Lección Domingo 04 de Septiembre de 2016
Hechos 15.30-35
2ª Corintios 1.4
INTRODUCCIÓN

La Palabra de Sabiduría del Espíritu fue que no se inquietara más a los creyentes gentiles (con más exigencias a su fe y a su conducta). En cambio, debían escribir una carta en la cual se les dijera (orientara a) que se apartaran (abstuvieran) de las contaminaciones de los ídolos (todo lo relacionado con la adoración de ídolos), de la fornicación (los diversos tipos de inmoralidad hetero y homosexual practicadas habitualmente por tantos paganos gentiles), de ahogado (animales matados sin desangrar), y de sangre.
Estas eran las cosas que se les debían pedir a los gentiles, y no con el propósito de colocarlos bajo el peso de una serie de normas. Más bien era por los creyentes judíos y por el bien del testimonio de las sinagogas en cada ciudad en que habían estado por generaciones, desde tiempos antiguos.
DESARROLLO
El regocijo en Antioquía
"Así, pues, los que fueron enviados descendieron a Antioquía, y reuniendo a la congregación, entregaron la carta; habiendo leído la cual, se regocijaron por la consolación. Y Judas y Silas como ellos también eran profetas, consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras. Y pasando algún tiempo allí, fueron despedidos en paz por los hermanos, para volver a aquellos que los habían enviado. Mas a Silas le pareció bien el quedarse allí. Y Pablo y Bernabé continuaron en Antioquia, enseñando la palabra del Señor y anunciando el evangelio con otros muchos".
Cuando Pablo y sus acompañantes llegaron y le leyeron la carta a toda la multitud de los creyentes de Antioquía, ellos (todo el Cuerpo) se regocijaron grandemente por la consolación (aliento, exhortación).
Está claro que Pablo había aceptado la decisión del Concilio de Jerusalén, y le producía regocijo.
Entonces, Judas y Silas hicieron más que limitarse a confirmar lo que decía la carta. Eran profetas (voceros de Dios, usados por el Espíritu Santo en el don de profecía para la edificación, exhortación y consuelo o aliento de los creyentes). Por el Espíritu, consolaron (animaron y exhortaron) a los hermanos con muchas palabras (dadas por el Espíritu). Por medio de esas palabras, los confirmaron (apoyaron, sostuvieron). Es decir, les dieron sólidos alientos para que olvidaran las discusiones de los judaizantes y mantuvieran su fe en Cristo y en el Evangelio que habían recibido, el Evangelio de la salvación por gracia a través de la fe sola (fuera de las obras de la Ley), tal como Pablo afirma claramente en sus epístolas a los Romanos y los Gálatas.
Después de algún tiempo, los hermanos (los creyentes de Antioquía) despidieron en paz (y deseo de bienestar) a Judas y a Silas, para que regresaran a quienes los habían enviado, esto es, a toda la Iglesia de Jerusalén, como aparece en griego. Judas Barsabás regresó, pero Silas prefirió quedarse.
Pablo y Bernabé se quedaron también en Antioquía para enseñar y predicar el Evangelio junto con muchos otros; el Señor había suscitado muchos otros maestros y personas dedicadas a difundir el Evangelio en aquella iglesia aún creciente. Entre ellos es posible que hubiera algunos otros que llegaran desde Jerusalén y desde otros lugares. Pero, sin duda, la mayoría eran personas de la asamblea local. También ellos estaban entrando en la obra del ministerio para la edificación (construcción) del Cuerpo de Cristo. Pablo escribiría más tarde que todos los santos (todos los creyentes consagrados) debían recibir ministerio de Cristo para que fuera edificado su Cuerpo (Efesios 4:12, 15, 16).
CONCLUSIÓN
Había un precedente para estas peticiones, porque mucho antes de la época de Moisés, bastante tiempo antes de que se diera la Ley, Dios le había dicho a Noé que no comiera sangre porque representaba la vida. La misma restricción en la Ley de Moisés trataba la sangre como tipo que señalaba proféticamente a la sangre de Cristo y mostraba su importancia. Sin embargo, Santiago no habló de esta tipología. Primariamente, la preocupación por la fraternidad entre judíos y gentiles era lo que le interesaba. Este era el tipo de sabiduría del que habla Jacobo en su epístola (Santiago 3:17, 18). Era pura, pacífica, amable y benigna. Es lógico que cuando los creyentes dan sus primeros pasos en esta fe no podemos aplicar en forma inmediata normas que corrijan sus conductas, sino esforzarnos en manifestar la perfecta estrategia de nuestro Señor Jesucristo, quien es que nos llama a todos y nos dice con una ternura sin igual: “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. (Mateo 11:28).
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