido por los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén. Pero también podemos estar seguros de que le habían prestado atención a lo que dice Hechos 15:28: "Ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros."La consecuencia fue que las inquietantes enseñanzas de los judaizantes fueron contrarrestadas. Lo que había sido un problema crítico, ya no era amenaza ni causa de división; todos aceptaron la decisión del Concilio de Jerusalén. Sin duda, la epístola a los Gálatas había ayudado a preparar el camino para esto. Entonces, las asambleas que había en las diversas ciudades eran todas confirmadas, no sólo en fe, sino en la fe; es decir, crecían en la comprensión de la verdad del Evangelio y en la obediencia a sus enseñanzas y preceptos. Debido a esto, las asambleas siguieron creciendo, aumentando en número día tras día. Como conclusión final, podemos decir que los verdaderos Cristianos todas sus acciones son inspiradas y confirmadas por el Espíritu Santo, bien dijo el Señor Jesucristo que este consolador, “os guiara a verdad y justicia”.